sábado, 22 de enero de 2022

Evitar el peor de los destinos

Mario González Vargas
Las elecciones que tendremos este año no pueden abordarse y desarrollarse con las mismas características de las que hemos vivido en el pasado. Si bien persisten los desafíos a la seguridad ciudadana, la amenaza cierta y actual del cambio climático y la enconada relación que ha venido apoderándose de los líderes y organizaciones políticas, no es menos cierto que en el mundo se debaten nuevas formulaciones culturales e ideológicas que por su naturaleza impregnan cualquier debate electoral en la actualidad. Los retos que plantean los efectos de la pandemia que no cesa, han originado nuevos desafíos para todos los Estados. La globalización ha menguado el ejercicio de las soberanías nacionales y potenciado el papel de los organismos internacionales, los que, de la mano de sus burocracias, afinan e intentan imponer los nuevos parámetros ideológicos y culturales diseñados a su antojo. Ello impacta los certámenes electorales porque cada nación termina siendo parte de un engranaje que le puede ser extraño, pero determinante para la consolidación de la nueva arquitectura política e ideológica.

Al iniciarse el tramo final de las elecciones en Colombia todo indica que Petro es el que mejor comprensión tiene del escenario. Se convirtió sin dificultad en el vocero del “progresismo” en su extrema versión, que pretende poner fin al capitalismo y a la democracia, pilares de un sistema cuya deconstrucción se considera necesaria para el advenimiento de los nuevos tiempos. Goza del apoyo del ala radical de la internacional socialista y de muchos de los foros y grupos adscritos a ella, y de la solidaridad de las burocracias militantes de los organismos internacionales que le confieren inmunidad judicial y por supuesto impunidad. No esconde sus metas y descalifica con insultos y menosprecio a sus contenderos, a quienes termina intimidando acusándolos de provocar y ejercer indebida polarización de la sociedad colombiana, y permitiéndose engrosar sus huestes con personajes cuestionados, ignorantes del pobre destino que les espera una vez conquistado el poder.

Las respuestas a Petro han sido unas esquivas y otras erróneas. El Centro esperanza ha preferido empuñar la linterna de Diógenes para hallar lo que denomina el centro, con el resultado de todos conocido desde la más remota antigüedad. Suma la mayor cantidad de precandidatos y se espera que con el ingreso de Luis Gilberto Murillo e Ingrid Betancur encuentre un rumbo cierto y un mensaje que le permita conectar con sectores de la ciudadanía, y no se distraiga en encuestas previas, cuando se trata de trabajar un conjunto de propuestas por construir, a las que Luis Gilberto Murillo e Ingrid tienen mucho para aportar. En el Equipo Colombia, Char y Dilian Francisca le restaron validez y futuro a esa coalición y le extendieron una anticipada partida de defunción que paradójicamente abrirá espacios para nuevos entendimientos en la primera vuelta presidencial que le permitan al centro derecha preservar sus opciones de éxito. La intromisión internacional en nuestras elecciones se agravará y abarcará la protección del sistema electoral. ¿Entenderán los colombianos que Petro encarna el peor de los destinos? Las coaliciones deben contribuir a la respuesta.

viernes, 21 de enero de 2022

Defender la prevención del covid es civilización

Por Bernardo Socha Acosta
Todas las medidas que se tomen para garantizar la salud de una sociedad y máxime cuando se trata de impedir la propagación de una pandemia, deben ser bienvenidas por todos los que nos consideremos personas cumplidoras de los derechos y deberes, viviendo en una era de la civilización.

Hay muchas disposiciones sobre la materia, pero tal vez se sintetice en “el derecho a la salud” que consagra la OMS.

La Constitución de la Organización Mundial de la Salud encabeza su tratado diciendo: 'La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades'.  

Y para referirnos, no del exterior, sino de nuestro país, Colombia, la Constitución de nuestra Patria en su artículo 49 reseña: “Toda persona tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad”.

