sábado, 21 de septiembre de 2013

Mucho ruido en Barbosa

                                                      TRAFUGARIO
Por. JOSE OSCAR FAJARDO                                     
Al alcalde anterior del Manicomio más grande del mundo, me refiero al municipio de Barbosa, Santander, la tierra que me vio nacer dado que soy legítimo barboseño y por lo tanto tengo derecho a comentar, siempre le reclamé por qué en este municipio se hacía más ruido que en cualquiera otro del Departamento. Y le di pruebas fehacientes de que, relativamente, era verídico, e incluso que en horas de la noche y hasta el amanecer, en ciertos sectores de la ciudad, el problema era aún más verraco. En una de tantas ocasiones que de manera muy respetuosa y amigable le hice alusión al caso, vean la perla que me contestó: “Mire, periodista. Lo que pasa es que Barbosa es una ciudad muy alegre y moderna y está llena  de jóvenes y los jóvenes son ruidosos”. Con esa dialéctica barata me contestó el aludido exmandatario. Yo, al ver que era en serio que me lo decía y que no era mamando gallo, por poco me despellejo de la incredulidad. Le expliqué que uno de los derechos más importantes del ser humano era el derecho a la Paz y que el silencio, o el no ruido, era uno de los poderosos pilares de la Paz. Por ejemplo el derecho a dormir en paz, y esa paz no es otra cosa que el silencio, le recalqué. Pero eso era como hablarle a un loro de física nuclear.  Lo que más me causaba desazón y aún me la causa, es que al silencio se le rinde culto en las naciones más civilizadas, por no decir que en los países de más alto nivel y calidad de vida. El respeto al silencio no solo es una refinada cultura sino un especial  modo de vida.   
Hoy en El manicomio más grande del mundo la cosa sigue igual, o de pronto se ha agravado por la llegada, quien va a creerlo, de tanto muchacho estudiante y de tanto transeúnte. Porque en eso sí estoy de acuerdo y es que los muchachos son demasiados ruidosos. Pero eso no hace que el ruido sea culto o una excelsa  muestra de progreso. Es al revés. Casi todos los días de la semana hay mínimo un vehículo con ruido  circulando por las calles de la ciudad. La publicidad se hace a todo el volumen que den los equipos de sonido y peor aún, sin tener en cuenta que ese tipo de “publicidad”, en vez de sumar adeptos los ahuyenta. De la misma manera casi todas las noches hay mínimo un carro de ruido con música a altísimo volumen, y en muchas ocasiones en horas del amanecer.  En otras se instalan frente a residencias familiares y allí dan rienda suelta a sus instintos primarios mediante los cuales fluye el complejo reptiliano, es decir el instinto más primitivo de los seres humanos. De golpe el más salvaje. Todos los sectores de la ciudad son vilipendiados de esta manera, pero en especial algunos sitios de la carrera novena como en la denominada zona rosa, y sobre todo en las escalas a la entrada del callejón de las señoritas García frente al banco Colombia. Ese punto se ha convertido, por las “leyes del modernismo y la juventud”, en verdaderas cuevas de Rolando, como en la novela de Ludovico Ariosto, en vulgares amanecederos, y ninguna autoridad competente toma medidas drásticas. Bonches, gritos, envases rotos, reyertas pasionales, restos de empaques de comidas, pedazos de CD y excrementos y orines por todas partes. ¿Y qué? Píntela si no le gusta.
¿Y el ruido de las motos y de los carros locos que cada día más son una epidemia parasitaria quién la controla? Y sólo se trata de hacer cumplir el Código de Policía.  

sábado, 7 de septiembre de 2013

Vuelven los premios

                                                                TRAFUGARIO
                                                                 Por: José Oscar Fajardo
                                              El miércoles de esta semana que acaba de fenecer, estoy hablando como los tinterillos sustanciadores de otrora, volvieron los premios de periodismo en el Departamento de Santander. Pues esta justa profesional-intelectual que se instituyó hace unos diecisiete años, el año anterior no funcionó pero ahora regresa con doblete y todo. Allá dijeron que podían participar todos los periodistas, comunicadores sociales, y además todos los que tengan qué ver con el ramo, siempre y cuando lo acrediten y siempre y cuando sean capaces de participar. Es bueno aclarar que este evento se hace anualmente en memoria del periodista Luis Enrique Figueroa Rey, quien siendo abogado y hombre de leyes, también lo era de la imaginación y de la lengua. Pues “El Tuerto” Figueroa, la onomatología con que socialmente se conoció, siempre vio las cosas y las situaciones, por más terribles que fueran, con una bacanísima mamadera de gallo. Ojalá dios lo tenga a su diestra porque en la siniestra es demasiado peligroso, digo yo también mamando gallo.
¿Pero para qué sirve este evento? Pues el gobernador Richard Aguilar lo dijo con mucho detalle y elocuencia, lo mismo dijo Manolito Navarro el jefe de prensa de la gobernación y además lo digo yo. Y no sólo me copio de ellos muy respetuosamente, y lo sostengo, sino que también lo reafirmo, este sirve para exaltar la labor de los hombres encargados de hacer saber lo que todo el mundo hace, y reproducir la cultura, la sociedad y el Estado a través de los medios masivos de comunicación. Aunque ustedes no lo crean. El periodista es el encargado de volver visible a toda costa, lo que de pronto está, sin querer o no, en el ostracismo.  Manuel Navarro, el jefe de prensa, para ilustrar este concepto dijo una expresión de su imaginario literario que por su belleza y contenido yo colegí que debía reproducirla. “Para ser un  buen periodista se debe ser buena persona”. Pues claro que el señor Navarro tiene toda la razón porque es que ser buena persona implica ser honesto en lo que dice o escribe y además respetar los derechos y la intimidad de la gente. Pues el periodismo no se inventó para evacuar de su alma rencillas personales. Mucho menos para juzgar a los que uno se arroga el derecho de juzgar. Otra cosa bien diferente es informar. Cuando alguien ha cometido un delito, lo investiga la Fiscalía General de la Nación y lo juzga y lo sentencia, si existe mérito, un juez de la República. Y si es un fiel creyente, se sentirá juzgado por dios.
Este evento cultural, estoy seguro, lleva dentro de sí, de una manera inmanente, la filosofía de hacer que el comunicador se prepare profesional, ética e intelectualmente. De antemano les presento mis excusas por también arrogarme el derecho de decir para qué sirve este evento. Pero es que siento por dentro que al periodista, como a todo profesional, no lo hace “el cartón” y sendas especializaciones rimbombantes, en cambio sí la contundencia, la claridad y la belleza estética con que dice o escribe sus conceptos o explica sus razones.  También tengo que decir que el doctor Richard Aguilar, gobernador, y Plinio Ordoñez, jefe de protocolo de la gobernación, hablaron de los comunicadores conceptos muy bacanos. Pero con mayor razón tengo que felicitar a Manuel Navarro porque su artilugio literario de la liebre y la tortuga, en su discurso como uno de los instaladores del concurso, resultó una fábula mucho más contetiva y hermosa que la del acrisolado escritor que la concibió a la luz de la literatura infantil. En horabuena Manuel. En horabuena respetados colegas y el concurso es para ganar.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...