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martes, 13 de abril de 2010

¡Firmes, carajos!

Colombia, miércoles 13 de abril de 2010

HORACIO SERPA
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En este año del Bicentenario lo menos que podemos hacer es recordar a nuestros próceres y elogiar sus hazañas. Han pasado 200 años desde el llamado “grito de independencia” y son muchas las enseñanzas que nos dejó esa época gloriosa.

El Santandereano más destacado en dicha gesta libertaria fue Custodio García Rovira. Nació en Bucaramanga el 2 de Marzo de 1780 y estudió en el Colegio Mayor de San Bartolomé, donde se graduó de Bachiller. Luego recibió el título de doctor en Derecho, siendo aceptado oficialmente como Abogado por la Real Audiencia de Santa Fè de Bogotá.

En el mismo Colegio fue profesor de Francisco de Paula Santander, Josè Ignacio de Marquez, Liborio Mejia y Antonio Ricaurte, entre otros. Humanista como era, hizo tertulia con Camilo Torres, Antonio Nariño, José Fernández Madrid, Miguel de Pombo, Francisco Antonio Ulloa y Manuel Rodríguez Torices. Como quien dice, lo más granado de nuestros insignes libertadores.

Después del 20 de Julio de 1810, siendo patriota y luchador, fue elegido por votación popular como Gobernador del Socorro. Fue Presidente de la Unión en 1814. Para defender la independencia abrazó la carrera de las armas, hasta lograr el título de General. Como tal fue designado Comandante en Jefe del Ejército del Norte para combatir las fuerzas españolas de la pacificación, con las que se enfrentó en el sitio denominado Cachirí, en Santander.

Allí luchó con bravura. Los españoles superaban sus tropas en número, pericia y armamento. No obstante, García Rovira sabía que con mística y valor podría alcanzar la victoria, deteniendo a los reinosos que iban para la Capital. Los españoles tenían más poder, más logística, más recursos, pero el criollo estaba convencido de que con estrategia, lealtad y uso adecuado de los medios a su alcance, derrotarían la prepotencia enemiga. Pero la desconfianza empezó a cundir en las filas patriotas, muchos de sus jefes vacilaron, otros abandonaron las armas y empezaron a retroceder, algunos dieron la espalda a la causa libertadora y el caos comenzó a hacer estragos. No todos escucharon el grito del General, que pasaría a la historia: ¡FIRMES CARAJOS!

La batalla se perdió y los españoles dominaron a la Nueva Granada, con el General Morillo a la cabeza. Años de lamentaciones, muertos, ruina, sufrió nuestro pueblo. García Rovira fue fusilado el 8 de Agosto de 1.816. Por buena fortuna, Bolivar y Santander ratificaron la libertad el 7 de Agosto de 1.819 en el Puente de Boyacá.

Dice la sabiduría popular que quienes no toma ejemplo de la historia, están condenados a repetirla.

La incoherencia, la insubordinación, la deslealtad, la inconsistencia y la desconfianza, el no saber esperar, generan confusión y llevan a la derrota.

Las grandes causas se imponen cuando hay mística y no se entregan las banderas, ni aún en las más adversas circunstancias. Nunca se debe aceptar la derrota hasta no dar a fondo la última batalla. Que no se repita Cachirí, esa historia de dudas, de desconfianza, de vergüenza, de derrotismo. ¡FIRMES CARAJOS!

miércoles, 25 de marzo de 2009

¡Respeten, Carajo¡

Fuente: elnuevosiglo
Colombia, miércoles 25 de marzo de 2009

HORACIO SERPA

Hay un ardid para descalificar a mucha gente por supuestos vínculos con DMG, la comercializadora que hizo de David Murcia un rey Midas que todo cuanto tocaba lo convertía en oro. Pero que luego de su frenética caída libre, tras su enfrentamiento con el Presidente Uribe, se convirtió en el anti Midas, que todo lo que toca lo desprestigia y enloda.

DMG fue la pirámide mágica que hizo millonarios a unos pocos y a 400 mil colombianos los convirtió en seres vergonzantes, que esconden sus relaciones con esa empresa y agachan la cabeza cuando se les pregunta si metieron sus ahorros, vendieron sus casas e hipotecaron su dignidad por ganarse unos intereses que nadie decente ha pagado. Ni siquiera en Macondo a Arquímedes se le hubiera ocurrido encontrar una mina de oro de esas proporciones.

DMG involucró a todos los sectores económicos, políticos y sociales del país. Gente de todos los estratos, ignorantes y doctos, pobres y ricos, honestos y narcos, cayeron en esa red de ambiciones desbordadas. Ellos creyeron hacer el negocio de su vida. Gente que ahora no sabe cómo levantarse de ese tremendo golpe que significó perderlo todo en un instante.

El país está viviendo hace tres meses una guerra de filtración de grabaciones, que muestran el alcance de DMG en su estrategia de corrupción y lavado de activos. Los tentáculos alcanzaron a un consejero presidencial, a prestigiosos periodistas, a alcaldes y gobernadores, a destacados funcionarios públicos.

Esas grabaciones indican que hace año y medio el Gobierno sabía que DMG era mucho más que una captadora de dinero. Pero no se hizo nada para detenerlos, ni se impidió que muchas personas vinculadas con ellos siguieran actuando y otras evitaran esas malas compañías. En las grabaciones se revelan cercanías hasta con los hombres del Presidente.

Fui de los primeros en denunciar, a través de esta columna, la presencia de DMG en un encuentro de alcaldes y gobernadores, convocada por la ESAP y la Federación Colombiana de Municipios. Murcia colaboró en la financiación del evento y se reunió con muchos mandatarios. ¿Por qué los organismos de seguridad del Estado, que ya conocían el perfil de Murcia y sus negocios non santos, permitieron que este llegara tan lejos en su estrategia de comprometer la clase política? ¿Por qué ahora se ataca con tanta fiereza a los funcionarios que se involucraron con Murcia en ese evento? ¡ Yo no, aclaro !

En los últimos días los Representantes de DMG han comenzado a distorsionar la verdad y a manchar la honra de bastante gente. Un tal Fidencio, no sé con qué oscuros intereses, ha tratado de enredarme, diciendo que DMG envió dineros a mi campaña a la gobernación. Agrega que nunca recibí esa plata, pero queda flotando la perversidad.

Por mi parte es una mentira. Un gran montaje. Una bellaquería. Con énfasis le digo a la gente de DMG: no tienen por qué meterse conmigo. Soy un hombre decente. ¡Respeten, carajo!

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