Por Gerardo Delgado Silva
El
comportamiento del Señor Presidente de la hermana República de Venezuela,
Nicolás Maduro, cerrando puntos de la frontera con Colombia y deportando
colombianos; funge como una antítesis con los postulados del Partido Socialista
en el que está inmerso. Se presume, que no haya capitulado en su conducta hasta
dirigirla conscientemente hacia un fin ilícito por conseguir o que haya obrado
negligente o imprudentemente. Y desde
luego, se irgue el afrentoso dolor y amargura de los niños, las mujeres y los
ancianos; por las execrables conductas de la Fuerza Pública, desdeñando la
misericordia, la justicia y el derecho internacional humanitario Y de los
paramilitares qué?
Un
vilipendio a los grandes principios que han enriquecido la historia espiritual
del mundo, olvidándose de los reales destinos de la dignidad, mancillando la
piel transparente de nuestra Patria.
No
obstante, en medio de la aridez del desierto le surgen a Colombia, algunos
oasis que pueden contribuir, y obviamente contribuyen – como el Proceso de Paz
en Cuba- a darnos una visión distinta de lo que en realidad es el continente, sus
perspectivas humanas y sus sentimientos.
No se trata de evasiones, o de puntos de escape, sino de un
comportamiento de las personas de bien, con anhelos de paz, que hunde sus
raíces en los valores del espíritu y enlaza a las generaciones actuales con una
tradición intelectual que nos honra y enaltece.
Tenemos
urgencia de más esperanza, aunque parezca absurdo y locura. No se puede justificar como lo hicieron en el
pasado Cioran y Fernando González en Nuestra Tierra, entre otros, y ahora el
paranoico Senador Uribe “vivir a la enemiga”; pues olvida que vivir a la
enemiga es estar contra sí mismo y sobretodo.
Ahora
bien. No obstante, e independientemente
de la causa, son horripilantes los acontecimientos que desdeñaron como ya
dijimos a colombianos al ser deportados de la Hermana República de Venezuela,
la patria de nuestro libertador, Simón Bolívar.
El
traslado del Senador Uribe a Cúcuta, es la más clara demostración de demagogia,
con miras puestas en las próximas elecciones, y el fomento de la turbulencia,
cuando debía saber que por ese camino no va a obtener sus propósitos, ni a
torcer el destino de Colombia.
¿Se
trasladó este Señor Senador, a las innumerables regiones colombianas, donde los
desalmados paramilitares dieron muerte horrenda a tanta gente, que produce
escalofrío para solidarizarse con las familias de las víctimas?
Eso
no ocurrió porque no le servía para acrecer su electorado, y su extrema
derecha. Don Jorge 40- esto no es un
secreto – que conformó los llamados por él “distritos electorales”, para apoyar
a Uribe, los cuales hubiesen fenecido
inmediatamente.
Ese
Estado de Venezuela, como organización política de la sociedad de ese país, es
el titular de todo el poder social o poder público – en singular - , que nace
de la soberanía que jamás es absoluta.
Es el pueblo la sede donde reside la soberanía, pero dejando atrás el
nihilismo, superando el absurdo, y la
violación de derechos humanos.
La
evolución histórica de la soberanía, nos demuestra que esto significó la
negación de toda subordinación o limitación del Estado, por cualquier otro
poder.
Esta
última nota se manifiesta predominantemente en su vida exterior; esto es, en la
relación del estado soberano con otros poderes, en tanto que la primera
cualidad se ha de advertir singularmente, considerando su vida interior, en
relación con las personas que encierra dentro de sí. Ambas notas van inseparablemente enlazadas
por la dignidad humana.
En
esa forma, la soberanía es la capacidad para determinarse de un modo autónomo
jurídicamente hablando. De ahí que el
Estado Soberano es el único que puede, dentro de las limitaciones jurídicas
ordenar, de una manera plenamente libre, el campo de su actividad. Es una cualidad inherente al Estado y solo a
Él.
Se
infiere, que la realización de las deportaciones y el cierre de puntos
fronterizos desde Venezuela, están ligados a su autonomía pero sin
renunciamiento de la Constitución, y mediante el debido proceso.
Sin
embargo, se presenta un espejo donde algunas contradicciones del hombre se
reflejan con acusadora precisión.
Aparece
un vórtice dantesco. Por un lado, está
el intenso e inenarrable sufrimiento como ya lo expresé, de niños, mujeres, y
ancianos. Por el otro, la repudiable y atroz presencia, como se ha afirmado, de
paramilitares colombianos, un verdadero desafío que encarna el pánico. Se infiere también, que el Gobierno
Venezolano y los órganos competentes han tenido una persuasión racional de la
verdad; es decir, certeza acerca de la presencia en ese país hermano de los
desalmados referidos, procedentes de nuestra patria colombiana.
Sin
entrar en el debate de su cuestionable origen, en concordancia con las
noticias, se presume que aparecieron en el hermano país, y hoy cuentan, como
aquí, con base social.
Ante
estas vicisitudes, el único sendero es el diplomático, que está inmerso en el
patriotismo, el derecho, la paz y la justicia, y que hay que transitarlo con
denuedo y decisión imperturbables, en sintonía con la comunidad internacional. Sigue siendo la única salida.