En ese sentido las autoridades de salud están en la sagrada obligación de tomar todas las medidas que estén al alcance para impedir al máximo que las personas se enfermen y mueran de alguna patología y con mayor, cuando se trata de una pandemia como la que está viviendo el mundo  con el coronavirus.

Velar porque la comunidad no se contagie del virus Covid 19 o cualquier otra epidemia, debe estar por encima de cualquier consideración, dogma o creencia. Obligar a las personas para que no sean un medio de transmisión de contagio, no es ninguna violación de los derechos humanos o del libre albedrío. Quién dijo esa mentira que raya con la hipocresía y llega hasta el fondo de la peor ignorancia, retrocediendo seguramente a la era de las cavernas.

Obligar a una comunidad a irradiar la buena salud, y repeler el mortal contagio, es un acto de civilización social y es un hecho de perfección humana. No hacerlo sería retroceder.

Por eso la mejor forma de impedir la transmisión de un virus mortal es la prevención y dentro de la prevención está la serie de medidas que incluye la vacunación como la mejor herramienta para ser inmunes, quizás no para sellarnos definitivamente, pero si para bajarle la agresividad, debilitando el virus para que nos lleve a la postración, no nos deje tantas secuelas, o finalmente lo más triste, que no nos lleva a la muerte anticipada.

Podemos pensar entonces, que no vacunarnos es un desafío a la muerte y recordemos que la vida es una sola. Cuántas personas anti-vacuna han sido atacadas por la mortal enfermedad y al encontrarse en grave riesgo, piden que las vacunen, pero infortunadamente ya es tarde…

bersoa@hotmail.com

domingo, 16 de enero de 2022

¿Seguridad: impotencia y complicidad?


Mario González Vargas
El atentado terrorista del ELN contra agentes de la Policía Nacional en Calí, merece una nueva reflexión sobre las estrategias de seguridad en Colombia. El esquema que prevaleció en la lucha contra la insurgencia no es aplicable, porque ya no se trata de derrotar en combate a organizaciones militares, sino de enfrentar milicias rurales y urbanas que controlan territorios y comunidades mediante amenazas y terrorismo, que se valen de la corrupción de autoridades locales y se enriquecen con las rentas del narcotráfico y la extorsión que les dispensa el ejercicio de la criminalidad. La inseguridad en Arauca, el Catatumbo, el Bajo Cauca y el Pacifico Nariñense y Chocoano obliga a una revisión de las estrategias de seguridad y control territorial que se han aplicado en los últimos años.

No se trata solamente de dar de baja a cabecillas y militantes que son inmediatamente sustituidos, sino de entender que la prioridad radica en ejecutar procesos con objetivos políticos definidos y concertados con la institucionalidad regional y local, que apunten a recuperar territorios y seguridad ciudadana. Ello implica una reformulación de metas y procedimientos de la Fuerza Pública que debe obedecer a doctrinas que correspondan a renovadas concepciones estratégicas del Estado. Una simple superioridad militar de combate no garantiza la neutralización de hombres en armas con retaguardia en las fronteras cercanas, cuando no ocultos en zonas urbanas y rurales que controlan mediante el terror que infunden, como se experimenta a diario en poblaciones que exigen el retiro de la Fuerza Pública, ni asegura la acción de erradicar los cultivos ilícitos que al fin y al cabo representan el combustible de la violencia, el poder de los criminales y el instrumento de sus alianzas con regímenes alimentados por sus beneficios.

Una nueva doctrina necesita un amplio consenso político que no se vislumbra a corto plazo como se desprende del enrarecido clima que se observa en el proceso electoral en curso, y en el que los sectores de izquierda radicalizan su animadversión hacia la Fuerza Pública. Los radicales y los tibios coinciden en criticar y oponerse a la movilización y operaciones de militares y policías, señalando al gobierno como responsable del terrorismo de los GAOS, cuando no acusándolo de genocida, como vociferó el senador Feliciano Valencia. Los voceros del partido comunes rechazaron las decisiones del gobierno para poner fin a las matanzas de colombianos y venezolanos en territorios fronterizos. El senador Iván Cepeda calificó la decisión de militarista, al tiempo que desde Centro Esperanza se sumaban a las críticas, que indignan más porque callan ante las víctimas militares y policiales caídos en su tarea de proteger a los colombianos del terrorismo y vandalismo que ellos parecen justificar. Los unos en su tarea de demolición, los otros carentes de ideas y de coraje.

