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viernes, 27 de diciembre de 2024

La impronta del progresismo en la historia de Colombia

Mario González Vargas
Patéticos han resultado los contenidos de la nueva reforma a la salud y el trámite con el que se ha procedido en la comisión séptima y en la plenaria de la Cámara de Representantes. Sin novedades que la distingan de la que naufragó en la comisión séptima del Senado, pretendió el gobierno adornarla de singularidades improbables que ocultaran sus vicios de origen que hacen imposible la viabilidad del sistema por la incapacidad manifiesta para garantizar los recursos indispensables para cubrir los gastos en salud de los colombianos, sin los que ninguna cadena de prestación de servicios que demande altas capacidades tecnológicas, logra sus metas y escapa a la condena de operar bajo una condición de déficit recurrente.

Las proyecciones de la Andi demuestran que el país no tendría “la capacidad de soportar a nivel fiscal la reforma a la salud del gobierno, cuyo déficit alcanzaría en los próximos diez años 163 billones, en el 2025, faltarían 9.2 billones, en el 2026 el faltante sería de 13 billones; en el 2027 de 9.5 billones; en el 2028 de 10.5 billones; en el 2029 de 13 billones, en el 2030 de 14,3 billones de déficit; en 2031 llegaría a $ 15,5 billones; en 2032 sería de $ 17 billones; en 2033 llegaría a la abismal cifra de $ 19 billones y en 2034 sería de $ 19,9 billones”, proyecciones que el gobierno ha desdeñado olímpicamente.

Una vez más Petro insiste en anteponer su credo ideológico a las realidades que vivimos, lo que explica que el Ministerio de Hacienda no haya entregado un concepto fiscal vinculante, ni en el primer proyecto de reforma que se hundió en su trámite, ni en este que cursa en el Congreso, porque en ambos casos se han presentado documentos que no son técnicamente avales fiscales. Enceguecido, se rehúsa a la evidencia que demuestra que Colombia carece absolutamente de la capacidad de soportar fiscalmente sus desvaríos progresistas. Para ello, acude a estimular las más vituperables conductas que se han enraizado en el Congreso y sacudido los cimientos de nuestra democracia.

Denigrante ha sido el comportamiento de los partidos políticos. Los liberales desoyen, sin consecuencia alguna, las razonables críticas que su jefe único ha venido reiterando. Los conservadores, más solapados, colaboraron con el quorum, el partido de la U respondió a su naturaleza de origen gobiernista cualquiera que sea la orientación ideológica de quien ostenta el poder, la mayoría de Alianza Verde apostató de sus principios fundacionales y los partidos cristianos a la espera de consumar, sin incomodas reticencias, dan por bienvenidos los pecados ofrecidos.

”Carpe diem” parece ser hoy la brújula predominante y predilecta de las organizaciones partidistas en el Congreso. Todos a una como en fuente Ovejuna, sin consideración distinta a los gajes que premiarían sus díscolas conductas, ni de los daños inferidos a los ciudadanos que en mala hora les dispensaron su confianza, y a la propia democracia que se marchita por obra de sus ocultos intereses. Sepultaron su vocación de poder para trocarlo por las dadivas que se dispensan para asegurar su sumisa complacencia.

El sistema de salud agoniza por obra de la consentida aplicación del shu shu shu anunciado y aplicado por Petro, y de la sistemática renuencia a ajustar la UPC, con lo que se ha puesto en inminente riesgo la operación del sistema que hoy empieza a colapsar con la resistencia de clínicas y hospitales a atender al enfermo, que el desalmado ministro niega contra toda evidencia. El desfinanciamiento del sistema de aseguramiento es hoy insostenible y la atención médica se convirtió en improbable para cualquier patología. A su vez, las clínicas y hospitales públicas y privadas se han visto obligadas a restringir sus servicios, algunas hasta el extremo de su abstención, con lo que se amenaza de manera cierta y actual la vida de los pacientes.

Cuantos colombianos sobreviviremos a la hecatombe es incógnita que no trasnocha al gobierno, ni hace parte de sus prioridades para su continuidad en el poder. La prevalencia de los imperativos ideológicos con los demenciales resultados ya comprobables en el vecindario, no alterarán su hoja de ruta Esa será su impronta en la convulsionada historia de Colombia.

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