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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Y... la pérdida de 75 mil kilómetros...

¿Apenas comienzan los pleitos?
Horacio Serpa                       
Han sido nueve días de indignación, opiniones diferentes, controversias, debates sobre el fallo y denuncias contra la comisión que representó los intereses de Colombia. También contra los gobiernos que actuaron a lo largo de los once años que duró el proceso. En el Congreso hablaron de declarar traidores a la patria a los funcionarios que resulten responsables de la pérdida de 75.000 kilómetros cuadrados de superficie marítima en el Caribe.
La verdad es que si llegaren a deducirse responsabilidades políticas y gubernamentales, los únicos que no tendrían “velas en ese entierro” serían el actual Presidente de la República y su Canciller. Solo les tocó mirar las últimas actuaciones del equipo de defensa, conformado diez años antes, y conocer el fallo de la Corte Internacional. Los dos gobiernos anteriores nombraron a los delegados colombianos que representaron a Colombia, contrataron asesores internacionales, asumieron la competencia de la Corte, presentaron excepciones, aceptaron que se descartara el meridiano 82 como frontera, presentaron pruebas, alegaron, en fin, corrieron con la responsabilidad de atender el pleito.
El buen juicio indica que a este respecto no deben asumirse actitudes precipitadas. Ni que se hagan linchamientos morales, políticos o éticos, sin conocer a ciencia cierta todo lo que pasó y por qué pasó. Por fortuna el gobierno informó que ya cuenta con un comité asesor diferente para emprender las tareas que corresponden a buscar las aclaraciones necesarias, pedir revisión en lo que sea dable y denunciar ante las Naciones Unidas los desconocimientos y atropellos que se han advertido. Es lo que se pretende hacer, según informaciones públicas.
Entre acatar el fallo y rechazar la sentencia, ha surgido una tesis muy importante que debe estudiarse. No es posible  reconocer ni aceptar ni acatar un fallo que no se puede ejecutar. Opinión del exministro Jaime Pinzón, en Ola Política.
Varias razones se han expuesto para sustentar el planteamiento: con base en el meridiano 82 como línea de frontera, Colombia suscribió tratados limítrofes vigentes con Haití, República Dominicana, Estados Unidos, Costa Rica, Honduras y Panamá. Si se acata el fallo se desbarata la geografía del Caribe y se desconocen olímpicamente los derechos de seis naciones.
Nicaragua no debiera precipitarse a ejercer vigilancia sobre los 75.000 kilómetros cuadrados a que se refiere la sentencia de La Haya, hasta que no se resuelvan los recursos y denuncios de Colombia y se sepa si la providencia es ejecutable. Todo indica que no lo es.
Como han dicho que Nicaragua reclamará más áreas marinas y que sus propósitos contra Colombia no cesarán hasta no quedarse con el Archipiélago, hay que estar atentos a los movimientos que se den en la República centroamericana. Por cierto, ya vienen sus barcos y se van a encontrar con los colombianos.
La situación  no es fácil. Todo menos la guerra, que es improbable. Entonces, tocará seguir pleiteando. Ojalá que para enfrentarlos, los nuevos defensores de nuestros derechos examinen a fondo de que se trata y nos eviten nuevos dolores de cabeza.
Bogotá D.C., 27 de Noviembre, 2012
NuevoSiglo

jueves, 16 de febrero de 2012

EL PROCURADOR

Por Pedro Gerardo Tabares C.

Se presentan en el momento aspectos que permiten analizar el comportamiento de los dirigentes del país que deben manifestarse como cultores de la constitución y la ley, entre quienes está el procurador General de la Nación doctor Alejandro Ordóñez Maldonado, que con arraigo santandereano ha presentado importante labor dentro de lo que corresponde al derecho colombiano, con interpretación y criterio que parecían ir desapareciendo.
Pero frente a tal visión loable, no es posible entender que si obra con rectitud frente a la ley, sus convicciones en oportunidades lo aparten de lo que la misma constitución consagra, en su manera de pensar, en orientar imposiciones de comportamiento de la vida diaria más allá de lo que ella permite. En efecto, todos podemos y debemos defender las convicciones religiosas, pero cuando representemos al Estado en temas legislados debemos tener neutralidad y no en que todos deban atender nuestras convicciones, incluyendo otras que se relacionan con las consagraciones textuales de libertad.
Debe hacerse, como los hemos repetido muchas veces, distinción entre lo que la ley define, y la formación cultural, ética, religiosa y de comportamiento, lo cual se entiende, porque para cada aspecto filosófico que tengamos hay escenarios propios para cumplirlo, y podemos exigir el debido respeto, así como los demás nos exigen igual comportamiento.
Tampoco puede decirse que por razón de la investidura no se pueda expresar lo que se piensa sobre tópicos sociales, que en el tiempo van cambiando, puesto que lo que pareciera loable en el pasado, hoy puede ser malo o impracticable porque la legislación lo dejó de tener en cuenta o simplemente dejó de concretarlo en normas y que por ello no se reconozca la aplicación del derecho con la dinámica que tiene en el momento.
Ahora que ha manifestado su aspiración de continuar en el cargo, se puede decir que por su trabajo es justa aspiración, sin embargo existen normas de derecho que indican procedimientos que de darse estarían reconociendo una labor importante, acaso como ningún funcionario de esa naturaleza lo haya cumplido en los últimos veinte años. No hay razón para que quien obra bien en el servicio, no se considere su labor para continuar en él. Como santandereanos aspiramos a que continúe en tan delicada labor.  Escúchelo en otro tema en AUDIO

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