¿Comienza una revolución anticapitalista?

Atilio A. Boro

En un pasaje memorable del Manifiesto Comunista Marx y Engels
sostienen que con su ascenso la burguesía desgarró sin piedad el velo
ideológico que impedía que hombres y mujeres percibieran la verdadera
naturaleza de sus relaciones sociales “para no dejar subsistir otro
vínculo que el frío interés, el ‘pago al contado’”.

El capitalismo, decían, “ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor
religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño
burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta … En una palabra, en
lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas ha
establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.”

Y culminan esa sentencia diciendo que en ese mundo construido por la
burguesía “todo lo sólido se disuelve en el aire; todo lo sagrado es
profanado y los hombres, al fin, se ven forzados a enfrentarse,
sobriamente, con sus condiciones reales de existencia y sus relaciones
recíprocas.”
.
Varias consideraciones son pertinentes con respecto a estas palabras.
En primer lugar para expresar la admiración que todavía hoy despierta
esa extraordinaria capacidad de los fundadores del materialismo
histórico para retratar, en unos pocos trazos, las profundas
consecuencias que el ascenso de la burguesía tuvo sobre los hombres y
mujeres de aquel tiempo.
.
Segundo, para decir que el propio Marx revisaría aquella tesis cuando
en el primer capítulo de su obra cumbre, El Capital, sentara los
lineamientos generales de su teoría del fetichismo de la mercancía.
.
Revisión que no significaba una corrección en lo tocante al tránsito
histórico del feudalismo al capitalismo pero sí acerca del carácter
abierto y transparente de la explotación en el seno de la sociedad
capitalista.
.
En la nueva formulación de Marx la explotación se invisibiliza, queda
oculta bajo los pliegues del mercado y disimulada por la falsa equidad
de la compraventa de la fuerza de trabajo. En esa ficción el obrero
desprovisto de una conciencia socialista que lo inicie en los secretos
de la plusvalía puede inclusive llegar engañosamente a congratularse
por la “buena” remuneración recibida de su patrono.
.
Tercero, y principalmente a esto queremos referirnos, para decir que
si de la vida política se trata las palabras aquellas del Manifiesto
tienen una fuerza profética incomparable. La nueva crisis general del
capitalismo ha sumergido las ilusiones fomentadas por los mentores y
beneficiarios de la democracia liberal “en las aguas heladas del
cálculo egoísta.” Como decía una de las pancartas enarboladas en la
Plaza del Sol de Madrid “esto no es una crisis, es una estafa”.
.
Y de la mano de ese doloroso descubrimiento iba otro: la estafa no
sólo se ejecutaba en gran escala en el terreno económico. No menor era
el fraude montado en el ámbito político al haber inducido al grueso de
la población a creer que la sórdida e inescrupulosa plutocracia bajo
cuya férula se desenvolvían sus vidas era una democracia.
.
Por eso las quejas y reclamos exigiendo una “democracia real ya”, una
“democracia verdadera” que reemplace a la pseudo-democracia cuyo
interés excluyente es la preservación de la riqueza de los ricos y el
poderío de los poderosos.
.
La crisis tuvo el efecto de concierciar a los pueblos del mundo
desarrollado de que tanto ellos como nosotros en el Sur global somos
víctimas de un sistema que, habiéndose despojado de los ropajes que
ayer disimulaban su verdadera naturaleza, somete a unos y otros a “una
explotación abierta, descarada, directa y brutal.”
.
Y que lo que llaman democracia es en realidad la dictadura de la
oligarquía financiera, que como lo recordaba el Che en la Conferencia
de Punta del Este, es incompatible con la democracia.

Es en este cuadro cuando “todo lo sólido se disuelve en el aire” y el
grito desesperado de la mujer retratada días atrás en el magnífico
relato de Pedregal Casanova revela el dramatismo de la crisis: “una
mujer joven (en el vagón de un tren de cercanías de Madrid) que un
momento antes habría pasado desapercibida, puesta en pie, dejó
escuchar entre lloros sus palabras:
.
-        ¡Les ruego... les ruego... que me ayuden! Soy... maestra...
nunca imaginé que me podía ver en la calle. Me quedé sin trabajo... Me
echaron del trabajo -declaró quedamente- me despidieron -levantó un
poco el tono- cerraron varias aulas, y aquí, estoy aquí -sollozaba
apretándose las manos una con otra- estoy sola con mis dos niños…
Antes que dormir con mis dos hijos otra vez en un cajero he decidido
pedir ayuda.” 1
-        .
-        Esta heroína (y víctima) anónima, surmergida violentamente en
las aguas heladas de la “racionalidad costo-beneficio del capitalismo”
representa con su grito a los centenares de millones que con sus
padecimientos hacen posible la opulencia de los plutócratas que
dominan bajo su disfraz “democrático.”
-
Días atrás el Financial Times de Londres hizo público un informe sobre
las remuneraciones que, en este contexto de crisis, percibían los
máximos ejecutivos de las más grandes empresas. La nota decía que “en
lo que respecta a los banqueros la era de la contención (salarial) ha
terminado.”
.
En 2010, mientras el mundo continuaba su caída libre hacia el
desempleo de masas, las ejecuciones hipotecarias y el empobrecimiento
generalizado de la población, la “retribución media de los máximos
responsables de los 15 mayores bancos europeos y estadounidenses
aumentó un 36%, hasta (alcanzar una media anual de) 9,7 millones de
dólares.”
.
El pelotón de los bribones lo encabeza el presidente del JP Morgan
Chase, Jamie Dimon, que mientras millones de estadounidenses se quedan
sin empleo, ven ejecutadas sus casas y recortados (cuando no
expropiados) sus haberes jubilatorios se embolsó 20,7 millones de
dólares, casi dos millones de dólares al mes; le sigue un tal John
Stumpf, presidente de Wells Fargo, con 17,5 millones de dólares Otro
de los integrantes de esa banda, Lloyd Blankfein, presidente de
Goldman Sachs, hombre pío si los hay, dijo una vez que los banqueros
hacían ‘el trabajo de dios’. Por su celo sagrado percibió 14,1
millones de dólares. En el estado español, conmovido hasta sus
cimientos por la oleada de manifestaciones de los “indignados”, el
presidente del BBVA, Francisco González, se conforma con ganar unos
8.000.000 de dólares al año mientras que su colega del Banco
Santander, el más importante de España, fue más ambicioso y calmó su
ansiedad al ver recompensados sus esfuerzos en pro de sus ahorradores
con trece millones de dólares.2
.
Ni hablemos, por supuesto, de las ganancias embolsadas por su jefe, el
dueño del Banco Santander, don Emilio Botín-Sanz de Sautuola y García
de los Ríos, Marqués consorte de O'Shea, según rezan las historias de
vida más conocidas, quien, previsor el hombre, tuvo la precaución de
depositar los ahorros de toda una vida de trabajo y sacrificios en
esos tenebrosos santuarios del delito que son los bancos suizos.
.

