domingo, 30 de mayo de 2021

Los desafíos del presente son de todos

Mario González Vargas
La violencia que se ha apoderado de las manifestaciones de los últimos días, con desdeño mayúsculo de la agresiva pandemia de muerte que nos golpea, tiene raíces y explicación en elementos que superan abrumadoramente las razones y factores que se le atribuyen. Ciertamente, éstos no obedecen solamente a insatisfacciones en el seno de la sociedad colombiana, sino que responden también a un proceso que se está propagando en un mundo globalizado y que supera y desborda los ámbitos locales y nacionales. Hay en curso la agresión de una formulación cultural fundada en la filosofía de la deconstrucción que se entiende asimismo como apocalipsis de felicidad, construida sobra la destrucción de los sistemas de valores vigentes. Se ve revolucionaria y por ende subversiva, radical y punitiva. Se expresa en las teorías del “decolonialismo” que se esmera en borrar la memoria histórica con el derrumbe de todo vestigio que la recuerde, con el racialismo que es un racismo de pretensión científica, superfluo en un mundo que se mestiza a pasos agigantados, con el feminismo concebido como guerra a lo masculino, con la destrucción del género en la distinción sexual y en el lenguaje, y con el desdeño de la razón, con los que se pretende reducir a quimeras todos los sistemas de creencias. Se vale del cultivo del odio para entronizar sus objetivos.

Las actitudes y el lenguaje de los que pretendieron fungir como intérpretes del paro y voceros del descontento social en los debates de las mociones de censura a Mindefensa, confirmaron su propensión a la invectiva y su decisión de hacer del odio el combustible de su accionar. Contrastaron con la ejemplarizante marcha del silencio de los caleños, premonitoria del rumbo que debemos seguir en el país para mejorar y fortalecer la democracia en la que todos oficiemos y seamos participantes y deliberantes. Estamos en pleno derecho de exigir la judicialización de los vándalos y delincuentes, de sus financiadores, organizadores y cómplices, como también de reclamar al gobierno por una acertada lectura de la crisis que vivimos, así como congruentes acciones que permitan la innovación en el pacto social y la reingeniería de nuestra democracia y sus instituciones. Para ello, es preciso tener claridad sobre la naturaleza del conflicto del que somos parte, descifrando su naturaleza y sus alcances y comprendiendo que somos hoy el campo de batalla de la disputa. En un mundo globalizado nadie puede escapar a la universalidad de sus efectos.

La tarea demanda altas dosis de creatividad del gobierno, pero también de todos los estamentos nacionales. Recuperar el orden y el territorio, vencer al narcotráfico y restablecer la convivencia social, preservar la independencia y autonomía nacionales de intereses vinculados a las disputas orbitales muchas veces enquistados en organismos internacionales, restaurar la confianza en instituciones que deben rediseñarse para merecerla, asegurar el crecimiento económico y social de todos los sectores nacionales y realizar elecciones libres y transparentes son los desafíos mayores del presente. Todos seremos responsables de lograrlo.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Carta abierta del ex-alocalde Carlos Ibáñez Muñoz

CONSTRUYAMOS UNA MEJOR PATRIA

Foto, archivo bersoahoy
La noche es húmeda, pegajosa y oleadas de calor encienden el rostro. El sopor invade el cuerpo y empieza la batalla del cerebro a no permitir el sueño.Sin embargo, por más que trato de conciliarlo mis sentidos alterados y sometidos a difíciles momentos no lo permiten.

No es para menos; muchos compatriotas compartirán esta sensación. Siento que la nación se deshace y que no hay gobierno, ni voluntades, ni liderazgo, ni actitud que permita conciliarnos y que la barbarie, el pillaje, el odio y el rencor reinan. Así se abre el telón y empezamos a presenciar como actores y espectadores la mala cinta de el triunfo de la muerte sobre la vida.

Cada contendor en su esquina, imbuidos de instintos perversos, y muchos con altas dosis de ignorancia, cual hazañosos, se proveen de pertrechos violentos verbales y guijarros de intolerancia con exacerbado acento que lanzan desde las redes y les sirve de fundamento a los vándalos para que despiadadamente y cruelmente arremetan contra las personas y los bienes en holocausto infernal.

