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miércoles, 29 de mayo de 2024

Los axiomas del conflicto

Mario González Vargas
La paz total nos regresó a los dantescos escenarios que vivimos en los años finales del 90 y en algunas de las décadas siguientes, con la violencia indiscriminada contra las poblaciones y la destrucción sistemática de las infraestructuras de productividad, seguridad y bienestar de la sociedad. Los ataques contra las cabeceras municipales por las organizaciones armadas en tratativas con el gobierno y cobijadas por ceses del fuego bilaterales, sumados a los enfrentamientos entre ellas, se han multiplicado al amparo de diálogos estériles y de mecanismos de verificación prácticamente inexistentes.

El Pacifico colombiano es hoy escenario de la brutalidad del Eln, el Clan del Golfo, el Emc y la Nueva Marquetalia que se agudiza en la medida en que las dubitaciones se acrecientan en el alto gobierno que parece carecer de la capacidad o voluntad de enfrentarlos, mientras las estructuras del crimen organizado aumentan su presencia y su control, animadas por la ausencia de medidas eficaces y contundentes por parte del gobierno. El Chocó, el sur de Bolívar, el Valle del Cauca, especialmente en las inmediaciones de Cali, el Cauca y Nariño, son teatros de ignominia por parte de las organizaciones al margen de la ley, con una fuerza pública limitada por ceses al fuego que solo ella respeta, y sin saber lo que pasará con los secuestros, la extorsión, el desplazamiento y reclutamiento de menores. Pobre respuesta la del Ministro de Defensa al calificar la situación después de dos años de gobierno: “no es el fracaso de la política de seguridad. Lo que pasa es que no hemos logrado, todavía, alcanzar los plenos resultados que esperamos”;

El gobierno carece de estrategia política, y sin ella no es posible elaborar y ejecutar acciones militares apropiadas, porque el uso de la fuerza constituye un instrumento político legitimo para alcanzar la preservación de seguridad y convivencia propias de la vida social. En situaciones como las que vivimos, corresponde al gobierno definir los objetivos y las metas, y a las Fuerzas Armadas la consecución de los mismos. El estadista debe tener claridad sobre las características del conflicto y los objetivos y resultados que se propone, que determinan a su vez el accionar de la fuerza pública y los medios para alcanzarlos.

Para el presidente, los objetivos militares deseados parecieran no corresponder a sus objetivos políticos. Esa percepción desorienta al mando de la Fuerza Pública, porque trastorna la definición de los tiempos y de las acciones requeridos para el alcance de sus legítimos objetivos, a la vez que desconcierta a la ciudadanía, desencantada e indefensa, que termina descreída de su apoyo y compelida a someterse a los dictados de los delincuentes. No cabe ignorar el nuevo arsenal de los delincuentes que altera la relación de fuerzas. Equivocarse sobre la naturaleza del enemigo conduce inevitablemente a la derrota. Es un axioma de la guerra desde los tiempos de Sun Tsu, que no debería ignorar el presidente. Ninguna de las organizaciones armadas que asolan el territorio nacional ostenta naturaleza o carácter político, ni representa postulados ideológicos que supuestamente guíen su accionar. Su pretensión de cobijarse bajo banderas de insurrección política ya no tiene vigencia y no entenderlo aumenta sus pretensiones y debilita a las autoridades. Victimizarse y descorazonar a sus fuerzas militares no traza propiamente el sendero de la victoria.

sábado, 25 de mayo de 2024

El síndrome de la rumiación acabará con los políticos


Por Bernardo Socha Acosta
La rumiación mental se está convirtiéndose en otra de tantas enfermedades degenerativas y hasta contagiosas que amenazan con la destrucción de las personas y  los pueblos.

Dicen los psicólogos que el síndrome de la rumiación mental, es un estilo repetitivo de las personas que la sufren, por la obsesión incontrolada que padecen con pensamientos negativos que los atrapa y ansían causarle el mal a sus contradictores por encima de sus propias consecuencias.

Y, la maldita rumiación, no es una metáfora figurativa, sino una realidad que vivimos y nos está tratando de someter como los efectos de una pandemia.