Podríamos seguir enumerando contrastes de este tipo a lo largo de
muchas páginas, pero sería ocioso. Con mayor o menor detalle todos
saben de los tremendos contrastes que presenta el capitalismo en su
crisis actual, cuando la opulencia y el acelerado enriquecimiento de
los ricos conviven con el empobrecimiento de las grandes mayorías
sociales.
.
Ante esta situación cabe preguntarse por el destino de estas
orgullosas y arrogantes pseudo-democracias, violentamente
desmitificadas y "desfetichizadas" al calor de la crisis. También
sobre los Estados que desnudaron su verdadera esencia, convertidos, al
decir del viejo Hegel, en “sociedades civiles disfrazadas de Estado”,
es decir, en aparatos institucionales que en lugar de ser las esferas
de la justicia y la ética universales descendieron al infierno del
egoísmo universal y de la primacía de los intereses privados por
encima del beneficio público.
.
La deslegitimación de las pseudo-democracias del capitalismo avanzado
es una muy buena noticia, porque se pone fin a una mentira que ni
siquiera era piadosa sino infame, puesta al servicio del
fortalecimiento de las oligarquías y de la opresión de los pueblos.
.
Dados estos antecedentes no está de más preguntarse sobre lo que
realmente está ocurriendo en Europa, en el norte de África y en Medio
Oriente: ¿son revueltas populares, llamadas a extinguirse con el paso
de los días, o son algo más, revoluciones? Nunca es fácil decir cuándo
comienza una revolución. Lenin dijo una vez que eso ocurre cuando los
de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como
antes.
.
Lo que sí sabemos es que las revoluciones son procesos y no actos;
procesos que tienen un comienzo que, en principio, no parece afectar a
los fundamentos del orden social. Protestas aisladas, revueltas contra
el precio de los alimentos, contra los “excesos de malos gobernantes”,
contra la desocupación o el súbito empeoramiento de las condiciones de
vida, cuestiones todas que no cuestionan los cimientos de la sociedad.
.

Se cuenta que María Antonieta, esposa de Luis XVI de Francia, anotó en
su diario la noche del 14 de Julio de 1789: “nada de importancia,
salvo un disturbio en una panadería frente a la Bastilla”..

Y en la Rusia zarista, el sacerdote ortodoxo Georgi Gapón, que había
organizado una asociación para evangelizar a los obreros, encabezó una
manifestación pacífica, crucifijo en ristre, en San Petersburgo para
entregar un petitorio al zar. La respuesta fue la feroz matanza que
desencadenaría la revolución de 1905, preludio necesario de la de
Octubre de 1917..

Tal como lo hemos examinado con detalle en otra parte, la dialéctica
de la historia: la lucha de clases y el enfrentamiento con el
imperialismo, suele convertir protestas y demandas en principio
asimilables por el sistema en fragorosos procesos revolucionarios.3
.
¿Será esto lo que está gestándose en estos días? Difícil decirlo, pero
hay signos inequívocos de que los poderosos dispositivos
desmovilizadores y conformistas del fetichismo de la mercancía y de la
pseudo-democracia han dejado de funcionar. El capitalismo y la
democracia liberal son una gigantesca estafa, y esa convicción se ha
hecho dolorosamente carne en los pueblos de España, Grecia, Islandia,
y comienza a diseminarse por otras regiones del mundo desarrollado,
además del Norte de África y Medio Oriente..

Esa certidumbre ya la teníamos en América Latina, pero ahora cobra
nuevos bríos porque ya no se puede decir que las protestas de esta
parte del mundo -la primera en rebelarse contra la tiranía del capital
en su fase actual- eran producto de nuestro atraso o de la desmesurada
codicia de nuestras clases dominantes; ahora es casi todo el mundo
capitalista el que está en rebeldía porque allí también se está
aplicando la venenosa medicina del FMI, el BM y el Banco Central
Europeo.

Es demasiado pronto para saber si estas protestas tendrán la virtud de
desencadenar la revolución anticapitalista que la humanidad necesita
imperiosamente para sobrevivir. Pero por lo menos sabemos que de ahora
en más la historia será distinta: que los condenados de la tierra no
quieren seguir viviendo como antes y que los ricos comienzan a
percibir que no podrán seguir dominando como antes..

Son condiciones necesarias -si bien no suficientes- para una
revolución, lo cual no es poca cosa. Más temprano que tarde la
historia dará a conocer su veredicto.
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