domingo, 26 de abril de 2015

El futuro se construye

 Por Sergio Isnardo Muñoz
Por alguna razón cultural, cuyos orígenes son difíciles de desentrañar, muchos seres humanos obran más en función del pasado que del futuro. A la hora de adoptar modelos de trabajo, por ejemplo, se aferran a lo que conocen, aunque su inefectividad haya sido reiteradamente demostrada. Pareciera que les aterra mirar al mañana y que se sienten más a gusto en terreno conocido, en las formas tradicionales de pensar y de actuar.
Pero, frente a los cambios que actualmente vive el país—en lo político, lo económico, lo cultural y lo social—es imposible seguir actuando de esta manera. Con cierto sentido de urgencia, considero que ha llegado el momento de actuar más en función del futuro, porque nuestra sociedad está inmersa en numerosos problemas para los cuales no hemos podido encontrar solución en los modelos existentes.
Analicemos, por ejemplo, el tema del transporte y la movilidad: no han faltado quienes propongan acabar Metrolínea, debido a las fallas que evidentemente presenta, y regresar al transporte urbano tradicional. Los nostálgicos consideran que el transporte antiguo “tenía sus fallas, pero era bueno” y que, en cualquier caso, era mejor que el nuevo sistema. De la misma manera, hay quienes consideran que Bucaramanga debería volver a ser la aldea de 1950, cuando no existía congestión vehicular, inseguridad, desempleo ni todo ese cúmulo de problemas que constituye nuestra vida de hoy. La nostalgia es poderosa…
Pero este modelo de pensamiento no resuelve la crisis que actualmente padece la ciudad. Y, puesto que es completamente imposible volver al pasado—aún en el evento de quisiésemos, realmente, hacerlo—no nos queda sino mirar hacia delante para salir del pantano en que nos encontramos: para los males del Siglo XXI, soluciones eficaces del Siglo XXI.
Este principio también se aplica a la actividad política. Si bien es cierto han existido, y existen fallas en el ejercicio de esta actividad, no hay posibilidad alguna de retroceder a los tiempos en que los concejales no ganaban sueldo y muchos desempeñaban tareas provechosas para la comunidad. ¿Qué sigue, entonces? Trazar los lineamientos de un ejercicio político que responda a las exigencias del presente y del futuro.
Hago estas reflexiones, porque vivir anclados en el pasado, añorando tiempos supuestamente mejores, no resuelve los problemas administrativos de una urbe que reclama el aporte de visiones nuevas—tanto de la política, como de la gestión pública, los negocios, el arte, la cultura—, para atender las crecientes necesidades de la gente.
Por estas y muchas otras razones, en octubre próximo, Bucaramanga va a elegir un alcalde con visión de futuro, capaz de liderar una verdadera transformación que nos lleve de la ciudad que tenemos a la ciudad que queremos y nos ubique finalmente en el circuito de las urbes admiradas de este planeta. 

