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viernes, 28 de diciembre de 2012

El Poder de la Cuca


                                                           TRAFUGARIO
                                        Por: JOSE OSCAR FAJARDO                                                  
Antes de que me despidan del periódico por escribir lujuriosas obscenidades, como argüiría el señor procurador General de la Nación, quien a la postre odia no las cucas  sino las obscenidades, quiero aclarar que Cuca, así como lo pueden leer, es un sabroso amasijo oriundo de las tierras santandereanas y exactamente de Málaga y otras poblaciones circunvecinas, según datos emitidos por científicos de la Nasa. O eso dicen que afirma la Nasa. De tal manera les ruego que no me miren rayado. Sobre todo los  y las estudiantes de bachillerato que son tímidas por excelencia. No pichurrias, como dicen ellas mismas.
Lo que pasó fue que estuve perorando por largo rato con mi muy estimado amigo y colega Alfonso Pineda Chaparro, quien a la postre resultó ser uno de los “Cucólogos” más avezados que tiene el país. El me pidió muy comedidamente que yo aprovechara mi columna y le hablara al público en general, sobre los endiablados poderes de la famosa Cuca. Me refiero con todo el respeto al susodicho amasijo del cual Alfonso Pineda, según me demostró, sabe más que Max Plank de Mecánica Cuántica. Reitero vehementemente que Alfonso, que envidia, es un refinado y atiborrado “Cucólogo”, eso sí, algo silvestre. Sí porque a estas alturas del partido yo no sé qué me estarán diciendo algunos hermanos cristianos y algunas hermanitas de la caridad y a todos los que les hace daño la Cuca. Me refiero al amasijo de Alfonso Pineda. Pestes me estarán echando y muchas maldiciones me caerán, pero Dios ha de salvarme porque la Cuca, es decir el amasijo, es de lo más sagrado y alimenticio que tiene la creación (me refiero a la cocina creativa de las amas de casa de Málaga, que fue donde parece que inventaron la Cuca).  Me remito a Málaga Santander, y no a Málaga España, aunque dicen las malas lenguas, allí también se fabrican unas hermosas Cucas.
En este caso empleo el adjetivo “hermosas”, en calidad de sabrosas, porque si no el señor Procurador General de la Nación me jala de las orejas pero con unas tenazas de herrería de caballos. Dios me asista. Claro que Alfonsito me pidió muy comedidamente que aclarara que Cuca es también el apócope del nombre genérico de un animal asqueroso al que todo el mundo le tiene tirria precisamente porque no hay rendija que se respete que no tenga cucaracha. Eso es, me refiero a la cucaracha. Y me pidió Alfonsito que aclarara lo del nombre genérico de la cucaracha  porque es que no se conoce una cucaracha que tenga nombre propio, por decir algo Eneida, Lucrecia, Cristina, y además otras cucarachas. Yo sé que con esta columna me voy a echar de enemigos a muchos amigos que no les gusta, o le hacen mala atmósfera a la Cuca, sobre toda cuando ésta va acompañada con masato y queso o con café con leche. No me pidan que diga nombres propios de hombres que no gustan de la Cuca porque en ese caso me toca ir a ejercer el periodismo a Siberia o a Africa por lenguaraz. Claro, en esas condiciones y con esos revueltos a cualquier cristiano le hace daño la Cuca. Eso me dijo Alfonsito.  Durante la charla Alfonsito me comentó que hay un exalcalde y un exgobernador que es mucho lo que gustan de la Cuca, o mejor dicho que la saborean prolijamente pero muy por debajo de cuerda porque ellos son muy penosos y tímidos para comer en público. No obstante de todas maneras sí aceptan que ese amasijo es una verdadera obra de Arte, no de las amas de casa malagueñas sino del propio Dios. Que es mucho ser rica (está claro que me refiero al amasijo) para que el señor Procurador no me vaya a descamandular. Queridos lectores. Lástima que la columna no fuera siquiera de una página completa porque el singular Alfonsito sin lugar a dudas, es el hombre que más conoce de Cucas sobre la faz de la tierra (me refiero al amasijo de las señoras de Málaga y algunos municipios circunvecinos).  Y todo, todo, todo me lo enseñó Alfonsito.       

