sábado, 19 de diciembre de 2020

¿Una utopía para el fin de la Historia?


Mario González Vargas

Los vertiginosos adelantos en ciencias y tecnologías que la humanidad ha disfrutado desde inicios del siglo XX, la ha llevado paulatinamente a considerar que son parte de un proceso inagotable e ineludible de progreso y superación, en el que, empero, se empieza a desestimar el cultivo de la duda, que le sirvió de aliciente, y a acallar el espíritu crítico, herramientas insustituibles de toda creatividad. Se ha venido construyendo un escenario social en el que crece la preocupante apropiación del saber en reducidos círculos, al tiempo que se entroniza un empobrecimiento en el pensar del ciudadano del común, que se traduce en la simplificación de ideas y conceptos para consumo de las mayorías. Las redes sociales son el nuevo vehículo de información que provee verdades incontrovertidas en el moderno ágora, en el que prevalece la simplificación de los mensajes y que no tolera la riqueza del debate porque niega la complejidad de la reflexión.  Rehusar la complejidad propia de las realidades sociales y políticas de la humanidad, además de erosionar su comprensión, alimenta la radicalización de los espíritus y permite la concentración del poder en círculos reducidos, integrados por individuos que pretenden el estatus de expertos, en los que quisieran que delegáramos todas las decisiones atinentes a nuestra vida y destino. Son los nuevos gurús que acaparan saber y riquezas, mientras los demás se ven condenados, sin percibirlo, al desbordado y mediocre influjo de “youtubers”, estrellas de farándulas, “influencers” y toda gama de profetas de pacotilla en redes sociales, o burlados por activistas en medios de comunicación masivos, que difunden engañosas verdades, previamente diseñadas para el estancamiento y pauperización de la información y reflexión de los indefensos ciudadanos.

Al amparo de la globalización asistimos a la indebida manipulación del conocimiento y del poder en manos de minorías organizadas en ONGs y otras cofradías de iguales espectros, dueños de supuesta experticia en todos los retos de las sociedades humanas, y cuyas decisiones hoy pretenden imponernos. Se han apropiado de las instituciones de carácter global desde donde dictan directrices para dirimir la guerra o hacer la paz, señalar la arquitectura de las sociedades humanas y la naturaleza de los poderes que las dirijan, encapsular la infinita diversidad del pensar humano en ordenamientos que lo marchitan, todo bajo la égida de tribunales orbitales para acallar, hostigar prohibir y condenar al que se levante contra esa nueva tiranía sin límites ni fronteras.

Su meta apunta al establecimiento de un Estado Global, utopía remozada del Leviatán tan preciado por la izquierda internacional. Es el nuevo ropaje del imperecedero totalitarismo que, ataviado de vestiduras más coloridas, asoma nuevamente sus tentáculos sobre sociedades que penan en percibir lo que esos disfraces ocultan. La imposición del pensamiento político correcto constituye la herramienta solapada para el advenimiento de un Leviatán Universal, verdadero apocalipsis para las libertades individuales y las diversidades humanas y culturales, fundamentales para la supervivencia de la humanidad.  Parodiando a Francis Fukuyama, ¿será esto el fin de la Historia?

domingo, 13 de diciembre de 2020

El informe de la comisión de drogas

Mario González Vargas

La difusión del informe de la Comisión de Política de Drogas del Hemisferio Occidental (WHPDC), que hace una evaluación sobre las políticas antinarcóticos de los Estados Unidos en la región, desencadenó una lectura sesgada de los sectores de izquierda sobre los alcances y éxitos del Plan Colombia, sin duda la más importante iniciativa de seguridad que se ha ejecutado en el país. Promovida y ejecutada por el gobierno de Andrés Pastrana, tuvo continuidad durante las dos administraciones de Álvaro Uribe y arrojó importantes resultados en el combate contra las organizaciones insurgentes y en la reducción sistemática de los cultivos de coca en Colombia. Estimuló la modernización de la doctrina, equipamiento y estrategias de las Fuerzas Militares, que se tradujo en la drástica reducción de las acciones subversivas, y permitió la significativa disminución de los cultivos ilícitos, fuente principal del financiamiento de las organizaciones terroristas. Por ello, la aseveración de que el Plan Colombia tuvo éxito en el combate de la insurgencia y fracasó en la lucha antinarcóticos solo encuentra fundamento en su abandono paulatino en los años de las dos administraciones de Juan Manuel Santos, que paralizó las acciones militares y promovió incentivos perversos para el crecimiento exponencial de las áreas sembradas de coca que hoy suman más de 212.000 hectáreas e irrigan de sangre y muerte las regiones que las padecen. Después de años de concesiones a las FARC-EP para que se aviniera a un acuerdo de paz que les concedió amnistía, lavado de sus cuantiosos activos, regaladas curules en el Congreso, justicia propia con impunidad garantizada, resulta por lo menos ridículo culpar al Plan Colombia de todas las franquicias que hoy nos inundan de coca, impiden la erradicación forzosa y potencian la criminalidad en vastas zonas del país, sometidas al imperio de organizaciones criminales fortalecidas por el narcotráfico y protegidas por el sátrapa Maduro. 

