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sábado, 1 de septiembre de 2007

MI PAISAJE SANTANDEREANO

La gráfica muestra la belleza natural del paisaje al que hace mención el escritor y periodista autor de la siguiente columna.


Por: Germán Valenzuela Sánchez


En Santander se baja y se sube tal como lo hacen las golondrinas picoteando el aire y mirando al cielo. Tiene paisajes por donde se quiera mirar, unos son verdes, otros grises, amarillos, aterciopelados y de sangrados arreboles donde se nace y se muere a la vez, donde se ríe, se grita y se llora porque la vida es sacrificio, dolor, alegría y triunfo.
Prendido de ilusiones he subido sus montañas una a una, he atravesado riachuelos, cordilleras, ríos, quebradas y hasta el Magdalena y sus afluentes de oro, pescando y saboreando nicuro, bagre y bocachico fresco, saludando campesinos y doncellas trigueñas y mestizas de risa limpia y tierna.
Sobre una plataforma en Barrancabermeja, vi borbollones de agua venidos del fondo haciendo grandes remolinos que estallaban en bocanadas de viento y arena húmeda, en chalupas volar sobre el nivel del agua con el vértigo metido en el alma y la canoa de madera me enseñó a conocer los caminos acuáticos, a verlos diluir y a canotar con el sol vertical en la espalda y a atravesar el rio en forma lenta, remando rápido para no ser arrastrado por la fuerza de la corriente.
Santander es tierra agreste, es guerrera, es humana, es sencilla, es hermosa, es hermana del hombre trabajador, del hombre luchador, herencia de leopardos, de jaguares pintados de colores en los picos de los cerros.
El canto de las aves se extiende y se escucha en el corazón de las ceibas, de los robles, de los caracolíes, samanes untados de historias y leyendas que recuerdan los caminos marcados de herradura, de golpes de látigo y de gritos de los arrieros centenarios persiguiendo sus ecos y nostalgias vividas en la jungla de la madre selva.
Santander es de terrenos quebrados el que posee una raza bravía, única, hecha de arcilla y arrecifes, cocida en los tejares del sacrificio con hornos ocres donde se moldea el coraje de la raza criolla de un pueblo guane multiplicado en otras etnias con caracteres de la herencia que siguen creciendo en el espíritu y el corazón de la casta. Santander es una cantera de flores adornada por las mujeres santandereanas que saben dar amor al hogar, a la familia, a la vida, a la sociedad y ondean con su paciencia y constancia los sinsabores que traen los días del porvenir.
Santander es un mapa de papel duro, de blandas piedras filudas, cuadradas, y redondas, de caminos largos, cortos e interminables, de águilas y otras especies volando el firmamento azulado en busca de su presa para alimentar sus polluelos, con sus alas salpicadas al óleo rozando los picachos y riscos saludándose con los frailejones y se extiende en su mirada aguda, ligera, cortante y salvaje por los páramos y montañas relentes donde esconde su plumaje en su nido cuando la noche llega.
Santander es lumbre, es cumbre, es legumbre, es arado, es petróleo, es esmeralda, es finca, es casa grande para todos, es tabaco, es caña de azúcar, es trapiche fértil para el alimento campesino, es rascacielo, es campo florido donde la vida arde todos los días como arde y gime el amor en una niña núbil, así es Santander bastión de hombres ilustres y gallardos.
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