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jueves, 25 de septiembre de 2014

QUE EXCONTRALORA TAN “INMORELLI”

                                Por Gerardo Delgado Silva
Aún cuando la palabra no se origina en el sentido de la moral, ni en latín, ni en Italiano, fonéticamente nos permite traducir la evidencia de los hechos perturbantes de la excontralora, y desde luego desafiantes de la moral y las normas penales.
Y es que en el catálogo de los males que padece Colombia, ¡es posible que la corrupción le gane a la violencia!.
Se requiere con urgencia que los organismos de control, no sigan excedidos de tolerancia, permitiendo que la incontinencia y la inmoralidad, los errores deliberados y las artimañas de baja ley continúen horadando, como en el anterior gobierno con los parapolíticos, la estructura de todo el poder público en perjuicio del país y sus instituciones.  Es indispensable e ineludible que un giro de 180 grados, como lo está haciendo el Presidente Santos, restablezca el imperio de la ética e la conducción de los negocios públicos, ya que la sola legislación,  sino se cumple, es insuficiente para conjurar la intención dolosa, con que unos y otros burlan las prohibiciones consagradas en los textos vigentes.
Se requiere, de todos modos, que el espíritu de la ley este complementado por una disciplina que se sujete al respeto que los principios deben inspirar para que el orden social no se quebrante, ni el orden jurídico se resquebraje.
Es preciso, entonces que los controles y la vigilancia se apliquen y que quienes tienen  en sus manos la responsabilidad de manejarlos, como la Contraloría, no caiga en las mismas prácticas dañinas que supuestamente deben prevenir y castigar, pues esta es la otra parte de las dos caras que la inmoralidad generalizada muestra en todos los ordenes de la actividad nacional.
Pensamos que la sola apelación a la conciencia de los funcionarios y parlamentarios es insuficiente, para rectificar errores, subsanar fallas y combatir la corrupción, porque el mal cobro ya mucho cuerpo y ha esparcido sus tentáculos por todas partes.
Son miles de millones de pesos los que circulan en medio de ese clima podrido en el que empleados públicos –como el caso de la excontralora- y gerifaltes del sector privado actúan para medrar. Infortunadamente, los partidos, para su desgracia, ya no representan sino a una casta desacreditada y rechazada, la de los que buscan y han encontrado la forma de pelechar con los dineros públicos en actividad profesional y permanente.  Sus demás afiliados, los que a pesar de todo creen que deben ser canales insustituibles para el servicio público, desinteresado y generoso, se han alejado repugnados de sus carcomidas estructuras.  Esas reservas morales e intelectuales están aplanchadas bajo el alud del clientelismo corrompido en el narcotráfico, el contrabando, el paramilitarismo y los negociados de los contratistas.
El país parece desentendido.  Cuando alguien levanta la voz y previene la inminencia del peligro, se le acusa de disolvente, resentido, o profeta de tempestades y de mal agüero. El país sigue anestesiado. Como insolvente de su propia suerte y ajeno a su porvenir.
Que los políticos no hablen ni quieran exponer su propia culpa o resarcirla, pase. Está dentro de las motivaciones de su mal comportamiento.  Pero, los intelectuales, los artistas, los científicos, los investigadores sociales, los empresarios honrados que de verdad quieren hacer patria, los agricultores esquilmados, los ganaderos amenazados por los paramilitares y guerrilleros, y la inseguridad social, los jóvenes universitarios, los religiosos de todas las congregaciones eclesiásticas, asidos o no de la mano de un Dios común, en fin la Colombia de la historia y del porvenir, ¿Dónde están?.
Porque lo cierto es que no oímos en estos momentos de confusión estimulada por el Señor Uribe y el llamado centro democrático, sus voces, ni registramos su protesta, cuando ocurrieron los llamados eufemísticamente falsos positivos, de Uribe; se supo de su oposición a la restitución de tierras y a los diálogos para lograr la anhelada paz. 
No se trata de hacer política, sino de salvar a Colombia, como lo está haciendo el Presidente Santos, que o está contaminado ni por el dolo ni la corrupción, como si la excontralora, ni tampoco de la ineptitud que desangra al país.
La Señora Morelli, no sabe que cuando se llega a la cúpula de esas altas posiciones del estado nadie puede ser ligero, ni ingrávido, en el sentido moral del vocablo.
Ahora bien. El primer elemento estructural del delito es la conducta humana que debe desarrollar en el mundo de los acontecimientos, del ser y el existir, todas y cada una de las características objetivas de la facti-species o tipo legal penal. El tipo objetivo (conducta humana) consiste en el comportamiento del hombre en relación con el mundo que le rodea.
De acuerdo con las informaciones periodísticas, las conductas desarrolladas por la Señora excontralora fueron subsumidas bajo varios tipos de delitos expresamente previstos en la norma penal.  De tal manera como dice Massari, el delito no es un mero antojo o veleidad o impulso al suceso mismo es voluntad que actúa, impulso que se exterioriza, pensamiento que desemboca en una conducta; es praxis, comportamiento, actividad, ejecución.
Y se ha sabido, del acerbo probatorio, de esas conductas.  Se puede decir de una manera general, que el fin de la prueba, es establecer la verdad.  Sin duda nuestro derecho procesal acoge el criterio Dellepiane, en el sentido de que: “las pruebas son los hechos mismos, de manera que no pueden estar divorciadas de la significación que ellos tienen”.
Al tenor del Código de Procedimiento Penal, que consagra: “el Estado, por intermedio de la Fiscalía General de la Nación, está obligado a ejercer la acción penal y a realizar la investigación de los hechos que revistan las características de un delito, de oficio o que lleguen a su conocimiento por medio de denuncia…” (la negrilla fuera de texto). Todo esto, como es obvio, en concordancia con la Constitución Nacional.
Por manera pues, el Señor Fiscal está sometido a las normas, como se infiere lógicamente.  Realizó la valoración jurídica de los actos de la excontralora, que dirigió conscientemente su conducta hacia un fin ilícito por conseguir.  Llevó a cabo la Fiscalía,  una actividad probatoria penal, además de ser de investigación, también de demostración.  Lo cierto del caso, es que la Fiscalía le atribuyo entre otros hechos punibles dolosos: Peculado por Apropiación; Interceptación ilegal; falsedad documental, etc.  El Señor Fiscal Dr. Eduardo Montealegre, un verdadero jurista, está batallando por el ideal que todos queremos y creemos posible, no está juzgando a la excontralora, esto es de competencia de la Corte Suprema de Justicia.
Está este ejemplo de funcionario recobrando el prestigio de la justicia como símbolo de la imperiosa majestad de la Ley Penal.
El testimonio de la historia ha demostrado que la peor desgracia que puede acontecerle a un pueblo, es la de vejar a su justicia.  En este caso, este comportamiento lo ha llevado a cabo una exigua minoría de la extrema derecha, la que no quiere ni la paz ni la justicia.
Es el momento en que el país debe reaccionar, asumir la personería de su destino histórico y rescatar junto con el derecho a la vida, los valores éticos que están siendo pisoteados, por la decadencia de ciertos individuos de la clase dirigente de esa extrema derecha, que ha constituido la morralla de la historia actual de la Patria con todas las claudicaciones e inequidades.  

                                                                           Art. para  Bersoahoy.com

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