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domingo, 19 de junio de 2022

Se cumplieron los deseos de muchos colombianos

Por: Bernardo Socha Acosta 
Los colombianos aceptaron el ramo de olivo ofrecido por el electo presidente de la república, Gustavo Petro Urrego, ramo inmerso en la convocatoria nacional para que el país comience a retomar los cauces que había perdido por la mano cruel de la politiquería que reiteradamente hizo engaño a sus electores.

La mayoría de colombianos tuvo la oportunidad de expresar su apoyo a quien puede comenzar a introducir un cambio sustancial que venía reclamando el país.

Los electores lograron captar muy inteligentemente los mensajes de, qué es lo que realmente quiere un país como Colombia que lo tiene todo para poderle ofrecer algún día mejores oportunidades de vida a sus habitantes.

Hoy gracias a esos pensamientos claros y manos generosas de cada uno de quienes depositaron su voto, guiados por esa convicción de, que sí se puede cambiar hacia una Colombia mejor, se alcanzó el triunfo tan anhelado por muchos.

Colombia lo tiene todo de lo que nos ha regalado la naturaleza y donde puede haber producción en todos los niveles (agrícola, industrial y comercial) para abastecer la demanda nacional y que haya remanente para exportar, de tal manera que comience a renacer la tranquilidad de tantos colombianos que despiertan cada día pensando en una fuente de trabajo y de cómo van a proveer el diario sustento para su familia.

Hoy en Colombia se respira un ambiente de confianza porque muy seguramente quedaron atrás los exterminadores de las esperanzas de tantas familias.

Ya no es necesario recordar los reiterados intentos por traficar con el odio y sacrificar sueños, prácticas que se ejercieron durante las dos vueltas presidenciales, porque los ciudadanos con una claridad cristalina supieron defender sus derechos y hasta los de los demás, para que con esos mismos propósitos se inicie una transición de cambio, desviando esa alocada carrera que lleva Colombia hacia la guerra, incluso con países vecinos donde ya las relaciones diplomáticas se encuentran totalmente deterioradas.

La campaña política que finaliza así, nos dejó muchas enseñanzas y las principales son que, los insultos y la maledicencia son en estas alturas de la civilización los peores enemigos de quien adelante una campaña por el primer cargo de la nación.

Hoy cuando el deseo de la mayoría de colombianos se halla cumplido, con un presidente del que habíamos estado huérfanos en la historia, solo nos resta elevar los mejores deseos al poder Universal que todo lo puede, para que el nuevo gobierno encuentre fórmulas que logren aclimatar los caminos de la concordia y la paz sobre la base de la justicia social.

Y que la convocatoria nacional a todos los sectores, hecha en campaña por el hoy electo presidente de la república, Gustavo Petro, sea una buena fórmula para unir al país en pro del desarrollo nacional.

(bersoa@hotmail.com)

miércoles, 25 de agosto de 2010

Un Nuevo Amanecer en Irak

Miércoles, 25 de Agosto de 2010

Horacio Serpa
Gobernador
---------------------------Por HORACIO SERPA

EL presidente Barack Obama cumplió su promesa de campaña: retiró de Irak las tropas de ataque, luego de más de siete años de invasión para derrocar a Sadam Hussein, bajo la mentira de que tenía armas de destrucción masiva. El presidente Bush inspiró esa guerra en el marco de su política de lucha contra el terrorismo.

Obama fue elegido gracias a su promesa de acabar ese desastre. Dio marcha atrás a semejante error político y militar, y por supuesto económico, que aumentó el déficit de Estados Unidos, en plena crisis mundial. Esa aventura militar costó a los contribuyentes más de un billón de dólares. Y desmoronó la imagen interna y externa de Estados Unidos, esencialmente como una nación defensora de la libertad y los derechos humanos. Las imágenes de Abu Grahib aún son frescas en la memoria colectiva.

La invasión significó, además, la muerte de más de cuatro mil soldados norteamericanos, heridas a un número muchísimo mayor, la destrucción del aparato productivo iraquí, uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo, y la muerte de decenas de miles de ciudadanos de ese país, víctimas de bombardeos indiscriminados y actos demenciales de soldados que veían terroristas en todas partes.

