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sábado, 9 de febrero de 2013

Drogadicción en la Universidad


                                                     Trafugario
                                           Por: JOSE OSCAR FAJARDO
|Desafortunadamente el precio del progreso y del desarrollo es demasiado costoso en todos los aspectos y vivencias del ser humano. Ya desde hace mucho tiempo atrás, las bebidas alcohólicas son una fórmula social y es raro el pelao de cualquier sexo que a los 10 o 12 años no se haya metido una rasca de esas de buscada de bonche a los compañeros, rajada de mula, partida de dientes, trasbocada a lo volcán y detenida de la policía por ser menor de edad. Pero lo verraco es que para allá van las drogas sicotrópicas y de hecho la marihuana. Hoy día una abrumadora mayoría de los muchachos de ambos sexos asistentes a una universidad, se emborracha con alguna frecuencia y ya se ha metido muchos porrazos con martillos de marihuana en todo el centro de la cabeza.
La curiosidad y el querer hacer de todo un poquito en la vida es una de las causas por las cuales muchos muchachos hoy pueblan las calles y engordan las cifras de las estadísticas de los mal llamados “desechables”. Pues las drogas alucinógenas son como un campo magnético o como una cuerda de alta tensión: el que la toque lo más probable es que quede pegado para siempre. ¿Y dónde está el culpable? Echarle la culpa total a la mala formación del jovencito desde la niñez en su entorno familiar, para mí es una necedad porque él, y ellas lógicamente, desde los doce años aproximadamente, sufren unos cambios atroces, por decirlo de una manera coloquial. Hombres y mujeres lo quieren ser de verdad, y ahí es cuando empieza el santo a padecer. Asoman peligrosamente los primeros tragos y los primeros cigarrillos, porque existe la errada convicción de que usando estos, se adquiere madurez.
Posteriormente vienen los amigos viciosos, la presión de grupo, o finalmente los jíbaros y le remachan el cuento al imbécil de que metiendo drogas alucinógenas uno se vuelve más inteligente. Y qué embarrada hermanito porque yo no creo que Einstein o Stephen Hawking hayan sido drogadictos. El niño nace bueno y la sociedad lo corrompe, dice don JJ Rousseau. Pero también sería una necedad echarle la culpa total al Estado porque la sociedad de cualquier país, por más alta civilización que este haya conseguido, está conformada por individuos de todas las calañas y de todas las cavernas. El buen ejemplo de los padres es fundamental, sobre todo en la niñez, y a eso se le llama herencia cultural. “Hijo de tigre nace pintao”, dice la filosofía popular. Pero la influencia de la televisión en los niños… ¿Qué? Luego esa medio pendejadita de “Profesor” que tiene el niño desde sus primeros años con la TV ¿será que no lo va a influenciar? Yo personalmente creo que sí porque el Inconsciente del ser humano actúa como una videograbadora con todo lo que exista a su alrededor.
Estos, como en el computador, se convierten en los “programas direccionales” que a su debido tiempo, afectarán la personalidad y en efecto el comportamiento del ser humano. ¿Cómo hicimos los que pasamos por varias universidades sin probar un chimbombo de marihuana, de bazuco, o un pase de perica? Pues simplemente que no comimos cuento. ¿Y cómo hicieron los que probaron drogas pero no se quedaron en ellas?  Pues simplemente que estuvieron de buenas y los salvó la Divina Providencia porque la cuerda electrizada que cogieron, para el bien suyo y el de su familia, gracias a Dios no era de alta tensión. Por tanto querido amigo universitario, escoja usted mismo porque uno es el diseñador de su propio destino, y la universidad es mucho mejor que la cárcel, el manicomio o el infierno gratuito de las drogas.|