El informe de la WHPDC debería favorecer un nuevo análisis de la administración Biden que conduzca al robustecimiento de las acciones del gobierno colombiano en la erradicación masiva de los cultivos ilícitos y el fortalecimiento de la seguridad y control de los territorios afectados, que son funcionales a las exigencias de la seguridad hemisférica. Lo que se consiga en Colombia en el combate contra los cultivos ilícitos y el narcotráfico se extiende a Méjico y Centroamérica y debilita y entorpece las acciones de protección del gobierno de Caracas a las organizaciones criminales y las posturas de las colectividades de la izquierda continental adversas a toda colaboración estadunidense en la región. 

El gobierno colombiano, a pesar de los obstáculos legales, financieros y políticos que confronta, ha ejecutado acciones importantes dirigidas a superarlos que deben ser valoradas en su justa dimensión, si lo que se quiere es contribuir a su ejecución y su éxito. Cumplir las metas de erradicación, desarticular la red de valor del narcotráfico y desarrollar una estrategia integral de seguridad, desarrollo, prevención y cooperación internacional, son las finalidades de las políticas del gobierno del presidente Duque. Merecen la atención internacional.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Las graves secuelas que dejará el coronavirus


 Por: Bernardo Socha Acosta

Son tantas las hipótesis que han surgido en medio de la pandemia del Coronavirus, que la Organización de las Nacionales Unidas –ONU- advirtió que si no hay paliativos que remedien los factores, la próxima pandemia que deberán afrontar principalmente los países de América Latina y buena parte del mundo, será irremediablemente el hambre.

El aumento de la pobreza en países como Colombia, generado por las medidas para impedir la expansión del  contagio Covid, no podrán arrojar otro resultado que el hambre y la desnutrición, dice el estudio.

Sobre este análisis, el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos –PMA- ,  David Beasley, advirtió al Consejo de Seguridad de la ONU que el riesgo de hambruna a gran escala en gran parte del mundo en desarrollo, es, “de proporciones bíblicas” como consecuencia de la pandemia.

El mismo análisis considera que la pobreza y el hambre podría desencadenar en más muertes que la misma pandemia del Coronavirus pero advierte que desde ya se ha desencadenado una peligrosa desnutrición que propiciará una preocupante baja de las defensas en la población, haciéndola atractiva a toda clase de enfermedades, para convertir así a buena parte de las poblaciones en sociedades endémicas.

Y con todo este entramado de las pandemias y el hambre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –FAO- considera que sin embargo hay muchos recursos para volver a la normalidad si se hace buen uso de los campos, y  muestra la fórmula expedita para enfrentar esas amenazas y sostiene que si los gobiernos y la empresa privada, incentivan el regreso de muchas familias a los campos, el hambre que ya amenaza a muchos grupos sociales en sendos países, podría conjurarse, porque  hoy en día se sabe a ciencia cierta que se puede erradicar el hambre en los países atendiendo que no es una suposición, ni un deseo, sino una realidad, para volver a la normalidad.

Y agrega la FAO, que hoy en día con la ciencia, la tecnología y los avances sociales de muchas de nuestras sociedades se ha permitido empezar a mirar hacia un mundo mejor. En lo que se refiere al hambre, hoy, contamos con conocimientos y estrategias que no hubiésemos imaginado hace unos pocos años. Hoy con la ciencia y la tecnología se pueden aprovechar mejor los productos suministrados por los campos mediante su transformación en super-alimentos, enfatiza el estudio.