miércoles, 22 de abril de 2015

Los Herederos Atávicos

Por Gerardo Delgado Silva
Para comprender nuestro país, y el proceso de formación de nuestro pueblo, debemos recordar que en 1492, cayó Granada, con un contundente triunfo de los españoles contra los árabes y así se puso fin a una guerra de siete siglos. 
Empero, ya estaban invertidos los valores en España. 
Desde luego, los veteranos cesantes de esa guerra, se convirtieron en los Conquistadores del Nuevo Mundo, incapaces para adaptarse a las labores de la paz.  Así las cosas, llamaron Hidalgos a sus asociales y villanos a los hombres que amaban la paz. 
La característica patológica más sobresaliente de la Conquista es la criminalidad de sus autores. 
López de Gomara, compara a las tropas de Cortes con las Hordas Bárbaras.  Y dice: “Grandísima culpa tuvieron dellos por tratallos muy mal, acodiciándose más al oro que al prójimo.  Paresceme que Dios ha castigado sus pecados por aquello”. 
Es lícito admitir que las huestes de los Viajeros de Indias estaban sobrecargadas psicopáticamente, por el solo hecho de ser emigrantes.  Si pensamos en las condiciones de navegación de aquella época y los innumerables peligros que tenían que arrostrar en América del siglo XVI y del XVII, nos sentimos inclinados a suponer una incidencia más elevada de insania desde el momento en que ésta guarda una relación paralela con el temple y la audacia excepcional. 
La Conquista fue una masacre del Diablo en nombre de Dios.  Pisotearon, vistieron y enseñaron a pecar a los indígenas, y por consiguiente, a cometer hechos punibles. 
Muchos españoles tenían el argumento según el cual Dios había condenado a los indios a la perdición por sus abominaciones y pecados, que los había entregado en manos de los españoles con la estimulante seguridad de estar laborando por la causa divina en ese Nuevo Mundo. 
Y vaya, vaya, como dirían los ingleses.  Apareció ahora un grupúsculo de valetudinarios, enemigos de la paz, y amigos del odio, que aviesa y calumniosamente vulneraron o lesionaron el patrimonio moral del Señor Presidente, en nota vil, enviada al Jefe del Partido Conservador, Señor David Barguil, donde a su vez confiesan: “Escribimos en cumplimiento de la vocación que heredamos – el odio -  para prestar servicio a los ideales que conforman nuestras tradiciones”. 
Empero.  ¿Cuál es la vocación que heredaron?, ¿Las campañas de exterminio?, ¿Los crímenes de lesa humanidad dirigidos contra los adversarios políticos?
 No es legítima la negación del pasado, de los dos partidos, que por sus atrocidades y la inversión radical de los valores, permitió que se forjaran los grupos subversivos como las FARC, que han atentado contra la estabilidad institucional, la seguridad del Estado o la Convivencia Ciudadana. 
En el curso de los años, se fue reafirmando la personalidad extraordinaria de Darío Echandía, el único político que revestido de una inmensa autoridad moral, sello una paz entre el Partido Liberal y el Partido Conservador y cicatrizo las heridas ahondadas con el asesinato de Gaitán. 
Es que no debe perderse de vista que difícilmente la guerra en Colombia se va a resolver mediante más guerra como quieren unos alienados, enemigos de una solución negociada a esta guerra actual, en sintonía con la comunidad internacional, que sigue siendo la única salida. 
Y es evidente que el desarrollo desigual de las estructuras regionales y la inserción diferenciada de los múltiples actores de la violencia en ellas, no puede continuar.  Debemos subrayar la concentración de la propiedad en manos de antiguos terratenientes, la instauración definitiva del capitalismo en el campo, con los ejércitos de pobres abandonados, en trance de desaparición, clase trabajadora campesina que es la que produce el progreso. 
Como señala Miguel Hernández: “Aceituneros altivos,
                                                              decidme en el alma quien,
                                                             ¿Quién Levanto los olivos?
                                                              no los levanto la nada,
                                                ni el dinero, ni el señor (terrateniente)
                                                              si no la tierra callada,

                                                                el trabajo y el sudor.”

