Trafugario
Por: Jose Óscar Fajardo
Después de la ominosa
hecatombe que se produjo a nivel nacional y por qué no, internacional, con la
destapada de olla que le pegó Vicky Dávila a la Policía Nacional, yo creo que
todos los periodistas que ejercemos opinión a través de nuestras columnas, se
nos ocurren dos preguntas insoportables. ¿Renunció voluntariamente Vicky Dávila
al programa después de nueve fructíferos años a la pata de RCN? O en su defecto
¿Le pidieron renuncia irrevocable a la periodista, eso sí con portentosa
indemnización, obvio, después de correrle el velo a tan deprimente escándalo
político-gubernamental? De entrada yo digo que esto hay que consultárselo al
Oráculo de Delfos, o de una manera más
sencilla, a la lámpara de Aladino. En cambio lo que sí veo con atafagada
claridad, es que eso es más bien unas volquetadas de triturado y basura que le
botan encima al peor crimen que se haya cometido en Colombia después del robo
del Istmo de Panamá, cual es la “masacre económica” de Reficar. Y que es en lo
que debiera estar ocupado, con todos los brazos del pulpo, el señor Procurador
General de la Nación. No es que uno diga que el vergonzoso hecho de la Policía,
sea simple mazamorra para los marranos. No. Está de por medio la seguridad, el
honor, y sobre todo la dignidad del pueblo colombiano. Pero con todo y eso, no
deja de ser más que un acto de mala conducta y disciplina en la institución.
Digamos que es un acto subjetivo. Pero es que lo de Reficar, válgame dios, es
un atentado contra la economía nacional, contra los bienes del Estado que a
última hora somos todos los colombianos. Esa pudo ser la plata de la salud, de
la educación, del deporte y todas las manifestaciones culturales que emanan de
innumerables etno-culturas a lo largo y ancho del territorio colombiano. Con ese mundanal de millones de dólares que
fue a parar a bolsillos y arcas particulares con toda la desfachatez de un
enfermo mental, se habrían construido hospitales, escuelas veredales, colegios
urbanos, agua y comida para los niños y demás habitantes de La Guajira,
Departamento colombiano que más parece ubicado en pleno centro del desierto del
Sahara con toda la suerte de Beduinos, culebras y alacranes. Claro que en este
caso los alacranes y las víboras venenosas estaban camufladas en las empresas
más importantes de la industria nacional. Hace ya varios lustros unos
gobernantes vendepatria y traidores de toda laya, se pusieron de rodillas unos,
y los demás reptando, y de la manera más indignante le obsequiaron EL Cerrejón
a una compañía extranjera. Un contrato leonino y vergonzante para que se
llevaran toda la riqueza, con la condición de que el hueco y el desastre
ambiental sí nos los dejaran para poder tener un pretexto válido, como el de
que nos estamos desarrollando económicamente con nuestros propios recursos
naturales. Pero a mí lo que más me aterra es el pensar que ¿Son esos los
argumentos y el ejemplo que tenemos para dar, ahora que estamos no solo
empeñados, sino totalmente convencidos que esta vez sí se va a lograr la paz?
¿Sera que con ese cinismo tan gigantesco como la galaxia de Andrómeda,
lograremos los argumentos filosóficos, éticos y morales para alcanzar la puesta
en escena de la paz y el prometedor proceso de posconflicto? Dios quiera y
ojalá así sea, que yo esté completamente equivocado y que estos sean algunos
párrafos de una novela de ficción que estoy escribiendo. Lo cierto es que la
plata del “genocidio” de Reficar, debe aparecer porque si no, cuál país ¿Pingo?
va a donar ayudas para la paz.
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