TRAFUGARIO
-----------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO
Esto que les voy a
contar, me ha pasado por poquito unas cien millones de veces. Por poquito. Debo
aclarar de antemano que me da rabia tener que emplear mi columna para estas
pendejadas pero si no lo hago, cómo diablos se enteran los altos mandos de lo
mediocre de sus mandos medios y bajos. El viernes próximo pasado, a las nueve y veinte minutos de la mañana fui
al Club Campestre para asistir a la última jornada de la cumbre de gobernadores
colombianos que se estaba celebrando allí. Ipso facto me identifiqué con el
carné del periódico y de la emisora donde laboro pero eso no me sirvió de nada.
Muestre su escarapela, me dijo un individuo con cara de revólver viejo. Hombre,
está allá adentro en el club; fue que las repartieron el jueves y yo no pude
asistir por mis ocupaciones personales. Eso a mí no me importa; mándela traer.
Pero si me estoy identificando con los carnés de las empresas y con mi tarjeta
profesional. Además, ahí estaba presente una funcionaria de la gobernación que
me conoce perfectamente, que sabe que soy amigo personal del jefe de protocolo
Plinio Enrique Ordoñez Villamizar y de muchos otros funcionarios de la
gobernación, y sabe de mi profesión de periodista, pero eso me sirvió para un
carajo. Señores, les dije entonces ya con la piedra afuera. Si yo vengo es a
trabajar; no vengo a jugar a las escondidas. Nosotros los periodistas venimos a
estos eventos es a enterarnos de sus contenidos y a divulgarlos para que la
gente sepa que hacen los administradores del Estado y sus gobernantes. Ese argumento
también les valió güevo. Luego un taxista del cual abordé su vehículo para
regresarme, me dice: “Pero eso es una pendejada porque a unos amigos de ellos
que yo traje, sí los dejaron pasar sin la tal escarapela”. Repito que esto es
una suculenta pendejada. Pero si ustedes supieran cuánto lo indigna a uno eso,
me hallarían la razón de una. Estos pequeños y medianos funcionarios son los
que en la mayoría de las ocasiones se tiran con las patas lo que cuidadosamente
hacen sus jefes con las manos.
Pero aprovechemos la
oportunidad y metámosle ciencia a esto. Metámole sicología porque estas
supuestas pendejadas”, pueden terminar en verdaderas tragedias. No hace mucho
en la carrera 15 con calle 34, poco más o menos, un “guachimán”, la palabra
correcta es Watchman, algo así como hombre reloj, se reventó a echar bala como policía
chulavita en medio de tanta gente, y le zampó un balazo a una señora. Eso no se
debe hacer y creo, o intuyo de buena fe, que al guachimán lo castigaron. Pero ¿Qué sacamos que le metan cien o
doscientos años de cárcel a un energúmeno de esos, si ya mató o dejó inútil a
una persona?. Lo que hay es que prevenir ese tipo de situaciones porque el sólo
castigo no resuelve nada. Por el contrario, le crea uno, o unos enemigos al ofendido.
Después viene la retaliación. Entonces viene la pregunta del millón pero de
dólares. ¿Las empresas prestadoras del servicio de vigilancia privada, sí
evalúan profesionalmente, y sobre todo sicológicamente, a estos individuos de
ambos géneros que llamamos vigilantes y que están armados en pleno servicio? Porque
¿qué tal un tipo de estos con problemas de drogadicción o alcoholismo, o con
problemas emocionales por los cachos que le está poniendo su mujer? ¿Ustedes sí
alcanzan a imaginar, qué haría un tipo de esos armado con un 38 largo y
resentido desde el fondo de su alma? Más peligroso que una carne asada con
chimichurri de cianuro. Yo lo expreso con gracejos pero todos ustedes saben que
es cierto lo que estoy diciendo. Un mediocre con poder es más letal que una
novia con hepatitis C. Yo le sugeriría a los primeros mandos, eso sí muy
respetuosamente, que cuando vayan a delegar funciones, que lo deben hacer
porque sólo Dios se las sabe todas, que escojan a personas inteligentes y
preparadas pero que no sufran de sentimientos de superioridad porque estos,
desde la esfera del Inconsciente, son complejos de inferioridad. Y eso puede
resultar mortal.
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