martes, 21 de abril de 2015

Más allá de los políticos

 Por Sergio Isnardo Muñoz
El proceso de cambio que vive Colombia—alrededor de la difícil construcción de la paz y otros fenómenos —impone ajustes en la forma de abordar los problemas del país. Y uno de los más importantes tiene que ver con la construcción de unidad social para el cumplimiento de las metas de desarrollo.
Está comprobado que la falta de acuerdo entre los ciudadanos imposibilita la conquista de las metas que toda comunidad debe satisfacer para su bienestar. Verdad de Perogrullo: si vamos a impulsar un carro, pero éste es empujado en direcciones contrarias, el vehículo no se moverá. Pero si todos los hacemos en una misma dirección, el resultado será diferente.
En nuestro país, debido a que algunos le apuestan al individualismo, es muy difícil poner a las personas de acuerdo para el logro de cualquier objetivo: este fenómeno se presenta en las familias, en el barrio, en la política, en las corporaciones públicas y en el gobierno. El resultado es nefasto. Pero, en el caso de Bucaramanga, a partir del primero de enero de 2016, tendremos que esforzarnos por construir la unidad social que nos permita, a partir de un acuerdo de necesidades, voluntades y objetivos posibles, empujar el carro en el mismo sentido para derrotar los males que afectan a nuestra urbe. Si queremos una administración sana, que cumpla su misión con eficiencia, debemos ponernos de acuerdo en la forma como trabajaremos en los siguientes cuatro años y más allá.
Para que podamos resolver la inquietante crisis de la capital santandereana—que tiene que ver con el empleo digno, la seguridad, la movilidad, la falta de planeación, la eficiencia administrativa, el crecimiento urbano y tantos otros temas—tenemos que construir unidad social como requisito principal, más allá de la simple componenda política. Y para lograr este propósito, nada mejor que acudir a una fórmula cuya eficacia ha sido probada alrededor del mundo: con el liderazgo del gobierno municipal (que deberá ser bien intencionado y sólido), unir al sector privado y la academia para diseñar un plan de acción que responda a las demandas objetivas de nuestra ciudad. Debemos construir el llamado “triángulo de la competitividad”, que será fundamental para que, con el respaldo del conjunto de la sociedad, rompamos las talanqueras para hacer posible el desarrollo.
Bucaramanga necesita ser imaginada más allá de los políticos, si seguimos confrontando de la manera que siempre lo hemos hecho; si seguimos tirando en direcciones contrarias; si no nos ponemos de acuerdo respecto de lo que queremos conseguir y la forma de conseguirlo; si no logramos unidad en torno a propósitos que interpreten las expectativas de todos; si no deponemos el egoísmo… el carro no se moverá, por mucho que empujemos con fuerza avasalladora. Para que la paz que se  impulsa sea posible y se convierta en una gran oportunidad, tenemos que superar al principal de los enemigos: los egos de los políticos que han dificultado nuestro trabajo a favor del desarrollo y trabajar unidos para conseguirlo.

sábado, 18 de abril de 2015

Gran Barbosa Internacional

               Trafugario
                Por: José Óscar Fajardo
En esta semana que está terminando hoy domingo, también culmina la primera prueba de ciclomontañismo de rango internacional en la ciudad más hermosa que tiene el sur de Santander. Desde el viernes anterior como al medio día, empezaron a llegar participantes no sólo de todos los sectores del país sino de varios países del antiguo continente. Ya en las horas de la noche, un tanto lluviosa, Barbosa estaba repleta de gentes de Cundinamarca, Boyacá, Meta, Casanare, Huila, Valle, y cinco departamentos más, y de las principales ciudades del país. Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Cúcuta, Tunja y Manizales entre otras. Como en el poema, El sueño de las escalinatas, también vino gente de España, Francia, Italia y Canadá, para completar un total de 523 participantes en un rango de edades de los 17 y los 65 años. Los deportistas recorrieron de entrada el sábado, algo así como 100 kilómetros entre los municipios de Puente Nacional, Bolívar, Guavatá, Jesús María y Sucre, para luego regresar al punto de partida en Barbosa. Tanta gente tan de diversas culturas me causó mucha impresión. Pero más impresión me causó una bicicleta para tal disciplina deportiva que, más que un aparato de ciclomontañismo es un cohete con llantas dada la tecnología con la fue concebida y de hecho fabricada. Pesa 9.7 kilos y vale 23 millones 200 mil pesos moneda legal y corriente. Indudablemente ha sido un evento de una inusitada transferencia cultural que tiene que dejar enormes cosas positivas.