La autoridad que debe manifestarse con legitimidad y con inteligencia sucumbe. Carece de contenido moral y ético ya que la fuente de la misma está envilecida. Se desborda , es desproporcionada, atropella y su impronta es la sangre y la muerte.

El liderazgo antes estaba centrado en los partidos políticos y a ellos se acudían como voceros legítimos del sistema democrático para que intermediaran ante el gobierno nacional y se tramitarán las necesidades y anhelos de la sociedad. Eran otras épocas, eran escuchados y respetados sus dirigentes porque su prestigio estaba cimentado en la honestidad y el desapego de sus intereses particulares. Era la patria por encima de cualquier circunstancia. Se tramitaban oportunamente las carencias sociales de todos los estamentos no dando lugar al paro y a la barbarie que nos azota. Ahora no, como un fardo pesado cargan con su desprestigio, construido a punta de deshonestidad y escándalos de corrupción, enterraron sus ideales y le dieron la espalda a la militancia, por ello hoy nadie los escucha, son vergonzantes y se convirtieron en sanguijuelas de la democracia. Son parásitos hibernando que no se asoman sino cuando se trata de colocar las bolsas para que las llenen con la contratación y el vil metal. En este tenebroso momento de la patria están escondidos, les da vergüenza aparecer porque son causantes de los males de la República que dejaron crecer por su incapacidad y ausencia de compromiso social.

Cómo conciliarnos y deponer las armas que exhibimos con arrogancia ? Pues con democracia y tolerancia. Con civilidad política, cambiando las costumbres malsanas del ejercicio de la misma, con una reforma política integral que cercene los males y tape los boquetes por donde se cuela la indolencia social y la negación de la participación democrática. Con reestructuración institucional , empezando por los partidos políticos, el Congreso de la Republica y las altas cortes de justicia. Replantear las funciones, periodos y el sistema de designación de los altos cargos de los organismos de control del Estado, conocidas popularmente como las IAS .

Para reconstruir la nación y dejar atrás la polarización demencial, y lograr la convivencia se necesita desprendimiento, persecución del interés colectivo, visión democrática, espacios de participación social, compromiso de los gremios de producción de bienes y servicios, organizaciones sindicales sólidas y responsables, una nueva clase dirigente y buenos ciudadanos.

¡ENTRE TODOS CONSTRUIREMOS UNA MEJOR PATRIA. !

Carlos Ibáñez Muñoz
Exalcalde de BUCARAMANGA
Mayo 23 de 2021 .

sábado, 22 de mayo de 2021

¡Por cuenta de los derechos humanos hay hambre en Colombia!

Por: Bernardo Socha Acosta  
Poner a aguantar hambre a una sociedad y someter a la muerte obligada a enfermos de alto riesgo, es quizás una de las peores formas y prácticas violatorias de los derechos humanos. Eso es lo que está ocurriendo en Colombia, donde unos señores que se denominan comité de paro, están ejerciendo la peor tortura de todo un país, con el cuento reforzado de que bloquear vías es una forma legal de hacer presión al estado para que acceda a sus peticiones.

¿Será que no hay una forma civilizada de hacer peticiones y proponer cambios en las políticas gubernamentales? O será que en cambio de avanzar en la civilización estamos retrocediendo a las peores formas de la relación de una sociedad.     

Ver aguantar hambre a los conglomerados sociales, en medio de un país  que tiene toda la riqueza abundante en la producción agropecuaria,  y ver morir a centenares de personas porque unos señores del Comité de paro impiden que lleguen los medicamentos o que a un enfermo pueda ser llevado a recibir la atención profesional, es la vil regresión, peor que en las épocas donde los cavernícolas ejercían la autoridad para torturar a sus dominados. 

Pero aun peor. ¿Acabar con los bienes de familias que han sacrificado toda una vida para construir un pequeño patrimonio, tiene justificación?

