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sábado, 17 de noviembre de 2012

Y dónde está el estado

TRAFUGARIO
Por: JOSE OSCAR FAJARDO                                          
                Hace unos días atrás un periódico de la localidad entregó un informe sobre el descalabro social de la prostitución infantil en la ciudad capital del Departamento. Un vocero de la Policía Nacional de Bucaramanga manifestó que no se han detectado los sitios exactos donde se pueda ubicar el problema de una manera determinante.
Otros representantes del estado dijeron que se ejerce vigilancia en los sectores donde aparentemente se presentan los casos de prostitución infantil. Yo sostengo que el caso sí se da en la realidad pero no es fácil detectarlo porque hay que aprehender los autores en flagrancia o en condiciones que no permitan dudas. La lamentable y triste historia es que ¿Dónde está el Estado? Y yo no pregunto por el Estado policivo o el Estado represor-papá para que castigue al usuario de prostitutas infantiles por el delito cometido, porque debe hacerlo sin miramientos y sin dubitaciones, sino que dónde está el Estado que le garantice la supervivencia a esta criaturas, que generalmente son las hijas legítimas de un proletariado pauperizado en el mínimo de los casos, y en una abrumadora mayoría provenientes de núcleos  familiares de los barrios de las peleas de los perros donde la gente vive por debajo de la línea de la miseria económica que es de menos de un dólar al día, hoy algo así como 1700 pesos diarios, según datos del Programa  de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. Esos núcleos sociales están formados por familias en lo general demasiado numerosas, de madres solteras, de padres desempleados, analfabetos o semianalfabetos tanto escolares como laborales, en muchos casos drogadictos o hijos de drogadictos o alcohólicos, desplazados, violados, es decir de los estratos menos uno, menos dos, hasta menos infinito. ¿En ese estado de cosas y en esas condiciones, cuál niña no se prostituye y cual niño no roba o también se prostituye? Es que la función del Estado no es castigar, que debe hacerlo como una acción persuasiva, sino prevenir este pandemonio social que cada día crece en progresión geométrica a medida que aumenta la pobreza dado que cada día que pasa el país crece más demográficamente. Como siempre hago en mis análisis, de no culpar al primero que se me ponga de frente, el problema no es de fácil solución. Me chocan sobremanera las actitudes mendicantes y las políticas paternalistas porque eso retrasa el verdadero desarrollo de las sociedades.
Pero si una niña es prostituta a los diez o doce años y madre a los doce a trece y fuera de eso ladrona, drogadicta, marihuanera, bazuquera o pegantera, y va para los niños también, es porque su núcleo familiar esta hecho albóndigas de Cuprus, y además, esas familias conforman las comunidades que superviven bajo un manto letal de miseria. Que se pega se pega. Pues, “el niño nace bueno y la sociedad lo corrompe”, decía don Juan Jacobo Rosseau. Para la muestra un botón y observen estas perlas. El Estado colombiano invierte un 1% del PIB en Educación, mientras que el 5.1% del mismo PIB es para la guerra. Y el problema no es de este gobernador ni del anterior. Ni de este alcalde ni del anterior. Este es un problema epidémico-endémico que tiene un origen económico-político-administrativo-cultural que no lo sanea ni el metafísico (brujo) de Barbosa que rezó el burro de la Sagrada Familia para que no volviera a tumbar la virgen. Me contó un policía de los que prestan guardia en la Gobernación, que en Boyacá, en una población donde hay minas de carbón, él le dijo a un niño de 12 años que no podía trabajar en la carbonera porque estaba prohibida la explotación laboral de los niños, y que el niño-adulto le respondió. ”Entonces dele usted de comer a mis seis hermanitos porque mi papá se murió y mi mamá no arrisca con todos los gastos”. Yo estoy seguro que ninguna niña quiere ser prostituta ni ningún niño quiere ser ladrón. Lo que pasa es que tienen necesidades básicas no satisfechas y esa tiene que ser política del Estado. ¿A quién le gustará dormir en un colchón de concreto y comer basura de una bolsa hedienta?

¿Me siento seguro y confío en la Policía Nacional?

