Tomado del Nuevo Siglo
Por Horacio Serpa
Se bajó el telón para Fanny Mikey. Con su partida se cierra un capítulo de éxitos en la cultura nacional, en el que todo fue teatro, adrenalina, diversión sin límite. Empresas artísticas desbordadas por el público, ávido de emociones fuertes. Nace el mito: el de una mujer que le cambió la cara a Colombia y dejó una huella imborrable.
Fanny nos enseñó a pensar en grande, a no conformarnos con poco. Ella quería lo mejor para todos. Por eso el Festival Internacional de Teatro fue su quijotada más espectacular. Y su obra maestra. Cada jornada fue única y en el escenario nacional se presentaron los mejores grupos del mundo, con su ingenio, pirotecnia, estilos vanguardistas y uso de las herramientas más modernas. Una babel policromática de arte y artistas.
Bogotá cambió su imagen y se posicionó como una metrópoli cultural gracias al impacto de ese acontecimiento esperado con ansiedad. Más de tres millones de personas participan en cada edición del Festival, muchos venidos de los lugares más apartados, que se apropian de la capital, copan la capacidad hotelera, dinamizan la economía y se gozan la urbe con su arquitectura, sus bibliotecas, parques, alamedas y zonas de entretenimiento.
Ese fue el regalo majestuoso de Fanny a la ciudad que la acogió y la vio triunfar hasta convertirse en una figura única, irrepetible, inolvidable. Una mujer de carcajada sonora que traspasaba las fronteras, incluso las de la apatía y el aburrimiento, porque con solo verla, escucharla y sentirla se alegraban los corazones.
Hay dolor en Colombia con el adiós de Fanny. La noticia sirvió, paradójicamente, para demostrarle cuánto la amamos. Cuánto extrañaremos su ausencia y su genialidad. Porque mujeres como ella no se inventan en un solo acto, se forjan en la brega diaria de imaginar, crear y hacer realidad lo imposible. Como hacer soñar con la paz a un país sumergido en la guerra desde hace 50 años. Como hacer reír a una nación que el miedo había convertido en escépticos.
Las demostraciones de afecto a Fanny son una plegaria a la paz de una multitud que aprendió a gozarse los espacios públicos, disfrutar lo lúdico, dejarse contagiar de alegría y reconocer al otro.
La muerte se llevó a un ser de carne y hueso, que sufría y lloraba con la pobreza y la tiranía; y se estremecía hasta la furia con la impuntualidad y la pereza. A la actriz y madre, a la empresaria y gestora cultural de megaproyectos. Pero nos queda Fanny, el mito, la leyenda. El ser humano que extrañaremos y nos arrancará una sonrisa cada vez que escuchemos el llamado a una nueva versión del Festival Internacional de Teatro, o un tango de arrabal o el sonido de la salsa.
Adiós Fanny: te extrañaremos en este país que sueña con la paz, por la que viviste y luchaste en todos los escenarios. Comienza la función en el cielo. Volver a Inicio > Titulares >
Por Horacio Serpa
Se bajó el telón para Fanny Mikey. Con su partida se cierra un capítulo de éxitos en la cultura nacional, en el que todo fue teatro, adrenalina, diversión sin límite. Empresas artísticas desbordadas por el público, ávido de emociones fuertes. Nace el mito: el de una mujer que le cambió la cara a Colombia y dejó una huella imborrable.
Fanny nos enseñó a pensar en grande, a no conformarnos con poco. Ella quería lo mejor para todos. Por eso el Festival Internacional de Teatro fue su quijotada más espectacular. Y su obra maestra. Cada jornada fue única y en el escenario nacional se presentaron los mejores grupos del mundo, con su ingenio, pirotecnia, estilos vanguardistas y uso de las herramientas más modernas. Una babel policromática de arte y artistas.
Bogotá cambió su imagen y se posicionó como una metrópoli cultural gracias al impacto de ese acontecimiento esperado con ansiedad. Más de tres millones de personas participan en cada edición del Festival, muchos venidos de los lugares más apartados, que se apropian de la capital, copan la capacidad hotelera, dinamizan la economía y se gozan la urbe con su arquitectura, sus bibliotecas, parques, alamedas y zonas de entretenimiento.
Ese fue el regalo majestuoso de Fanny a la ciudad que la acogió y la vio triunfar hasta convertirse en una figura única, irrepetible, inolvidable. Una mujer de carcajada sonora que traspasaba las fronteras, incluso las de la apatía y el aburrimiento, porque con solo verla, escucharla y sentirla se alegraban los corazones.
Hay dolor en Colombia con el adiós de Fanny. La noticia sirvió, paradójicamente, para demostrarle cuánto la amamos. Cuánto extrañaremos su ausencia y su genialidad. Porque mujeres como ella no se inventan en un solo acto, se forjan en la brega diaria de imaginar, crear y hacer realidad lo imposible. Como hacer soñar con la paz a un país sumergido en la guerra desde hace 50 años. Como hacer reír a una nación que el miedo había convertido en escépticos.
Las demostraciones de afecto a Fanny son una plegaria a la paz de una multitud que aprendió a gozarse los espacios públicos, disfrutar lo lúdico, dejarse contagiar de alegría y reconocer al otro.
La muerte se llevó a un ser de carne y hueso, que sufría y lloraba con la pobreza y la tiranía; y se estremecía hasta la furia con la impuntualidad y la pereza. A la actriz y madre, a la empresaria y gestora cultural de megaproyectos. Pero nos queda Fanny, el mito, la leyenda. El ser humano que extrañaremos y nos arrancará una sonrisa cada vez que escuchemos el llamado a una nueva versión del Festival Internacional de Teatro, o un tango de arrabal o el sonido de la salsa.
Adiós Fanny: te extrañaremos en este país que sueña con la paz, por la que viviste y luchaste en todos los escenarios. Comienza la función en el cielo. Volver a Inicio > Titulares >