Trafugario
Y
no les estoy hablando del coronel Aureliano Buendía, el de Cien años de
soledad. Hago alusión directa al coronel Hugo Aguilar Naranjo, quien cumpliendo
parte de su condena como se lo impuso la ley, acaba de abandonar las mazmorras
del Estado. El jueves último, en la tarde, la calle 37 a la altura de la Gobernación,
fue el escenario fortuito donde volvió a aparecer en el campo de la política
este hombre que a su relativa poca edad, ya ha dado bastante para hablar y también
para escribir. Ahora sólo falta que se le aparezcan una Ursula Iguarán a su
medida, un gitano Melquíades que le ayude a resolver todos los entuertos de
difícil solución, y las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia. Esto lo
expreso yo en una especie de metáfora política. Porque es que a este señor, no
sé si recurriendo a la magia de sus palabras o a su “bocadilloso” carisma y a
su generosidad de buen padre, ha logrado que la gente lo quiera. Y no que lo
quieran poquito sino que lo quieran mucho. El parque estaba lleno por todos los
sectores y por todos los rincones y estoy totalmente seguro que no era de
curiosos. El pueblo allí reunido no lo hacía por zalamería y esnobismo. La
gente allí centrada era porque le salía de alma estar allá.
El
ser humano tiene a su servicio el prodigio de la inteligencia racional. Pero,
sin lugar a dudas, es mucho más prodigiosa su memoria. Y la gente suele
recordar con gratitud a aquellos personajes que le ha sido útil en la obtención
de sus metas y en el positivo logro de su destino. A aquellos que pusieron un
granito de arena en forma para darle forma a su suerte. A aquella persona que
no sólo les regaló el pescado sino que también los enseño a pescar porque esta
es la lógica del mundo de hoy. Que le enseñen a pescar pero que también le faciliten
los medios de pescar. Porque de qué le sirve a un individuo toda la preparación
intelectual, profesional y laboral del firmamento, si sus propios gobernantes
no lo reconocen. Yo vivo convencido que a los nativos de la provincia de Vélez,
en gran medida, nos conocen o saben de nosotros no sólo en Colombia sino en otras
latitudes del mundo, por el bocadillo veleño. Porque somos su origen. De igual
manera, también estoy totalmente seguro, que en todos los rincones del mundo,
oído, en todos los rincones del mundo, nos conocen, y perfectamente, por García
Márquez y Botero en las Bellas Artes, por Rodolfo Llinás en Neurociencias, por
Falcao y James en el fútbol, por sus
bellas mujeres tan bellas como sus flores, por sus preciosas esmeraldas y,
también, admítanlo o no, por el Parque Nacional del Chicamocha, PANACHI. Después de la encuesta realizada en Internet
para elegir las siete maravillas modernas del mundo, el que lo dude es un
individuo estancado en el pasado como la muralla china. ¿Y quién carajos lo
hizo?
Por
eso el regreso del coronel fue apoteósico. Y su discurso, me causó curiosidad,
fue más lírico que político. Echó su corazón al viento y recalcó
su amor por Santander como lo hizo otrora Pablo Neruda por América en su Canto
General. Sus palabras parecían más, versos románticos que simples frases
políticas y eso le encantó a la gente. Y ese cambio de tercio en su estilo de
hacer política, tal vez inducido por su amarga experiencia de la cárcel, es mi
presagio personal, va a poner contra las cuerdas con conteo de protección y al
borde del nocaut final a todos sus contrincantes políticos. Por eso Carlos
Fernando Sánchez deberá interpretar con perfección su partitura política.