miércoles, 31 de diciembre de 2014

El deprimente mensaje del salario mínimo

                                    Por: Bernardo Socha Acosta
No es habitual que nos asalten estos pensamientos, pero los hechos no demuestran lo contrario. Los empresarios colombianos y el gobierno enviaron  un deprimente mensaje a sus compatriotas .
Un pasaje básico de la filosofía de justicia social dice: ‘Respetar  la verdad y poner en práctica el principio que asiste a toda persona a que se respeten sus derechos y que le sea reconocido lo que le corresponde’…  se interpreta como uno de los mandatos elementales de la justicia social, para que surja uno de lo más preciado, como es la Paz.
Pero hoy cuando finalizamos un calendario más de nuestra vida y la evolución del sistema de política nacional, parece no concordar en lo más básico, porque  quienes tienen el poder de la economía y del estado, no demuestran que quieran realmente la concordia entre los colombianos.  Es que la concordia no llega solo porque se acabe la guerrilla en  las montañas colombianas. La paz es algo diferente en la que estamos comprometidos, las ramas del poder público, los entes de control, los gobernados y las organizaciones no gubernamentales. Y nadie puede negar que los diálogos son básicos para un país mejor.
Y el reajuste del salario mínimo es una de las claras  demostraciones de las contradicciones de querer la paz para los colombianos.  Porque es que una familia con su poder adquisitivo cada vez más   debilitado, no puede unirse a la prosperidad, sino a la inconformidad nacional.  Y esto sumado año tras año, va creando bombas de tiempo.
Para  nadie es un secreto que la injusticia  unida a la corrupción  y otra serie de  anquilosadas prácticas, son el caldo de cultivo de la violencia que se ha extendido en Colombia por más de 50 años y hoy se pretenden  solucionar con unos diálogos en la Habana, mientras los empresarios y el gobierno  atizan inconformidad que es igual a violencia, con el irrisorio aumento del salario para algo más de  1’250.000  compatriotas que cada vez ven más lejos una sobrevivencia  que alcance para aumentar algunos gramos de pan en su comida.
Y este hecho  sumado a  la  gran franja de la población que ni siquiera el salario mínimo devenga, porque vive del rebusque y otro gran porcentaje de colombianos que vive de la pobreza y otra más en la física indigencia, es lo que genera violencia.  Entonces, cómo podemos pensar  que en Colombia  vaya a haber paz, si esa paz que soñamos, saldría de las montañas, si se firman acuerdos con las FARC, pero la violencia urbana sobrevive y se incrementa como todos los días lo vemos. Unos que atracan por buscar un pan y otros (la mayoría) que lo hacen por vicio y para acrecentar sus voraces y desenfrenos  deseos de  vivir bien sin trabajar.
Siempre creímos en las bondades de los diálogos entre el gobierno y las Farc, hasta que vimos la contradicción de los empresarios y del estado, al proceder a reajustarle el debilitado sueldo de los colombianos con salario mínimo.   Si no conociera el país, los extravagantes y jugosos balances de utilidades de las grandes empresas, entre ellas la banca, se justificaría la renuente posición para llegar a mejores acuerdos en la mesa de concertación salarial,  como mínimo un 5,5%, pero  esa negativa de los empresarios, patrocinada por el gobierno, deja mucho que pensar,  del real  espíritu de encontrar la tan cacareada PROSPERIDAD  nacional. 

martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad Dulce y Triste

                                 Por Gerardo Delgado Silva
La extensión universal de la Fiesta de Navidad,  así como su profundidad en los sentimientos de las gentes, son de las muestras más eficaces del sentido ecuménico del cristianismo.  El Nacimiento del Niño en el pesebre como fuerza humana que desborda y desafía a las demás de todos los tiempos, es una escena que identifica a las almas sensibles, más allá de cualesquier otras consideraciones, inclusive las religiosas.  No es preciso ni siquiera ser creyentes en alguna deidad, para comulgar en estas emociones.  Es una fecha de exaltación del ser humano, desde la modestia de las pajas de Belén, hasta las proezas supremas del Espíritu.  Y con este motivo se concreta al ser humano en el niño, en los niños.
Es, por excelencia, la fiesta de los niños, la de la Navidad,  así pase con frecuencia, infortunadamente, sin dejar huella de un serio propósito de obrar bien frente a la infancia.
En ese como en otros aspectos, las vibraciones de Navidad son pasajeras; apenas un remanso en el turbión de los hechos, de las pasiones, de los conflictos, de las guerras, de las obcecaciones.
Es pertinente recordar, que nadie como el prestigioso escritor inglés Charles Dickens, en El Cuento de Navidad, ha sabido captar con gran imaginación ternura y amor por los que sufren el Espíritu de la Navidad.
Tres fantasmas, los de las navidades pasadas, las presentes y las futuras tocan y cambian el corazón de un viejo avaro quien ve a lo largo de un tortuoso recorrido por su vida, como las gentes sencillas algunos de ellos servidores del anciano Scrooge, en los días de la conmemoración de la venida de Jesús, hacen a un lado sus sufrimientos y pesares- o por lo menos tratan de olvidarlos- para unirse en familia y recogerse en la espiritualidad y la Fe. Entiende el testarudo Señor Scrooge – y ese es el mensaje del cuento – como la alegría de la vida está hecha de lo simple, de lo fácil y lo bello que hay en el corazón del ser humano, no importa lo duro y cruel que pueda ser y que ello es más evidente en el entorno familiar que debe ser el centro de atención de estas fiestas navideñas, que invitan a reflexionar en cómo hemos sido a lo largo del tiempo con nuestros semejantes y nuestros seres queridos.
Entonces, resulta agobiante, saber que la violencia salvaje y primitiva haya sido el común denominador de nuestra historia.  Nunca, con cualquier régimen anterior la vida humana ha merecido el elemental respeto que Jesús predicó con amor como Dios, y que la civilización – o lo que por tal se entiende – le reconoce.
El hecho de que en otros pueblos ocurra igual cosa no es disculpa para aceptar el terrorismo, los falsos positivos- otra forma de terrorismo-  y todas las formas de atentados, ya provengan de los grupos subversivos o de los paramilitares, como algo tan normal como inevitable, a lo que no hay más remedio que acostumbrarnos pues no tiene escape.
Hasta ahora, con los diálogos serios se busca borrar las causas de la violencia fratricida en todas sus formas de oprobio.
Escandalosa oposición con la moral cristiana, traducida en los principios básicos de nuestras leyes. El informe de Human Rights Watch: “Aprenderás a no llorar: Niños combatientes en Colombia”, ha puesto el dedo en una llaga hace tiempo abierta y descuidada.  El reclutamiento de menores de edad en las filas de la guerrilla y los paramilitares  en nuestro país es una práctica tan horrenda, como anti-cristiana.  Y lamentablemente, combatida apenas de palabras.
¿ Es así, como se obra bien frente a la infancia?.
Se ha ofrecido al mundo moderno el mas negó y tiste espectáculo de rechazo  a las sublimes virtudes proclamadas y enseñadas por Jesús.
Navidad no es solamente fiesta y boato, no es únicamente el intercambio de regalos.  Navidad es hermandad, es bondad, es la palabra amable, la mano amiga, la oración.  Navidad es la visita al que sufre, el acto de desprendimiento y de afecto.  Es la oportunidad
De renovar el espíritu, de insistir en la incansable búsqueda de la reconciliación.  Desde ahí es de donde se construye la Paz, no obstante los enemigos y su grotesca  y reprochable irracionalidad.  Ahí está el leviatán denominado “Centro Democrático” del Señor Uribe Vélez, donde milita José Obdulio Gaviria, asesor de su primo Pablo Escobar Gaviria, el más grande narcotraficante y terrorista del país, y otros de extrema derecha, algunos altos funcionarios, que encubren la realidad, aquella que ha engendrado la pobreza que hoy es miseria.
Empero, como los colombianos de bien anhelamos la paz de la cual dijo Jesús: “Mi paz os dejo, mi paz os doy…” el pueblo tiene conciencia sobre el crítico estado actual de la sociedad que viene de tiempo atrás, apoya evidentemente los diálogos y recuerda agradecido esas palabras de David en el Salmo 42: Júzgame tú oh Dios, y toma en tus manos mi causa, líbrame de la gente impía, y del hombre inicuo y engañador.” Colombia está persuadida de quiénes son esos hombres inicuos y engañadores.
Qué bueno sería que cada colombiano hiciera hoy no solo un acto de Fe, sino de desprendimiento para arrancar una sonrisa al que sufre, para ofrecer consuelo al deprimido, para dar un juguete por sencillo que sea, al niño que no lo recibirá. Desde ahí, es desde donde se construye la paz y se revive la Fe.  Un acto vigoroso de solidaridad y de fortaleza moral, en torno a los motivos más valiosos y enaltecedores de la especie, sintetizados en el espectáculo del Nacimiento del Niño Jesús, cada día más fuete en su debilidad, al través de los siglos y los siglos.
Feliz Navidad.  Que la Noche de Navidad, acerquemos los corazones a Dios.  (escrito para www.bersoahoy.co)

lunes, 22 de diciembre de 2014

Cartas del lector. El presidente Juan M. Santos dice:

Estimado BERNARDO SOCHA ACOSTA 
Me gustaría contarle la historia de Dagoberto Vargas, quien lo perdió todo más de una  vez. La violencia se ensañó con él durante casi tres décadas. Primero lo sacaron corriendo de San Vicente del Caguán y años después –cuando el conflicto parecía cosa del pasado– tuvo que abandonar la vida que había reconstruido en una población del Huila. 
Su historia, como la de millones de colombianos, es tan cruel como suena: la de un desplazado al que volvieron a desplazar. Y como si las cosas no pudieran ser peores, a Dagoberto no le fue posible conseguir un trabajo digno, por su edad y por una discapacidad en el brazo. 
Hoy, sin embargo, él dice algo que resulta inverosímil: “Me siento muy contento”… Difícil creer que esas palabras vengan de quien ha padecido tantas angustias, pero así es. Don Dagoberto es uno de los 480 mil compatriotas a los que hemos reparado por medio de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas. 
Él se siente afortunado porque –después de tantas dificultades– ahora tiene lo que nunca creyó que fuera posible: un techo y un negocio propio –de frutas y verduras– en Soacha, Cundinamarca. “Perdonemos… nosotros (las víctimas) tenemos que ser ejemplo”, dice él, reconciliado con la vida y dispuesto a reconciliarse con sus victimarios. Este diciembre, su Navidad será en paz y con perspectivas reales de un próspero Año Nuevo.
Video
Don Dagoberto es una de las caras de lo que hemos logrado en nuestro gobierno. Colombianos como él son la razón de ser de nuestra labor. Su historia y la de otros miles nos recuerdan a diario que hemos hecho mucho, pero todavía nos falta mucho por hacer. Acceder aquí al video
Hay más heridas por sanar y otras vidas por reconstruir, pero vamos por buen camino. La Colombia que soñamos es el nuevo país que desde ya todos estamos construyendo: en paz, con equidad y mejor educado. 

Le deseo una feliz Navidad.

Firma presidente
Juan Manuel Santos.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La indignación ciudadana con la justicia

Los derechos humanos y las decisiones judiciales
Por: Bernardo Socha Acosta
No era común que los ciudadanos lanzaran duras críticas contra el sistema de administrar justicia en Colombia.  Pero hoy ya es  frecuente que las diatribas contra la justicia se escuchen por todas partes. Los ofendidos se preguntas si es el sistema o son las personas  que han sido seleccionadas para administrarla.  
Lo ciertos es que en varias encuestas, que diferentes medios de comunicación han hecho en los últimos días sobre el concepto de justicia en Colombia,  los ciudadanos se han encargado de darle la peor calificación de la historia.
Los últimos hechos en los que delincuentes reconocidos capturados en flagrancia y ciudadanos que por embriaguez han causado la muerte, no de una, sino de varias personas a la vez y los jueces los han enviado a sus casas con argumentos   que para el común de la gente constituyen una afrenta, ha desfigurado  por completo la función de quienes en épocas  no muy lejanas eran sagrados y respetables.
Los peligrosos delincuentes que cometen toda clase de fechorías y son enviados a sus casas,  ha despertado el instinto de venganza de muchos afectados, al ver que en Colombia la justicia desapareció.
Ya se ha visto en varias ciudades de la Costa atlántica que las comunidades de bien han intentado linchar a   los antisociales que se dejan arrestar, porque consideran que de nada sirve que la policía actúe para capturarlos, si más se demora en llegar a los juzgados, que  dejarlos libres, como en un aparente premio por la acción delictiva.  
Estas acciones contra los que violan  las más elementales normas de convivencia y legalidad, es un irrespeto contra el buen ciudadano. Y por eso se está incubando un sentimiento de venganza  y de justicia propia.
Dicen los  que han sido afectados en sus derechos, por decisiones judiciales, que si bien es cierto que hay congestión carcelaria, ese factor  no es óbice para denegar la justicia que merecen los buenos ciudadanos y el castigo  que merecen  los infractores.
La animadversión que las personas de bien, afectadas por hechos delictivos y, al mismo tiempo afectados por decisiones judiciales,  está almacenando un peligroso desenlace de sentimientos de rencor contra varios sectores que posiblemente traerán graves consecuencias en el futuro.
Y valga decir que si en la fecha se celebró el día de los derechos humanos, eso es lo que precisamente reclaman los buenos ciudadanos que ven vulnerados sus más fundamentales derechos por parte de elementos antisociales que ya no tienen el más mínimo principio de esa gracia humana,  y, si no hay justicia que los proteja, qué le queda al ciudadano, o a una sociedad…  Estamos los ciudadanos, frente a un dilema y de espalda a los derechos humanos. Dicen que el prestigio se gana, no se impone.