Colombia está llegando a la peor época de la historia por cuenta de unos pocos. El llamado paro que ya va para un mes, ya está llenando la paciencia del 90% de los colombianos.

Tienen razón quienes afirman que a partir de este año no hay que creer en las bondades de los sindicatos ni en quienes los dirigen, porque, antes que ayudar a las colectividades a mejorar sus estándares de vida, impulsan pero al retroceso y a fomentar el hambre, miseria y la muerte. 

Y esta suerte de nuestro país, no puede estar en manos de particulares, es obligación del gobierno ejercer su autoridad.

Y finalmente no quiero dejar pasar la advertencia que  me hizo un dilecto amigo, en el sentido de,  que  como van las cosas, Colombia podría ser manejada por una junta militar, para que acabe con los abusos que ya se están cometiendo en nombre de la preservación de los derechos humanos.      

Antes de que sea tarde

Mario González Vargas

Las pretensiones del Comité del Paro para adelantar un proceso de negociación con el gobierno, más que una propuesta constituye un ultimátum. Sin duda, obedece no solamente a la necesidad de aferrarse a una representación de todos los sectores que conforman las marchas, de la que evidentemente carece, sino también a ganar espacio y tiempo para su oculto propósito de someter o derrocar las autoridades legítimas. El gobierno tiene que lograr claridad sobre la estrategia y los fines de sus oponentes. Nadie vence en una confrontación si no conoce a su adversario y desentraña sus objetivos.

La realidad de la situación es bien diferente a la planteada por el Comité, como distintos son también las razones y los objetivos de quienes concurren a las calles del país. Mientras el Comité formula ultimátum y las organizaciones criminales financian bloqueos y vandalismo que persiguen la remoción del gobierno y la humillación de la institucionalidad, los sectores sociales claman por sus legítimas reivindicaciones para una sociedad que responda mejor a sus expectativas de educación, empleo, equidad y garantías culturales y sociales con las que avizoran su futuro. Hay entre ellos un abismo sideral que el gobierno debe entender en la conducción de los acuerdos que restablezcan la convivencia y el orden indispensables a una normalidad con futuro.

No será tarea fácil porque se ha entronizado en medios nacionales y en la órbita internacional una narrativa que desfigura lo que acontece y que pretende atribuir a las instituciones y las fuerzas del orden propósitos que les son ajenos. El que marcha protesta, pero el que bloquea o vandaliza delinque, aunque se pretenda asimilarlos para erosionar la legitima acción de la institucionalidad. La normatividad internacional dispone que “el ejercicio del derecho de reunión pacífica solo podrá estar sujeto a las restricciones previstas en la ley”, que comprende razones fundadas en interés de la seguridad nacional, la seguridad pública, el orden público, la protección de la salud o la protección de los derechos y libertades de los demás ciudadanos. Iguales mandatos hacen parte de la ley colombiana. A pesar de su activismo, los agitadores políticos no lograrán esconder que el hampa controla retenes en el Valle del Cauca y el Cauca y que los múltiples bloqueos en otras regiones del país atentan contra la vida, la seguridad alimentaria y la salud de los ciudadanos inermes e indefensos ante semejante atrocidad humanitaria. El costo es inmenso en vidas y en el aparato productivo de la nación, que arroja suma superior a los 500 mil millones diarios, que crecerá al ritmo de la prolongación del paro y sus desmanes. Frente a esa orgía de destrucción, el gobierno debe hacer gala de creatividad que facilite acuerdos con los jóvenes y distintos sectores sociales, así como la recuperación económica. El aguante ciudadano tiene límites a los que se está llegando. La cancillería de Marta Lucía Ramírez fortalece al gobierno, y debe acompañarse de mayor representatividad y participación de sectores nacionales. Antes de que sea tarde.