Correro: bersoa@hotmail.com 

domingo, 6 de diciembre de 2020

El escenario en el que nos encontramos

 Mario González Vargas

Las últimas declaraciones de Donald Trump en la Casa Blanca y las primeras del presidente electo Joe Biden indican, que un mes después de las elecciones, los Estados Unidos se disponen a reanudar su atención a los retos que suponen los poderes emergentes de China y de las potencias islámicas, Irán y Turquía. Después de una tensa campaña electoral y concluido un azaroso escenario postelectoral, las declaraciones del presidente electo al New York Times notifican a sus rivales las directrices de la nueva administración, que señalan, en temas sustanciales de política exterior, continuidad con las ejecutadas por la administración anterior en lo que atañe a los desafíos que se avizoran para la seguridad y estabilidad internacionales.

Frente a la creciente expansión geopolítica del discurso nacionalista e imperial de Xi Jinping, acelerada por la pandemia, y bajo aparente motivación de solidaridad con otras naciones, Joe Biden afirmó sin ambages su intención de contener al régimen chino con consenso bipartidista para ejecutar políticas industriales masivas, e inversiones en investigaciones que permitan competir mejor, así como poner bajo cintura robos de propiedad industrial, dumping de productos, subsidios ilegales a corporaciones, tan usuales en los comportamientos del gigante asiático. Buscará, igualmente, fortalecer las alianzas regionales para responder con coherencia al ánimo expansionista de la mayor potencia autocrática, que no lleva en su ADN la más mínima huella de valores y principios democráticos, pero que procura exportar su sistema a otros confines, como ya lo hizo brutalmente en Hong Kong y pretende replicarlo en Taiwan y otras naciones del sureste asiático y del Mar de China, con la consiguiente amenaza para Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.

En el Medio Oriente, las actividades terroristas de Irán en el Líbano, Siria, Yemen e Irak, en criterio de Biden, hacen necesario un control estricto al plan nuclear de los ayatolás e implican una reforma al acuerdo con Irán, dotado de mecanismos de supervisión ineficientes, para evitar que el arma nuclear en manos de Irán implique la mayor amenaza a la estabilidad, seguridad y, eventualmte, a la supervivencia de los pueblos de la región. Por otra parte, Turquía, la otra potencia militar islámica, miembro de la OTAN, actúa como rueda suelta en un escenario que se extiende desde el Mediterráneo Oriental hasta los Urales, sembrando discordias e incitando conflictos.

Ningún gobierno de América Latina puede ignorar que nuestra región es hoy propicia a vivir las situaciones y amenazas que sacuden a las otras regiones del orbe. La China de Xi Jinping suscita expectativas y solidaridades en gobiernos seducidos por sus contribuciones económicas, en obras y préstamos, para sociedades sacudidas por los efectos del Covid-19, distraídos como están de su presencia y de la de Irán y Turquía en Venezuela, que se suman a la de Hezbola, y se acompaña del padrinazgo cubano y de la favorabilidad que les dispensan los partidos afines a los grupos de Sao Paolo y de Puebla. 

Ojalá nuestros gobernantes comprendan la dimensión de los retos que nos esperan.

domingo, 29 de noviembre de 2020

¿Se acerca en Colombia una nueva etapa de confinamiento?


              Por Bernardo Socha Acosta

El adagio dice que por unos pagan todos, o que pagan justos por pecadores. Y así es lo que va a pasar en Colombia si no hay algo que lo remedie. Pero lo cierto es que la ola de contagios de covid está creciendo en todo el país, y de no ser así no se hubiera ya presentado en la semana y mes que finalizamos, más de 10 mil casos de contagio en solo 24 horas, cuando estos ya habían bajado hasta 4 mil solamente en ese lapso.

Con estos indicios, los colombianos estamos viendo que muchas personas son inconscientes de la realidad de la pandemia y creen que como el gobierno levantó muchas restricciones para reactivar la economía, es que ya no hay riesgos y eso es lo que nos demuestran algunos sectores sociales más vulnerables. Para corroborarlo, organizamos un equipo de trabajo para recorrer disimuladamente varios sectores populares de Girón, Floridablanca y Bucaramanga, donde preguntamos a decenas de personas, por qué no usaban tapabocas… y la respuesta no se hizo esperar… porque esa ya cuánto hace que pasó Y esto qué demuestra: la ignorancia seguramente es la que nos va a llevar de nuevo al confinamiento obligatorio, de lo contrario el país va a tener de nuevo Unidades de Atención Inmediata, atestadas de pacientes que, unos se salvarán y la mayoría –como ocurre en una pandemia- morirán indefectiblemente.  

Se cree que la falta de unas medidas que conlleven fuertes o drásticas sanciones contra los irracionales que no respetan la vida y juegan con la de los demás, son factores que el gobierno debe afrontar con rigurosidad.