domingo, 7 de diciembre de 2014

OTRA DEPRAVACIÓN DE URIBE

                             Por: Gerardo Delgado Silva
Con otra sonora impostura, el Senador Uribe está satanizando el Proceso de Paz.  Ahora, con un sentimiento profundo de indignidad y pequeñez, sugiere que el Gobierno del Presidente Santos,  le está entregando el país a las FARC.  Es comprensible su postura, en la medida en que la retórica del gobierno de Uribe envileció todo el lenguaje de las grandes causas, hasta convertirlo en símbolos de la traición y de la impostura.
Y es que a muchos colombianos infortunadamente les faltó buen juicio hace años, en el momento de elegir y optaron por Uribe, no obstante que carecía de partido, y , por lo tanto, sin raíces ni centro de gravedad.
Las ideas y la disciplina fueron sustituidas por la frivolidad, la arrogancia, la demagogia y la improvisación.  Ofreció el cambio, pero nos entregó la decrepitud con los parapolíticos.
De la patria en su gobierno,  podría decirse algo parecido a lo que dijo Alberto Lleras de la Argentina alguna vez: “Es un continente que tiene detrás de sí un brillante porvenir”.
El señor Uribe se desbordó en su mandato, sobre sí mismo como Tántalo.  Cada vez es más evidente que no ha controlado su ira y desmesura.  Sacó a la luz marcados rasgos policiales y una desmedida paranoia en cuyo nombre se cometieron muchas injusticias inescrupulosamente.
La legitimación de una distribución de tierra en  manos de esa nueva clase formada por la élite del paramilitarismo, que adquirió tierras – a su manera- a lo largo y ancho del territorio nacional.
Ahora que el señor Uribe y su grupo, se oponen a la paz; están desnudos el absurdo y la insignificancia.
Empero, sigue con sus ínfulas cortesanas,  con el desprecio señorial por el Estado de Derecho, haciendo resurgir su agazapado fascismo, nutriéndose del odio y de la exclusión, con la pedagogía de la intolerancia y del resentimiento.
Así pues, no debe causarnos estupor, su fementida afirmación, porque mantiene grabada en su mente enferma, la imagen de Hitler, con el triunfo de un solo modelo, de un solo  camino, de una sola verdad, de una sola estética, de una sola lengua;  constituyendo una amenaza tan grande como lo sería en el reino animal el triunfo de una sola especie, o en el reino vegetal el triunfo de un solo árbol o de un solo helecho.
Solicito respetuosamente a mis lectores, que me permitan reiterar lo que expresé en otro artículo: Durante ese gobierno, - se entiende del señor Uribe- la magnitud de la influencia de los grupos paramilitares sobre extensas regiones del país, se convirtió en un fenómeno dramático.  Los paramilitares exhibieron esa influencia, no solo militar, sino política, social y económicamente.   Y con capacidad de incidencia sobre presupuestos y  autoridades municipales.   Con un poder de intimidación y fuego, que produjo decenas de miles de desplazados y cientos de masacres y asesinatos selectivos.  A diferencia de la guerrilla, los paramilitares no surgieron contra el sistema, sino desde el mismo, con la bandera de defender la propiedad y ayudar al Estado a combatir la subversión.  Así mismo, crearon los “distritos electorales”, como lo expresó Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, cuando exhibió el propósito de elegir a Uribe Vélez.  Ese paramilitar, orquestó el negocio ilegal del régimen subsidiado de salud (ARS), encargado de atender a la población más desprotegida de Colombia.  Terminaron esos dineros siendo utilizados para comprar armas, alimentar el narcotráfico, y encender aún más la guerra.
Empero, fueron premiados con la Ley de Justicia y Paz, así se prescindiera torticeramente de amnistías e indultos.  Y quedaron las víctimas condenadas al olvido forzoso.  ¿No es esta historia maloliente, una entrega del país a estos delincuentes?
Han quedado descubiertas las pesadumbres vituperables del señor Uribe, que permiten advertir los peligros que nos amenazaban, los abismos insondables que estuvimos orillando.
Estos hechos procaces, ¿No constituyeron en puridad de verdad, durante el anterior gobierno, una frenética entrega del Estado Colombiano a la morralla de los paramilitares que mancillaron la propia piel transparente de la patria? ¿Porque tanto silencio sobre lo que nos degradaba? ¿No era el profundo letargo moral de ese gobierno anterior?
Parecía como si se hubiera capitulado en la patria, ante todos los deberes.  Solo silencio ante lo que nos degradaba, la enfermedad moral de ese gobierno que desdeñó la justicia.
El Señor Presidente Santos, está por el contrario, transitando con denuedo y decisión imperturbables los difíciles caminos de la paz y la justicia.
Iherin nos predicaba: “Cuando Dios quiere la prosperidad de un pueblo, no se da por caminos fáciles, sino que le hace ir por los caminos más difíciles y penosos”.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Liberalismo, Unidad Nacional y candidatura presidencial