Pero qué hablar de los beneficios económicos para todos los negocios de la ciudad. Hoteles copados hasta sus azoteas. Restaurantes que no daban abasto. Tiendas, cafeterías, bares, fruterías, almacenes y hasta los vendedores callejeros hicieron su agosto. Incluso un conocido mendigo recogió como 30 mil pesos. Todo este inventario aparentemente cursi, lo hago porque veo el valor que tiene sociológicamente el evento anterior. A ver si de pronto eso le ayuda a cambiar la mentalidad y la verborrea politiquera, no a los gobernantes porque esos ya no cambian, sino a los candidatos a las próximas elecciones. Para que Barbosa cambie cuanto antes esa imagen de gran guarapería de la comarca. Sé muy bien que la industria del turismo hay que acelerarla y protegerla a toda costa porque esa es la  gran base de la economía del municipio. Este tipo de eventos como el que se acaba de realizar, son los que deben impulsarse dado que, como las vitaminas y las proteínas, ellos le dan un oxígeno reconstructivo a la población. Porque Barbosa tiene graves problemas socioculturales de ciudad grande como es el turismo prepagológico, drogadictológico y guaraperológico. Eso sin contar la raterofilia.  Si bien es cierto que esas son prácticas socio-económicas casi que imposibles de extinguir, también lo es que son muy factibles de controlar. Sólo basta aplicar el principio del equilibrio enunciado en la frase célebre del entonces presidente Turbay que con prolija filosofía reza así: “Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”. Y consten respetados políticos que lo dijo Turbay. Hay enfermedades socioculturales que no se curan nunca y yo lo entiendo perfectamente. Pero, reitero, aplicando certeramente el “Principio Turbay”, es muy probable que se puedan controlar. Sólo se necesitan gobernantes idóneos, intelectuales y profesionales y que no pertenezcan a la alpargatocracia del barberazo o el machetazo. Que hayan leído muchos libros en su vida y que no sean bachilleres por radio. Para terminar, tengo que hacerle llegar una felicitación especial a los organizadores de este hito histórico, una empresa privada de una notable familia barboseña que, cosa bastante rara, no quiso que yo la nombrara en mi columna. No obstante se merecen, junto con sus empleados y colaboradores, todos los laureles y Barbosa tendrá que agradecerlo.     

domingo, 12 de abril de 2015

¿Y la planeación para qué?

                         Por Sergio Isnardo Muñoz
 A propósito de la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, que se va a dar en el Congreso la semana entrante, es bueno reflexionar sobre algo que muchos suponían en Colombia, que con la elección popular de alcaldes y gobernadores, municipios y departamentos iban a hacer del planeamiento la herramienta más importante para la construcción del desarrollo.
Pero, aunque algo se ha avanzado en el tema, el mismo no ha sido asimilado por completo. ¿Resultado? El avance de la improvisación, que tiene consecuencias fatales para la gente.
Con muy raras excepciones, todavía ocurre que estos servidores son elegidos con base en unas propuestas etéreas, que no responden a las exigencias reales del desarrollo. Esto sucede porque los aspirantes a desempeñar cargos administrativos, en muchas ocasiones desconocen los alcances de su compromiso, y también porque los ciudadanos no les exigimos un desempeño a la altura de sus responsabilidades.
Es triste ver la forma como muchos mandatarios asumen el diseño de su plan de desarrollo a partir del perjudicial ejercicio de “copiar y pegar”, en vez de proponer visiones que generen ruptura y nos lleven a dar un paso adelante en el desarrollo económico, social y ambiental.
Sin embargo, debemos alentar la esperanza de que el fantasma de la improvisación comience a ceder en los comicios de este año. En el caso de Santander, confiemos en que los esfuerzos realizados por el Departamento Nacional de Planeación y por la propia Secretaría de Planeación, sirvan para que los candidatos ofrezcan propuestas realistas y se dispongan, en caso de ser elegidos, a dejar de lado la famosa “copialina” (los planes toda-talla), para perfilar y ejecutar propuestas de desarrollo técnicamente elaboradas, que permitan canalizar, a favor de sus comunidades, las inversiones que los ciudadanos necesitan.
Y si ese principio es válido para los municipios medianos o pequeños, lo es aún más en el caso de Bucaramanga y demás ciudades de su área metropolitana, dónde, en vez de improvisar, hay que programar acciones que permitan resolver los problemas estructurales que, durante décadas, se han agravado por la miopía de muchos gobernantes; porque estas ciudades por desgracia, no escapan a la tradicional improvisación: también con las debidas excepciones, en ellas ha primado el repentismo, que induce a los alcaldes a realizar obras o programas al impulso de su inspiración personal—porque se les ocurrió, o incluso por razones peores—pero casi nunca con base en estudios previos y adecuados a las necesidades de la ciudad y a las posibilidades de la Administración Municipal. Pero ya no podemos seguir procediendo de esta forma, porque los costos económicos y sociales de la improvisación son gigantescos.
El alcalde y los concejales que resulten elegidos en la capital santandereana en octubre próximo deberán, entonces, ocuparse de resolver los problemas reales, poniendo a la educación y la innovación en el centro de la apuesta del desarrollo, lo cual exigirá el planeamiento que, generalmente, ha faltado en el manejo de esta urbe: menos “a mí se me ocurrió” y más “esto es lo que la ciudad del conocimiento (a eso debe aspirar a convertirse Bucaramanga) plantea”. Así surgirán las soluciones estructurales necesarias para el desarrollo.