Por Luis Eduardo Jaimes Bautista (J.B.)*
La Dirección Nacional de Planeación DNP, Dirección de Justicia, Seguridad y Gobierno presentaron en el 2011, un documento de La política Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, de la Alta Consejería Presidencial, con marco conceptual, para contrarrestar los delitos, la victimización y el control de la delincuencia en cada una de las ciudades del país. 
Para el ciudadano las preguntas pueden ser reiterativas: ¿me siento seguro y confío en la Policía Nacional? Hoy cuando estamos buscando la paz y la tranquilidad en cada hogar. Sabemos que la lucha es ardua y se tiene el riesgo de la vida, pero también existen lunares negros al interior de la misma institución policial. 
La policía traza tácticas, pero es preocupante que de las 16 estrategias para contrarrestar el accionar delincuencial, que contribuye el accionar delictual, contribuyendo a la eliminación de delitos que afectan la convivencia y seguridad ciudadana, atacando las estructuras delincuenciales y evitar su crecimiento o mutación no se cumplen porque al interior del mismo cuerpo armado existen las naranjas podridas que infectan a las otras.
Porque el Área Metropolitana de Bucaramanga y sus ciudades circunvecinas son protagonistas de esta adaptación y contribuye a la existencia de altos niveles de criminalidad y conflictividad social, inaceptables para una sociedad que avanza hacia el desarrollo. Prueba de ello son las altas tasas de homicidio que aún presentan, así como la presencia de atracos, robos, casos de delitos contra la familia y de violencia sexual. 
Para qué nos sirven los consejos de seguridad, los observatorios del delito, sino no contribuyen a bajar las tasas de la delincuencia común que afecta la vida diaria de todos los santandereanos, especialmente de los más vulnerables, y deteriora la calidad de vida, pues genera miedo y desconfianza entre los ciuda­danos, y nos impide gozar de los derechos que consagra la Constitución. 
La inseguridad es un fenómeno de mil cabezas que puede manifestarse de múltiples maneras: pandillismo, robo, atraco, extorsión, secuestro, homicidio. Sin embargo, no es ni tiene por qué ser una condición permanente, cuando la misma policía impide que sus servicios se conviertan en la lucha por que exista convivencia ciudadana. 
Si se tiene un medio como el 123, cuya filosofía es atender emergencias y necesidades apremiantes de los ciudadanos y termina convertida en la línea “tomadera de pelo” de niños e inclusive de las misma policía para preguntar qué uniforme se colocan cuando van a prestar su servicio en la preservación de la vida y honra de los ciudadanos, según palabras del General José Ángel Mendoza. 
La Política Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana (PNSCC) se rige por principios rectores que orientan las acciones por implementar y responden a la vocación institucional, respetuosa del ordenamiento jurídico y pluralista, que inspiró su diseño y formulación.
Ante esta situación el mismo Presidente de la República Juan Manuel Santos,  incrementa el pie de fuerza, y aprueba la Ley de Seguridad Ciudadana –Ley 1453 de 2011– que les da más instrumentos a las instituciones para ser efectivas en la lucha contra la delincuen­cia, con  siete ejes y sus líneas de acción que se tienen que dar en los Municipios del Área Metropolitana de Bucaramanga en materia delictiva (homicidio, hurto, lesiones personales, muertes en accidente de tránsito, etc.). 
En tal sentido, para efectos de la política, se entiende por seguridad ciudadana la protección a los ciudadanos frente a aquellos delitos y contravenciones que afecten su dignidad, su seguridad personal y la de sus bienes, y frente al temor a la inseguridad. La convivencia, por su parte, comprende la promoción del apego y la adhesión de los ciudadanos a una cultura ciu­dadana basada en el respeto a la ley, a los demás y a unas normas básicas de comportamiento y de convivencia social. 
Porque no es inamisible que agentes de policía, se sobrepasen de autoridad o se hagan los indiferentes ante el delito, como presuntamente sucede en las comunas 1 y 13 de la ciudad de Bucaramanga o en algunos sectores neurálgicos de los municipios vecinos.
*Poeta y Escritor

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