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sábado, 7 de agosto de 2010

TRAFUGARIO


------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

DIA DEL PERIODISTA

Con motivo de esta fecha que para el Estado pasa por desapercibida inexplicablemente puesto que somos los principales reproductores de la herencia cultural y de los hechos ocurridos a diario en todos los sentidos, con todo el afecto, pues no tengo más qué brindar, les envío a mis colegas esta parrafada para que nos sirva de consuelo ya que el Estado, reitero, no da ni cinco pesos falsos por los periodistas. Qué ingratitud. Así como sigue se llama la dedicatoria y de esto trata.

UNA AVENTURA CON TRES MORALEJAS

Intrigado al ver que las aves migratorias de su región emprendían vuelo hacia las regiones del sur al inicio del invierno boreal, un travieso pajarillo resolvió imitarlas y se fue tras una bandada de patos, quienes con el correr de los días lo fueron dejando rezagado. El agotamiento del pajarillo iba en aumento hasta que por fin no pudo volar más y cayó rendido a la tierra.

Un caballo que pasaba por los alrededores depositó sobre el pajarillo todo el contenido de sus tripas y lo cubrió de mierda. La pobre avecilla, aterida de frío, al contacto con el calor del estiércol, fue recuperando sus fuerzas al tiempo que se ahogaba por respirar y con el pico logró abrir un conducto al exterior. El contacto con la brisa lo llenó de alegría y volvió a emitir sus olvidados trinos.

La felicidad tiene sus contrastes. Cerca al montón de excrementos deambulaba un gato que descubrió de dónde procedía el canto, y liberó al pajarillo de su carga de mierda para usarlo como desayuno. Así terminó la avecilla su aventura del vuelo hacia el sur.

Primera moraleja: No siempre el que te cubre de mierda es tu enemigo.

Segunda moraleja: No siempre el que te limpia la mierda es tu amigo.

Tercera moraleja: Si te sientes satisfecho y alegre, cierra el pico.

Pero mal haría en decir que yo soy el autor. No. Me lo hizo llegar Zoilo Guarín, un nonagenario y curado intelectual, con quien compartimos la amistad y la alegría de ser columnistas y además, de amar el arte literario como las aves aman el viento por naturaleza propia. No quiero decir con eso que seamos buenos escritores porque ése es un activo intangible. Lo que pasó fue que de tanto leerlo, el escrito que me envió Zoilo, vi que era la plegaria adecuada para dedicársela a todo los colegas, como dije antes, y con ello compartir esa soledad que me produce el desdén de quienes nosotros le dedicamos nuestra voz y nuestras letras, con el fin de amainarles el tedio y la angustia existencial. Es como un brindis en silencio por todos los colegas que han sacrificado sus vidas por esta profesión tan bella como desagradecida pero no por su culpa. Y por todos aquellos que con el encanto de sus letras o las notas musicales de sus voces, le cuentan a la gente cómo son y cómo están los altibajos de la vida. Todas las mañanas desde el amanecer de todos los días, y todo el día hasta el anochecer, no sólo del tiempo sino de sus vidas que como antorchas en fiesta del Espíritu Santo, se van apagando hasta que al final no queda sino un cuaderno de recuerdos.

 Eso es el periodismo. Una bitácora impresa en los telones del tiempo donde cada día que pasa es como una tragedia de Esquilo o una comedia francesa, o finalmente como un zancocho de las dos que es la colombiana. Se me vino a la cabeza en medio de mis elucubraciones estúpidas de un tipo cualquiera, que esa aventura de las tres moralejas, con palabras crudas y todo, contenía la filosofía suficiente para que uno pudiera ver un retrato hablado de la vida. Por eso mismo quise hacérsela llegar a todos los colegas en el día más “agradable” de su vida. Claro que a una minoría, los que juegan en las grandes ligas, van pensar mal con eso del día más “agradable” de su vida. 

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