En ese escenario que se encamina a lo dantesco, preocupa la timidez de los precandidatos en edificar soluciones y solidaridades para enfrentar una situación de la que depende un mejor país, como si nos anticiparan su renuencia a la construcción del futuro. ¿Impotencia y complicidad?

sábado, 8 de enero de 2022

Desafíos a la paz

Mario González Vargas
El año inicia en medio de grandes incertidumbres provocadas por los disensos entre potencias susceptibles de amenazar la paz mundial. El incumplimiento reiterado de Irán del acuerdo firmado en el 2015 con los cinco estados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania y la Unión Europea, y la parálisis de las negociaciones que recientemente se reanudaron, aunado a la tensión en la frontera rusa-ucraniana y las amenazas de la China a la soberanía de Taiwán y sus miras hegemónicas sobre el denominado Mar de China, justifican las inquietudes de conflictos que podrían escalar hasta el uso del arma nuclear. La reciente declaración de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, “una guerra nuclear no puede ser ganada y no debe jamás ser librada”, si bien pretende disipar los temores que se acrecientan, se ve desafiada por las realidades que se viven. La más amenazante es Irán, que suma a sus incumplimientos en la reducción de la cantidad de sus centrales centrifugas, a la burla a la prohibición del uranio enriquecido y a su negativa a las inspecciones del OIEA, el reciente lanzamiento de misiles espaciales capaces de portar armamento nuclear, prohibidos por el acuerdo, que le permitirían en poco tiempo tener y usar la bomba atómica. Se confirman los vaticinios que rodearon la firma del acuerdo y justificaron el retiro de los EEUU. Las conversaciones que se estancan por culpa de Irán despiertan en Israel, también potencia nuclear, el fundado temor de verse forzada a ejercer la legitima defensa de su supervivencia nacional.

China ya sometió a Hong Kong a su régimen de capitalismo totalitario conculcando velozmente las más preciadas libertades de sus habitantes. Tiene sus ojos puestos en Taiwán y pretende ampliar su expansión por todo el Mar de China que la haría dueña de la navegación y la convierte ya en factor de amenaza al Japón, Corea del Sur, Vietnam y demás naciones ribereñas, extendiendo sus garras imperiales hasta Australia y Nueva Zelanda. Es el imperio renaciente, que pretende cobrar humillaciones pasadas y ejercer la hegemonía política, económica, tecnológica y racial de su civilización, a la que se considera predestinada. Representa un pulso de largo aliento, cuyo desenlace dependerá del vigor de Occidente que no se puede malgastar en erráticas respuestas, ni en apaciguamientos que denoten debilidad, ni negarse a entender que Rusia está preocupada por la extensión de la Otan hacia el este y prioriza garantías de seguridad, ni olvidarse que geográfica, cultural e históricamente ella es pariente de Occidente, rival histórico de China y muro de contención del mundo islámico. Los diálogos que se abren en Ginebra con EEUU tienen todo para ser exitosos, siempre que prevalezcan los imperativos históricos y estratégicos sobre las transitorias dificultades de la administración Biden.

Estos son los retos que confrontan principalmente los Estados Unidos y la Unión Europea para el mantenimiento de la paz. El futuro de la América Latina necesita paz y visión para crecer en la consecución de su propio destino, que no encontrará replicando experiencias históricamente fallidas que la atarían al pasado.

lunes, 3 de enero de 2022

Porqué el gobierno no previene accidente con pólvora


Por: Bernardo Socha Acosta
La ambigüedad del gobierno nacional ha ocasionado la quemadura con pólvora de más de mil personas durante las festividades de navidad de 2021 y lo que va corrido del año nuevo de 2022, cifra muy superior a los años pasados.

