domingo, 31 de julio de 2022

Una Policía para la vida y la paz

Mario González Vargas
Vivimos situaciones inéditas en nuestra historia reciente en las que se conjugan las incertidumbres resultantes de la elección presidencial con el crecimiento de los poderes de las organizaciones criminales del narcotráfico, que se suman al control que estas ejercen en algunos territorios con la perpetración de un tenebroso plan pistola contra los miembros de la Policía Nacional, y que extendieron este jueves al presidente Duque y al ministro Molano. Nadie puede soslayar el poder alcanzado por la ilegalidad criminal y el consiguiente peligro que implica para la paz y seguridad en no pocas regiones del país.

El mito del éxito de la paz convenida ha debilitado la posibilidad de acuerdos para combatir la criminalidad y paradójicamente estimulado a sectores radicales del pacto histórico para propugnar por la descalificación de la Policía Nacional, a pesar de los avances continuos en su formación y doctrina y en los logros abundantes de su legítimo accionar. La vengativa matanza de servidores policiales indefensos, que hoy ejecuta la criminalidad por agentes propios o por sicarios debidamente remunerados con las rentas del narcotráfico, debe inquietar también al gobierno entrante que no debería soslayar las dificultades que le esperan en la recuperación de la esquiva seguridad ciudadana. Las desabridas manifestaciones del presidente electo y su designado ministro de defensa no reconfortan a las víctimas y llenan de inquietud respecto a una reforma policial alentada más por la sospecha de un revanchismo injustificado que por el fortalecimiento de la legitimidad de la institución encargada de proveer auxilio y seguridad contra el delito. La solidaridad compungida de la ciudadanía debería inspirar las reformas a una Policía que nunca ha resistido los cambios que mejoren el cumplimiento de su misión constitucional.

Así lo demuestran las sucesivas actualizaciones a la misión policial y a sus procedimientos adelantadas desde las administraciones Samper, Pastrana, Uribe, Santos y Duque, que han permitido que nuestra Policía sea hoy un referente inspirador para muchas de las instituciones policiales en distintas naciones de diferentes continentes. Es ejemplo a seguir en el avance y mejoramiento continuo de todas las doctrinas, métodos y herramientas para el desempeño policial, lejano del espíritu adánico que por sectarismos ideológicos solo ha conseguido reproducir rotundos fracasos en otras latitudes. Estos antecedentes deben inspirar la tarea del designado ministro de defensa frente a los retos que suponen las organizaciones armadas criminales con sus abundantes recursos, su presencia y preeminencia en variados territorios y su amenaza para la institucionalidad democrática. Garantizar y mantener el orden, la seguridad y la convivencia es la primera tarea para garantizar la vida, las libertades y la confianza en las instituciones indispensables para la supervivencia de toda sociedad organizada. Serán sin duda inquietudes principales en los diferentes diálogos regionales que el nuevo gobierno quiere emprender, y que le convendría atender si lo que realmente pretende es un mandato por la vida. Las situaciones que empiezan a manifestarse en el Cauca, la situación de abandono del Chocó y los reclamos de seguridad en el país, pondrán a prueba la capacidad del designado ministro y la dimensión del nuevo gobierno.

Editorial tomado de, El Espectador

El vil asesinato de policías es una tragedia nacional

Foto EFE Ernesto Guzmán Jr
Están asesinando de la manera más vil a jóvenes bachilleres de la Policía, en medio del terrible “plan pistola” del Clan del Golfo. Colombia está bajo ataque a punta de bombas, francotiradores y sicarios que cobran unos $2 millones por policía muerto, sin fin aparente. En la violencia irracional no puede existir cálculo político alguno ni posicionamiento de un grupo criminal como el Clan del Golfo de cara a anunciados diálogos de sometimiento con el nuevo gobierno: estos son actos atroces que están rompiendo familias, generando terror, causando zozobra y que ameritan el rechazo contundente por parte de todo el país.

