Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
Cuando yo publiqué mi primera novela hace diecinueve años, que se
titula El Manicomio más grande del mundo, y donde se narran historias
desatinadas, locuras desenfrenadas, salidas chatarrra y demás sacrilegios de
mis amigos de esa época, tal como la del único hombre del mundo que no pudo ser torero, no por falta de
talento sino porque no le cabían los testículos entre en traje de luces, o la
de mi tía Faustina que para exterminar
la ratonera de su casa que no había podido conseguir con los métodos
convencionales como el veneno para ratones con sabor a queso, para lo cual le
desocupó todo el agua gasificada de dos cilindros de gas entre los sifones por
donde los bichitos retozaban, con el fin, en un tiro genial, meterles candela y,
booommmm que voló medio barrio, reventó todas las cañerías, levantó las tapas
de los colectores y hubo lluvia de mierda en todo el Manicomio. A ella, la
diarrea producida por el susto por poco le desbarata el anillo anal ya que casi no se le cura. Y así otros
relatos más locos todavía. Yo por supuesto brincaba de la dicha porque todos me
decían que eso era el maximun de la literatura, hasta que un día llegó un
verdadero maestro y me puso los puntos sobre las íes, favor que hoy más que
nunca se lo agradezco. Ya medio sé escribir literatura.
Estas aclaraciones las hago es porque alguien me
contó que había unos políticos extremadamente, no peligrosos sino muy
“arrechos” conmigo, dizque porque yo los estaba “ninguniando” a ellos y, “menospreciando”
su muy entregado “trabajo” con el constituyente primario o votantes. Y de la
misma manera, así dizque argumentan
algunos otros mandatarios, tanto de mediana como de alta prosapia. Qué cosa tan
espantosa y qué mentira más grande. Yo sí le mamé gallo al alcalde de cierto
pueblo que es tan pequeño, el pueblo no el alcalde, que el último que se
acuesta, a las siete de la noche, apaga la luz. Y para este ilustre mandatario,
lo más rancio de la “alpargatocracia” santandereana, es decir la alta burguesía
agropecuaria, los alcaldes de Nueva York o el de Tokyo, son un par de “apanchirados”
matamarranos, cosa que le ocurre a la mayoría de burgomaestres de municipios
medianos y pequeños, casualmente porque no están ni estaban preparados, ni
ética ni profesionalmente, ni mucho menos tenían la personalidad y la madurez
sicológica para ejercer poder sobre la demás gente. Porque ipso facto se les
disparan todos sus complejos de inferioridad y todas sus frustraciones y por
eso se muestran como faraones. Pero eso se puede curar con madurez,
precisamente aterrizando en este mundo.
A partir de este argumento, lo que deben hacer
tanto aspirantes y candidatos a alcaldías, concejos y gobernaciones, ahora que
se vienen las elecciones, es prepararse no sólo profesional, sino además
sicológica e intelectualmente. Para qué. Para que se les quite lo romo y lo
chambón. Para que en los discursos no digan,”algotros” pensarán. O “bustedes”
dirán. Y para cuando hablen con sus gobernados, si van a tutear, aprendan a
tutear y no a “tetiar” a la gente porque a los votos de ellos es que los
mandatarios deben sus alegrías. Entonces es una “guarruspianada”, derivado de
guarruspiano, y una muestra de
inexperiencia e inmadurez emocional el que un político o un mandatario, o un
escritor o una reina de belleza, o en síntesis cualquier persona pública, se “arreche”
con el comentario mordaz, porque entonces tendría que meterse entre el rabo de
una cucaracha para que no la miren y para que no le ejerzan crítica. Obvio, me
refiero a la crítica constructiva, fundamentada, sana honesta, equilibrada y
decente. Si no, tampoco es periodismo crítico sino vulgar chabacanería, y de eso
sí hay bastante en este Departamento.