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domingo, 7 de agosto de 2011

UN AÑO PRESIDENTE SANTOS



Por Luis Eduardo Jaimes Bautista (J.B.)*

Hacer un análisis del mandatario de turno, un año de mandato del Presidente Juan Manuel Santos, en 700 a 800 caracteres, es como sacar un silogismo a la vida o construir un Haiku. Empezando porque no creo en las encuestas por su gran popularidad, porque esa muestra de imagen la utilizó mucho su anterior sucesor, Álvaro Uribe Vélez, quien nos dejó muchos sinsabores en sus ocho años de neopopulismo, una implementación de una política caracterizada por el fuerte estilo personalista y autoritario, donde su “seguridad democrática” chocó con los grupos antagonistas y por fuera de ley como las AUC hoy las BACRIM. Destapando de paso la olla podrida de las chuzadas, la corrupción, el Agro Ingreso Seguro, en las manos de ex ministro de Agricultura Andrés Felipe Arias, igualmente, la salud, la educación y la Dirección de Impuestos Nacionales y lo que sigue guardado el déficit fiscal con una deuda externa altísima y muchos más que la justicia colombiana tendrá que iniciar y continuar las investigaciones, gracias a la denuncia de los periodistas que investigan y dan herramientas para que no quede en la impunidad. Ahora que buscan como esconderse en la inmunidad parlamentaria.

Me pregunto ante estas situaciones se necesita mucha fe para ser colombiano: país donde las promesas de anteriores mandatarios me han colocado como Santo Tomás, “hasta no ver no creer”, porque tuvimos un presidente que dijo que bajaría la corrupción “a sus justas proporciones” y nadie protestó, pues quizá todos estábamos esperanzados en sacar adelante esa pequeñita cruzada. Tampoco se pudo. También tuvimos un presidente que hacía muy buenos chistes pero no sabía lo que pasaba a sus espaldas, otro con alzhéimer, otro que comenzó un proceso de paz frente a una silla vacía, otro que quería darle en la jeta a todo el mundo y por poco se queda vitalicio. De vainas no le colgamos la banda presidencial a Mancuso, a Regina 11 y a Moreno de Caro, aunque la victoria de Samuel Moreno fue un síntoma de que el día le llegó y supieron los bogotanos que habían metido la pata más hondo.

“Nuestro país no debería estar encomendado al Sagrado Corazón de Jesús sino al Santo Job, pues el colombiano promedio sigue sonriendo aun a pesar de las peores bellaquerías, catástrofes y atrocidades. Tal vez esa sea nuestra condena, lo que permite que sigamos así de jodidos. Pero, paradójicamente, esa puede ser nuestra mayor fortaleza, pues lo último que se pierde es la esperanza en que, a fuerza de pequeñas gestas, conquistas parciales, triunfos mínimos, llegue el día de la victoria final en esta batalla contra nuestras propias carencias y taras”. 

Analizando el año de mandato del Presidente Juan Manuel Santos, lo podría llamar un año a medias, por la sombra a sus espaldas y el cacareo del Ex pre Álvaro Uribe. El delfín ha decidido imponer un estilo propio durante su primer año de gobierno, aunque de momento no está dando los resultados previstos a priori, muestra de ello son las constantes noticias de prensa y radio así su búsqueda de imagen esté en las encuestas en un 85%. Cuando ha pasado un año desde que Juan Manuel Santos llegara a la máxima jefatura de Colombia, la presidencia de la República, son más las sombras que las luces las que caracterizan a uno de los que parece ser, a tenor de los primeros elementos, los ocho años de mandato más inocuo de la historia de este país. La economía, por mucho que le pese a su triunfalista y bien formado equipo, no despega y el desempleo sigue estando muy alto, por encima del 11 por ciento. Tampoco avanza la seguridad pública, sino más bien lo contrario, y la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) vuelve a golpear con fuerza y a sembrar el caos en las carreteras y pueblos colombianos.