domingo, 16 de mayo de 2021

Entre destruir y construir

Mario González Vargas

En el país crecen la incertidumbre y el desconcierto por razón del sentimiento creciente de que el caos que se avizora termine convirtiéndose en una supuesta e ignota normalidad. Es un temor justificado por la prolongación de las marchas, bloqueos y vandalismo que las han acompañado y que demuestran que los fines perseguidos desbordaban el supuesto objetivo del retiro del malhadado e inoportuno proyecto de reforma tributaria. El 28 de abril constituyó el abrebocas de un festín de mayores alcances, al que concurren diversos sectores en ejecución de una planificada estrategia de sustitución del régimen político y de sus instituciones. La buena voluntad del gobierno de abrir amplio diálogo que permita entendimientos sobre políticas públicas que respondan a las necesidades y aspiraciones de la sociedad colombiana, se ha visto maltratada por la displicencia de Comité de Paro en acudir a ese llamamiento, mientras proliferan las acciones delictivas en ciudades y regiones de Colombia.

No tienen prisa, porque hay que darle tiempo al despliegue de todas las acciones que debiliten la autoridad legítima y socaven el apoyo ciudadano. Convirtieron la protesta social pacífica en acciones delincuenciales que vulneran los derechos de las personas a la vida en medio de la pandemia que soportamos, a la seguridad alimentaria de la población, a la salud pública, al libre tránsito de personas y de bienes, a la fluidez de exportaciones e importaciones, y con ello a la recuperación del aparato económico y del empleo. Son los gestores de pobreza y muerte. Las dimensiones de esas afectaciones crecen al unísono del dominio progresista en los medios nacionales e internacionales de información y del pobre desempeño diplomático de los agentes del gobierno, con la valiente excepción del embajador ante la OEA, y que parecen ignorar que la diplomacia no consiste en callar sino en saber decir.

Se percibe la dramática soledad del gobierno en los partidos y movimientos políticos que notifican, aún antes de su presentación, que no aprobarán reforma alguna; en el silencio de la mayoría de los aspirantes a presidente; y en la desatención del propio gobierno a los llamados para fortalecerse con la recomposición de su gabinete. Mientras tanto, detrás de bastidores, Petro incita a la rebelión, Álvaro Leyva asoma la posibilidad de elecciones anticipadas y el Arzobispo de Calí llama a un gobierno de transición que prohíje la salvación nacional, en la consideración de que la legalidad carece de legitimidad. Es un explícito llamado a la insurrección que no puede pasar desapercibido y merece la protesta que corresponde. El tiempo se agota y exige acciones urgentes. En política actitudes correctas valen por miles de palabras y deben acompañarse de decisiones acertadas. El orden es consustancial a la convivencia y la autoridad la responsable de su mantenimiento. Sin él prevalece la anarquía. La mayoría de los colombianos quieren el orden que garantice las libertades de la democracia y el ejercicio y preservación de sus derechos fundamentales. Se trata de escoger entre destruir lo que tenemos y construir lo que anhelamos.

domingo, 9 de mayo de 2021

El pueblo es superior a sus gobernantes…

Por: Bernardo Socha Acosta

La azarosa temporada que estamos, finalizando de desorden y de acciones de transgresión, es apenas una campanada de alerta dirigida a las tres ramas del poder público y los entes de control que han manejado a su arbitrio y en su favor las obligaciones para lo cual fueron creadas, desconociendo los derechos de la población.

 Cada rama del poder, comenzando por la ejecutiva, debe comenzar una etapa de contrición, para seleccionar las fallas en orden prioritario y comenzar a corregirlas.

Y qué decir de la rama legislativa, donde se han anquilosado unos grupos de poder político y han creado unas MONARQUÍAS desde las cuales han influenciado en la ejecutiva para en conjunto preparar y luego aprobar muchas normas que a pesar de lo punibles se aplican como normatividad favorable para un país que poco a poco ha venido cayendo en la peor confusión de su historia.

Y esa rama legislativa (congreso de la república) es quizás la responsable de la mayor parte de las flaquezas que está viviendo Colombia. Desde el Congreso de la república es donde se hace y se deshace, una gran parte de actos lesivos para el país y por ende para la sociedad.