sábado, 11 de abril de 2015

Ojala hayan leído

                                          Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
Uno de los más grandes psicólogos y especialistas en lenguaje de estos tiempos posmodernos se llama Steven Pinker. Es un canadiense profesor de Harvard y uno de los cien intelectuales más influyentes del planeta que viene insistiendo con vehemencia en que se deben realizar cambios culturales en las sociedades en las que la violencia y la guerra sean vistas como algo “estúpido e inmaduro”. Porque, dice él, “solo ello las despojaría de ese halo de nobleza y heroísmo que las guerras tienen y que las ha convertido en una opción muy atractiva para  muchos hombres, pueblos y gobernantes”. Guerra de honor, dicen. Que imbecilidad. Siempre se ha dicho, la guerra es el gran fracaso de la inteligencia. “Hay que tener la dignidad de ser lo suficientemente fuerte para alejarse de la disputa y controlar los impulsos”, afirma Pinker. Esto desde la teoría es muy bacano, porque más adelante se refiere a la necesidad de fortalecer las instituciones y el Estado para que la gente se sienta segura y deje de pretender hacer justicia por su propia cuenta, que es lo verraco en este país de la virgen santísima, el divino rostro y las benditas almas. Y de los bandidos. Por ejemplo, vean lo que argumenta respecto a, por qué algunos países tienen guerras y otros no. “Cuando usted tiene un Estado débil y en anarquía, la gente muchas veces siente la necesidad de defender sus intereses atacando a otros antes de ser atacados”.
Y esto no lo está diciendo cualquier pinche maestro de vereda sino un científico de la psicología experimental, director del Centro de Neurociencia Cognitiva del  Instituto Tecnológico de Massachusetts. En Colombia existen varios vectores de guerra como  injusticia social, corrupción estatal y drogas ilícitas, entre tantas otras. Solo con estas tres variables tenemos para cien millones de años de sangre, si a ello le sumamos la “Cultura de la guerra”, que todos los colombianos llevamos en el ADN por herencia cultural. Entonces hablemos de Santander. Siempre me he preguntado por qué los santandereanos somos tan supremamente “arrechos” para odiarnos mutuamente. Por qué no somos capaces de querer o de admirar al otro. Por qué los instintos primarios afloran con el éxito o la inteligencia del otro.  En cuanto a la pregunta, qué se debe hacer para lograr una sociedad menos violenta, Pinker afirma que, “es clave que haya un gobierno efectivo y que responda a las necesidades de la población. Que la gente le crea”. Y habla sobre la imperiosa necesidad de fortalecer las expresiones culturales y artísticas como también de bienestar social y recreación. Pero esto en Santander es un acto fallido como se puede apreciar, no solo en el manejo que se da a los rubros dispuestos para estos casos, sino en los personajes podridos que los manejan.
He considerado desde que leí por primera vez, El malestar en la cultura, un texto de Freud, que esta, la cultura de la racionalidad y de las Bellas Artes, es quizá el factor determinante para la paz y el desarrollo de los pueblos. Pero el álgido factor al que hago alusión, uno puede colegir de manera sencilla que a los gobernantes les importa un suculento carajo puesto que “eso no produce votos”. Y como la gente identifica cultura populachera con cultura artística, entonces en un municipio para cualquier campeonato de tejo se le asignan cien millones de pesos, produce alta votación, mientras que jamás se contrata un conferencista para que le explique al pueblo la diferencia que hay entre una ranchera arrabalera y una sinfonía de Beethoven. O la diferencia académica entre una novela y una puñalada. Claro. Se necesitan bien ignorantes para poderlos “enredar” y así poder gobernar.   

