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sábado, 26 de diciembre de 2015

Le amargaron la Navidad a los colombainos

No son buenos los mensajes del gobierno sobre nuevos impuestos frente a un camino con buenos propósitos de pacificación
Por: Bernardo Socha Acosta
Todos sin excepción seguramente tenemos ese anhelo de paz en Colombia, pero hay anuncios del gobierno que no son los mejores mensajes para un país agobiado por los excesivos impuestos, las injusticias, el hambre y la pobreza.
Para cualquier ciudadano común y corriente que mira con agrado el devenir de la paz en Colombia, se le bajan los ánimos cuando escucha que la flamante “Comisión de notables”  le pide al gobierno que reajuste los impuestos de una forma escandalosa.
Algunos defensores dirán que ese es apenas un anuncio. Pero del anuncio al hecho no  hay distancia que haga prever un rechazo a ese estudio y recomendación de los ‘sabios’ que solo ven como mecanismo crear cada día nuevos impuestos, sobre los impuestos. Cuál podrá ser la respuesta de los congresistas al proyecto de ley que ya se ve venir... y que desde ya le está haciendo pasar tragos amargos a los colombianos más pobres. Esa recomendación de los señores (comisión de notables) le amergó la Navidad a los colombianos.
Y los integrantes de la comisión negociadora gubernamental, están preocupados por el lenguaje de las Farc y eso son síntomas de desconfianza  de lo que pueda pasar luego de firmada la paz.  En un título de alguna Red social, los negociadores del gobierno hablan de una paz sin pobres. Pero con excesos en la cascada tributaria de un país como el nuestro, cómo puede ser esa fórmula.
Es que el estudio de la famosa comisión de notables, recomienda precisamente impuestos que afectan a los más pobres, porque son impuestos como el IVA, entre otros,  que grava extravagantemente la canasta familiar.    En esta forma, cómo puede bajar la pobreza, si lo que están los notables es recomendando aplicar  más impuestos a los pobres, porque aumentar el IVA, es atacar a los pobres para que menos puedan comprar alimentos.
Dónde dice el estudio que  incrementen los impuestos a los grandes capitales, que son los que empobrecen  cada día a los núcleos sociales menos favorecidos.
Esos anuncios que le producen más angustia a los pobres, no son un buen mensaje cuando se busca la paz. Si bien sabemos que buena parte de la violencia tiene como caldo de cultivo las injusticias que originan las cascadas de impuestos, entonces, qué está haciendo el gobierno.
Con los nuevos impuestos que se anuncian, los colombianos pasan nuevamente a ser incrédulos de la paz. Es que la paz  no puede ser un pretexto para saquearle aún más el bolsillo de los colombianos  que ya estamos asfixiados. Es que los impuestos ya no dejan a un colombiano comerse un pan con tranquilidad. Se pagan impuestos municipales, se pagan impuestos departamentales y se pagan impuestos nacionales   y no son impuestos simbólicos; son impuestos que privan a los colombianos de alimentarse mejor, por cumplir con esa obligación.  Muchos colombianos para medio ahorrarse algunos impuestos, optan por la informalidad. De lo contrario somos una nueva fracción de colombianos víctima de nuestro propio orgullo de decir que no somos informales.
Para resumir, la Comisión de notables, le 'aguó la fiesta a los colombianos'

martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad Dulce y Triste

                                 Por Gerardo Delgado Silva
La extensión universal de la Fiesta de Navidad,  así como su profundidad en los sentimientos de las gentes, son de las muestras más eficaces del sentido ecuménico del cristianismo.  El Nacimiento del Niño en el pesebre como fuerza humana que desborda y desafía a las demás de todos los tiempos, es una escena que identifica a las almas sensibles, más allá de cualesquier otras consideraciones, inclusive las religiosas.  No es preciso ni siquiera ser creyentes en alguna deidad, para comulgar en estas emociones.  Es una fecha de exaltación del ser humano, desde la modestia de las pajas de Belén, hasta las proezas supremas del Espíritu.  Y con este motivo se concreta al ser humano en el niño, en los niños.
Es, por excelencia, la fiesta de los niños, la de la Navidad,  así pase con frecuencia, infortunadamente, sin dejar huella de un serio propósito de obrar bien frente a la infancia.
En ese como en otros aspectos, las vibraciones de Navidad son pasajeras; apenas un remanso en el turbión de los hechos, de las pasiones, de los conflictos, de las guerras, de las obcecaciones.
Es pertinente recordar, que nadie como el prestigioso escritor inglés Charles Dickens, en El Cuento de Navidad, ha sabido captar con gran imaginación ternura y amor por los que sufren el Espíritu de la Navidad.
Tres fantasmas, los de las navidades pasadas, las presentes y las futuras tocan y cambian el corazón de un viejo avaro quien ve a lo largo de un tortuoso recorrido por su vida, como las gentes sencillas algunos de ellos servidores del anciano Scrooge, en los días de la conmemoración de la venida de Jesús, hacen a un lado sus sufrimientos y pesares- o por lo menos tratan de olvidarlos- para unirse en familia y recogerse en la espiritualidad y la Fe. Entiende el testarudo Señor Scrooge – y ese es el mensaje del cuento – como la alegría de la vida está hecha de lo simple, de lo fácil y lo bello que hay en el corazón del ser humano, no importa lo duro y cruel que pueda ser y que ello es más evidente en el entorno familiar que debe ser el centro de atención de estas fiestas navideñas, que invitan a reflexionar en cómo hemos sido a lo largo del tiempo con nuestros semejantes y nuestros seres queridos.
Entonces, resulta agobiante, saber que la violencia salvaje y primitiva haya sido el común denominador de nuestra historia.  Nunca, con cualquier régimen anterior la vida humana ha merecido el elemental respeto que Jesús predicó con amor como Dios, y que la civilización – o lo que por tal se entiende – le reconoce.
El hecho de que en otros pueblos ocurra igual cosa no es disculpa para aceptar el terrorismo, los falsos positivos- otra forma de terrorismo-  y todas las formas de atentados, ya provengan de los grupos subversivos o de los paramilitares, como algo tan normal como inevitable, a lo que no hay más remedio que acostumbrarnos pues no tiene escape.
Hasta ahora, con los diálogos serios se busca borrar las causas de la violencia fratricida en todas sus formas de oprobio.
Escandalosa oposición con la moral cristiana, traducida en los principios básicos de nuestras leyes. El informe de Human Rights Watch: “Aprenderás a no llorar: Niños combatientes en Colombia”, ha puesto el dedo en una llaga hace tiempo abierta y descuidada.  El reclutamiento de menores de edad en las filas de la guerrilla y los paramilitares  en nuestro país es una práctica tan horrenda, como anti-cristiana.  Y lamentablemente, combatida apenas de palabras.
¿ Es así, como se obra bien frente a la infancia?.
Se ha ofrecido al mundo moderno el mas negó y tiste espectáculo de rechazo  a las sublimes virtudes proclamadas y enseñadas por Jesús.
Navidad no es solamente fiesta y boato, no es únicamente el intercambio de regalos.  Navidad es hermandad, es bondad, es la palabra amable, la mano amiga, la oración.  Navidad es la visita al que sufre, el acto de desprendimiento y de afecto.  Es la oportunidad
De renovar el espíritu, de insistir en la incansable búsqueda de la reconciliación.  Desde ahí es de donde se construye la Paz, no obstante los enemigos y su grotesca  y reprochable irracionalidad.  Ahí está el leviatán denominado “Centro Democrático” del Señor Uribe Vélez, donde milita José Obdulio Gaviria, asesor de su primo Pablo Escobar Gaviria, el más grande narcotraficante y terrorista del país, y otros de extrema derecha, algunos altos funcionarios, que encubren la realidad, aquella que ha engendrado la pobreza que hoy es miseria.
Empero, como los colombianos de bien anhelamos la paz de la cual dijo Jesús: “Mi paz os dejo, mi paz os doy…” el pueblo tiene conciencia sobre el crítico estado actual de la sociedad que viene de tiempo atrás, apoya evidentemente los diálogos y recuerda agradecido esas palabras de David en el Salmo 42: Júzgame tú oh Dios, y toma en tus manos mi causa, líbrame de la gente impía, y del hombre inicuo y engañador.” Colombia está persuadida de quiénes son esos hombres inicuos y engañadores.
Qué bueno sería que cada colombiano hiciera hoy no solo un acto de Fe, sino de desprendimiento para arrancar una sonrisa al que sufre, para ofrecer consuelo al deprimido, para dar un juguete por sencillo que sea, al niño que no lo recibirá. Desde ahí, es desde donde se construye la paz y se revive la Fe.  Un acto vigoroso de solidaridad y de fortaleza moral, en torno a los motivos más valiosos y enaltecedores de la especie, sintetizados en el espectáculo del Nacimiento del Niño Jesús, cada día más fuete en su debilidad, al través de los siglos y los siglos.
Feliz Navidad.  Que la Noche de Navidad, acerquemos los corazones a Dios.  (escrito para www.bersoahoy.co)

