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domingo, 15 de mayo de 2022

Sordos, mudos y ciegos ante el desastre anunciado

Mario González Vargas
A escasos días de la primera vuelta presidencial se acumulan las amenazas sobre nuestra democracia, sin que ellas despierten la necesidad de conjurarlas con acciones apropiadas a su naturaleza y peligrosidad.

Desde el 14 de marzo, no se han resuelto las irregularidades electorales. Solo se cuenta con la tutela presentada ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, en la que se solicita recontar la totalidad de la votación de Congreso que, de ser aceptada, permitiría subsanar los monumentales errores de la Registraduría, que han multiplicado las sospechas de falta de transparencia y hubiesen merecido la suspensión del registrador. Además, sorpresivamente miembros del Pacto histórico reconocieron la ominosa infiltración de la campaña del candidato Gutiérrez y las siniestras conspiraciones para demoler las candidaturas rivales de Fajardo y Gutiérrez, delitos que no han ameritado apertura de las indagaciones judiciales pertinentes.

A la prevención ciudadana por la maltrecha transparencia electoral, se han sumado la perpetración de agresiones en el debate, y la irrupción de la violencia del Clan del Golfo, con su poder criminal en vastas regiones, facilitada por la incapacidad del Estado en el control del territorio, y alimentada por los que quieren valerse de ella para acceder al poder. Álvaro Leyva, instigador de todos los procesos de paz, es el encargado de promover uno más, que califica de “integral”, con todos los grupos armados, y que Petro acoge incluyendo a los corruptos y caracterizándolo como la segunda oportunidad para todos los violentos, sean carteles de la droga, disidencias de las Farc o “paracos” de toda estirpe y denominación, generosamente invitados a un “gran pacto por la convivencia”. Un proceso similar al adelantado con las Farc, que incorporaría los protocolos firmados para esa ocasión, y que abarcaría el sometimiento colectivo a la justicia a cambio del abandono del narcotráfico, bajo el manto de una nueva JEP, y complementada con la revisión de la extradición. Configura así su propuesta de “perdón social”, que busca valerse del activismo electoral de violentos, corruptos y solicitados en extradición, o candidatos a serlo, para que sirvan de pilar de una nación que renuncie al valor supremo que encarna la justicia en una sociedad de libertades y garante de los derechos fundamentales de los ciudadanos. El precio de la nueva paz implicaría la capitulación de los valores democráticos y el sometimiento de la población a la voluntad de autoridades sin control, que harían de la legalización de la droga el nuevo instrumento de dominio social.

Petro, en arranque de paroxismo ególatra, viene anunciado lo que se propone hacer. Ya no se trata solamente de privarnos de fuentes de energía, de confiscar las pensiones y expropiar propiedades, de prometer la ilusión de empleo para todos y de emitir dinero para cubrir los gastos del Estado, sino también de instalar una oclocracia totalitaria sin final. Se ha percatado que permanecemos sordos, mudos y ciegos, y sabe que el sistema de libertades puede derrumbarse por culpa de sus propios errores. Se nos agota el tiempo para rescatar el destino que nos quieren enajenar.

jueves, 22 de enero de 2015

Entre ciegos y sordos

Horacio Serpa
“No hay peor sordo que el que no quiere oír”. Nada tan cierto. Al que no quiere oír poco valen las explicaciones, los argumentos, las reflexiones, los comentarios o los requerimientos. Sencillamente ya tiene una idea fija sobre el tema y no quiere o no le interesa cambiarla. Pasa lo mismo con el que no quiere ver.
 Es lo que está ocurriendo con la paz. A quienes se empecinan en oponerse al proceso que se adelante en La Habana, no les importa  nada distinto a oponérsele, a atacarlo, a desconocer los esfuerzos que hacen el Presidente Santos y su gobierno por conseguir la terminación de la guerra que hace 50 años se tiene con las Farc y el Eln.
Según el dicho popular, “son tercos como una mula”. Nada los convence. Ningún argumento los conmueve. Solo sus opiniones son las que valen, emitidas sobre la base de considerar un proceso imaginario que han construido en sus mentes con el solo propósito de argumentar contra el único existente, el único real, cual es el que se viene tramitando con las Farc en Cuba. Pero eso sí, se cuidan de insistir en que son partidarios de la paz. “La paz de los sepulcros”, les replican algunos.
Ya tuvieron la oportunidad de hacer la paz. Tal como lo habían prometido, trataron de acabar a las guerrillas mediante la acción militar. Lo intentaron con todo el ímpetu necesario, es cierto, pero no lo lograron, aun cuando golpearon con fuerza a las estructuras militares subversivas  y libraron de su accionar a importantes regiones del país, en medio de grandes cuestionamientos sobre Derechos Humanos. La culebra siguió viva. También optaron por la política que llaman del “apaciguamiento” y dos años tuvieron a comisionados de los Elenos en La Habana conversándoles sobre la importancia de una solución política a la guerra.
Al final de su prolongado mandato siguieron las Farc, el Eln, “Megateo”, las Bacrim, el narcotráfico y la delincuencia común.
Hicieron el esfuerzo, nadie lo niega. Lograr la paz por cualquiera  de las dos vías es muy difícil. Pero, ¿por qué se oponen a los esfuerzos de Santos? Porque solo les interesa la paz de ellos; por egoísmo político; por rabia con el Presidente; porque mientras haya guerra tendrán argumentos para seguir haciendo política y ya sabemos que se aproximan las elecciones de Octubre.
La instrucción del Presidente Santos a sus comisionados para comenzar a hablar de cese al fuego bilateral y definitivo ---diferente al indefinido de las Farc---, es un indicio de que vamos bien hacia la terminación de la guerra. Los vanos argumentos del uribismo no serán suficientes para destruir lo mucho que se ha hecho. Hay que buscar la paz “hasta debajo de las piedras”, para darle una nueva y grata vida a los colombianos.
Adelante Presidente Santos. Como en el grito de sus antepasados, “ni un paso atrás”.
Bogotá D.C., 19 de Enero del 2015

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