La exitosa herencia del anterior mandatario, Álvaro Uribe, que le dejó su caja de Pandora ha sido destapada y la corrupción está saliendo a la luz pública, y como carma el Presidente Santos ha tenido que lidiar y salir a los medios a decir que no se va a quedar callado y que se tendrá que hacer justicia. Al dejar todos en manos de la Fiscalía. Y es que la supuesta confianza inversionista que exhibe este gobierno, fruto de la inercia y la bonanza generada por el anterior ejecutivo, todo hay que decirlo, no es percibido por el común de los colombianos, que vive al margen de esta riqueza y una llegada de capitales que no redunda en beneficio de la mayoría. La pobreza sigue estancada oficialmente, según datos de Naciones Unidas, en el 48 por ciento de la población y la indigencia afectaría a más de ocho millones de colombianos. No obstante esperan con ansias la firma del TLC, el cual lo veo muy remoto por la crisis y depresión capitalista de los EEUU. En conclusión a Juan Manuel Santos en su resto de gobierno tendrá que ser muy claro con el pueblo colombiano y alejarse de su antecesor, porque pronto vendrá de la Corte Penal Internacional el dios nórdico Forseti.  
*Poeta y Escritor

martes, 4 de noviembre de 2008

¿Calumnias de la oposición?

Tomado de El nuevosiglo

Colombia, miércoles 5 de noviembre de 2008

POR: HORACIO SERPA
________________________

El primer mandamiento en materia de derechos humanos es no decirnos mentiras.

Ha ocurrido siempre. En primer término, no reconocemos la gravedad de lo que en esta materia está ocurriendo, y cuando lo aceptamos lo hacemos a medias, por fuerza de las circunstancias, porque es público e inocultable, porque nos cogieron "con las manos en la masa". En segundo lugar, porque no le ponemos remedio a fondo a esta situación tan deplorable que lesiona el sistema democrático, la dignidad del país, el sentido de la equidad y a muchísimas comunidades, familias y personas que son las víctimas de tamaña depredación.

Vivimos rasgándonos las vestiduras porque internacionalmente nos clasifican como un país violador de los derechos humanos. Pero es absolutamente cierto.

Nos la pasamos quejándonos de los señalamientos y descalificaciones que nos hacen las organizaciones no gubernamentales internacionales y locales, por violaciones a los derechos humanos. Pero tienen toda la razón.

Para que engañar y engañarnos, si el mundo entero lo sabe. Aquí se mata sin fórmula de juicio, por montones, perversamente. Toda la vida ha sido así, por desgracia. Desde la independencia, pasando por las guerras civiles, hasta la época de la violencia del siglo pasado. En los anteriores 60 años se mató sin tasa, ni medida.

Las dos últimas décadas fueron terribles. La guerrilla cometiendo abusos y delitos. Igual los narcotraficantes. El paramilitarismo ocasionando desmanes y crímenes sin par. ¡Que horror! ¡Que vergüenza!

No solo ellos ejecutan desafueros y bellaquerías. También personas que representan al Estado: arbitrariedades, torturas, desapariciones forzadas, asesinatos. No son las Instituciones, a las que respetamos y apoyamos. Son una minoría, es cierto, pero hacen grave daño a la sociedad y al País. Por ellos aparecemos como una sociedad descompuesta, sin escrúpulos, antidemocrática.

Entonces, si nos señalan con el dedo acusador, es porque somos culpables.

Para que no nos sigan cuestionando, debemos respetar los derechos humanos. No hay de otra. Hay que acabar con esta violencia atroz, poner fin al conflicto armado, eliminar el narcotráfico, conseguir que opere la justicia, rechazar la impunidad y terminar con los atropellos que se cometen desde la Fuerza Pública.

A este respecto fue apropiada la posición del gobierno nacional sobre los recientes falsos positivos, atinado destape de una olla podrida que apenas comienza a hervir. Hay que continuar por ese camino, con una política coherente y sostenida. Es urgente asumir en serio las consecuencias de tanto afectar los atributos ciudadanos y decidirnos a ser una comunidad democrática y respetable. Haciéndolo a conciencia, claro. No podemos seguir contentándonos con el argumento de que está disminuyendo la tasa de las violaciones. Sobre derechos humanos no puede aceptarse una sola violación.

Nuestro problema no es el señor Vivanco, a quien el señor Ministro del Interior graduó de opositor, cuando lo que hace es cumplir con su deber. No son "calumnias de la oposición", ni infamias de Amnistía Internacional o de la sociedad civil. Es la sangre de tanto inocente que mancha nuestra democracia.
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