En algunas ciudades, más que otras, como en Cali, Barranquilla y Bogotá, donde las autoridades han tenido que intervenir numerosas fiestas, entre ellas algunas de  grados y hasta conciertos clandestinos, están demostrando que no respetan las disposiciones vigentes y que son necesarias otras de mayor fuerza, así haya que pedir la intervención militar, porque en algunas partes los irresponsables se atreven hasta a desarmar a la policía y a darles a los agentes con las mismas armas de dotación y con las que los irracionales portan, para luego ir a decirles a los ingenuos funcionarios, que ellos fueron víctimas de agresiones por parte de la autoridad.  

En ese orden y con estos antecedentes, los colombianos no nos podemos quejar si el gobierno debe someternos a otra etapa de confinamiento obligatorio. Porque, o es lo uno, o es lo otro. Quiero decir, o le cerramos el paso a la pandemia con medidas obligatorias, o de lo contrario habrá centenares de muertos por esa contaminación del virus, para que, en fin, se cumplan los propósitos para los que nació el mortal Coronavirus.

El regreso a los confinamientos ya les ha tocado a países europeos, en Japón y en San Francisco en estados Unidos, donde la pandemia nuevamente comenzó a causar graves y verdaderos conflictos en la salud.

bersoa@hotmail.com

sábado, 28 de noviembre de 2020

Cuatro años perdidos


 Mario González Vargas

Cuatro años después de la firma del Acuerdo de Paz el país se interroga sobre la negociación, sus resultados y sus consecuencias en la vida nacional. La integración del equipo negociador y la benevolencia dispensada a la fuerza insurgente desde el inicio de los contactos mostró una predisposición inocultable a la concesión. No de otra manera puede interpretarse la renuncia del gobierno al principio de que la situación militar en el terreno determina la relación de fuerzas en la negociación, lo que se tradujo en la suspensión de la presión militar sobre la agresiva contraparte. No extrañó entonces, que la delegación del gobierno se fuera ajustando con actores políticos afines ideológicamente al asesor de la insurgencia, hoy secretario general del partido comunista español.

El acuerdo respondió a los propósitos, finalidades e intereses de las FARC-EP, y fue presentado y divulgado por los medios y la mayoría de los sectores políticos como “el mejor posible” y garante de una paz duradera. La prepotencia y vanidad desbordadas indujeron al expresidente Santos a convocar un plebiscito ciudadano, que tuvo la sensatez de rechazar el adefesio, a lo que el mandatario respondió violentando la voluntad popular, con la complicidad del Congreso y la anuencia de la Corte Constitucional. Condenaron al acuerdo a la ilegitimidad de la que hasta hoy no ha logrado redimirse.

Ninguno de sus objetivos se ha cumplido. La paz prometida se vio desmentida por una violencia que recrudeció con el acuerdo y se ha convertido en nuevo conflicto con el ELN, Clan del Golfo, Disidencias farianas, Nueva Marquetalia y toda la gama de actores del narcotráfico, auxiliados desde Venezuela. La polarización se impuso a la mentida reconciliación y afecta a todos los estamentos de la sociedad. La verdad y la justicia, en manos de una jurisdicción y una comisión integradas con inocultable sesgo ideológico, no han producido ni sentencias, ni verdades, a pesar de sus costosos presupuestos y abultadas nóminas. Solamente actuaciones que las demeritan y deslegitiman. La reparación es un mito puesto que las Farc solo han entregado el 0.7% de sus bienes registrados. Lo único verificable es el incumplimiento del partido Farc, el que, además de sus bienes, no ha entregado verdad, ni las rutas del narcotráfico, ni la identidad de los integrantes de los Carteles que fueron sus socios, y al parecer esconde hechos no aclarados, como los de sus cuentas bancarias en Turquía o los sugeridos en la carta de alias “Romaña”.

Colombia padece las consecuencias de una paz fallida. El narcotráfico, acrecentado por los incentivos perversos que se prodigaron durante la negociación de la Habana, sigue siendo la principal amenaza a la vida de los colombianos y a la seguridad nacional. No deja de ser paradójico que los incondicionales del acuerdo de paz sean los furiosos adversarios de combatir y erradicar el cultivo de la coca, y que sea la justicia, demeritada en su misión, la que los cobije. Buscar consensos para superar el problema debe ser el resultado de las próximas elecciones.   

domingo, 22 de noviembre de 2020

En búsqueda del centro

 

Mario González Vargas

La pandemia y sus devastadores efectos en todos los órdenes de la vida nacional entraña cambios sustanciales en el escenario, posicionamiento y determinaciones de las fuerzas políticas. Anticipadamente, empiezan a insinuarse tanto en lo ideológico como en lo táctico, como se desprende del fomento de la polarización por Petro, o de la ansiosa búsqueda del centro por otros, sin lograr aún descifrar sus coordenadas ni sus contenidos. Vivimos tiempos de incertidumbres, que exigen nuevos liderazgos, creatividad e ingentes esfuerzos para habilitar el fortalecimiento institucional del régimen democrático, sometido a las incógnitas que acompañan el desenlace de la crisis que vivimos.