No puede entenderse, cómo sabiendo que estamos en un medio que, entre un gran porcentaje de  colombianos se hace aún gala erróneamente de algunas costumbres ancestrales que son lesivas para la salud y la vida de la población, no haya un gobierno, que se supone toma medidas preventivas, aun permita que se fabriquen artículos que son un grave atentado no solo para quienes la usan sino para quienes conviven a su alrededor.

Y las medidas preventivas que tiene que tomar el gobierno, no es precisamente acabar con las fábricas, sino reglamentar su elaboración, para que sean artículos inofensivos, por ejemplo, eliminar los   artículos que producen trueno y otros que afectan la tranquilidad de los ciudadanos que ya están civilizados y ni siquiera por su mente les pasa la idea de gastar sus pocos dineros comprando esa clase de elementos, usados entre algunas personas (muy pocas) del común que se aferran de lo primitivo, destructivo e incómodo.

Hay muchas formas de adoptar medidas preventivas que el gobierno y el congreso de la república están en mora de dictar para acabar con ese infierno de los artículos (pólvora) que producen trueno, y en las fiestas de navidad, época que debería servir para simbolizar la paz y la hermandad, es cuando personas primitivas gozan intranquilizando e incomodando a los demás, reventando voladores de alto impacto hasta la media noche y la madrugada.   

Pero volvamos al tema de los más de MIL quemados con pólvora en esta temporada, entre ellos muchos menores que sin duda quedarán lisiados por siempre, unos con amputación de manos, otros ciegos y muchos más con diversos defectos, también hay que sumarle que, por la falta de prevención del gobierno, cuánta erogación debe hacer el estado (los colombianos que pagamos impuestos) para la atención de quemados en esas unidades hospitalarias.

Eso nos permite afirmar que esta situación es el resultado de la terquedad del gobierno en no tomar medidas preventivas para conservar la salud del pueblo y defender los dineros que por esas imprevisiones se gastan en atención de heridos.      

bersoa@hotmail.com

domingo, 2 de enero de 2022

¿Una Era de Oscuridad?

Mario González Vargas
Los colombianos no somos los únicos que miramos con inquietud el desarrollo de los procesos electorales del 2022 en el país, porque otros también son testigos de los estragos que se han vivido recientemente en algunos países del continente. La pérdida de credibilidad de los partidos políticos y la desafección ciudadana con las instituciones se han generalizado en el mundo contemporáneo y han contribuido a las tribulaciones y protestas reiteradas que se han observado en los regímenes democráticos en Europa y en las Américas. En todos ellos, se han conocido fenómenos semejantes a los que nos afectan que generan incertidumbre o desatan violencia: el deterioro de la seguridad ciudadana prolongada por continuos actos de vandalismo en variados sectores urbanos y una racha de acusaciones de brutalidad policial; los efectos de la pandemia en la sicología social, la manutención familiar, la inasistencia forzada a clases y la percepción de futuro de los más jóvenes; el auge del populismo en los procesos electorales; la prevalencia de las redes sociales como medio de información y activismo político; y la desatención de necesidades de inclusión y equidad sociales, cada día más apremiantes.

Las elecciones en Argentina, Méjico, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Perú y Chile llevaron al poder a gobernantes de izquierda, aunque aparentemente diferenciados por distintos matices en la concepción de la democracia, pero presentadas como tendencia irrefrenable en el giro a la izquierda en el continente. Tan solo El Salvador, Uruguay y Ecuador escaparon a esa caracterización.

En este contexto, las elecciones de Congreso y presidencial en Colombia son objeto de especial atención, tanto por su posición geopolítica como por el peso específico que le otorga su democracia, su economía y su volumen poblacional. Por otra parte, la conjunción única en su variedad de razas y de culturas, andina, caribe, pacífica, llanera y amazónica, nos confiere especial representación en un hemisferio de mestizaje consolidado, no conocido o alcanzado en otros lugares del orbe.