                           Horacio Serpa
El Partido Liberal ha asumido el reto de ser la vanguardia de las reformas esenciales que necesita el país. El marco en el que se realizarán será el de la paz. Si las farc y el eln renuncian a la lucha armada, será gran avance pero no suficiente. Necesario hacer la reforma rural agraria, por ejemplo, como la reforma educativa, la de la salud. Muy importante, inaplazable, modificar el modelo económico de desarrollo.
Si no se hacen las reformas, a fondo, para transformar el país, muy poco será lo que gane la mayoría de los colombianos. Continuará la desigualdad, el desempleo, la discriminación y mala calidad de la educación, la destrucción de nuestra riqueza natural y la fragilidad del sistema de salud, con “paseos de la muerte”, tutelas, decrepitud de los servicios de urgencia, consultas tres o cuatro meses después de solicitadas y enormes despilfarros. No es lo que quieren los colombianos. No es justo.
Los partidos políticos, con el compromiso de los demás estamentos sociales y empresariales, tienen la responsabilidad de los cambios. Si el Partido Liberal quiere subsistir y de nuevo volver a ejercer el liderazgo político, necesariamente tiene que optar por ser el principal agente de las transformaciones nacionales. Lo fue en otras épocas, cuando gozaba de la confianza y aún del delirio de la mayoría del pueblo. Hoy tiene de nuevo la oportunidad.
Se ha propuesto que para las elecciones del año entrante la Unidad Nacional asuma el compromiso de presentar candidaturas conjuntas. Es una iniciativa viable que permitirá importantes victorias a los partidos amigos del gobierno del Presidente Santos. Con seguridad en muchos municipios y departamentos serán posibles los acuerdos, y en otros se establecerán reglas para que las campañas no se vuelvan pugnaces y desagradables entre fuerzas políticas amigas.
Las elecciones del año entrante serán un reto especial para medir el prestigio del Presidente Santos y la solidez de su gobierno. También constituirán una oportunidad para Centro Democrático, empeñado en sumar a su sector dirigente muchos Alcaldes y Gobernadores. Otra vez, como hace 22 años, el tema de la paz y de la guerra incidirá en los resultados.
Octubre de 2015 será la fecha de apertura para las elecciones presidenciales de 2018. Parece lejos, pero en política los tiempos transcurren a velocidades increíbles. Será una carrera de vértigo, entre los uribistas tratando de recuperar el poder y el Presidente Santos, con sus amigos, viendo la forma de mantener los acuerdos de paz, que para entonces ya deben estar aprobados y en plena ejecución.
Al Partido Liberal le toca pensar con criterios de largo plazo. Para sacar adelante las reformas, que desde ahora debe volver un compromiso nacional, requiere que una mujer o un hombre de sus filas, de las nuevas generaciones, demócrata, con insobornables perfiles sociales, asuma la Presidencia de la República. ¿Quién? Por ahora basta con definir que en el 2018 habrá candidatura liberal.
Bogotá D.C., 30 Noviembre, 2014

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