Y, lamentablemente parece que buena parte de la clase llamada dirigente, está siendo víctima de ese síndrome, la rumiación, al demostrar siempre acciones negativas que amenazan a los conglomerados sociales.

Ya esta condición anormal, se ha globalizó porque hizo metástasis en otras zonas del mundo, donde la rumiación se ha apoderado de quienes se creían con simpatía, eran los grandes hombres constructor del bien, pero hoy todo ha cambiado y se han convertido lamentablemente en los grandes destructores de la humanidad.

Y lamentablemente nuestro medio no es ajeno y la anormal condición, está atacando de forma despiadada y destructiva, y no solo está atacando a los llamados dirigentes sino a muchos débiles seguidores que actúan con la misma sevicia destructiva sin importarles el bien común. Cada palabra que pronuncian o escriben estas personas parece esgrimir el veneno de la maldad y la destrucción.

Tomada de Psicólogos Madrid
La condición ENFERMA de muchos políticos
, es pensar erróneamente que solo ellos pueden seguir llevando las riendas del país, en una peligrosa maniobra que acarrea toda clase de estancamiento social y económico, sin que esos actores se den cuenta que no están afectando a sus contradictores, sino a ellos mismos y a la sociedad entera, sociedad que sin duda más tarde puede cobrársela.

Y esa enfermedad que es psicológica, para infortunio del país, cada vez es más aberrante y peligrosa, porque quienes la sufren, se transforman en actores maniáticos extravagantes que no se sabe a dónde los pueda llevar. Con esas conductas, los llamados dirigentes parecen no interesarle la suerte de su país, viéndolos como actúan en una alta corporación como el Congreso de la república. Eso de negarle al pueblo colombiano la oportunidad de tener logros para superar tanta pobreza y hambre, no es de dirigentes normales, sino de dirigentes mezquinos que no piensan sino es su propio bienestar.

Por eso, es ya hora de que el pueblo no siga siendo cómplice del fracaso nacional y de una vez por todas cambie a quienes en las cámaras legislativas solo se dedican a cobrar sus altas mesadas mensuales que, reciben sin ninguna contraprestación en favor del pueblo. Parece que ellos reciben las grandes millonadas mensuales solo para hacerle la maldad a los Colombianos.

Debe ser el pueblo el que actúe en las urnas para eliminar todo lo incompetente que hay y que bastante mal le ha causado a la nación.

Y hay que actuar porque en nuestro país, hay quienes prefieren jugarse a Colombia, que aceptar la voluntad popular y trabajar positivamente para forjar nuevamente una sociedad de progreso.

Pero, lamentablemente se ve con tristeza que el futuro no avizora sino catástrofes, como las que está trayendo la cruda y despiadada violencia, que no es otra cosa que la respuesta a los errores y abusos del pasado político.

Los actores de la rumiación no quieren reconocer que tantos años del abuso de poder político y económico, es la causa de la desdicha que los colombianos estamos pareciendo.

En nuestro medio la rumiación mental se extendió en este cuatrienio por la frustración de las llamadas mayorías políticas, frustración que hace que quienes la sufren se obsesionen por el poder que hoy no tienen y que no podrán alcanzarlo si continúan con el ATAQUE AL PAÍS. Es que es tanta la ceguera política, que no se dan cuenta que sus actitudes mediocres y repetitivas los continuará alejando de la simpatía popular.

La maldita rumiación, que no es una metáfora figurativa, sino una realidad que vivimos, será necesaria derrotarla con el apoyo de la sociedad de bien, porque si no se actúa, las consecuencias serán desastrosas dice Pilar Conde al analizar en términos generales esta condición de la rumiación obsesiva.

viernes, 24 de mayo de 2024

2026 y un nuevo acuerdo nacional

Mario González Vargas
El desastre de la gestión de gobierno de Petro lo ha conducido a violentar los tiempos y a abrir las compuertas para el inicio de las elecciones de Congreso y presidenciales del 2026. El presidente así lo entiende, y conturbado por los índices decrecientes de aceptación ciudadana a su errático y disparatado desempeño, ha escogido alimentar la polarización que le permite galvanizar a los propios e intimidar a sus críticos, incendiando el alma de los suyos y acentuando la inseguridad de sus opositores.