Mientras no se reforme el Congreso de la república, Colombia seguirá soportando lo que ha comenzado a vaticinarse. Pero cómo se va a reformar un ente de poder como este, si los intereses politiqueros de las BANCADAS que se ufanan de tener el poder, no cesan en atacar y pretender competir unas con las otras en pro de sus malditos e insaciables intereses.

Pero al pueblo se le está rebozando la taza y los 11 días de expectativa y revueltas que se han registrado en Colombia, es solo una voz de alerta de lo que puede suceder, y si los abusos de poder de los principales entes que gobiernan al país no le permiten algo a quienes los sostienen (el pueblo) con el pago de exagerados impuestos, sobretasas y contribuciones, son impredecibles las consecuencias de un futuro.

Y para ser más didácticos y para finalizar, cuando hablamos de las normas punibles que  se aprueban como legales, hablamos de aquellas normas que facilitan la consumación de la corrupción, que como es de conocimiento público, ésta se apodera anualmente de algo más de $50 BILLONES, sin que sus responsables paguen lo que deberían resarcir. Muchos son juzgados y la mayoría absueltos, y algunos condenados y enviados a sus casas a pagar ridículas penas. Y todavía muchos integrantes de las ramas del poder público, tienen la desfachatez de preguntarse, por qué el pueblo se rebela. Y otro ejemplo en el cual el ejecutivo y el legislativo son responsables directos de la corrupción, es cuando se eligen funcionarios de los entes de control, elección en la cual se aprovechan del poder político para llevar a esos cargos a funcionarios de bolsillo que estén bajo su dominio y de paso no puedan cumplir con sus obligaciones de cuidar el erario.  Y, así muchas otras modelos que se ejercen en nuestro país para proteger la corrupción y luego buscar al pueblo para que tape con sus impuestos los faltantes que los cómplices del sistema han engrosado a sus cuentas privadas. Recordemos que el pueblo es superior a sus gobernantes y el pueblo es la voz de Dios.

bersoa@hotmail.com 

sábado, 8 de mayo de 2021

El Mandato Ciudadano

Mario González Vargas

La continuación y persistencia de la violencia y la destrucción indiscriminada de bienes públicos y privados y de asesinatos de particulares y agentes del estado en las marchas de los últimos diez días, confirman el creciente carácter terrorista que hoy prevalece en la tormenta que padecemos. Resulta imposible ignorar su minuciosa planeación, su concertada ejecución y su masiva financiación, que le han permitido extender sus tentáculos por gran parte del territorio nacional y complementar sus acciones criminales con los bloqueos que atentan contra la seguridad alimentaria de los colombianos y la atención de la creciente ola de contagiados, estimulada por sus llamamientos al desorden, y que hoy perecen en UCIS sin oxígeno y en las puertas de los hospitales sin espacios ni medios para la preservación de sus vidas.

Nadie puede llamarse a engaño. Los convocantes del Paro han perdido el control de la situación, si es que en algún momento lo tuvieron, que ha pasado a manos del ELN, la Nueva Marquetalia y otras organizaciones criminales unidas por el narcotráfico y sus vínculos con el sátrapa de Maduro y su brutal régimen. El mismo Petro, atiza las movilizaciones en actitud de extrema irresponsabilidad, porque su objetivo es el Poder al precio que sea necesario. Sabe mejor que otros, que en un mundo globalizado las contiendas políticas adquieren ese mismo carácter, y pretende todas las ventajas que pueden otorgarle el caos y la solidaridad del progresismo internacional que aspira al control político de los estados andinos. Conoce las preferencias de la burocracia de los organismos internacionales y ha sido usufructuario de sus sesgadas opiniones y decisiones. Por ello, su arúspice de cabecera, Álvaro Leyva, agita desde ahora la posibilidad de elecciones anticipadas como instrumento de unción de la Colombia Humana, de su líder, sus conmilitones y de todos los ambiciosos que gravitan a su alrededor, para despecho de una ciudadanía que intenta confundir para que no descifre a tiempo la sumisión que le espera.