miércoles, 8 de abril de 2015

PERDIDA INCONMENSURABLE

                                Por Gerardo Delgado Silva
La muerte de Carlos Gaviria Díaz, no solamente enluta el ámbito vasto de la sociedad que ama el derecho, sino que representa una pérdida notoria en todo el panorama de proyección moral, patriótica, espiritual, de la personalidad del jurisconsulto.  Inflexiblemente recto, naturalmente austero, apasionadamente estudioso, sustancialmente incapaz de doblez o hipocresía, sincerísimamente modesto.
Alcanzó bien pronto como joven profesional una celebridad de jurista tan vasta y sólida, que un concepto suyo tenía el valor de una sentencia ejecutoriada. 
Gaviria, adquirió la estatura de un verdadero clásico jurídico de nuestra época, un contemporáneo que se dedicó a ser la luz en el desorden que lo rodeaba, para definirlo, para entenderlo, para superarlo.
Reveló en todas sus actuaciones una intensa preocupación por las cuestiones permanentes del hombre, pero no visto de modo abstracto, sino relacionado con los problemas de nuestro tiempo.
Dejando atrás el nihilismo, superando el absurdo, Gaviria entró un canto de esperanza a la vida.
Esperanza reflexiva, no incondicionada, sometida, pues, a las vicisitudes de una conciencia siempre alerta.
Sus análisis de la libertad para el hombre moderno o de la libertad y la democracia, tienen esa mezcla de amplios conocimientos y de impecable lucidez, que formaron el estilo personalísimo de su pensamiento y de sus meditaciones y providencias, donde se profundiza con pasión y sin pedantería, en el complejo mundo de la personalidad humana y su conducta.
Le mereció a Carlos, la veneración del Estado Social de Derecho, considerado como toda organización política de la sociedad  que reposa sobre normas fundamentales, cuyo imperio se impone y sobrepone a toda voluntad arbitraria y personal.  De ahí, que fuera como un defensor predestinado de la justicia.
Cumplió en todo instante de su vida con los preceptos clásicos formulados por Ulpiano, en el aforismo latino: “ Honeste vivere, Alterum non laedere, suum cuique tribuere, hoec  sunt  principio  juris”.  Lo cual significa: “Vivir honestamente, No dañar a los otros, y dar a cada cual lo que le corresponde, tales son los principios del Derecho.”. 
Y al igual que Platón, considero la moral como una ciencia fundamental de la cual forma parte la política, porque, dentro del Estado se cumple los fines más elevados del hombre.
Así se llegó al Constitucionalismo como sistema de organización político-social.
La Constitución es un orden jurídico fundamental, integral y estable, impuesto a todos los miembros de la sociedad, lo mismo a los gobernados que a los gobernantes.
Sin el Constitucionalismo como sistema de ordenamiento jurídico, no puede existir la República, que es una estructura, y mucho menos la democracia que es un contenido ético.
Lo que constituye el hecho fundamental y sensacional de la época contemporánea no es la democracia, que asoma constantemente a lo largo de la historia, ni la República, que se presenta bajo diversos aspectos, es el constitucionalismo.  Sin su garantía, jamás podrá asegurarse la existencia de la dignidad y de la libertad humana, como así mismo las posibilidades de una justicia progresiva.
Fue una pasión profunda la de Carlos, por colocar la administración de justicia en el decoroso nivel que le corresponde; y  por la constante y fervorosa defensa de los Derechos Humanos.  Fue un continuador del pensamiento de Ulpiano.
Su transparente existencia, la dedicó claro está, a la defensa de los grandes principios que han enriquecido la historia espiritual de Colombia.
Ahora, para la pesadumbre de la patria, existen personas como el señor uribista Pretelt, que desde la Corte Constitucional mancilla la propia piel transparente de Colombia. 
A partir  de la Constitución de 1991, esa Corte es el guardián natural de la Constitucionalidad de la Ley.
En todas sus ponencias, el eminente Magistrado Carlos Gaviria, plasmó con lenguaje correcto y elegante, sus interpretaciones constitucionales, con un significado que trasciende, como nos lo demuestra una de las muchas sentencias de esa institución, cuando a un indígena candidato por el Guainía a la Cámara de Representantes, lo protegió en su derecho de usar su idioma, que se le prohibió en ese departamento, para utilizar por los medios de comunicación en su campaña política (T-384/94).
Revela la confianza en el porvenir de la patria y de nosotros mismos. (Escrito para  www.bersoahoy.co – sección opinión)