Apuesta a los réditos que le pueden proporcionar los beneficios de expandir una burocracia inepta para el cumplimiento de sus tareas, pero comprometida en los beneficios que dispensa en la tarea electoral; confía en el reparto de subsidios a los más vulnerables; simula ignorar el asalto de sus alfiles a los presupuestos de las entidades públicas; y se vale de la rampante corrupción que aqueja a muchos de los operadores políticos para controlar congresistas de diversos partidos.

Con desaciertos y sin otra estrategia que la de procurar sumar a la paz total a todas las organizaciones armadas criminales, se ha visto obligado a la confrontación militar con ellas, siempre y exclusivamente animadas por las riquezas que procura el narcotráfico, la minería ilegal, el secuestro y la extorsión, pero que, con sus hordas, han extendido su control territorial y la vulneración de los derechos fundamentales de las poblaciones sometidas a su barbarie.

Un fracaso más, que explica la desazón de la opinión pública que se evidenció en la rabia expresada por la juventud en su encuentro con el presidente el pasado miércoles, conminado a trabajar en vez de pronunciar discursos populistas que nada resuelven. Es la suma de un electorado que se consideraba propio, a las tribulaciones que padecemos los colombianos, y que se agrega a la inseguridad rampante, la desaceleración económica, la caída de la inversión, el aumento del desempleo y el estancamiento del crecimiento; una tempestad que afectará a todos los estamentos de la sociedad.

Constituyente ni referendo habrá; no tiene Petro como construirlos, pero insistir en ellos induce a batallas desgastadoras que buscan hacer tardía la necesaria alternativa que convoque al país a la recuperación de un destino posible y a la construcción de una arquitectura institucional que responda a los vientos de cambio que hoy sacuden al orbe entero. Es una esperanza que animó la marcha del 21 de abril y que debe concretarse antes de que sea tarde. Alguien ya la calificó de “pospetrismo”, y no da espera su realización.

La ruptura constitucional de Petro no prosperó. Fuera del pacto histórico, ninguna fuerza política se aventuró a semejante dislate. Las Fuerzas Militares recordaron que su mandato es la defensa de la Constitución y las obsecuentes mayorías del gobierno en el congreso se han esfumado. El discurso de Petro el 1 de mayo puso pesada lápida al desquiciado propósito de sustitución constitucional por una aventura ya conocida y sufrida en estas latitudes por apesadumbradas naciones, hoy huérfanas de libertades y democracia. Está abierto el camino para un nuevo acuerdo nacional que se imponga por sobre la pretensión de continuidad del petrismo y que convoque desde el centro izquierda hasta la derecha para el cambio en democracia. Ojalá sepamos transitarlo.

viernes, 17 de mayo de 2024

Más y no menos democracia

Mario González Vargas
Gobernar nunca ha sido tarea fácil, mucho más cuando se cumple en periodos en los que las sociedades se ven confrontadas a la inminencia de cambios que los pueblos reclaman para avizorar mejores horizontes que permitan la satisfacción de sus legítimas expectativas. Ese parece ser el reto que confrontan todos los gobiernos en el agitado periodo de la historia que nos ha correspondido vivir.

A los colombianos las exigencias del presente nos sorprenden con un timonel al mando que aún permanece anclado en credos ideológicos que hicieron crisis en la octava década del siglo pasado, hoy percibidos como quimeras para sortear las realidades y las incógnitas que afrontamos. Ello explica no solamente sus desaciertos, sino también sus fracasos, que siembran cada día más inquietudes sobre su capacidad de guiar a la nación por senderos inexplorados que difícilmente se acoplan con las certidumbres de un pasado agotado en sus premisas y concepciones.

En los 21 meses de su gestión todos los indicadores le son adversos, sin quebrantar el espíritu del gobernante que aún insiste en sus desvaríos fundado en un supuesto mandato intangible surgido de una mínima mayoría electoral en el 2022, además contrastada por los resultados de las elecciones del 2023. Ello explica el creciente cúmulo de insatisfacción ciudadana ante la terca reiteración de fórmulas erradas que se han visto acompañadas de escándalos como el haber infringido los límites del gasto en su campaña a la presidencia, y de corrupción desbordada en la UNGRD que involucraría a ministros y congresistas afines al gobierno, que minan aún más la credibilidad del gobernante y de su gestión.

