Nuevamente el vecino país aparece en la palestra arremetiendo públicamente contra Colombia. Y lo hace desde los escritorios ya que la otra modalidad, la de las armas de fuego las esconde en sus selvas donde alimenta la acción bélica. Esa jugada no es nueva. Si los lectores repasan la columna del autor publicada por El Frente el 8 de Agosto del presente y titulada “ Con esos vecinos…” se darán cuenta de la doble moral del mencionado país durante la guerra de los mil días en 1900.
Eran otras épocas y esas imposturas no tenían un sello universal como ahora. El comunismo internacional reunió, clasificó y llevó a la práctica donde quiera que se lo propuso la gran estrategia para la toma del poder de un Estado bajo el concepto global de la combinación de las formas de lucha incluyendo la militar. Y cuál es esa estrategia ?
Pues cuando no se puede acceder al poder por medios constitucionales se apela generalmente a las armas pero esta modalidad es muy lenta al enfrentar un ejército profesional, bien entrenado, con alta moral como lo es el ejército de Colombia y produce muchas bajas en sus filas. Ahí surge la llamada Guerra Política que tácticamente tiene variantes fundamentales y están destinadas a debilitar las instituciones del Estado para enfrentar la amenaza. Está compuesta por una sucesión de ataques de manera subterránea que no son detectados fácilmente desde la superficie; estas batallas se libran sin armas convencionales, no hay uniformes, no se organizan demostraciones públicas como desfiles militares, no se ven formaciones para el combate, no hay muertos a la vista, no se identifican con heridos, prisioneros ni secuestrados. La guerra se libra como en nuestro caso dentro de las propias fronteras o desde afuera con la ayuda de caínes como el Ecuador. Sus armas son los computadores, los foros, los seminarios y las organizaciones internacionales que se prestan para todo especialmente cuando se avisoran en el horizonte jugosas demandas contra el Estado. Los escenarios son políticos y diplomáticos incluyendo algunas de nuestras propias instituciones. Y el elemento humano lo conforman intelectuales como literatos, políticos, religiosos, cultores de las artes y otra clase de profesionales pero en general son personas, en apariencia, comunes y corrientes. Sus argumentaciones buscan llegar al fondo sentimental de la opinión distorsionando los hechos, inventando falacias e interpretando los valores y principios a su amaño y siempre en contra de la institucionalidad; es una guerra jurídica como lo estamos viendo en las demandas contra miembros de la fuerza pública; es una guerra de organizaciones manipulando juntas de acción comunal y sindicatos; es una guerra de masas propiciando movilizaciones, paros armados y organizaciones indigenistas; es una guerra de estratagemas al convertirse en campeones de la distorsión aprovechando algunos errores del estado o induciéndolo a cometerlos; es una guerra diplomática como aconteció con la operación Fénix y una más rápida que se mete a todos los hogares y no resulta costosa: la ciberguerra o uso del ciberespacio. En esa guerra quieren involucrar al Presidente Uribe, al ex Ministro de Defensa Juan Manuel Santos y ahora al Comandante de las Fuerzas Militares General Freddy Padilla de León. La artillería dirigida contra ellos es contra toda la nación, contra nosotros, ya que ellos encarnan la institucionalidad y la voluntad de resistir y aniquilar la amenaza. Por eso los escogieron pues creen que si consiguen su objetivo quiebran la resistencia del sector militar y se empieza a desmoronar el país. Debemos rodear dando un blindaje a todos los blancos de estas formas de guerra subrepticia sumándonos y apoyando las voces de protesta por las posiciones inmorales de estos estafetas del error. Volver a Inicio >