viernes, 13 de julio de 2007

ALFONSO LÓPEZ MICHELSEN




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casino online Por: Gerardo Delgado Silva

Referirnos a este patriota consubstancial, de prodigiosa inteligencia critica, es evocar de un golpe toda una serie de nociones universales jurídicas, filosóficas y económicas que se fundieron en la vida de López Michelsen y que les dio cauce perfecto como una contribución permanente para enaltecer e iluminar esta patria que amamos. Debido quizá a su formación europea, en todos sus estudios procedió con una lógica rigurosa, que lo llevaron a deducciones racionales y exactas, sin incurrir en el fenómeno tan común en nuestro medio, de llenar páginas con vanas palabras.

El liberalismo estaba personificado en él, y así lo expandió en la conciencia colectiva por los cauces abiertos de la democracia escogiendo lo mejor para la patria, sin ataduras a odios, venganzas, sectarismos, sin “razones de Estado”, sin estar rodeado jamás de circunstancias insalvables, como el hecho tenebroso y degradante de la parapolítica que afrenta la tradición otrora respetable de nuestra nacionalidad.

Se educó en la admiración de las mejores cualidades de los hombres y entró en la vida pública como un jurista que le permitió imprimir a todas sus actuaciones políticas, el sello severo de la justicia permanente. Fue un faro de dignidad, de entereza y obstáculo infranqueable para las fuerzas que pretenden arrollar el Estado de Derecho.

Desde la presidencia, abrió a todos los colombianos sus brazos, su corazón y su inteligencia, entregándose a una labor de sanidad espiritual y cumpliendo una finalidad redentora con reformas y cambios a favor de los más desprotegidos y humillados, habida cuenta de la inmensa y aplastante deuda social del Estado.

Su política no fue de clase ni a favor de un grupo – no obstante que formó el MRL – ni de un partido. Fue una política nacional, una formidable misión de quien tuvo las virtudes propias del más grande estadista del siglo XX y de lo que va corrido de este siglo XXI.

En su “Mandato claro”, como desde 1938 cuando fue insigne profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Nacional, a la cual le dedicó su obra “El Estado Fuerte”, demostró que el imperio del Derecho es, ante todo: La sustitución de la voluntad arbitraria y personal, caprichosa e inestable de hombres que gobiernan a su antojo, por la autoridad de la ley, cuyas normas abstractas generales y permanentes, excluyen toda arbitrariedad directamente intencionada.

Sabía que el hecho fundamental es el constitucionalismo, pues sin su garantía, jamás podrá asegurarse la existencia de la dignidad y de la libertad humanas, como así mismo las posibilidades de una justicia progresiva y la aspiración de una paz estable.

Y aunque surgió en medio de la tempestad, nutrió con la savia ideológica de su pensamiento el discurrir histórico de la nación.

Su paso por todas las más altas posiciones públicas queda marcado por su calidad de símbolo, que siempre necesitan los pueblos para perpetuarse en ideales o en reivindicaciones. Y como intrépido defensor de los derechos humanos y de los instrumentos públicos internacionales ratificados por Colombia, no se cansó de clamar por el intercambio humanitario con las FARC, porque el mejor fruto de la política es el entendimiento, que proviene de la formación filosófica. La paz la llevamos todos dentro, muy adentro, como una razón vital.

Y desde la dorada cima de su madurez, no miró nada distinto que el destino de Colombia y la integridad de sus instituciones. Su muerte es un vacío que estremece a todo el continente.

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