Anticiparse a desconocer los resultados de las investigaciones que se adelantan constituye una ruptura constitucional que pretende convertir en insurrección popular con la realización de asambleas populares, a manera de poder constituyente, que le permitiría atornillarse en el poder. Al supuesto golpe blando que atribuye a la oposición, le opone el golpe de estado desde las alturas del poder, que describe sin ambages: “Yo seguiré hasta donde el pueblo diga. Si el pueblo dice más adelante, más adelante iré, sin ningún temor, sin ningún miedo. Iremos hacia donde el pueblo colombiano ordene. El presidente solo tiene un comandante al frente y ese comandante se llama el pueblo de Colombia”. Apología de un delito contra el orden constitucional para suplantarlo por uno constituido a su antojo “por asambleas populares en todos los pueblos de Colombia.”

Nadie debe confiarse en el adagio de que del dicho al hecho hay mucho trecho. Una situación de estos alcances y naturaleza despierta interés en el Eln, el Emc y la Nueva Marquetalia, hoy empoderados, que no escatimarán la posibilidad de una participación en el nuevo régimen. Al fin y al cabo, se consideran hermanados con el actual gobierno en las metas que se propusieron con la subversión y en la destrucción del actual andamiaje institucional. Confrontamos la mayor amenaza reciente contra el orden constitucional y el régimen democrático que debe ser confrontada por el Congreso, las Cortes, los Órganos de Control y los partidos políticos que tienen en sus manos el destino de nuestra democracia, defendiéndola en sus cimientos y perfeccionándola en sus contenidos, tareas que exigen nuestro permanente respaldo. El cambio requiere más y no menos democracia.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Preservar la democracia, prioritaria tarea de un Acuerdo Nacional

Mario González Vargas
Las marchas convocadas por Petro el día de los trabajadores, si bien registró más o menos la mitad de los manifestantes del 21 de abril, le permitió pronunciar un discurso de un populismo rabioso, con el que ajustó cuentas con propios y extraños. Los primeros fueron notificados de que el Rey no tiene herederos y que son vanos e inaceptables todos los esfuerzos de moderación que habían expresado Iván Cepeda, el ministro Velasco y la asesora predilecta. Fustigó la sensatez que todavía parece subsistir en algunos integrantes de su gabinete, invitando a sus innominados ministros a dar un paso al costado. Para sus contradictores, no ahorró calificativos injuriosos que acrecentaron los fundados temores que se ciernen sobre la seguridad y vida de sus opositores.

Calificar de marchas de la muerte a las del 21 de abril, que fueron expresiones de esperanza a pesar de los desafueros y desatinos de un presidente enardecido y sembrando odios, no permite ni resquicios de confianza en un futuro que se cierne azaroso para una democracia que solo demanda acuerdos para su perfeccionamiento. Escogió la intolerancia para notificarnos de que el cambio por él concebido no tiene reversa. Así, y con la fantasiosa acusación de que se quiere matar al presidente, pretende ocultar la ineptitud de su gestión, la sombra de corrupción que se extiende hasta su propia familia y que marca en buena parte sus relaciones con el Congreso.

Su instrumento favorito para establecer un régimen dictatorial es su concepción del poder constituyente, pensado como un proceso de asambleas populares con el que arrasaría con el ordenamiento constitucional vigente y consagraría la nueva arquitectura jurídica que le permitiría eternizarse en el poder. A eso lo llama “abrirle las puertas al poder popular” figura conocida desde tiempos de Fidel Castro y hoy replicada en Venezuela y Nicaragua, desastres que todos conocemos. Ese es el trasfondo de su iniciativa que requerirá de la participación y guarda del Eln, el Emc, y la Nueva Marquetalia, de consuno con las guardias indígenas y campesinas, alineadas gracias a incontables beneficios monetarios.