Las cifras cambian cada día, pero al cierre de esta edición llevábamos 36 miembros de la Fuerza Pública asesinados en 2022. De esos, solo 11 fueron en el último mes. Como le explicó Leonardo González, codirector de Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, a El Espectador: “El blanco de la violencia siempre terminan siendo oficiales bachilleres o uniformados de los rangos más bajos de las fuerzas. Esto casi siempre es por facilidad, es decir, es mucho más fácil atacarlos a ellos que a oficiales de más alto rango, que además están en otras zonas y haciendo otras tareas. Los de bajo rango son los que están en la calle patrullando”. Es inconcebible esta tragedia. Jóvenes que vieron en el servicio público una opción de vida, una carrera para ayudar a sus familias usualmente en condiciones vulnerables, están siendo aniquilados y todo... ¿para qué? ¿Qué prueba esto en un país con más de un siglo de historia de violencia? ¿De qué sirven, además, los discursos airados desde Bogotá si en la práctica no hacemos mucho por proteger a los policías?


En 54 ciudades se hicieron homenajes a los policías caídos. 27 escuelas de formación llevaron a cabo solmenes y sobrios homenajes. Dijo el presidente Iván Duque: “Estos bandidos han siempre tratado de asesinar a la Fuerza Pública: el año pasado fueron más de 80 policías (...) el país quiere a su Fuerza Pública, la admira, la lleva en el corazón y nosotros a la policía la seguimos defendiendo a ultranza”. Roy Barreras, líder del Pacto Histórico y presidente del Congreso, dijo que “la Policía está siendo sacrificada de manera vil y cobarde por el Clan del Golfo, lo que merece una contundente respuesta del Ejército. El Clan se equivoca si cree que la intención de hacer la paz completa los autoriza para asesinar cobardemente a los policías de Colombia”. Así debe ser. Ante la violencia irracional, las autoridades tienen que hacerse sentir. Ya han aumentado las recompensas, ya se han enviado más operativos a las zonas de conflicto.

Aun así, queda el sinsabor de que los eslabones más débiles de la cadena siempre son colombianos de escasos recursos cuyas muertes son tomadas como bajas en combate. Nos ha insensibilizado a tal punto la violencia, que la muerte sistemática de miembros de la Fuerza Pública no se asume como una tragedia nacional. Escuchamos el eco del plan pistola de Pablo Escobar, cuando durante un año mandó a matar a más de 400 policías, y la atención del país parece estar en otra parte. No hay paz sin los policías y militares que están en las calles jugándose la vida por la democracia colombiana. Merecen respeto, merecen protección, merecen acompañamiento.

Nos unimos al duelo de las familias de los policías caídos. También abrazamos a todos aquellos miembros de la Fuerza Pública que insisten en su labor a pesar del temor, de las amenazas. Ellos son, no podemos olvidarlo, la línea de contención de la violencia irracional, la pesadilla de quienes creen que pueden hacer con el país lo que se les antoje. Hoy los honramos.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras
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sábado, 23 de julio de 2022

En el umbral de un cambio incierto

Mario González Vargas
La instalación del Congreso resalta las debilidades de nuestra democracia y las complejidades que marcarán los nuevos rumbos del país y debería entenderse como el primer eslabón del proceso político que se inicia. La elección del senador Roy Barreras a la presidencia del Senado encarna una concepción del cambio difícil de digerir hasta por muchos de los que abogan por su radical cometimiento, no solo por su avezado recorrido en el laberinto de las componendas clientelistas, sino también por su voluntad de practicarlas a su conveniencia. Atareado en la consecución de una aplanadora para la aprobación de toda reforma presentada por el presidente electo, supo atraer a su redil a quienes hoy atropelladamente adhieren, sin conocer sus contenidos, a las reformas que ayer combatieron. Los partidos históricos, y los más recientes, con la aún tímida excepción del centro democrático, aportan su apoyo simulando creer que se trata de la aplicación del axioma gatopardista “del cambio para que todo siga igual”. Pacto simoniaco que descalifica a quienes unilateralmente lo adoptaron y que los convertirán en el vagón trasero de los cambios que se avecinan, cualesquiera que sean sus orientaciones y objetivos.

