Trafugario
Por: JOSE OSCAR FAJARDO
|Desafortunadamente el precio
del progreso y del desarrollo es demasiado costoso en todos los aspectos y
vivencias del ser humano. Ya desde hace mucho tiempo atrás, las bebidas
alcohólicas son una fórmula social y es raro el pelao de cualquier sexo que a
los 10 o 12 años no se haya metido una rasca de esas de buscada de bonche a los
compañeros, rajada de mula, partida de dientes, trasbocada a lo volcán y
detenida de la policía por ser menor de edad. Pero lo verraco es que para allá
van las drogas sicotrópicas y de hecho la marihuana. Hoy día una abrumadora
mayoría de los muchachos de ambos sexos asistentes a una universidad, se
emborracha con alguna frecuencia y ya se ha metido muchos porrazos con
martillos de marihuana en todo el centro de la cabeza.
La curiosidad y el querer
hacer de todo un poquito en la vida es una de las causas por las cuales muchos
muchachos hoy pueblan las calles y engordan las cifras de las estadísticas de
los mal llamados “desechables”. Pues las drogas alucinógenas son como un campo
magnético o como una cuerda de alta tensión: el que la toque lo más probable es
que quede pegado para siempre. ¿Y dónde está el culpable? Echarle la culpa
total a la mala formación del jovencito desde la niñez en su entorno familiar,
para mí es una necedad porque él, y ellas lógicamente, desde los doce años
aproximadamente, sufren unos cambios atroces, por decirlo de una manera
coloquial. Hombres y mujeres lo quieren ser de verdad, y ahí es cuando empieza
el santo a padecer. Asoman peligrosamente los primeros tragos y los primeros
cigarrillos, porque existe la errada convicción de que usando estos, se adquiere
madurez.
Posteriormente vienen los
amigos viciosos, la presión de grupo, o finalmente los jíbaros y le remachan el
cuento al imbécil de que metiendo drogas alucinógenas uno se vuelve más
inteligente. Y qué embarrada hermanito porque yo no creo que Einstein o Stephen
Hawking hayan sido drogadictos. El niño nace bueno y la sociedad lo corrompe,
dice don JJ Rousseau. Pero también sería una necedad echarle la culpa total al
Estado porque la sociedad de cualquier país, por más alta civilización que este
haya conseguido, está conformada por individuos de todas las calañas y de todas
las cavernas. El buen ejemplo de los padres es fundamental, sobre todo en la
niñez, y a eso se le llama herencia cultural. “Hijo de tigre nace pintao”, dice
la filosofía popular. Pero la influencia de la televisión en los niños… ¿Qué? Luego
esa medio pendejadita de “Profesor” que tiene el niño desde sus primeros años
con la TV ¿será que no lo va a influenciar? Yo personalmente creo que sí porque
el Inconsciente del ser humano actúa como una videograbadora con todo lo que
exista a su alrededor.
Estos, como en el computador,
se convierten en los “programas direccionales” que a su debido tiempo,
afectarán la personalidad y en efecto el comportamiento del ser humano. ¿Cómo
hicimos los que pasamos por varias universidades sin probar un chimbombo de
marihuana, de bazuco, o un pase de perica? Pues simplemente que no comimos
cuento. ¿Y cómo hicieron los que probaron drogas pero no se quedaron en ellas? Pues simplemente que estuvieron de buenas y
los salvó la Divina Providencia porque la cuerda electrizada que cogieron, para
el bien suyo y el de su familia, gracias a Dios no era de alta tensión. Por
tanto querido amigo universitario, escoja usted mismo porque uno es el
diseñador de su propio destino, y la universidad es mucho mejor que la cárcel,
el manicomio o el infierno gratuito de las drogas.|