martes, 27 de octubre de 2015

ENCUBRIMIENTO

                       Por Gerardo Delgado Silva
La Constitución Política y las leyes de cada país, establecen una red de medidas protectoras de los ciudadanos y sus derechos,  fundadas todas en una valoración previa de los preceptos básicos, sobre los cuales se han de asentar los principios del bien, del derecho y de la justicia, en ese estado, de acuerdo con el sentido moral vigente, esto es, tal como los concibe la conciencia social del pueblo y los expresa, con mandato de ese pueblo, el Legislador. 
Cuando un ciudadano viola esos preceptos legales, sobreviene la reacción del Estado, o sea, la sanción.  Esto, en muy pocas palabras, explica el motivo de la Ley Penal.
Estos principios son los que caracterizan al Estado de Derecho, al que aspira toda organización política de tipo constitucional, y muy especialmente la repúblicanodemocrática.  Es la sujeción de toda actividad gubernativa al imperio inexcusable de un determinado orden jurídico.  El ejercicio de cualquier autoridad debe mantenerse estrictamente dentro de un ámbito fijado de antemano por la Constitución y por la Ley.
Empero, con el anterior mandatario y hoy Senador Álvaro Uribe, solo existió pragmatismo puro.  Adiós principios morales y cuestiones formales.  El Derecho no tuvo cabida en estos pasos.
Pragmatismo que despojó a la política de toda consideración ética, estética y filosófica, en busca de resultados, de utilidades, de beneficios.  Solo con el desafecto a la Ley a la moral se puede montar un escándalo de las proporciones del que fuera montado, con  los magnicidios, denominados eufemísticamente, “Falsos Positivos”, un brutal desprecio del ser humano.  El más triste y degradante de los episodios de desprecio también, por el país, que ocurrió durante el anterior mandato del Señor Uribe.   Fue la claudicación del Estado ante el crimen, y la corrupción.  Y es una certeza de la progresiva paramilitarización del gobierno de entonces, del Congreso, y de Colombia.
El contubernio entre política y negocios, cada vez más frecuente y más dañino en esa época, es lo que ha llevado a que todas estas maniobras tortuosas prosperaran, se toleraran, y hasta se celebraran en nombre de la libre empresa.  Es el mundo al revés: bajo ese mandato anterior,  la intervención del Estado en la economía fue sustituida por la de la economía en el Estado, convirtiéndolo en alcahueta de la codicia y  de la venalidad.  Ese carrusel en el cual los negociantes se truecan en gobernantes y viceversa.
El cataclismo moral, económico y social, que dejó ese gobierno, impone archivar para siempre la deformidad estatal.  Uribe padeció el suplicio de Tántalo, por su  altanería y arrogancia.  La ira y la desmesura nacieron de su ambición de poder ignorando el don de la justicia, que lleva a los hombres a ignorar los límites de la ética, de lo sagrado.
Se desbordó sobre sí mismo, con la política de seguridad democrática, que reflejó el abandono social y la pobreza.
Lo que se vió fue una situación de desmesura.  Cada acto, lo redujo o asimiló a un acto electoral.
Como afirmé en otro artículo también, con sonora impostura, el Senador Uribe está satanizando el Proceso de Paz.  Ahora, con un sentimiento profundo de indignidad y pequeñez, sugiere que el gobierno, enhorabuena del Presidente Santos, le está entregando el país a las FARC.  Es comprensible su postura en la medida en que la retórica de su mandato, envileció todo el lenguaje de las grandes causas, hasta convertirlo en símbolo de la traición y la impostura.
Sacó a la luz, marcados rasgos policiales, y una desmedida paranoia en cuyo nombre se cometieron muchas injusticias inescrupulosamente.  Empero, sigue con sus ínfulas cortesanas con el desprecio señorial por el Estado de Derecho, haciendo resurgir su agazapado fascismo, nutriéndose de odio y de la exclusión con la pedagogía de la intolerancia y del resentimiento.
Durante ese mandato – se entiende del Señor Uribe - la magnitud de la influencia de los grupos paramilitares sobre extensas regiones del país, se convirtió en un fenómeno dramático.   Los
paramilitares exhibieron esa influencia, no solo militar, sino política con parlamentarios conocidos como “parapolíticos”, como es el caso del Señor Mario Uribe Escobar, primo del Senador Uribe, quien fue sentenciado a siete años y seis meses por la Corte Suprema de Justicia, pues su comportamiento estuvo inmerso con paramilitares como Salvatore Mancuso y Eleonora Pineda, sin cumplir en ningún momento con la función sagrada de Parlamentario.  Esa influencia paramilitar fue social y económica. 
Los dineros destinados a proteger a más de doce millones de colombianos, que son los más pobres, fueron a parar a las arcas de esos violentos, y terminaron siendo utilizados para comprar armas, alimentar el narcotráfico y encender aún más la guerra.  Las ARS resultaron una conexión “para”.  ¿No es una inaudita expoliación de los dineros de la salud?.
En su libro “Mi Confesión”, Carlos Castaño afirma: “La base social de la autodefensa lo considera su candidato presidencial – se refiere al Señor Uribe - .  En forma procaz y calumniosa el Señor Uribe en su odio por el abanderado de la paz, expresó en twitter: “Santos es el único de mi gobierno que debería estar en la cárcel, porque fue donde paramilitares a proponer tumbar al gobierno y refundar a Colombia”.  ¿Por qué ocultó o favoreció el comportamiento del hoy Presidente, el sí, esclarecido de Colombia?
El Señor Uribe, enemigo acérrimo de la paz, que conspira abiertamente contra la dignidad del Señor Presidente Santos, quien ha caminado  hacia la grandeza por el ideal de la paz que todos queremos y que creemos posible pronto muy pronto, no dispuso o desdeñó los correctivos pertinentes en el cumplimiento de su deber, ante los vituperables hechos punibles de funcionarios que en sus ocho años de mandato, arreciaban los vendavales de la inmoralidad.  La administración de justicia, en el decoroso nivel que le corresponde, descorrió el velo que ocultaba en ese gobierno, la infamia  de unos funcionarios, y abriéndose paso en su sagrada misión sancionó a los señores: Andrés Felipe Arias, condenado a diecisiete años de prisión, hoy prófugo de la justicia, que lo llamaban Uribito; Luis Carlos Restrepo, condenado a seis años de prisión; Jorge Noguera, veinticinco años de prisión; María del Pilar Hurtado, catorce años de prisión; Bernardo Moreno, ocho años de prisión; Sabas Pretelt de la Vega, y Diego Palacio, seis años y ocho meses de prisión.  Ante éstos inauditos hechos punibles, que habida cuenta de la certeza del juzgador, es decir, la verdad verdadera, ¿Que dijo Uribe?  Nada, era un silencio cómplice, horadante.  La complicidad misma.
En estas elecciones del domingo 25 de octubre, surgió una sátira social contra el Centro Democrático, que en todo el territorio de la patria, perdió pavorosamente los comicios. Gigantesco rechazo a los enemigos de la paz. 

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