El progresismo de hoy es el nuevo ropaje de un marxismo actualizado con el que se invisibiliza la añeja dictadura del proletariado con unas supuestas causas sociales de aparente naturaleza igualitaria, todas signadas de ideología, pero que le permite trocar su vocación violenta por imágenes de academismo, tolerancia y pluralismo con las que adornan el pensamiento político correcto, nuevo ariete en la conquista de opinión y de poder. Convierten la ecología en ecologismo, la feminidad en ideología de género, los derechos fundamentales de la persona en militancia sistémica de contrapoder, el laicismo en ateísmo, todos ellos instrumentos para el tránsito de una cultura de libertades y libre empresa a otra de estatismo ilustrado, adoctrinamiento cultural y libertades restringidas. Es esa una postura que necesita y estimula la polarización porque su afán principal es la sustitución de valores de la sociedad que se pretende derrumbar por los parámetros ocultos y militantes de la que se procura imponer. 

El Centro (así con mayúscula) tiene hoy mucho de inasible e indefinido. No debe entenderse simplemente como equidistante de los extremos polarizantes, ni como compromiso etéreo ante amenazas provenientes de diestra y siniestra, porque tendría más de utopía que de realidad. La historia enseña que las situaciones extremas como las que enfrentamos por la pandemia y ante el cambio de época que se avizora, exigen la adopción y concreción de visiones, pensamientos y metas que, por sus contenidos, convoquen el esfuerzo colectivo y cuenten para su conducción con liderazgos firmes e inspiradores. Nada de ello se alcanza sin una construcción y definición de los objetivos y de las ideas que permitan el acompañamiento de las mayorías para realizarlos, que no pueden surgir sino de la comprensión de lo que somos, de lo que ansiamos y de la capacidad de unirnos para lograrlo. Democracia sin esguinces, libertades políticas, sociales, religiosas, de pensamiento y opinión, de emprendimiento y a la propiedad, en el marco de la solidaridad social que promueva la equidad, son principios y valores que aún no hemos perfeccionado y que son consustanciales a un Estado democrático que no hemos terminado de construir. Esos serían los valores de una causa política que podríamos denominar el Centro en nuestro sistema y que está al alcance de nuestras posibilidades. Restaría por saber quiénes apuestan a su realización. El conservatismo, como superación de su pasado reciente, este sábado debería ser el primero en tomar partido.    

domingo, 8 de noviembre de 2020

Un debate pospuesto pero ineludible


Mario González Vargas

No sorprendió la decisión de la plenaria de la Cámara de Representantes de archivar el proyecto de acto legislativo para una reforma política. Si bien es cierto que se trata de un tema de especial interés para el país, no fueron pocos los inconvenientes que se observaron en el articulado del proyecto, en el trámite del debate, así como en la pertinencia del mismo, que terminaron por hundir la iniciativa.

Una reforma de esa envergadura para tener éxito necesita, además de una coyuntura favorable, unos acuerdos políticos previos que cuenten por lo menos con el interés del gobierno, para que su articulado refleje los consensos que convoquen las mayorías requeridas. Resulta evidente que esos presupuestos no se dieron y que se prefirió intentar su aprobación a las volandas, en un ambiente sembrado de incertidumbres que escapó a la atención de sus noveles y acuciosos promotores. Los estragos económicos, sociales y de salubridad ocasionados por la pandemia, acaparan la atención y preocupación del gobierno, de los sectores políticos empresariales y laborales y de los ciudadanos, que exigen comprometer todos los esfuerzos en la reactivación de la economía y del empleo, antes que distraer su labor en reformas que, por necesarias, serán más urgentes y encontrarán mayor interés y respaldo cuando se conquiste una nueva normalidad. Todo ello se reflejó en la soledad que acompañó, no solamente al ponente de la iniciativa, sino también a los jóvenes y entusiastas acompañantes, que se vieron huerfanos de apoyo de sus partidos y del respaldo de los ministros concernidos, atareados en contener la vorágine de amenazas que se ciernen sobre los colombianos por obra de una pandemia imprevisible y hasta hoy incontenible.