El futuro no se encuentra en la reedición de las experiencias de izquierda del siglo XX y las en curso del siglo XXI, ni tampoco en el inmovilismo social e institucional que afecta hoy a las democracias en crisis. Todo el entorno social ha venido cambiando al unísono con los avances tecnológicos y científicos y sus repercusiones en los ámbitos personales y sociales. Son nuevos los retos como también las respuestas para superarlos, que exigen creatividad, método y consensos para descifrarlas y ejecutarlas. La pandemia ha exacerbado las deficiencias que arrastran los sistemas sociales y políticos, pero también ha motivado la búsqueda de nuevas metas, pactos e instituciones y de nuevos ideales, conceptos y formulaciones sociales y políticos.

El país espera una visión inspiradora, incluyente, integradora y con vocación de futuro que no asoma aún, ni en las coaliciones, ni entre los precandidatos. Ese debe ser el espíritu que alumbre el contenido de una propuesta política. Retrotraernos a repetir la experiencia del Chile de Allende o de la Venezuela de Chaves, nos condenaría, no a unas décadas de sufrimiento, sino a una era de oscuridad.

viernes, 31 de diciembre de 2021

¿Atropello y abuso en el valor del SOAT?

Por: Bernardo Socha Acosta
El abusivo y desaforado apetito de las aseguradoras al reajustar el valor del SOAT no tiene antecedentes en la historia de las arbitrariedades de entes privados que actúan sin duda con la complicidad estatal.

Quienes han renovado esa póliza este fin de año han quedado petrificados de la diferencia de precio con relación al tramitado a finales de diciembre de 2020.

Dicen los afectados en sendas llamadas a este medio de comunicación, que el atropello que están cometiendo las aseguradoras con los dueños de vehículos al reajustar en una forma escandalosa el valor de ese documento (SOAT) es semejante a cualquier indelicadeza contra los derechos legítimos de un ciudadano, que el que comete cualquier persona que actúa al margen de la legalidad.

Las aseguradoras no pueden tratar de acrecentar sus desmedidos ingresos reajustando de un año a otro ese valor sin ningún límite y sin ninguna justificación real.

Los ofendidos ciudadanos se preguntaron, qué está haciendo la Superintendencia Financiera de Colombia (SFC) para ponerle límite a los atropellos con el SOAT.

Y si es cada comienzo de año que la Superintendencia expide la tabla de tarifas, porqué antes de finalizar la vigencia de 2021 las aseguradoras se desbocaron cobrando tarifas escandalosas para expedir ese seguro.

Indicaron los querellantes, que se justifica la posición del alto porcentaje de dueños de automotores que no saca ese papel legalmente y prefiere pagarles a los intermediarios de la ilegalidad para obtenerlo. Es que con esos costos quién le quita el pan a sus hijos para entregárselo en ese valor a las frondosas compañías que cada vez quieren más esclavizar a sus víctimas.

Y dónde quedó la flamante ley que reduce la tarifa del Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT) en un 10 % a los conductores que tengan buen comportamiento durante los años 2020 y 2021.

Realmente da tristeza saber que en Colombia algunos entes privados hacen lo que les viene en gana fundamentados en la necesidad de los demás, para enriquecerse sin límites con el trabajo y el hambre de muchos.  

Es que tener un carro particular no es suntuosidad o lujo caprichoso, es una necesidad para muchos de la clase trabajadora, pero no como para llenarle los bolsillos a las compañías que asumieron esa función de negocio lucrativo.

bersoa@hotmail.com

martes, 28 de diciembre de 2021

Temores en el mundo por los robots asesinos

Los robots asesinos no son de ciencia ficción. Hay más presión para prohibirlos

Por Adam Satariano
Publicado - Actualizado 27 de diciembre de 2021
Tomado del The New York Times
Tras una reunión reciente de la ONU en la que se debatió la regulación de estas armas letales, han aumentado los pedidos para proscribirlas.

