Por
Gerardo Delgado Silva
El
día que en la Corte Constitucional,
posiblemente se produjo un hecho punible, inmarcesible, contra la
Administración Pública divulgado por la prensa, fue aciago para la patria.
Lo
sentimos no solo quienes tuvimos el honor de tributarle vida transparente a la
Administración de Justicia por muchos años, siempre para colocarla en el
decoroso y alto nivel que le corresponde, sino también toda Colombia, que pone
sus ojos en ella para la solución de sus propios dramas.
Si
un pueblo y con mayor razón un juez, se abandona de la justicia, habrá perdido
los grandes soportes que le dan sentido a su existencia.
Maritain
nos enseñó: “Si la vida común en que estoy empeñado, está construida sobre la
injusticia, un día será necesario sufrir con valor que las bestias me arranquen
la piel, a mí o a mis hijos. Si está
ordenada hacia la justicia, tendré, quizá, que dar mi piel y lo demás por la
justicia y por lo menos tendré la esperanza de que mis hijos estarán orgullosos
y también tendrán coraje. Vale más
cansarse por el bien, que ser abatido por el mal. Estas son cosas muy simples y ya vendrá el
tiempo en que la conciencia común, las comprenderá”.
Ahora
bien. “La presunción de Inocencia”,
acompañará al Magistrado a quien se le
atribuye el hecho punible. Es decir,
como consagra la Norma Rectora del Código de Procedimiento Penal: “En
desarrollo de las actuaciones penales, prevalece el principio de la presunción
de inocencia, según la cual, toda persona se presume inocente, y debe ser
tratado como tal, mientras no se produzca una declaración judicial definitiva
sobre su responsabilidad”.
Empero,
este hecho pues, ha dejado muy averiada la autoridad moral y credibilidad de la
Administración de Justicia.
Y
este acontecimiento, ante un país hambriento, famélico, que busca en las
canecas los desperdicios que sacan a la calle frente a los restaurantes,
mendigos, peleando con los perros por “tiras de piel, cadáveres de cosas”, como
canta Valencia en Anarkos.
Periódicamente
se agita en el país el tema de la crisis de la justicia. Súbitamente como ahora, los ciudadanos
encuentran que se está al borde del abismo y que es preciso corregir, de una
vez por todas, las fallas en la administración de justicia. El prurito pasa, sin embargo, y las más de
las veces nada queda.
Ante
situación tal, como la del Magistrado de la Corte Constitucional, sería
deseable que la Magistratura Colombiana recobrara su dinamismo y prestigio ante
la ciudadanía, y que en grande y selecta Asamblea Nacional que saben mejor que
nadie las necesidades de la justicia, dijeran al país cuales son las normas que
deben reformarse, como debe seleccionarse su personal, y cuales las fallas
humanas que en muchos casos han hecho ineficaz la Administración de justicia, o
la han desvirtuado.
La
Constitución Política y las leyes de cada país, establecen una red de medidas
protectoras de los ciudadanos y sus derechos, fundadas todas en una valoración
previa de los preceptos básicos, sobre los cuales se han de asentar los
principios del bien, del derecho y la justicia en ese Estado, de acuerdo.
con
el sentido moral vigente, esto es, tal como los concibe la conciencia social
dela pueblo y los expresa con mandato de ese pueblo el legislador.
Es
tanta la importancia de la justicia, que hasta la Monarquía Teocrática le rinde
homenaje y le paga tributo desde los más antiguos tiempos. “El rey que castigue a los inocentes y deje
impunes a los culpables – dice el Código de Manú- , se cubre de la mayor
ignominia y va al infierno”.
La
justicia consiste en aplicarla interpretando fielmente su letra, con arreglo al
sentido moral, que constituye su
espíritu. Por eso, toda la justicia
reposa en los principios éticos de carácter fundamental que contiene la
constitución, y que fijan al derecho su verdadero sentido.
Con
este hecho, referido por la prensa, sumido en el letargo moral posiblemente
tipificándose el hecho punible de concusión o de cohecho, se está mancillando
la piel transparente de la patria. Sigue
teniendo una dolorosa y aterradora actualidad la sentencia de los antiguos
romanos, cuando expresaron: “La corrupción es lo mejor de lo peor”, derrumbando
la escasa fe que aún queda en la Administración de Justicia.
Evidentemente,
se trata de una felonía contra esa sagrada función del Estado. (Para www.bersoahoy.co)