miércoles, 18 de noviembre de 2009

Se le fue la mano


Colombia, miércoles 18 de noviembre de 2009

HORACIO SERPA
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Me refiero al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, quien al aludir a su par de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, fue desconsiderado y ofensivo.

No comparto esa actitud, por hostil, inconveniente al interés de las dos naciones e innecesaria.

Conozco personalmente a Chávez, admiro su compromiso social y su labor por los sectores más necesitados; me agradan comportamientos suyos por la independencia y la soberanía, y soy solidario con su preocupación por el bienestar de Latinoamérica, olvidada por los grandes intereses económicos del planeta. Por supuesto, no opino sobre la política interna venezolana.

Al Presidente Uribe y a su familia les tengo aprecio personal. No comparto muchas de sus ideas, ni estoy de acuerdo con ciertos procedimientos o gestiones de su mandato. Aplaudo los aciertos y le deseo éxitos en favor de los colombianos. Sin ser adoratriz de la seguridad democrática, reconozco buenos resultados, especialmente en la disminución de la violencia. Estoy en la oposición y no apoyo la reelección, pero lo respeto políticamente y como Presidente sé que representa la unidad del País y el interés general de los colombianos.

Por eso no estoy de acuerdo con el tratamiento verbal que viene recibiendo del jefe de Estado venezolano. Son términos descomedidos, injuriosos y fuera de contexto que hacen alusiones a su familia. Se puede estar en desacuerdo con el Presidente Uribe, pero todos sabemos que no es un mafioso. Esa es una ofensa que lastima al país.

Es dable contradecir los acuerdos suscritos con Estados Unidos para el uso de siete bases militares. Muchos no estamos convencidos de la bondad, la conveniencia, ni la necesidad de ese tratado. Pero la discusión hay que darla en términos diplomáticos que permitan análisis objetivos y reflexiones serenas.

Máxime si se trata de diálogos al más alto nivel. Se equivoca el Presidente Chávez al plantear tan agresiva y personalmente la discrepancia.

Soy un convencido de la necesidad de restablecer las relaciones entre las dos naciones. Los empresarios nacionales requieren del mercado vecino, pero por miles de razones históricas, afectivas, territoriales, económicas, culturales, de desarrollo, los venezolanos también necesitan nuestro mercado. Entonces, hay que seguir creando posibilidades, en un marco de cordialidad y buen juicio, para que mejore el ambiente bilateral.

Ojalá la intervención de la comunidad internacional sea eficaz. Los Presidentes Lula, Zapatero, Obama; la OEA y la ONU, harán lo posible por generar perspectivas de resolución pacífica de las diferencias. Un milagro está ocurriendo con Ecuador, con el que se creía que todo estaba perdido.

Con menor pretensión, en tierra santandereana siguen servidos dos platos de mute para cuando los mandatarios quieran hablar amablemente, sin arandelas, ni protocolos. Hasta hormigas culonas podrán degustar, para que se les levante el ánimo integracionista.

Colombia y Venezuela no se merecen un destino de confrontación. Ni tampoco el permanente desmadre del lenguaje. Hay que dialogar, hermanarse y dejar atrás los odios. Hablar de guerra es una locura. Hablar de paz, un manifiesto histórico y un tributo a Bolívar.  Volver a Inicio

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