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sábado, 14 de junio de 2014

Los triunfos de la paz

                                                      Trafugario
Por: José Oscar Fajardo
Son las once y veinte minutos de la noche del jueves anterior y estoy atravesando por una dura crisis de dualidad filosófica dentro de mi pensamiento. Siempre me ha fascinado el método paranoico-crítico de Dalí y tengo la dura impresión que está actuando dentro de mi cerebro. Primero por el partido del sábado contra el seleccionado de Grecia y segundo, por las elecciones del domingo en las que espero con vehemencia y preocupación que gane el candidato presidente. Tengo muchas razones de estar preocupado y los que conocemos la historia del país, tanto de otrora como de ahora, sabemos muy bien por qué. Desafortunadamente el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Para poder conciliar el sueño me estoy sugestionando que vamos a ganar el partido contra Grecia por dos goles de Ibarbo y de James, a uno de ellos, y que Juanma Santos Calderón va a ganar por más de doscientos mil votos. Estoy autosugestionado y estoy sugestionando a los colombianos inteligentes por un método de “Persuasión Colectiva Esotérica” (PCE) que sólo conocemos los habitantes del Manicomio más grande del mundo porque son secretos que nos han enseñados los parasicólogos y metafísicos que allí abundan.
El profesor Malezza, personaje central de mi novela EL CANDIDATO DE LOS DIFUNTOS, que acaba de salir al mercado y que se está poniendo de moda en todos los círculos sociales, políticos e intelectuales por el refinado humor con que trata los sucesos nacionales e internacionales, me dijo así de una manera concluyente: “Va la madre, periodista, si no ganamos estas elecciones y la selección Colombia no le gana a Grecia por el marcador que usted predijo. Y le confieso desde ya que si eso no ocurre, me voy a vivir definitivamente a Ganímedes o a la estrella Aldebarán que es donde se guardan todos los secretos del universo”. Quiero comentarles a los lectores que en mi relato novelado, el profesor Malezza recibe, por haberle metido un putazo al imperialismo norteamericano, un tremendo “bolo ponch” de Mohamed Alí en pleno rostro que lo envía a la lona y lo deja 9 horas 26 minutos fuera de este mundo. Ya recuperado, dos días después, el metafísico Malezza, mediante un proceso esotérico apoyado en su magia brujilística,  le “mete” un sapo cimitarreño en la barriga a Mohamed Alí en retaliación, convirtiéndolo, para burlas en todo el planeta, en el primer negro norteamericano boxeador marica y preñado (consultar texto).
Yo pienso es en la inconmensurable alegría si gana el presidente Santos de nuevo la presidencia porque, sin ser un San Ignacio de Loyola, para bien de Colombia tampoco es un Lucifer como ciertas hierbas. Claro porque Lucifer de amigo, allá en el infierno dizque le gasta trago y percantas a uno. Pero de enemigo, hasta el mismo Profesor Malezza, quien se dio el gusto de mamarle gallo al imperialismo gringo vapuleando a uno de sus íconos legendarios como es Alí, le tiene un cuidado intensivo a Lucifer, por lo cual se reserva los comentarios al caso. Periodista, me dijo a mí. No se preocupe que usted se va conmigo para el CEFOU (centro de fuerzas ordenadoras del universo) y le voy a enseñar ciencias ocultas y metodologías metafísicas para que ayude con su pluma a que nadie vuelva a tener malas intenciones con la paz de Colombia. Por decir algo, le voy a enseñar como meterle un perro chanda  en la barriga a un enemigo político que le haya hecho daños al país, para que lo vea envejecer, al final de su brillante carrera, lleno de millones de dólares pero ladrando de desprestigio en la plaza pública sin que nadie le quiera escuchar una sola palabra, o en medio de los jardines de sus mansiones enajenado por la senectud y agobiado por la soledad.  