domingo, 6 de noviembre de 2011

TRAFUAGRIO

-------------------------------------Por:  JOSÉ OSCAR FAJARDO

LAS ELECCIONES Y EL FUTBOL

Uno cualquiera de esos intelectuales que sobran en todos los lugares en donde hay chance de discutir, cuando lea este escrito va a comentarle a los amigos alrededor de unos pocillados de tinto, que yo soy demasiado presocrático en mis conceptos.  Y argüirá el individuo: “Sí porque eso de estar comparando las elecciones populares,  que no son otra cosa que el sufragio universal o voluntad de los pueblos, con un pinche partido de fútbol, ojalá del Atlético Mamaruca contra el Real Somondoco, es una idiotez epistemológica que francamente dan ganas de llorar”. Y pueda que el tipo tenga alguna razón. Pero no toda del todo.  Sí porque todo equipo tiene excelentes jugadores, otros regulares y muchas veces otros malos, al igual que ocurre en los partidos políticos. De la misma manera ambos bandos tienen admiradores, hinchas y fanáticos como todos los combos políticos.  
El admirador es aquel que le siente afecto y aprecio al combo, ya sea político o futbolístico. El hincha es el que quiere un poco más al combo ya sea el que sea y ya brinca por ese combo en las charlas así sean de bautizo, pero es racional. El fanático, a ese sí téngale miedo y además pánico, porque este espécimen es un enfermo paranoico-obsesivo, que no cree sino en lo de él y sólo sirve lo de él y lo de él es lo mejor y no tiene igual en este mundo ni en el otro. Como hay paranoicos, es decir fanáticos, en todos los deportes, en todas las religiones y en todas las concepciones de la política, entonces empiece por descubrirlos cuanto antes, a no tratarlos y sobre todo, a alejarse de esos elementos porque son como antisociales  (¿o asociales?). De todas maneras son supremamente arrogantes, repulsivos, intransigentes, atarvanes y peligrosos, por decir algo. Matan. 
Un fanático religioso, deportivo o político, vive convencido y lo peor es que pretende convencer a los demás, de que sólo él es el poseedor de la verdad y lo demás le vale… güevo. Lástima que me da pena escribir la palabra que quisiera emplear. Entre otras cosas, los pontífices de la jerga periodística no debieran mandarlo a uno al carajo por emplear ese vocabulario, porque al no decirlas, uno no descansa sicológicamente cual es el oficio de las palabras gruesas o groserías que llaman. O usted cuando se pega un martillazo poniendo una puntilla en la pared y le queda la uña morada de sangre ¿Cómo dice? ¿Gracias Señor por las pruebas de Fe que usted me pone, como dijo una hermana mía, aún cuando de todas maneras tocó anestesiarle el dedo y… la lengua?  Pero mejor sigamos con el tema que teníamos desde el principio.  Y lo verraco es que de la religión, de la política y del fútbol, cada admirador, hincha o fanático, habla a su acomodo, y acomoda toda la filosofía, así sea bien presocrática, a su favor.
Para poner un ejemplo que grafique mis conceptos, en casi todas las ciudades y pueblos de Colombia se está diciendo, incluso con furia y ganas de reyerta, porque perdieron o porque ganaron, que fue que fulano vendió a sutano y que sutano echó al agua a mengano. Mejor dicho, que fue que Tongo le dio a Borondongo y que Muchilanga le dio en la jeta a Bernabé. Pero no a Bernabé Celis porque él no se lo merece.  Entonces lo que hay qué entender es que todos estos subterfugios dialécticos y filosóficos, son normales en el ser humano porque es una manera de defender su territorialidad, no sólo física sino ideológica. Eso es normal, repito. Ya con el tiempo uno se va acostumbrando a que la mamá se murió. Lo que no es normal es el comentario que hace un pontífice colombiano del fútbol cuando “vomita” esta perla de la filosofía futbolística: “Es que a los argentinos no les gusta perder”.  ¿Habrá un ser humano en este mundo que le guste perder? Lo que pasa es que el fútbol y la política en nuestro medio, y yo creo que en todos los medios, obedece a intereses económicos y lo económico (Karl Marx) es un determinante.

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