Por Gerardo Delgado Silva
La extensión
universal de la Fiesta de Navidad, así como su profundidad en los sentimientos de
las gentes, son de las muestras más eficaces del sentido ecuménico del
cristianismo. El Nacimiento del Niño en
el pesebre como fuerza humana que desborda y desafía a las demás de todos los
tiempos, es una escena que identifica a las almas sensibles, más allá de
cualesquier otras consideraciones, inclusive las religiosas. No es preciso ni siquiera ser creyentes en
alguna deidad, para comulgar en estas emociones. Es una fecha de exaltación del
ser humano, desde la modestia de las pajas de Belén, hasta las proezas
supremas del Espíritu. Y con este motivo
se concreta al ser humano en el niño, en los niños.
Es, por
excelencia, la fiesta de los niños, la de la Navidad, así pase con
frecuencia, infortunadamente, sin dejar huella de un serio propósito de obrar
bien frente a la infancia.
En ese como en
otros aspectos, las vibraciones de Navidad son pasajeras; apenas un remanso en
el turbión de los hechos, de las pasiones, de los conflictos, de las guerras,
de las obcecaciones.
Es pertinente
recordar, que nadie como el prestigioso escritor inglés Charles Dickens, en El Cuento de Navidad, ha sabido captar
con gran imaginación ternura y amor por los que sufren el Espíritu de la
Navidad.
Tres fantasmas,
los de las navidades pasadas, las presentes y las futuras tocan y cambian el
corazón de un viejo avaro quien ve a lo largo de un tortuoso recorrido por su
vida, como las gentes sencillas algunos de ellos servidores del anciano
Scrooge, en los días de la conmemoración de la venida de Jesús, hacen a un lado
sus sufrimientos y pesares- o por lo menos tratan de olvidarlos- para unirse en
familia y recogerse en la espiritualidad y la Fe. Entiende el testarudo Señor
Scrooge – y ese es el mensaje del cuento – como la alegría de la vida está
hecha de lo simple, de lo fácil y lo bello que hay en el corazón del ser
humano, no importa lo duro y cruel que pueda ser y que ello es más evidente en
el entorno familiar que debe ser el centro de atención de estas fiestas
navideñas, que invitan a reflexionar en cómo hemos sido a lo largo del tiempo
con nuestros semejantes y nuestros seres queridos.
Entonces, resulta
agobiante, saber que la violencia salvaje y primitiva haya sido el común
denominador de nuestra historia. Nunca,
con cualquier régimen anterior la vida humana ha merecido el elemental respeto
que Jesús predicó con amor como Dios, y que la civilización – o lo que por tal
se entiende – le reconoce.
El hecho de que en
otros pueblos ocurra igual cosa no es disculpa para aceptar el terrorismo, los
falsos positivos- otra forma de terrorismo-
y todas las formas de atentados, ya provengan de los grupos subversivos
o de los paramilitares, como algo tan normal como inevitable, a lo que no hay más
remedio que acostumbrarnos pues no tiene escape.
Hasta ahora, con
los diálogos serios se busca borrar las causas de la violencia fratricida en
todas sus formas de oprobio.
Escandalosa
oposición con la moral cristiana, traducida en los principios básicos de
nuestras leyes. El informe de Human Rights Watch: “Aprenderás a no llorar:
Niños combatientes en Colombia”, ha puesto el dedo en una llaga hace tiempo
abierta y descuidada. El reclutamiento
de menores de edad en las filas de la
guerrilla y los paramilitares en
nuestro país es una práctica tan horrenda, como anti-cristiana. Y lamentablemente, combatida apenas de
palabras.
¿ Es así, como se
obra bien frente a la infancia?.
Se ha ofrecido al
mundo moderno el mas negó y tiste espectáculo de rechazo a las sublimes virtudes proclamadas y enseñadas
por Jesús.
Navidad no es
solamente fiesta y boato, no es únicamente el intercambio de regalos. Navidad es hermandad, es bondad, es la
palabra amable, la mano amiga, la oración.
Navidad es la visita al que sufre, el acto de desprendimiento y de afecto. Es la oportunidad
De renovar el
espíritu, de insistir en la incansable búsqueda de la reconciliación. Desde ahí es de donde se construye la Paz, no
obstante los enemigos y su grotesca y
reprochable irracionalidad. Ahí está el
leviatán denominado “Centro Democrático” del Señor Uribe Vélez, donde milita
José Obdulio Gaviria, asesor de su primo Pablo Escobar Gaviria, el más grande
narcotraficante y terrorista del país, y otros de extrema derecha, algunos
altos funcionarios, que encubren la realidad, aquella que ha engendrado la
pobreza que hoy es miseria.
Empero, como los
colombianos de bien anhelamos la paz de la cual dijo Jesús: “Mi paz os dejo, mi
paz os doy…” el pueblo tiene conciencia sobre el crítico estado actual de la
sociedad que viene de tiempo atrás, apoya evidentemente los diálogos y recuerda
agradecido esas palabras de David en el Salmo 42: Júzgame tú oh Dios, y toma en
tus manos mi causa, líbrame de la gente impía, y del hombre inicuo y
engañador.” Colombia está persuadida de quiénes son esos hombres inicuos y
engañadores.
Qué bueno sería
que cada colombiano hiciera hoy no solo un acto de Fe, sino de desprendimiento
para arrancar una sonrisa al que sufre, para ofrecer consuelo al deprimido,
para dar un juguete por sencillo que sea, al niño que no lo recibirá. Desde
ahí, es desde donde se construye la paz y se revive la Fe. Un acto vigoroso de solidaridad y de
fortaleza moral, en torno a los motivos más valiosos y enaltecedores de la especie,
sintetizados en el espectáculo del Nacimiento del Niño Jesús, cada día más
fuete en su debilidad, al través de los siglos y los siglos.
Feliz
Navidad. Que la Noche de Navidad,
acerquemos los corazones a Dios. (escrito para www.bersoahoy.co)