martes, 7 de abril de 2015

¿Acabar Metrolínea?

 Por Sergio Isnardo Muñoz
Cuando se anunció la construcción del Sistema de Integrado de Transporte Masivo (SITM) del Área Metropolitana de Bucaramanga, el Gobierno Nacional estaba seguro de que resolvería los problemas de movilidad en la ciudad, al pasar del bus tradicional a una flota moderna, amigable con el medio ambiente, capaz de transportar un mayor número de pasajeros y en condiciones de mayor eficiencia, seguridad y comodidad.
Desafortunadamente, no todas las expectativas han sido satisfechas. Algunos detractores del sistema—que, lamentablemente, crecen todos los días—argumentan que el mismo fue mal diseñado y peor ejecutado y que la solución es acabar con Metrolínea. ¿Pero, es esa, realmente, la salida?
Pensar en desmontar un aparato en el cual fue invertida una suma billonaria, que implicó el establecimiento de troncales especiales, estaciones, portales y otros servicios, no es la mejor opción. Quizá así lo parezca a los nostálgicos del transporte urbano, o a quienes defienden intereses especiales asociados al viejo sistema, pero lo atinado es seguir adelante de la única forma posible, a través del mejoramiento del SITM, una REINGENIERÍA. ¿Por qué en otros lugares del mundo—e inclusive de la misma Colombia—este medio de transporte es exitoso y en Bucaramanga y su área metropolitana no?
Un proceso de mejoramiento va a exigir, además de nuevas inversiones en la ejecución de obras que quedaron inconclusas, como el Portal de Papi Quiero Piña, en Floridablanca, y la extensión del servicio al Norte y al municipio de Girón, una sostenida acción educativa sobre el uso del recurso y la adopción de medidas para evitar los colados y el combate al acoso y la inseguridad: Se decía que el sistema iba a ser inmune a estos problemas.
Pero quizás la más audaz de las propuestas sea la intermodalidad para que el Sistema realmente llegue a todos los rincones de la ciudad y se ofrezca un buen servicio. En éste, como en otros aspectos, tales como la reestructuración financiera del Sistema, que no le cargue al pasaje costos inflados de comercialización e infraestructura como hoy sucede, será necesario trabajar con mucha intensidad en los próximos años.
Para quienes creemos que la proliferación de automóviles no resuelve las dificultades de movilidad en una ciudad que aumenta en población, y que conviene recurrir a medios de transporte alternativos, como la bicicleta—para lo cual es necesario construir una nueva cultura —el mejoramiento del SITM no es una opción, sino una obligación: Nuestro compromiso en la alcaldía será avanzar hacia un nivel de calidad superior, mediante la aplicación de los ajustes que exige la ciudad moderna e incluyente.

