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domingo, 15 de julio de 2012

El dolor que dejan los artefactos explosivos

INDÍGENAS Y FFMM DOS LENGUAJES
Por: Alejandro Arias
E-mail: alejandroarias@dialnet.net.co 
Cuando conocí a Olga Isabel apenas habían pasado 11 días desde el momento en que le dio el último adiós a su hijo Geider José Carrillo Robles, soldado profesional muerto el 13 de marzo de 2012 en Caucasia (Antioquia) al pisar un artefacto explosivo improvisado en medio de una operación militar. (Ver FOTO GEIDER CARRILLO: http://sdrv.ms/Lp1bUq)
Geider José no era cualquier soldado profesional aunque reconozco que todos son héroes de la patria; pero Geider además era indígena, un indígena Arhuaco. (Ver FORMATO DE CONCENTRACIÓN Y RECLUTAMIENTO: http://sdrv.ms/NoUv8x)
Resultó casi frustrante para mí escuchar cómo Geider a pesar de todos las oposiciones que se dieron para que se enlistara a las filas finalmente obedeció a su corazón y ofrendó, como en la oración patria, su vida por defenderla. Y digo que me resultó frustrante porque mi presencia en su comunidad era para enterarme cómo en 50 años esa misma institución, por la que ofrendó su vida y esos jefes, compañeros y subalternos a los que seguro jamás hubiera abandonado en acción de guerra, han invadido y se han apropiado, burlando todo marco legal, sus territorios sagrados y ancestrales como el cerro el “Alguacil o Inarwa”.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas cuyos principios fueron acogidos mediante carta enviada por el Ministro de Relaciones Exteriores, Jaime Bermúdez Merizalde, al Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, comporta elementos de respeto muy explícitos que aterran su abierto desconocimiento por los agentes del estado.
Tal es el caso del artículo 30 que por ejemplo precisa que “no se desarrollarán actividades militares en las tierras o territorios de los pueblos indígenas, a menos que lo justifique una razón de interés público pertinente o que se haya acordado libremente con los pueblos indígenas interesados, o que éstos lo hayan solicitado”. Consulta que debe cumplirse antes de utilizar sus tierras o territorios para actividades militares.
La Corte constitucional en reiteradas sentencias, a propósito de esta Declaración, ha sostenido que ésta refleja la posición actual de la comunidad internacional sobre la materia por lo que es una pauta de interpretación de los derechos fundamentales que debe ser tenida en cuenta por el juez constitucional. Lo que permite entender el grado de compromiso que adquirió y está obligado nuestro país en el respeto de los derechos territoriales indígenas.
No hay dudas en cuanto a la importancia del accionar de nuestras Fuerzas Armadas en todo el territorio nacional sin excepción alguna pero no es de recibo que la institucionalidad pierda de vista los mínimos “modales” legales existentes a la hora de necesitar disponer de los más sagrado, cosmogónicamente hablando, de todo indígena: su territorio.

De hecho cuando se presentan este tipo de tensiones, entre los derechos fundamentales de los indígenas y cualquier otro derecho de carácter constitucional ha sido del criterio de la Alta Corporación Constitucional que solo son “admisibles las restricciones a la autonomía de las comunidades indígenas, cuando estas (i) sean necesarias para salvaguardar un interés de mayor jerarquía; y (ii) sean las menos gravosas, frente a cualquier medida alternativa, para la autonomía de las comunidades étnicas” y agrega que “la evaluación sobre la jerarquía de los intereses en juego y la inexistencia de medidas menos gravosas, debe llevarse a cabo teniendo en cuenta las particularidades de cada comunidad”.
No en vano la Corte Constitucional ha considerado y reiterado que los derechos fundamentales son los mínimos de convivencia social y que deben estar protegidos de la arbitrariedad de las autoridades
La ocupación de los territorios indígenas por parte de las FFMM en ejercicio de la soberanía nacional demandan de nuestras tropas unos mínimos vitales que salvaguarden y garanticen el respeto a la dignidad humana de nuestras etnias, regularmente sometidas a condiciones de indefensión por los agentes legales e ilegales del conflicto.
Que la guerrilla atropelle, que vulgarmente desplace y atente en contra de nuestras sociedades tribales es un hecho repudiable pero aún igualmente inadmisible es que so pretexto de “defender la democracia maestro” se atente contra la integridad cultural de quienes deben ser sus protegidos.
Mientras a la fecha casi una docenas de indígenas Arhuacos creen en la entrega total en defensa de la patria la patria en la práctica invade y vulnera lo más sagrado de los indígenas. Ojalá el estado políticamente decida buscar la forma para que Indígenas y FFMM no sigan hablando dos diferentes lenguajes.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Llora Colombia inundada de dolor

Miércoles, 8 de diciembre de 2010

---------------------------Por Horacio Serpa
Nunca en mi vida había visto tanto dolor producido por la lluvia. Ríos, quebradas y represas se han desbordado y han inundado campos, pueblos, caseríos; han desbaratado la red vial y han incomunicado la nación. Casi dos millones de personas damnificadas, miles muertas. En Bello, Antioquia, un barranco se vino encima de un barrio de gente humilde y se llevó por delante la vida de más de cien personas.
Colombia llora esta tragedia climática. El país está inundado de dolor. Y las lágrimas no cesan. Las imágenes de los noticieros muestran una nación anegada, en la que todos los días crece el número de víctimas.

