Trafugario
Hace exactamente cinco días
hubo un temblor de tierra en gran parte del territorio del país, con epicentro
en el nido sísmico de La Mesa de los
Santos. Entre otras cosas si los santos fueran serios, allí no tendría por qué
temblar. El caso es que ha sido uno de los días en que más se ha vendido papel
higiénico en la capital de Santander. El periodista Víctor Suárez corría como
una vulgar gallina saraviada por el patio central del Centro Cultural del
Oriente sin un ápice de gallardía y machera barboseña. Rezaba como una beata
soltera y después se puso a chillar cual plañidera aguardientera. En medio de
un profundo sopor me pidió casi de rodillas que por favor no fuera a contar y
yo le prometí que sí, pero no me aguante las ganas. Una señora que estaba en el
inodoro de su residencia, se supo después, salió con los calzones a media asta,
se enredó y del porrazo, con su cabeza por poco le abre un hueco en toda la
frente a un divino rostro que está pintado en la pared. Así muchas más cosas
ocurrieron el día del suceso pero es éticamente imposible publicarlas en este
sitio. Y lo bueno es que la gente del
común a todo le tiene su explicación producto de su propia filosofía o de sus
personales y modestos conocimientos.
Hay gente que piensa que la
tierra tiembla o que se produce un movimiento telúrico, como se debe decir
técnicamente, es porque el santo encargado de controlar todos los movimientos
del cielo y de La Tierra, “Imidio”, tal vez se pone a beber trago o a jugar
billar a tres bandas, o pone a correr
las pelotas en la ñonga y se le olvida echarle ojo a los manómetros,
barómetros, termómetros y demás aparatos de medición y que ahí es donde se
producen los desastres. Hay personas más malintencionadas todavía, que
argumentan muertas de la risa, es que al susodicho santo se le olvida mirar el
“guarapómetro” y que cuando se pasa la aguja de la marca roja, es exactamente
cuando se producen los terremotos y todas las cosas cambian de lugar. Lo que yo
no he podido explicarme es, el por qué
la gente no ha adquirido la cultura de los terremotos si Santander como Japón,
son dos de las regiones del total de cinco donde más se sacude telúricamente el
globo terráqueo. Y es pura falta de educación sismográfica o de conocimientos
tembloríficos que, además de ser de cotidiana producción, son demasiado
conocidos en la región. Por decir algo, en Japón ya rebullen el chocolate
con los temblores de tierra y mucha
gente baila los ritmos populares al son de los terremotos.
Entonces por qué tiembla
hermanito. Cómo cuando están zangoloteándose en otras vainas que en este casto
escrito no puedo reproducir, ahí sí se
mueren de la dicha. Por ejemplo, brincar en la ducha con la muchacha de
servicio cogida de la mano. Y otras. Por eso a mí me dio enorme risa ver al doctor que les dije y a otros doctores y
doctoras, pavimentándose sus añejos rostros con puros mocos de tanto chillar.
La gente va a creer que esto que les he
contado es puro invento mío pero, solo dios sabe que es cierto. Otro por ejemplo.
Que la madre superiora de uno de los conventos acá de la ciudad, de la
velocidad bajando unas escaleras largas,
de la velocidad, repito, metió los pies entre una mochila de esas que traen
cuando vienen de vacaciones de la Guajira, y por poco muere en un accidente
aéreo porque llegó al primer piso sin tocar las escaleras.