Los colombianos enfrentamos un reto que, por sus dimensiones, los poderes que lo alimentan y las consecuencias que se pretenden alcanzar, nos era desconocido. En los últimos días ha perdido su engañosa careta y revelado su verdadero rostro que nos puede retrotraer a las tragedias sufridas en pasadas décadas de nuestra historia reciente, porque a su amparo renacería ese contubernio de criminalidad y establecimiento que estuvo cerca de encarnar la nueva institucionalidad. Por fortuna, ya se observa una reacción de la mayoría silenciosa y de la propia institucionalidad amenazada. El gobierno debe proseguir en su esfuerzo de lograr los consensos que fortalezcan la legitimidad de sus acciones y decisiones. El comunicado de los Órganos de la Justicia es el primer eslabón de una cadena de decisiones que apuntalen los diálogos y acuerdos indispensables a la recuperación económica, al fortalecimiento del régimen democrático y a la vigencia de las libertades que le son propias. Debe servir de ejemplo a los acuerdos con y entre las agrupaciones políticas. Ese es hoy el mandato ciudadano.

domingo, 2 de mayo de 2021

La Marcha Fúnebre

Mario González Vargas

Los desmanes, la violencia y la destrucción que se vivieron en el denominado paro nacional convocado por las Centrales Obreras, Fecode, Asociaciones de Estudiantes y alentado por la oposición extrema de Petro y sus conmilitones, revela una sociedad en cuidados intensivos, sin terapias a la vista que mitiguen siquiera los peligros que la acechan. Cunde el sentimiento de que se está perdiendo la sensatez y con ella la posibilidad de confrontar y superar los retos que afrontamos. Llamar a la protesta callejera, a sabiendas de las aglomeraciones que implica y del vandalismo que la contagia, sin eventualidad alguna de evitarlos en medio de una emergencia de salud pública que saturó la capacidad del sistema para preservar la vida, el derecho supremo de todo ser humano, constituye la culminación de la irracionalidad y del odio que hoy impregna a la política.

Hay, en todo ello, un mensaje sombrío que se acentuó con la prolongación indefinida de las movilizaciones, aglomeraciones y destrucciones, que deben obligar al gobierno y a sus malquerientes en los partidos y en la institucionalidad a concertar las acciones y medidas necesarias, no solamente para restablecer el orden, sino también para recuperar la legitimidad de las mismas, resquebrajada y alimentada por intemperancias, animadversiones y rencillas impropias de las responsabilidades que se les exige. El gobierno, imprudente en el manejo del proyecto de reforma tributaria, desoyó las advertencias de su propio partido y las de los independientes, que hoy cobra cuantiosa factura y debe inclinarlo a la satisfacción de los derechos sociales indispensables a la vida y dignidad que le son propias. Los independientes, deben entender que sus aportes no deben ser interferidos por sus vanidades, contrarias a sus deberes y responsabilidades. Y la oposición extrema, ojalá comprendiera que la perversidad en la política destruye las sociedades que aspiran a gobernar. La justicia debe investigar los delitos, sus autores ser judicializados, y el gobierno procurar el cumplimento de sus obligaciones constitucionales de garantizar vida y bienes de los colombianos y de mantener el orden público y restablecerlo cuando fuere perturbado. Son atribuciones fundamentales que no toleran incumplimiento ni despojo, pero exigen la legitimidad que se desprende de la confianza y respaldo ciudadano. No será fácil en medio de la incredulidad de la gente, de la rabia provocada por desilusiones repetidas, de las urgencias propias de la crisis que vivimos, que afectan por igual a sociedades de todos los continentes, y que no han encontrado aún cadenas de solidaridad auspiciadas por sus gobernantes. El fácil y culpable expediente de mandar a las gentes a la calle a saciar sus rabias, a la usanza de Petro y su Corte, siempre a buen resguardo, no solo es una traición despiadada a la ciudadanía, sino también un obstáculo a la posibilidad de leer e interpretar las situaciones que padecemos. Es la emulación de Nerón de reinar sobre las ruinas para entronizar su dantesca versión de una nueva sociedad. Es esa la marcha fúnebre que nos proponen.

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