Tal vez haya parecido un desconocido cónclave de las Naciones Unidas, pero la semana pasada expertos en inteligencia artificial, estrategia militar, desarme y derecho humanitario siguieron atentamente una reunión celebrada en Ginebra.

¿La razón detrás del interés? Los robots asesinos —drones, armas y bombas que deciden por su cuenta, con cerebros artificiales, si van a atacar y matar— y lo que se debe hacer, si se llega a hacer algo, para regularlos o prohibirlos.

Aunque en algún momento solo formaban parte de películas de ciencia ficción como la serie de Terminator y Robocop, los robots asesinos, conocidos en términos más técnicos como Sistemas de Armas Autónomas Letales, se han inventado y probado a un paso acelerado y con poca supervisión. Además, se han usado algunos prototipos en conflictos reales. Seguir leyendo

lunes, 27 de diciembre de 2021

En las urnas nos jugamos el destino

Mario González Vargas
En el umbral del debate electoral se constata que en Colombia la política ha perdido mucho de su esplendor y su capacidad de convocar y estimular debates que contribuyan a la superación de los inmensos retos que enfrentamos. Los prolegómenos en los meses recientes desnudan unos egos sin causa, incapaces de captar las aspiraciones ciudadanas, de comprender las dificultades que enfrentamos como sociedad y, por consiguiente, de inspirar credibilidad y optimismo en nuestro futuro inmediato.

La conformación de Coaliciones entre distintos precandidatos y la elaboración de listas al Congreso reflejan la pobre y equivocada lectura que hacen sus protagonistas de la situación del país y de las inquietudes y aspiraciones de los colombianos. A falta de visiones y programas, abundaron las zancadillas y rencillas personales que se materializaron en listas con mucha presencia de anodinos, cuando no de personajes persistentes en hálitos de corrupción. Desafortunado mensaje de desesperanza para una ciudadanía confrontada a un cúmulo de dificultades que la agobian y sin antecedentes para la mayoría de los colombianos.

Vivimos un cambio de época que afecta tanto las relaciones internacionales como las atinentes a la vida y comportamientos de los ciudadanos en sus ámbitos nacionales. Asistimos simultáneamente a una recomposición de fuerzas con potencias emergentes y a nuevos retos culturales y de civilización que desafían para bien o para mal la vida cotidiana de los seres humanos. El nuevo escenario orbital parece obedecer a una contienda entre civilizaciones con marcadas diferencias culturales, históricas, religiosas y étnicas difíciles de concertar en un escenario sin hegemonía prevalente. A su vez, en el mundo occidental, cada día más mestizado, se observa paradójicamente la irrupción de una cultura de la cancelación o ideología “woke”, que a través del racialismo, del feminismo y de concepciones no binarias de género, enfrenta a las etnias, confronta a los sexos y pretende borrar las particularidades de género, para supuestamente construir una sociedad de compartimentos estancos que aseguren una esquiva concordia social. Es la nueva utopía que no podrá construirse sin la estatización de todas las formas de vida y productividad. Es la más reciente concepción del Leviatán que hace carrera de la mano de la concepción progresista de la vida y de las sociedades y que se asemeja a los tiempos convulsos que acompañan las transiciones propias de las civilizaciones.

Los precandidatos conversan con sus egos y disfrutan de la apatía que despiertan, mientras el país confronta la violencia que no cesa y el terrorismo que renace, la corrupción que carcome todo progreso, el odio que asoma, la pandemia que lo acosa y la desilusión de ver comprometido el futuro. El desmerecimiento pretende convocar en ausencia de visiones de futuro. Todo ello atrae un desaliento cuyos estragos no merecemos. No se trata de impedir, sino de construir; no basta con derrotar a Petro, sino de levantar los pilares de una sociedad que responda a la creatividad que solo las libertades pueden prodigar. Por ello, en Colombia la América Latina se juega su puesto en la historia.

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