Semejante caos sólo tiene dos calificativos: derrota y vergüenza. Derrota porque la superpotencia fue incapaz de doblegar a los guerrilleros de Al Qaeda, que son hoy más fuertes, y no pudo restablecer la calma y la seguridad en la zona, que es hoy más insegura.

Y vergüenza porque esa invasión fue un acto criminal contra un Estado soberano. Irak no es hoy una democracia, ni sus ciudadanos consideran a Estados Unidos sus liberadores.

Son muchas las lecciones que ha dejado Irak. La principal, que es imposible establecer la democracia apelando a la guerra y la destrucción de un pueblo. La segunda, que la paz no se gana a bala, por más poderoso que sea el agente externo.

Obama bautizó la operación de retiro de Irak con el sugestivo nombre de “Nuevo Amanecer”. Suena paradójico que así, precisamente, haya cerrado su discurso de posesión el presidente Santos. “En este nuevo amanecer tenemos la oportunidad histórica para transformar a Colombia”, dijo. El principal hecho para lograr ese objetivo, es la paz. Aprendiendo de las guerras fallidas, de los procesos esquivos, de los pueblos que conviven en armonía. Ahora que corren nuevos vientos democráticos en Colombia es mucho lo que tenemos que aprender de la confrontación iraquí.

Porque aquí también necesitamos un nuevo amanecer de la reconciliación, para que las guerrillas dejen de atravesarse al futuro de prosperidad y democracia que todos esperamos.

Las Farc y el Eln deberían escuchar al presidente Chávez, que les viene diciendo, de tiempo atrás, que la lucha armada no tiene posibilidades en Colombia. Pero sobre todo, deberían escuchar a los colombianos que no las queremos más en nuestro horizonte como actores de destrucción, sino como hombres y mujeres capaces de luchar por sus ideas sin la ayuda de un fusil. El nuevo amanecer los está esperando.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Las Farc en campaña

Colombia, miércoles 19 de mayo de 2010

HORACIO SERPA

Las Farc no se resignan a ser ignoradas en las elecciones presidenciales. Al igual que en los anteriores procesos, ellas quieren inclinar la balanza a favor de uno u otro candidato, de acuerdo con sus intereses, que nunca coinciden con los del resto de colombianos.

Cuando todos esperábamos que la presión de las fuerzas militares y el aislamiento político, por no decir desprecio de la opinión pública, las mantuviera inermes, esa organización ha iniciado una serie de ataques a poblaciones y destacamentos militares que las han puesto nuevamente en la agenda de los medios.

Los titulares de los noticieros destacan quemas de buses, paros armados, destrucción de poblaciones, asesinato de militares y policías, amenazas a candidatos. Muerte de civiles, irrespeto a las normas del derecho Internacional Humanitario. Toda una demostración de poder armado e imbecilidad política. Un mensaje a la nación de que sobrevivieron a la seguridad democrática y sea quien sea el nuevo inquilino de la Casa de Nariño ellas seguirán siendo parte del paisaje.

Nada más desprestigiado que las Farc. Pero también nada más cierto que siguen siendo una organización armada, con más de ocho mil hombres, como reveló el General Naranjo recientemente, con una enorme capacidad de daño. Son poder real en cientos de municipios del sur, en donde está su retaguardia estratégica.

Las Farc no han cambiado su discurso, ni sus pretensiones, y siguen ocupando el primer lugar entre las cosas que más detestan los colombianos. Para exterminarla, el gobierno que culmina gastó un gran porcentaje del presupuesto nacional, por encima de la educación, duplicó el número de hombres de la fuerza pública, aumentó la capacidad destructiva y elevó a niveles no conocidas la capacidad tecnológica de las fuerzas militares, con aparatos solo entendibles en las películas de ciencia ficción.