Un escenario distinto asoma en el ejercicio de la política en Colombia. Seguramente, el 7 agosto conoceremos los textos de las primeras reformas que se quieren aprobar en el menor tiempo posible. Contendrán la visión y los instrumentos de los cambios que se persiguen en la vida nacional, que se estiman estructurales para elevar su importancia de conformidad con la jerga en boga y que, de ser resistidos, exigirán participación de la sociedad distinta al congreso, sus cámaras, comisiones y actores. Las reformas agraria, política, tributaria, junto con las leyes de presupuesto y el Plan Nacional de Desarrollo, desbrozarán la hoja de ruta del nuevo gobierno, fijarán los principios, herramientas y metas del nuevo régimen, y determinarán apoyos y oposiciones que seguramente se expresarán por fuera del Capitolio. De ellos dependen las dimensiones del cambio y de la oposición, y por lo mismo inaugurarían nuevas visiones que se expresarían por medio de espacios, acciones y procedimientos diferentes a los conocidos, muy disimiles al folclor que acompañó la instalación del Congreso.

El cambio en sí mismo es fenómeno propio de la vida. Lo que importa son sus principios y valores que determinan su direccionamiento, sus instrumentos y sus alcances y establecen su anclaje en la conciencia individual de los ciudadanos y en la colectiva de la nación. Bajo la premisa del cambio como resultado de la modernidad, la filosofía hoy más consultada tiene por sustrato el concepto de deconstrucción que propugnara Derrida y que inspira una tendencia de revolución cultural que se pretende hegemónica y universal. Es la expresión de la utopía más reciente que se expresa en un revisionismo sin límites de todas las estructuras sociales y políticas de tiempos pasados y presentes, pero que paradójicamente confina a los que juzga diferentes en compartimentos estancos. Rompe con los valores y principios que configuran la democracia y sus libertades.

El 7 de agosto aportará claridad sobre las opciones disponibles.

sábado, 9 de julio de 2022

Anestesia para el cambio

Mario González Vargas
Los ministros anunciados por el presidente electo han asumido sus destinos con variadas actitudes que corresponden, no sólo a la naturaleza de las responsabilidades que les son confiadas, sino también a sus peculiares experiencias y capacidades. El canciller, curtido en desafíos tras bastidores, cuidará que el príncipe no termine despojado de sus relumbrantes vestimentas en escenarios proclives al engaño, cuando de preeminencias se trata. El de hacienda, aún se escuda detrás del desconocimiento de las cifras requeridas para decisiones que le esperan, mientras se conocen sus asesorías a Boric en Chile y a Fernández en Argentina, cuyos resultados empiezan a inquietar. Cecilia López desempolva los recuerdos de sus desempeños en tiempos pasados que juzga útiles para enfrentar el presente. La ministra de Cultura guarda silenciosa mesura, mientras se entera de sus competencias y de los instrumentos para ejecutarlas. La ministra de ambiente nos dio a conocer sus enseñanzas en una firma internacional petrolera y su desempeño en el Distrito durante la controvertida alcaldía del hoy presidente. La ministra de salud apuntó a las EPS con el tino que le procura su desvinculación del gabinete de entonces. Del ministro de educación cabe esperar que no reincida en las conductas que marcaron su estreno en la faena electoral. Todos cobijados por el período de gracia que se le suele dispensar a los nuevos gobernantes.

El tema esperado, porque marcará el rumbo del nuevo gobierno, es la designación del ministro de defensa. Se hará en el contexto de las recomendaciones de la denominada Comisión de la Verdad que resultaron idénticas a las consignadas en el programa del candidato Petro. En ambas, se propone un drástico cambio de doctrina para las Fuerzas Militares y de Policía fundado en la errónea comprensión del concepto de seguridad, supuestamente “pensado para la defensa del poder y la riqueza” y alimentado “por el falso prestigio de los militares”. Introduce una narrativa de odio que distingue entre buenos y malos y que se sitúa en las antípodas de lo que hoy representan nuestras Fuerzas Militares y de Policía, que se han modernizado y profesionalizado en las últimas décadas, tarea que ha merecido justo reconocimiento internacional. Huele a retaliación y apunta a la politización.

