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miércoles, 9 de marzo de 2011

Otra vez el temporal

Miércoles, 9 de marzo de 2011

Por Horacio Serpa

No acababa de escampar cuando nuevamente se desgajó el aguacero. Más de medio país inundado por la pasada temporada de lluvias aún no ha encontrado la manera de volver a la normalidad. A pesar de que el Gobierno Nacional hace esfuerzos ingentes para llevar solidaridad a los damnificados, muchos siguen esperando que una mano amiga les brinde esperanza.

En Colombia nunca había llovido tanto. Ni tantas personas habían sufrido los estragos del agua. No hay un solo lugar libre de ese dolor húmedo. Las imágenes del desastre han inundado los noticieros de televisión y día a día se relata el drama de quienes ven derrumbar sus casas y perder sus ilusiones luego de una tormenta de seis o más horas.

En Santander hemos padecido con enorme preocupación la tragedia. Hemos pasado meses incomunicados por carretera mientras nuestra riqueza se ha esfumado en las manos vacías de una población valiente que se ha crecido en la adversidad. Las lluvias nos obligaron a replantear el Plan Departamental de Desarrollo y a reprogramar el Plan de Inversiones para soliviantar la crisis. Pero no hay plata que alcance para reparar la casa. Necesitamos la asistencia del gobierno nacional, la cooperación internacional y de la empresa privada.

En todos los departamentos sucede lo mismo. Basta mirar al Atlántico, que fue otro de los grandes damnificados por el fenómeno natural, agravado por el rompimiento del Canal del Dique, que anegó a más de medio territorio. Bajo el liderazgo del gobernador Eduardo Verano de la Rosa ha venido saliendo a flote esa región, pero aún falta mucho. Sobre todo cuando, como dice el vallenato, un grande nubarrón esta en el cielo y ya se aproxima una grande tormenta.

En las ciudades, en los pequeños municipios, los ojos de los habitantes se levantan al cielo todos los días para explorar si las nubes negras volverán a convertir nuestro paraíso en un infierno de lodazales y desplazados.

El presidente Santos ha advertido sobre la gravedad del invierno que está comenzando y que ya está haciendo estragos. Que moja sobre lo mojado. Que echa más dolor en el alma herida de la nación. Es urgente que gobernadores y alcaldes nos organicemos y trabajemos de la mano del Ejecutivo, y que este coordine a todo el aparato del Estado para que sobrevivamos con temple la catástrofe que se nos anuncia. Pero más importante aún es que aparezca de algún bolsillo el dinero que se requiere para salvar al país de las lluvias.

Colombia tiene que superar esa imagen dolorosa, que gravita en la mente de muchos, de una casa abandonada a la que le entran las goteras por todos lados. Tenemos que reconstruir la infraestructura y el tejido social. Llevar solidaridad y transparencia en la ejecución de los recursos, para que el ejercicio de reedificar la casa no se convierta en el gran negociado de politiqueros y avivatos.

En Santander ya estamos padeciendo el nuevo temporal. Lo soportamos con el empuje que nos caracteriza. Nada nos aguará el futuro.

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