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Hace apenas unos meses llegué a esta hermosa región del Norte de Santander. Quince años de servicio pastoral en el Magdalena Medio llenaron mi vida de gratas experiencias, de grandes interpelaciones y fuertes expectativas que necesariamente deberían encontrar canales de búsqueda serena y de propuestas sensatas. El Programa de Desarrollo y Paz PDPMM de cuya Junta Directiva fui presidente durante muchos años como también la amistad sincera, la lealtad y la gran preparación y gestión de su director el Padre Francisco de Roux se constituyeron en un punto de referencia indispensable para futuros proyectos.
Coincidió el comienzo de mi ejercicio episcopal en esta Iglesia Particular de Cúcuta con la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes 2009. ¿Por qué no dedicarla, pensamos con la Pastoral Social, al campo y al campesino? “A Dios rogando y al campesino apoyando” fue nuestro lema. Reflexionamos sobre la problemática campesina de la región, sobre la falta de políticas agropecuarias eficientes, sobre los megaproyectos agrarios, sus luces y sus sombras. Nos propusimos aumentar el monto de la colecta de 30 millones a 150 o 200 millones para crear un fondo semilla para proyectos campesinos. Lo logramos gracias a la campaña de sensibilización durante toda la Cuaresma, a la motivación de nuestros sacerdotes y los animadores pastorales de las parroquias y a la generosidad de nuestro pueblo.
Hemos iniciado los proyectos “con las uñas” como se dice. ¿Qué son 150 millones de pesos para atender las diferentes necesidades del campesino de unos cuantos municipios solamente? ¿A dónde acudir ante esta “urgencia” manifiesta?
Y mientras hacíamos proyectos para presentar a entidades de ayuda externa, se destapó esa olla podrida del Agro Ingreso Seguro. Lo más triste de todo es el cinismo con que se trata de justificar el visible atraco a los fondos del Estado y por lo tanto al mismo pueblo colombiano.
Cuando se inició el escándalo uno de los grandes implicados decía “pero si todo está a la vista”. Pues claro que todo está a la vista. Su cinismo los exime de justificarse por ignorancia. Aquí el elefante se les convirtió en animal prehistórico descomunal, un “mamut” de esos que dejan no huellas sino cráteres en la ya desgastada confianza que les puede brindar el pueblo colombiano.
¿Cómo distinguir entre un campesino y un terrateniente? ¿No se trataba con el famoso programa de Agro Ingreso Seguro de “devolver equidad al campo? Ahora si comprendo porqué Colombia debe “desertizarse”. Necesitamos un gran desierto de arena para hacer como los gatos: tapar la porquería que producimos sin dejar rastros. ¿Cómo podemos pensar que devolviendo los beneficiados la platica, las cosas ya quedarán arregladas? No tiene esto presentación. Lamentablemente así van a quedar las cosas. Qué lejos estamos de solucionar el problema agrario en Colombia y créanme: mientras no solucionemos el problema agrario tampoco vamos a solucionar el conflicto social, léase, el conflicto armado en Colombia.
Mientras tanto, sigamos cantando nuestras viejas canciones “me quitaron el rancho con las vaquitas que aunque eran tan poquitas eran de mí”.
+ JAIME PRIETO AMAYA, Obispo de Cúcuta