La seguridad nacional comprende el reto de erradicación del narcotráfico, así como la defensa de la soberanía e integridad territorial. Sostener que los cultivos ilícitos y su procesamiento no la afectan, constituye desatino falaz porque contrario a la realidad que padecemos, así como no entender que los peligros de confrontaciones orbitales tienen efectos continentales es ceguera mortífera para la soberanía territorial que nos convertiría a todos, sin percatarnos, en el “enemigo interno” tan mentado por la izquierda. La paz es el bien más deseado, pero la experiencia enseña que el ELN no renunciará a la Convención Nacional como herramienta del pacto. Esa paz, abriría la puerta para sellar un acuerdo, cuyas disposiciones serán normas constitucionales que solo necesitarán la aprobación del Congreso, vía fast track, como ya sabemos. Allí cabría todo lo que el régimen quiera, incluida la reelección. Es el cambio con anestesia.

domingo, 3 de julio de 2022

Por un gobierno y una oposición en democracia

Mario González Vargas
Colombia es inédita. Días después de una elección que arrojó un país polarizado hasta el extremo de reconocerse en dos mitades irremediablemente opuestas, las fuerzas políticas que pisaron los umbrales del poder decidieron abortar, sin traumatismos aparentes, el ejercicio de una legitima oposición a un gobierno sorprendido ante la ocurrencia de lo inesperado. El acuerdo nacional que se avizoraba precario en sus alcances concluyó en adhesiones instantáneas de todos los partidos, con la excepción del centro democrático que abogó por una contradicción razonable. Se le otorgó al gobierno la graciosa concesión de gobernar a sus anchas, definiendo en solitario sus rumbos y procurando la materialización de sus programas sin constreñimientos significativos. No importó que todo ello representara la continuidad del espíritu y de las prácticas que los colombianos quisieron erradicar. Se permitió una luna de miel indefinida para un ejercicio de gobierno de igual naturaleza.

La inexistencia o debilidad de la oposición sugiere el posible derrumbe de la democracia. El hecho mismo de que se allane el camino para la libre ejecución de un programa cuestionado, combatido y resistido por quienes hoy se prestan a su ejecución, merece el repudio de los burlados ciudadanos que prefirieron la alternativa opuesta a la que se les pretende convocar. La democracia agoniza sin la existencia de la oposición política, evidencia que no trasnocha a los que se invitan al banquete contractual y presupuestal que apetecen. Irónica situación en la historia de las naciones, pero fuente de males impredecibles para las libertades. El Pacto histórico está en libertad de llevar a cabo todos sus programas. Las primeras designaciones ministeriales así lo indican. El nuevo canciller tendrá la tarea de favorecer y aclimatar el liderazgo hemisférico del presidente electo en un escenario que gira hacia la izquierda, pero aquejado por liderazgos autoritarios y proclives a la violación brutal de los más elementales derechos y libertades democráticas. Al Minhacienda no le será difícil el cumplimiento de su tarea de aportar tranquilidad a los mercados y a los agentes económicos, porque la dimensión de los temores ahuyenta toda expresión de inconformidad y desacuerdo. El que se escoja como Mininteriror, gozará de la tranquilidad que otorga la satisfacción de las gabelas y privilegios que han carcomido las conciencias de los sumisos congresistas. Solo falta superar el escollo que supone la reforma de la Fuerza Pública que, de adelantarse de conformidad con los sentimientos que despierta la calificación de enemigo, afectarán profundamente su organización, su visión, su doctrina, y por consiguiente su acciones y tareas. A ello, habrá que sumar la configuración de un poder judicial con la provisión de la mayoría de las vacantes en los próximos cuatro años que fortalecerá su militancia progresista. El país necesita con urgencia la conformación de una oposición democrática. No se hará con los agonizantes partidos históricos, ni con los desprendimientos de ellos, que liberaron al nuevo gobierno de acuerdos y entendimientos. Será la oportunidad de congregar diversos y plurales sectores de la sociedad civil para dotar al país de los elementos consustanciales a la democracia que procure la alternancia como dique al totalitarismo y garantice el derecho al disenso. La necesitamos todos, comprendido el gobierno Petro, que debe su ascenso al cultivo de esas virtudes.

viernes, 1 de julio de 2022

Inesperada cuenta de cobro para algunos motociclistas

Por: Bernardo Socha Acosta
Será el precio más costoso que motociclista alguno haya pagado en Colombia por la osadía de adulterar los sistemas de escape, sumado a la incapacidad de las autoridades para ejercer controles y asumir la prevención de graves enfermedades.