lunes, 18 de junio de 2012

Cartas del lector

A propósito del pronunciamiento de las reservas activas de las fuerzas militares
Amigo Bernardo Socha:
Es una verdad de perogrullo que el pueblo colombiano, el constituyente primario, el detentador del poder civil, eligió, en desarrollo de una elecciones libres y democráticas  presididas por el entonces primer mandatario de la Nación  ALVARO URIBE VELEZ al actual Presidente de la epública JUAN MANUEL SANTOS; es evidente que es deber fundamental  de las tropas y de sus comandantes aceptar y obedecer las directrices políticas del Presidente de la República que, en el sistema democrático en que predomina el poder civil sobre cualquier otro poder, es el Comandante Supremo de las Fuerza Militares.
La historia de Colombia ha sido dolorosa y trágica marcada por la violencia política y las luchas intestinas que nos han deparado pocos momentos de paz; en la guerra los ejércitos y las facciones se pasean airosos por los campos y poblados llevando su nefasto mensaje de miedo, muerte y desolación.
En los últimos sesenta o setenta años todos los generales de la República han prometido la derrota de las facciones y durante ese mismo tiempo, ante el fracazo de sus proyectos triunfalistas, todos entonan el mismo discurso: necesitan más tropas, más armas, más presupuesto y la eliminación de las ataduras legales y constitucionales para temer las manos libres para derrotar al "enemigo interno".  
Es indiscutible que durante los dos periodos del Presidente ALVARO URIBE VELEZ los militares tuvieron tropas, armas, presupuesto a manos llenas y un total respaldo político para sus acciones contra el "enemigo" sin obtener el triunfo prometido.  
Siempre he considerado que en menos dañino para la sociedad la equivocación en la búsqueda generosa de la paz que la persistencia equivocada en la continuación de la guerra. Entonces me pregunto por qué oponernos a la búsqueda de la paz; todos debemos apoyar al Presidente JUAN MANUEL SANTOS en este propósito.
Atento saludo,  

domingo, 22 de abril de 2012

EL PROCURADOR

Por Pedro Gerardo Tabares C.
Se presentan en el momento aspectos que permiten analizar el comportamiento de los dirigentes del país que deben manifestarse como cultores de la constitución y la ley, entre quienes está el procurador General de la Nación doctor Alejandro Ordóñez Maldonado, que con arraigo santandereano ha presentado importante labor dentro de lo que corresponde al derecho colombiano, con interpretación y criterio que parecían ir desapareciendo.
Pero frente a tal visión loable, no es posible entender que si obra con rectitud frente a la ley, sus convicciones en oportunidades lo aparten de lo que la misma constitución consagra, en su manera de pensar, en orientar imposiciones de comportamiento de la vida diaria más allá de lo que ella permite. En efecto, todos podemos y debemos defender las convicciones religiosas, pero cuando representemos al Estado en temas legislados debemos tener neutralidad y no en que todos deban atender nuestras convicciones, incluyendo otras que se relacionan con las consagraciones textuales de libertad.
Debe hacerse, como los hemos repetido muchas veces, distinción entre lo que la ley define, y la formación cultural, ética, religiosa y de comportamiento, lo cual se entiende, porque para cada aspecto filosófico que tengamos hay escenarios propios para cumplirlo, y podemos exigir el debido respeto, así como los demás nos exigen igual comportamiento.
Tampoco puede decirse que por razón de la investidura no se pueda expresar lo que se piensa sobre tópicos sociales, que en el tiempo van cambiando, puesto que lo que pareciera loable en el pasado, hoy puede ser malo o impracticable porque la legislación lo dejó de tener en cuenta o simplemente dejó de concretarlo en normas y que por ello no se reconozca la aplicación del derecho con la dinámica que tiene en el momento.
Ahora que ha manifestado su aspiración de continuar en el cargo, se puede decir que por su trabajo es justa aspiración, sin embargo existen normas de derecho que indican procedimientos que de darse estarían reconociendo una labor importante, acaso como ningún funcionario de esa naturaleza lo haya cumplido en los últimos veinte años. No hay razón para que quien obra bien en el servicio, no se considere su labor para continuar en él. Como santandereanos aspiramos a que continúe en tan delicada labor. 

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