sábado, 4 de abril de 2015

Otras vez la Burra al Trigo

                                                                       Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
Hace quince días en esta misma tribuna yo denuncié sin agüero que en las elecciones de consejeros culturales departamentales se habían presentado vergonzosas irregularidades como eran las de elegir, a punta de mafia, representantes de algunas disciplinas artísticas a “tipejos” que poco o nada tienen qué ver con las Bellas Artes. Que la secretaria departamental de cultura, doctora Luz Mary Hernández, habiéndose cerciorado de los hechos, no tomó las medidas correctivas que ha debido tomar. Por eso afirmé sin dudarlo que en Santander no paga ser “intelectual pilo” porque eso, el mismo gobierno se lo congratula a coñazos. Es decir, a los mismos gobernantes les vale “güevo” que la gente se empecine con el Arte. Los verdaderos artistas que miren a ver a quién roban para que hagan su Arte. Entre otras cosas no han dado respuesta oficial a la impugnación que se hizo por la “fechoría” en la elección del representante de Literatura. Creo que ni la darán. Pero como si eso fuera “pescao”, hace poco estuvo en Barbosa el secretario de Agricultura, doctor Alejandro Gil, quien venía con la orden expresa de adelantar la discusión, concertación y ajuste del proyecto agroindustrial, asociado a la Planta de Exportación de Bocadillo Veleño. Pero resulta que para exportar bocadillo veleño, elemental mi querido Watson, primero hay que fabricarlo. Pero antes que eso, primero hay que cultivar y producir guayaba. Pero mucho más antes que eso, hay que reorganizar y tecnificar su producción que es de 70 mil millones de pesos al año.
Se tienen actualmente dos proyectos productivos de guayaba, uno para 100 familias y otro para 1500 familias entre productoras de guayaba y hoja de bijao para el empaque. Porque la verdad monda y lironda es que, el 80% de la guayaba procesada, viene de otras regiones del país. Téngase en cuenta que hoy se necesitan 1.000 hectáreas en cultivos de guayaba para abastecer las fábricas actuales, y 1.000 más para incursionar en el mercado en fresco. A estas alturas del partido el Secretario de Agricultura propone que los recursos del Incoder, del Estado, 750 millones de pesos, sean para un proyecto de repoblamiento de la planta, para procesos sanitarios y para el cultivo de la hoja de bijao utilizado en el empaque artesanal. Mejor dicho, reitero para mayor claridad y convicción del lector, el doctor Gil argumenta fríamente, que se puede hacer lo siguiente: “La Cadena Productiva de la Guayaba, debe acordar financiar el proyecto de transformación, aprovechando los recursos del Incoder para este año, de 750 millones de pesos”. Entonces el doctor Guillermo León Castillo Estévez, secretario técnico de la Cadena de Producción de Guayaba y representante oficial del Ministerio de Agricultura, le aclara que “bienvenidos los recursos del Incoder, pero que, dónde están los recursos de la Gobernación para la parte productiva”. El doctor Gil le contesta con la frescura de un trasatlántico que, “en estos momentos no tenemos recursos para esto; tenemos muchos compromisos ya adquiridos y yo no me puedo comprometer”. Dios de los cielos, digo yo. Entonces si no hay plata ¿A qué carajos fue el doctor Gil a la reunión? ¿A qué lo mandó el Gobernador?  Deduzco que a mamarle gallo a miles de familias que viven de la producción del bocadillo veleño. O a sabotear nuestra herencia cultural que es un legado de los indios Cocomés, de los Agataes y de los Chipataes.  Dios quiera que yo esté equivocado porque sería muy lamentable, además de un fracaso político, que el Gobernador se prestara para semejante felonía. Lo mismo que pasó con la elección de los consejeros culturales hace unas semanas atrás. Y se quedaron muertos de la risa.

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