domingo, 20 de enero de 2013

Un colombiano norteamericano

                                                             TRAFUGARIO
Por: JOSE OSCAR FAJARDO                                                 
La lamentable y triste historia del ciclista gringo Lamce Armostrong, quien entre tantos otros triunfos ganó la vuelta a Francia siete veces, ojalá sea leída no sólo por los deportistas sino por todos los jóvenes del mundo. Enseña tantas cosas que uno no sabe por qué parte empezar a hacer un análisis para dejar claro que no hay que llegar primero sino que hay que saber llegar. Pues aquí cae todo género de hombres grandes en todos los sentidos, que no en pocas ocasiones lo hacen sentir a uno como si hubiera venido a perder el tiempo en este planeta del diablo. Como si uno estuviera de más, porque no tiene camionados de dinero o de barras de oro, y como si sus triunfos modestos surgidos de grandes esfuerzos económicos, físicos, intelectuales y profesionales, no tuvieran ningún valor ante esos reyezuelos que llegaron a sus tronos con las mismas cochinas trampas que lo hizo este deportista quien ahora lo espera el más triste de los premios para los que un día se creyeron dioses: el olvido. 
La ruina económica, además, no creo que sea excitante para un individuo que creyó que el dinero lo es todo en la vida porque, el hombre que así lo cree, hace cualquier cosa por dinero. Pero  también sabe que tarde que temprano termina siendo un mequetrefe indisoluble de sus propias circunstancias. La cárcel ha de ser lo de menos  porque él sabe muy bien que quien vive en el delito en él perece. Dicho en otras palabras eso es bíblico, ineludible y tormentoso. Me produce nostalgia el ciclista porque después de superar un temible cáncer de testículos, le quedaron fuerzas para querer ser, y poder ser millonario y famoso como cualquier hombre prominente y lo logró. Qué mal ejemplo para todos los deportistas del orbe pero lo logró. Qué mal ejemplo para todas las personas honradas de este mundo pero lo logró. 
Ahora mis lectores van a pensar que se me ha corrido la teja. No obstante, la verdad es que siento un enorme pesar por el ciclista. Y fundamento ese pesar porque mi teoría sobre el “enriquecerse de cualquier manera”, cobra valor. El vivo vive del bobo y el bobo de papá y mamá, reza la filosofía callejera. Y en un medio tan adverso como el nuestro, pa’que le digo que no si sí.  ¿Acaso esos no son los pilares dialécticos de la filosofía de la riqueza? ¿Luego ese no ha sido el modus operandi del capitalismo salvaje? ¿Luego no es mejor ser rico que pobre? Lo que pasa es que grandes jueces han sido grandes pecadores y por eso es que caminando rápido la cojera no se deja ver. Y es que con lo del ciclista surgen muchas preguntas que no son fáciles de responder.  Cómo carajos gana siete vueltas a Francia, la prueba más cotizada del mundo en el ciclismo, y se pasa por la galleta todos los controles científicos. Por eso a Lamce Armstrong lo “admiro”. Porque a veces lo veo, con sus características de “abeja sideral”, más colombiano que norteamericano. 
Me parece ver ahí a un contratista o a un alcalde  bogotano pero con la doble neurastenia de que “a uno no lo llevan en nada puesto que todo es para ellos solos”. Y uno dizque escribiendo libritos de literatura y columnitas periodísticas para ver si algún día ocurre el milagro. Y los escultores haciendo esculturas y los pintores creando paisajes y los músicos sacándose los ojos para concebir partituras con el objetivo inocente de que algún día acurra el milagro. Para mí que Lamce es la cabeza visible de un nido de corrupción donde están metidos grandes deportistas de otras disciplinas, además laboratorios y científicos fabricantes de drogas y fármacos y figuras grandes del capitalismo mundial. Lamce es un deportista que por haber superado un cáncer, pudo haber servido para experimentos científicos en la rama de la farmacología del doping de cuya magnitud nadie tiene ni la más remota dimensión. Y lo más verraco de todo es que esas empresas siniestras podrían estar operando por debajo de la mesa.    

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