sábado, 29 de diciembre de 2012

El Remanso de la Navidad

                                            Por: Gerardo Delgado Silva 
Vive Colombia una de las épocas más difíciles, porque la fibra indispensable, la de la moral, se aflojó, cuando no desapareció, lo que se aprecia en todos los aspectos de la vida nacional, con sus efectos deletéreos y responsable de nuestros males de hoy.
Ha sido un proceso largo de muchos años, incrementado monstruosamente en el pasado gobierno, que infecto por igual a las instituciones y a las personas.  Su denominador común es el desprecio por las sólidas convicciones cristianas  que nos garantizan la superación de las injusticias, de las inequidades, el respeto elemental por la dignidad humana, el derecho ajeno, bases para una equitativa distribución de bienes y oportunidades.  Porque solo de brazo con los principios éticos, viejos de siglos, milenarios mejor, se puede lograr una sociedad prospera.
Navidad es un hermoso y saludable remanso, útil para la salud moral de todos.  Las vibraciones de Navidad pueden ser pasajeras, apenas un remanso en el turbión de los hechos, de las pasiones, de los conflictos, de los odios, de las guerras, de las obcecaciones.  Pero en todo caso un freno a las corrientes vertiginosas de la irracionalidad. 
La extensión universal de la fiesta de navidad, así como su profundidad en  los sentimientos de las gentes, son de las muestras más eficaces del sentido ecuménico del cristianismo.  El nacimiento del niño en el pesebre, como fuerza humana que desborda  y desafía a las demás de todos los tiempos, es una escena que identifica a  las almas sensibles, mas allá de cualesquiera otras consideraciones, inclusive las religiosas.  No es preciso ni siquiera ser creyentes en alguna deidad, para comulgar en estas emociones.  Es una fecha de exaltación del ser humano, desde la modestia de las pajas de Belén hasta las proezas supremas de su espíritu.  Y con este motivo se concreta al Ser Humano en el niño, en los niños.  Es por excelencia, la fiesta de los niños la de la Navidad, así pase con frecuencia infortunadamente, sin dejar la huella de un serio propósito de obrar bien frente a la infancia. 
Nunca faltan tragedias en las historias colectivas.  Empero, el protervo reclutamiento de niños por la guerrilla y los paramilitares, está signado por un turbión ominoso de maldad.
En Colombia, por razones de vigoroso arraigo, la Navidad es una fiesta nacional: más nacional, en el exacto sentido de la palabra, que otras pertenecientes a los santorales laicos. La Navidad nos identifica emocionalmente.  La sentimos en los retablos, en los villancicos, en la actitud humana general, que es más pura y generosa y abierta que en el resto de los días.  Vemos como las gentes sencillas hacen a un lado su sufrimiento y pesares o por lo menos tratan de olvidar para unirse en familia y recogerse en la espiritualidad de la fe.
En la conmemoración de la Navidad de Jesús se capta como la alegría de la vida está hecha de lo simple, de lo sencillo, de lo bello que hay en el corazón del ser humano, no importa lo duro y cruel que pueda ser, y que ello es más evidente en el entorno familiar que debe ser el centro de atención de estas fiestas navideñas que invitan a reflexionar en como hemos sido a lo largo del tiempo con nuestros semejantes y nuestros seres queridos.
Para muchos colombianos la Navidad que acaba de celebrarse, ha sido una Navidad esencial, entrañable, indeleblemente triste. Pues han sido víctimas del delito, en sus cada vez mas abundantes y variadas manifestaciones.
A nadie pueden serle extrañas esas tragedias.  Y la Navidad tiene que ser, entonces, una confluencia de dolores e intenciones relativos a ellas; un acto vigoroso de solidaridad y de fortaleza moral, en torno a los motivos más valiosos y enaltecedores de la especie, sintetizados en el espectáculo del nacimiento del Niño Jesús, cada día más fuerte, en su debilidad, al través de los siglos y siglos.  Hemos celebrado esta navidad en medio del dolor humano, de la recesión y del desempleo.  Pero es en estos momentos en que los colombianos tenemos que sacar a relucir esa grandeza, esa espiritualidad que nos ha caracterizado.
No podemos doblegarnos ni perder la esperanza, ni esa fe en nosotros mismos en el Dios en que creemos, en los que nos rodean.  Pero, sobre todo en el momento de que, quienes nos hayamos en mejores condiciones anímicas y económicas, sepamos ser solidarios y generosos. 
Navidad es hermandad, es bondad, es la palabra amable, la mano amiga, la oración.  Navidad es la visita al que sufre, el acto de desprendimiento y de afecto.
Por eso mismo, que bueno sería que cada colombiano, en esta época en que la sensibilidad esta pasando al cuarto de lo inservible, hiciera no solo un acto de fe sino de desprendimiento para arrancar una sonrisa al que sufre, para ofrecer consuelo al deprimido, para dar un juguete por sencillo que sea, al niño que no lo ha recibido.  Desde ahí es de donde se construye la paz y se revive la fe y la esperanza.  Con estos actos no estamos perdidos.  Jamás lo estaremos.
Además, es la oportunidad para renovar el espíritu, de insistir en la incansable búsqueda de la reconciliación.
Los fantasmas de la Navidad, de todas las Navidades deberían presentárseles a tantos violentos, a guerrilleros y paramilitares que al través de la barbarie y el crimen rompen las tradiciones de recogimiento y alegría de miles de compatriotas desplazados como le ocurrió al buen José y a María.
Dejemos en manos del buen Niño Dios el hacerles entender que todos tenemos  derecho a disfrutar de nuestras vidas, de estas fechas de paz, con fe y hermandad. Que acerquemos los corazones a Dios, con el ánimo ferviente de que lo más esencial del espíritu cristiano nos trasmita la energía espiritual indispensable para enfrentar las circunstancias.
Como vemos, ya estamos en pascua que significa el paso de Dios junto al hombre y ese paso de Dios pretende hacernos cambiar de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios.  
                                                                                              Escrito para: Bersoahoy.com