Además, los temas de la reforma no eran de poca monta. La sustitución del voto preferente por listas cerradas y paritarias organizadas a modo de “cremallera”, que demanda la democratización interna de los partidos y sus mecanismos; la corresponsabilidad de los partidos por los avales; y el aumento de curules para representación en el Senado de departamentos que carecen de ella hoy, entre otros temas, son contenidos controvertidos que careen de acuerdos y que apuntan a ser mejor debatidos en los tiempos que nos esperan una vez superada la pandemia. El regreso a las listas cerradas acompañado de mecanismos de democratización, aunque aconsejable, es resistido por no pocos congresistas; el aumento de curules no tiene apoyo ciudadano; y las listas cremalleras y con paridad de género no se hallan en ningún ordenamiento constitucional de régimen democrático y podría implicar insólito quebrantamiento al derecho a elegir y ser elegido, al que son ajenos limitaciones por razón de género, o condición humana, y releva más del supuesto “pensamiento político correcto” con el que el “progresismo” intenta suplantar el sistema democrático de occidente.

Estos temas, junto a los del régimen económico y social, serán primordiales en el debate político del 2022 para fortalecer el régimen de libertades, asediado por la supuesta “corrección” del pensamiento de la izquierda que se pretende imponernos.  

domingo, 1 de noviembre de 2020

Lo que se juega el 3 de noviembre

 

Mario González Vargas

Sorprende la mirada al pasado de los comentaristas sobre la elección presidencial en los Estados Unidos, cuando es hoy evidente que los equilibrios de poder se están modificando para dar paso a un nuevo orden mundial. Centrar el debate en el manejo de la Covid-19, enigmática para todos los gobiernos del orbe, o sobre la creencia de que supuestas simpatías por uno u otro de los candidatos puede afectar relaciones bilaterales, es ignorar que la proclamada armonía para un mundo de posguerra fría constituyó una utopía condenada a muerte prematura.

Los conflictos actuales dibujan un escenario que muestra que las distinciones entre las civilizaciones son ante todo culturales. El nuevo orden mundial estaría determinado por el ascenso del sentimiento imperial de China, del resurgimiento del poder islámico y del cuestionamiento de los valores de Occidente en el seno de los Estados Unidos y de otras naciones occidentales. Basta repasar el proceso de disolución de la antigua Yugoslavia, o el conflicto al interior de la Unión Europea por la inmigración islámica, o el activismo intimidante de Irán y Turquía en el oriente medio y el mediterráneo oriental, u observar la pretensión hegemónica de China sobre el sudeste asiático y el denominado Mar de China, y con prestar atención a los cuestionamientos de la izquierda estadunidense a su propio régimen, para entender la naturaleza de los conflictos y sus efectos sobre la conformación de un nuevo orden mundial.

Las civilizaciones suelen perecer por sus propias contradicciones. En las elecciones de los Estados Unidos lo que se juega es la vigencia de la civilización occidental sometida al implacable ataque de la izquierda radical del partido demócrata. Las grandes religiones han sido siempre los fundamentos de las grandes civilizaciones. Mientras el islamismo renace, se consolida la religión ortodoxa y China impone su credo marxista-leninista a manera de religión, en Occidente se intenta convertir el laicismo en ateísmo, se destruyen iglesias y templos y se vandalizan los símbolos del cristianismo. Ninguna otra civilización distinta a Occidente ha construido una ideología política relevante como la democracia y su tradición de derechos y libertades individuales, traducidos en la representación política, la propiedad privada y la libre empresa como herramientas del desarrollo social y económico.

No hay que desestimar lo que ocurre al interior del partido demócrata. La izquierda crece en representación hasta el punto de que la Representante Ocasio-Cortes desafía a Nancy Pelosi por la presidencia de la Cámara de Representantes, al tiempo que cuenta con candidata a la vicepresidencia. El tándem de un presidente octogenario y de una izquierdista activista reforzará que, ante retos similares, EU pase de la contención de ayer al apaciguamiento en el tratamiento de los conflictos internacionales, con lo que lograría el empoderamiento de Cuba, la continuidad de Maduro y Ortega, el fortalecimiento de la izquierda radical en Colombia, Chile Perú y Brasil, y la sustitución de la democracia por el colectivismo represivo y estatista. Es lo que está en juego    

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