Más de 180 mil hectáreas están bajo el agua. Se han perdido las cosechas, se han ahogado los hatos. Se han esfumado los sueños. La pobreza se está multiplicando. El desempleo aumenta por el cierre de fincas, agroindustrias, famiempresas. Esta Navidad será de angustia y desesperación para quienes han sido golpeados por la naturaleza.

Muchos nos preguntamos por qué el invierno ha generado tantos caos y destrucción. Es como si todas nuestras carreteras estuvieran hechas con greda, o nadie hubiera prevenido los posibles efectos de la lluvia en los pueblos cercanos a los ríos o los barrios subnormales.

En Santander las vías están deshechas. Somos un departamento incomunicado por el hundimiento de la tierra. Esta situación es grave en una región ubicada en el corazón de Colombia, paso obligado de mercancías y personas hacia la Costa Atlántica o la región Andina.

Una catástrofe climática de estas magnitudes no estaba en las cuentas de nadie y significará un grave atraso al desarrollo nacional. Llevar solidaridad, bienestar y esperanza a más de medio país afectado por este fenómeno, será la más dura prueba para el Presidente Santos, quien deberá demostrar que tiene el coraje para derrotar a las Farc y, al mismo tiempo, para doblegar la insolidaridad del Estado y los particulares.

No hay cálculos de cuánto costará la recuperación de los daños causados por las lluvias. Algunos expertos la calculan en un punto del PIB. El Presidente, junto con los gobernadores y alcaldes, tenemos ante nosotros el reto más grande.

Pero los departamentos y municipios no contamos con recursos para enfrentar este tipo de desgracias. El Gobierno Nacional tendrá que sacar plata de donde no tiene para superar la crisis. Se necesita más que buena voluntad para salir adelante.

La ayuda internacional no llega aún, a pesar de que el BID anunció un crédito de 350 millones de dólares. Los colombianos tampoco han hecho gala de la generosidad que se esperaba con la campaña Colombia Humanitaria.

En estas épocas de fin de año no hay nada que celebrar; sí mucho por trabajar para sacar de la miseria a quienes lo perdieron todo. Para planificar la asistencia y la recuperación de la malla vial, las economías regionales y locales y prevenir brotes de epidemias o desmadre de la delincuencia.

Los colombianos tenemos que romper el muro de la insolidaridad y ser generosos en la adversidad. Tenemos que abrir nuestros corazones y ayudar a sacar este país adelante.

miércoles, 20 de enero de 2010

Haiti: La isla del dolor


Colombia, miércoles 20 de enero de 2010


----------------------------------HORACIO SERPA
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La naturaleza se ha ensañado con el país más pobre de América. Haití fue sacudida por un terremoto que dejo más de cien mil muertos, tres millones de damnificados, el país destruido y más empobrecido. Arruinado. Sin futuro. El país quedó en manos de la solidaridad internacional y de su propia capacidad de convocar ayuda y reinventarse en medio del desastre.

Haití es sinónimo de miseria. Es un pueblo afrocaribeño, francoparlante, históricamente ligado a las dictaduras, la expoliación de su riqueza, la pobreza, el vudú. La inviabilidad como Estado. Y sin embargo, es un país que convoca las miradas del mundo por su atrayente cultura y su historia de héroes en la época de la independencia: el segundo país en alcanzar la independencia, el primero en ser gobernado por ex esclavos.

Ese pequeño país es hoy el infierno. Las imágenes de su destrucción sacuden hasta al más indolente. Miles de cadáveres apilados unos sobre otros, tirados en la calle en descomposición, fosas comunes en donde han enterrado a miles de personas. Hordas de hombres armados que luchan por un pedazo de pan, un poco de agua, pero también por saquear lo poco de valor que haya quedado entre las ruinas, incluso una bolsa de patatas, café, azúcar. Algo que llevar a la boca.

El terremoto de Haití ha convocado la solidaridad internacional, pero el mundo sabe que esa nación necesita mucho más que ayuda de emergencia y socorristas. Haití necesita ser refundada. Aprovechar el desastre de la naturaleza como una oportunidad divina para reinventarse. Para comenzar de nuevo y emerger de entre las ruinas como una nación viable, democrática, soberana, que atraiga el turismo, la inversión extranjera, las agencias de cooperación.

El Presidente Obama, el primer mandatario afroamericano en la historia de Estados Unidos, ha expresado su compromiso con la reconstrucción de Haití. Ha enviado soldados, portaviones, para garantizar el restablecimiento del orden. Pero se necesita mucho más. Se requiere el liderazgo de Naciones Unidas, un Fondo para la reconstrucción, fortalecer la débil democracia, y miles de millones de dólares para sembrar futuro.

El dolor de los haitianos es la vergüenza de América. Del mundo. Pero ese dolor hay que convertirlo en voluntad política para transformar lo que la naturaleza ha enterrado. Un fondo mundial para la reconstrucción no se puede quedar en simples promesas. Hay que dejar el armamentismo y la carrera veloz por la conquista militar del planeta, para conquistar la solidaridad, la justicia social, la equidad, la democracia en Haití.

Haití merece otra oportunidad. Obama puede pasar a la historia como el líder al que le importó más la seguridad humana en su patio trasero, que ganar las guerras pérdidas de Irak y Afganistán, en donde Estados Unidos ha invertido tanto presupuesto que podría haber construido una nación de rascacielos y no un infierno en el desierto. Ahora pude inventarse una nación afroantillana, de esclavos de la pobreza que se redime después de la catástrofe.

Bucaramanga, 20 de Enero, 2010
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