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad humanitaria

Fuente: elnuevosiglo.com

HORACIO SERPA

El espíritu de la Navidad llegó a Colombia esta vez con buenas noticias sobre seis colombianos secuestrados por las FARC, que podrían ser liberados en los primeros días del próximo año, luego de largos años de horror y padecimiento en medio de la selva.

La decisión de las FARC corresponde al llamado de un grupo de personalidades liderados por Piedad Córdoba, que han cruzado cartas, en los últimos meses, con la comandancia de esa organización guerrillera. El Gobierno ya autorizó la intermediación de la Cruz Roja en ese proceso, pero desestimó la presencia de personalidades internacionales.

Lo importante, sin duda, no es a quien la guerrilla entrega los plagiados, ni hacer de ese hecho un show mediático, sino que los retenidos regresen de la muerte en vida con plenas garantías, se reencuentren con sus familias, sean curados de sus enfermedades, retomen el rumbo de sus destinos a la mayor brevedad y le devuelvan la esperanza de libertad a quienes permanecen cautivos sin misericordia desde hace 11 años.

El plagio de estos compatriotas ha sido una tragedia nacional que no ha tenido la dimensión correcta. Ni siquiera en países con conflictos más antiguos y enconados, como el de Israel y los palestinos, se han padecido secuestros tan largos ni la intransigencia ha sido tan profunda frente a un intercambio humanitario. Hace apenas unos días, precisamente, Israel liberó de sus cárceles a más de 230 guerrilleros, como un gesto de buena voluntad hacia el presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmud Abbas.

El intercambio humanitario no puede congelarse para siempre, ni meterse debajo del tapete. Alguien tiene que ser capaz de abrir esa puerta, para que por ella crucen los colombianos que permanecen amarrados a los árboles, encadenados como animales, enfermos y humillados por la guerrilla. No hacerlo, es prolongar indefinidamente el sufrimiento de quienes padecen ese delito. Esperar la victoria militar o el fin de las FARC es ilusionismo.

Quizá si algo deba pedirse en esta Navidad, por cierto tan fría y empobrecida para millones de compatriotas afectados por las pirámides y la crisis, es rescatar el ánimo reconciliador y el liderazgo pacifista perdido en estos meses de falsos positivos, operaciones jaque y relevo de la cúpula militar.

Un país como el nuestro no puede olvidar a sus secuestrados. Quienes han vuelto de esa larga noche nos han contado lo suficiente de su tragedia como para avergonzarnos como nación por su sufrimiento.

Tenemos que insistir, sin derecho a cansarnos, para que los policías, soldados, políticos, y todos los demás plagiados recuperen la libertad.

Es muy buena noticia saber que Alan Jara, Sigifredo López y cuatro miembros de la Fuerza Pública vienen de regreso a casa. Pero es triste saber que otros cientos seguirán pagando con su vida el cruel destino de Colombia, perdida en los laberintos de la guerra, asfixiada en una tragedia humanitaria, con una democracia amenazada y una economía quebrada. Necesitamos una Navidad humanitaria, para consolarlos y creer en el mañana. Volver a Inicio >

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