El reciente fallo de la Corte
Constitucional que tumbó la norma que prohibía el consumo de drogas- marihuana,
coca, Etc- y de alcohol en los parques, dizque porque impedía el libre
desarrollo de la personalidad, nos ha causado estupor. ¡No nos digamos mentiras!
Las cortes, con sus fallos, nos están imponiendo las ideas de una extrema
izquierda liberal, que se ha ido enraizando en algunos países de Occidente. Es
la idea de una falsa libertad. Esto no es nuevo.
En la segunda mitad del siglo
pasado Richard Rorty, filósofo norteamericano, predicaba como el ideal de una
nueva izquierda, una sociedad liberal en la que no hubiera valores, ni
criterios absolutos, pues dudaba aun de la existencia de la verdad. Lo único
que debía buscarse era el bienestar, sin otro límite. En verdad si esto se
aplicara llegaríamos a la "náusea", de que hablaba Sartre, a la nada.
Con esas ideas, la Corte nos
ha llevado a tener que aceptar que, lo que antes era un delito, como el aborto,
la sodomía, el consumo de drogas, hoy sea un derecho. ¡Hasta qué abismo hemos
descendido, Dios de nuestros padres! Siguiendo este camino, pronto al ladrón no
podremos prohibirle que robe porque no podría desarrollar su personalidad
cleptómana, ni al asesino en serie, que mate, porque obstaculizaríamos su personalidad
psicopática, ni al violador sus abusos sexuales reiterativos porque no
dejaríamos desarrollar su "libre" satiriasis. ¡No! la libertad no
puede ser egoísta, no puede desenvolverse pensando sólo en sí mismo.
Una libertad cuyo único
argumento es la posibilidad de satisfacer sus necesidades, es una libertad de
los instintos, propia de animales, no de seres humanos. La libertad exige
renuncias y tiene que ser solidaria con la libertad y los derechos de los
demás. Como nos decía el entonces cardenal Ratzinger en su discurso al ser
admitido como miembro en la Academia Francesa, "el concepto de libertad
reclama, por su misma esencia, un complemento que le proporcionan estos dos
conceptos: lo justo y lo bueno". La satisfacción de la necesidad del
consumidor de drogas no puede estar por encima del derecho de los niños y de
las demás personas no adictas, a disfrutar de los espacios destinados al uso
público, a la recreación y el deporte.
Seguir permitiendo todo para
no atentar contra la libertad del desarrollo de una personalidad anómala, es
atentar contra los derechos del resto de la sociedad. "¡Libertad,
libertad! Cuántos crímenes se cometen en tu nombre", dijo Madame Roland
instantes antes de que su cabeza, ornada de dorada cabellera, rodara, cercenada
por la fría y muda y afilada cuchilla de la guillotina. Actuemos antes de que
sea tarde.
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