Para alcanzar su objetivo intenta derrumbar la institucionalidad vigente. Empezó con el debilitamiento de las Fuerzas Militares y de Policía, confinadas en sus cuarteles, desmoralizadas y hasta desarmadas, como se lo ha propuesto con la ruptura de relaciones con el Estado de Israel, proveedor del armamento indispensable para la seguridad nacional y de todos los instrumentos propios de las tareas de comunicaciones e inteligencia, ciberdefensa y ciberseguridad. Viene el turno del Congreso con prebendas a granel, de desenlace incierto por el conocido apetito de muchos de sus miembros. Mañana será el Poder Judicial, señalado desde la Plaza de Bolívar por las banderas del M-19, a manera de simbólica y trágica advertencia de un pasado que podría convertirse nuevamente en realidad. La provisión de vacancias en las altas Cortes y los procesos de elección de Procurador, Contralor y Defensor del Pueblo constituyen el próximo objetivo del incontenible presidente.

Ojalá no caigamos en el contrasentido de que sea en el seno del Congreso, que simboliza y convierte en realidad la participación política del ciudadano, en donde se sacrifique la democracia. Salvaguardarla constituye la primeara tarea de “Un Acuerdo Nacional”.

jueves, 2 de mayo de 2024

La participación ciudadana vs el transfuguismo

Mario González Vargas
Las multitudes de ciudadanos que se expresaron en las marchas del 21 de abril constituyen la manifestación más genuina de la insatisfacción de los colombianos con la política tal como la ejercen desde el Palacio de Nariño y en los numerosos partidos políticos que han terminado por representar solamente los intereses de sus directores y de sus representantes en las corporaciones de elección popular. Rechazaron a la vez la ineptitud del gobierno y la decadencia de los partidos que, por gracia de la financiación del estado, la “mermelada” dispensada por los gobiernos y la expedición de avales, han convertido su desempeño en un negocio lucrativo que se ejerce hoy con impudicia en el Congreso, las Asambleas departamentales y los Concejos municipales.

No extraña entonces que la respuesta a la movilización ciudadana haya sido la tramitación del proyecto de ley de transfuguismo con el que pretenden reducir la representación política y las obligaciones que de ella se desprenden al favorecimiento de sus inconfesables intereses. No en vano el respaldo al transfuguismo convoca a representantes de casi todos los partidos políticos, los tradicionales como los nuevos, usufructuarios de la propensión a facilitar la participación en semejante botín de todas las nuevas colectividades que han obtenido graciosamente personería para ser partícipes de la piñata que se vislumbra. Pretenden justificar el transfuguismo en la diversidad de opiniones en el seno de los partidos, como si ellas no fueran propias de la naturaleza del debate democrático que encuentra en los propios estatutos de los partidos los mecanismos de resolución de conformidad con las mayorías prevalecientes en cada discusión.

El proyecto auspiciado por el gobierno e impulsado por su bancada procura despojar a los partidos y organizaciones políticas de las curules para endosárselas a los particulares sin importar el conflicto de intereses en la que incurrirían los congresistas al aprobarlas y favorecerse a si mismos. La intención del gobierno es propender por la unificación de las fuerzas que integran el pacto histórico y atraer congresista de otras bancadas con miras a las elecciones del 2026.

El propósito que subyace es el de fortalecer la posibilidad de un un partido único de Gobierno que estaría compuesto por todos los que integran el Pacto Histórico y por quienes cedan a los gajes ofrecidos y dispensados por el dueño del poder ejecutivo. Al tiempo que el presidente estimula la polarización, sus ministros procuran acuerdos para revivir la reforma a la salud y facilitar la aprobación de sus otras iniciativas, todas dirigidas al imperio de la estatización que hoy padecen en otros países que capitularon mansamente ante las dictaduras que los aquejan. Parece ser la actitud de los liberales, víctimas impávidas del conejo presidencial sobre el umbral para cotizar en Colpensiones que pasará del 2.3 al 4% en el texto final que aprobará la Cámara. Triste papel de los partidos atragantados de beneficios que entregan su dignidad y sus idearios al sátrapa en ciernes. Las marchas del 21 de abril entronizaron un nuevo instrumento de participación en la política que producirá alcances insospechados en la democracia colombiana. Expresan mandatos para la contención de dictaduras, la degradación de la política y el advenimiento de una mayor participación ciudadana que pongan fin al deterioro que confronta nuestra democracia.

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