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sábado, 19 de julio de 2014

El fútbol y los intelectuales

                                                    Tradugario                      
                 Por: José Óscar Fajardo                              
Hace unos años publiqué una columna en esta misma tribuna en la cual les contaba a los lectores que un sicoanalista alemán había afirmado que el fútbol era el deporte de las grandes masas porque las grandes masas eran energúmenas e indiscutiblemente brutas. De la misma manera el profesor proponía que por causas contrarias el ajedrez era el deporte de las minorías precisamente porque necesitaba en los individuos que lo practicaban procesos mentales muy similares a los de las matemáticas. Y ese es el dolor de muela de muchos estudiantes en el mundo, sobre todo en los colombianos donde según las pruebas Pisa, somos unas miserias humanas en el mapa de las derivadas y de las integrales, de los campos escalares y de los vectoriales y para qué decir más. Yo no es que esté totalmente de acuerdo con ese imaginario sicoanalista porque fue un invento de un personaje de una de mis novelas, pero sí veo que el concepto tiene mucho de verídico. Si bien es cierto que el premio Nobel de literatura Albert Camus, autor entre otros relatos de El Extranjero, y el más joven en recibir tal galardón, era un aficionado del fútbol de pies a cabeza, nunca se supo si era en realidad un fanático. Del connotado exfutbolista argentino  Jorge Valdano, autor de siete libros y además mundialista junto con Diego Maradona y otros, tampoco se ha sabido jamás que fuera un fanático.
Lo mismo podría decirse de otro montón de intelectuales del mundo entre los que también se cuenta nuestro escritor Eduardo Galeano, autor de Las venas abiertas de América Latina, y de los que claramente uno puede afirmar, así por simple inspección, que de ninguna manera eran fanáticos del deporte de las grandes masas. Pero que las grandes masas son el terreno abonado para todo tipo de fanatismos y no sólo del fútbol, es una verdad de Perogrullo que fácilmente puede calificarse como axioma. La suma de las partes es igual al todo. La política y la religión, por decir algo. Me pareció terrible una escena que vi en el noticiero del medio día de Caracol TV en que los planos muestran a una niña de unos seis o siete años por mucho, llorando sin consuelo alguno porque según ella, “la Fifa era tramposa y le había robado el botín de oro al futbolista colombiano James Rodríguez y que Messi debía devolverlo”. Yo estoy seguro que ese concepto no es producto de su razonamiento lógico sino que, seguramente lo escuchó de un fanático. O puede ser también el resultado de “El efecto de la TV en los niños”, conferencia que he dictado en muchos colegios y varias universidades del país. De todas maneras no es más que una forma de fanatismo exacerbado. Es un comportamiento obsesivo adquirido porque, estoy totalmente seguro, reitero, esa nena que todavía huele a tetero rancio no tiene ideas propias de nada.
Hoy, ya terminado el mundial con los resultados que todos conocemos, una abrumadora mayoría todavía “llora”, por así decirlo, no sólo por lo de James, sino además porque “el hp árbitro nos robó el partido con Brasil y nos quitó el título mundial”. Eso puede ser cierto según el grado de fanatismo del que lo dice. Pero relativamente pocos hacen el racionamiento que el partido en realidad se perdió cuando, a los cinco minutos, Carlitos Sánchez, sin culpa, regaló un gol que mató sicológicamente al equipo colombiano y fuera de eso se tiró todo el planteamiento que había hecho el gran José Pekerman. Pero el poder mental del fanatismo decía que ya éramos campeones  mundiales desde mucho antes de iniciar el partido. Los comentaristas de fútbol también son culpables. 

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