Sendas investigaciones de neurocientíficos, dejan al descubierto, los efectos mortales que causan las altas oscilaciones mecanizadas de algunos velocípedos y en algunos equipos estacionarios de trabajo.

El estudio advierte que esos daños son irreversibles por las secuencias mutantes que causan altas vibraciones y que buena parte van originando deterioro del genoma mitocondrial por la atrofia de las células.

Dentro de las investigaciones se indica sobre el riesgo que corren las personas como, algunos motociclistas y otras personas que son sometidas a altas vibraciones y sonidos que superan los decibelios permitidos al sentido humano, factor que puede llevar al extremo de sufrir el “Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido (SSS)” una de las enfermedades causadas como respuestas desproporcionadas del sistema nervioso.

Los diversos estudios sobre las vibraciones que cubren el cuerpo completo como el que generan las motocicletas o taladros, con altos sonidos, pueden producir efectos en oído interno, retardo en tiempo de reacción, efectos cardiovasculares, efectos sobre el sistema nervioso, sobre el sistema circulatorio o sobre el sistema digestivo.

Las investigaciones comprobaron que el excesivo sonido junto con las vibraciones cuando son recurrentes y prolongadas se incorpora a los órganos internos, así se trate de bloquear el orificio auditivo, cuando las exageradas oscilaciones y sonidos como el tránsito en motocicletas que tienen aditamentos fuera de lo normal para aumentar el sonido de escape.

Los motociclistas sometidos a estos periódicos excesos de sonidos y vibraciones traumatizan severamente el conjunto de órganos vitales del cuerpo, capaz de convertirlo en un objeto sin capacidades motoras.

Los daños que causan esos factores de ruido vibracional son múltiples que se manifiestan en diferentes etapas y grados de intensidad.

A propósito de los elevados ruidos, en un artículo de la investigadora y periodista Lucía Blasco publicado por la BBC mundo, se relata sobre los misófonos, que les disgusta enormemente sonidos de la vida cotidiana y les generan ansiedad y ataques de pánico, el tema fue básico para otras investigaciones sobre los graves efectos de los sonidos que superan los decibelios.

Los neurocientíficos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff han elaborado diversas investigaciones con las cuales lograron que en 2013 se clasificara el término misófono como un desorden psiquiátrico.

Lo peor de estos desordenes siquiátricos -según los investigadores- es que personas con Transtorno Obsesivo Compulsivo (TOC), no pueden ser diagnosticados para adelantar un tratamiento definido.

En esta materia los investigadores resumen los graves efectos de las vibraciones y alto volumen de sonidos sintetizándolos en la producción de trastornos respiratorios, músculo-esqueléticos, sensoriales, cardiovasculares, efectos sobre el sistema nervioso, sobre el sistema circulatorio o sobre el sistema digestivo.

Pero lo peor es que los generadores de su propio suplicio que viven consumidos en ese mundo tormentoso, (los motociclistas ruidosos) están también creando un cuadro externo de misófonos, de riesgo contra si mismos, porque éstos son capaces de reaccionar violentamente contra esos sujetos causantes de elevados decibelios.

Los motociclistas causantes de altos niveles de ruido están creando una nueva epidemia, gracias a la incapacidad de las autoridades de tránsito de hacer cumplir normatividad vigente sobre estos factores que destruyen la calidad ambiental.

El ruido de las motocicletas adulteradores de sus vehículos (que son contados) son tan agudo que a su paso por las vías activan los sistemas de alarma de oficinas y de otros vehículos.

Esos ruidos con decibeles fuera de lo normal son calificados como peligrosos por los expertos, y sin embargo para las autoridades pasan inadvertidos en una demostración de abandono frente al interés general. 

Y hay que destacar sí, el gran señorío de la mayoría de motociclistas que hace buen uso de estos velocípedos de transporte y de trabajo, porque son unos contados los que hacen mal uso y atropellan la vida de los demás y su propia vida, con el exceso de ruido. (bersoa@hotmail.com)

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