Las 89 tesis de Uribe
Leo los 89 escupitajos que
lanzó Uribe —convertido desde hace tiempo en una figura risible, una vieja loca
que grita por los corredores— y me pregunto cuán bajo puede caer un
expresidente.
En países con más cultura
democrática, este saboteador desquiciado ya habría sido abandonado por la
política y por los votantes. Pero en nuestra pobre Colombia no se piensa que
esos trinos de analfabeto puedan ser un comportamiento indigno; por no pensar,
no se piensa siquiera en las implicaciones de que un expresidente escriba tan
mal. No me refiero a la redacción de adolescente vago: ya sé que para muchos
las nuevas tecnologías justifican y aun exigen el atropello de la lengua, a
pesar de que todos los días hay ejemplos de que se puede escribir un trino
inteligente, ingenioso y agudo sin pelearse con la puntuación. Uribe, en
cambio, debió de sentir que su mensaje era mucho más importante que informarse
sobre los usos de la coma, esa cosa tan rara.
En los trinos de Uribe, las
preposiciones y las concordancias son como sindicalistas que uno se saca de
encima; la mera sindéresis parece una concesión que no se le debe hacer al
enemigo. Sí, lo confieso: el contacto con los 89 escupitajos me ha llenado de
una irreprimible nostalgia por esas épocas en que los presidentes no eran
completamente iletrados. Caro matoneó a la oposición, pero tradujo a Virgilio.
Laureano Gómez incendió al país, pero era un orador brillante que hablaba en
párrafos perfectos. Uribe, en cambio, ha matoneado a la oposición, pero también
la gramática, y ha incendiado al país, pero también la dialéctica. Yo declaro
no entender qué significa esto: “GbnoSantos3años: hace escándalo protagónico a
la salud”. Claro, Uribe siempre se ha jactado de tener una comunicación
privilegiada con sus votantes. Ahora vemos a qué se refería, pues sólo a través
de la telepatía se puede entender esto: “derrocha que por nuestro Gbno en lugar
de perder autosuficiencia en petróleo se construyó gran producción”. El
Diccionario de Rufino José Cuervo acaba de sacudirse en mi biblioteca.
Lo más grave, sin embargo, no
es el resentimiento político ni el analfabetismo funcional. Lo grave es la
deshonestidad de Uribe: en este sartal de acusaciones, no hay una sola prueba.
Me dirán ustedes que los 140 caracteres no permiten extenderse; pero un debate
entre presidentes debería hacerse con argumentos fundados, no con balbuceos de
primate que no prueban lo que dicen ni tampoco admiten réplica.
“GbnoSantos3años”, escribe el escupidor, “ofrece impunidad y elegibilidad a
responsables de atrocidades de Farc”. Mentira: Uribe mezcla las pretensiones de
un negociador con lo que el otro ha concedido. El escupidor escribe:
“desorienta a las FFAA con orden de combatir narcotráfico y contraorden de
legalización de drogas”. También mentira: Santos no ha dado la orden de
legalizar la droga, porque eso no es posible. Sólo ha reconocido la necesidad
del debate.
En los 89 escupitajos de Uribe
hay algunas medias verdades, muchas manipulaciones baratas y una cantidad inverosímil
de mentiras y calumnias, y Uribe no ha sentido ni siquiera la necesidad de
camuflarlo. Sabe que no tiene que hacerlo: que sus seguidores tragarán entero,
que le creerán lo que escupa. Y yo me pregunto: ¿no se dan cuenta del poco
respeto que les tiene?
Juan Gabriel Vásquez |
Elespectador.com