Aunque se dieron de baja a importantes jefes guerrilleros y se cuentan por miles las deserciones, la verdad es que esa organización sigue viva y no se resigna a no ser protagonista en el cuatrienio que sigue. Sin importar el color del nuevo Presidente, este tendrá que presentarle al país una propuesta creíble y sensata para enfrentar esa amenaza. La que, a mi modo de ver, deberá incluir un componente militar y otro político, porque con solo plomo no se construye la paz, ni con sola lengua se ganan las guerras.

Hasta el momento no se ha escuchado nada novedoso al respecto. El solo hecho de prometer la continuidad de la seguridad democrática no garantizará el fin del conflicto armado. Como tampoco, hablar en abstracto de la solución negociada, que por cierto poco se ha oído mencionar en los debates televisados.

Los candidatos tienen que ofrecerle al país mucho más que retórica para enfrentar la guerra interna. Hay que ser sensatos y proponer la paz como una prioridad nacional, porque seguir en guerra será un suicidio. Las Farc son enemigas de nuestro desarrollo y progreso, pero sobre todo, enemigas de quienes creemos que sin paz nunca habrá pan para todos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Los retos del nuevo Presidente

Colombia, miércoles 12 de mayo de 2010

HORACIO SERPA

Colombia vive uno de los procesos electorales más emocionantes de los últimos años. La decisión de la Corte Constitucional de impedir la segunda reelección presidencial abrió las compuertas a una campaña marcada por la masiva participación de los jóvenes y la clase media, quienes anhelan un nuevo rumbo para la nación.

Son muchos los retos que deberá enfrentar el nuevo inquilino de la Casa de Nariño, a partir del próximo 7 de agosto. Uno es la necesidad de recomponer las relaciones internacionales con la región, hacer cierta la multilateralidad, la integración latinoamericana y la profesionalización de la Cancillería.

Luego de la muerte a Raúl Reyes, alrededor de Colombia se ha construido la percepción de que somos un problema regional. El principal reto es volver a generar confianza en el vecindario, y reactivar nuestros mercados y las agendas comunes. Se hace prioritario establecer una nueva agenda con Europa y Asia. Pero sobre todo con Estados Unidos.

El mandatario elegido tendrá que sintonizarse con Obama, sin renunciar a la integridad, la soberanía y nuestra libre autodeterminación. Atrás tiene que quedar el concepto de alineamiento carnal con la Casa Blanca. La era Bush es el pasado. Hay que entrar por la puerta grande a la era Obama.

Para ello es necesario superar otro de los grandes retos: la crisis humanitaria. Colombia no puede seguir siendo el campeón mundial en violación de derechos humanos. Sindicalistas, periodistas, líderes de oposición y dirigentes políticos asesinados; multiplicación de masacres, falsos positivos, ejecuciones extrajudiciales, fosas comunes; casi cuatro millones de desplazados, miles de amenazados y exiliados. Las ONG estigmatizadas y perseguidas dan cuenta de un país cruzado por la guerra interna.

Negar el conflicto armado interno y seguir llamándolo de otra manera continuaría siendo inconveniente, al igual que llamar a los desplazados migrantes internos. Si Colombia no es capaz de llamar las cosas por su nombre y reconocerse como un país que necesita ayuda para ganar la paz, nunca saldremos del atolladero.

El otro reto es aceptar que existe un conflicto armado interno, que se debe superar logrando el imperio de la ley y el respeto a las instituciones, explorando al mismo tiempo el camino de la política, con ayuda internacional. Hay que acabar con el paramilitarismo y obligar a la guerrilla a negociar. Así como ampliar y hacer eficaz el proceso de Justicia y Paz y crear una Comisión de la Verdad.

Otros retos son la superación de la pobreza, garantizar el derecho a la salud, generar empleo, internacionalizar la economía, la reforma política, la reforma agraria, modernizar nuestras Fuerzas Armadas, incluir la Policía en el ministerio del Interior y la creación de una nueva agencia de inteligencia.

Lo anterior no es desconocer méritos al Presidente Uribe. Los tiene, sin duda, y con justicia se le han venido reconociendo. Los errores y vacios son frecuentes en la difícil tarea de gobernar. Lo se en carne propia. Pero viene una nueva etapa y sería inapropiado no aprovecharla para corregir el rumbo.

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