Por Gerardo Delgado Silva
La
Constitución Política y las leyes de cada país, establecen una red de medidas
protectoras de los ciudadanos y sus derechos,
fundadas todas en una valoración previa de los preceptos básicos, sobre
los cuales se han de asentar los principios del bien, del derecho y de la
justicia, en ese estado, de acuerdo con el sentido moral vigente, esto es, tal
como los concibe la conciencia social del pueblo y los expresa, con mandato de
ese pueblo, el Legislador.
Cuando
un ciudadano viola esos preceptos legales, sobreviene la reacción del Estado, o
sea, la sanción. Esto, en muy pocas
palabras, explica el motivo de la Ley Penal.
Estos
principios son los que caracterizan al Estado de Derecho, al que aspira toda
organización política de tipo constitucional, y muy especialmente la
repúblicanodemocrática. Es la sujeción
de toda actividad gubernativa al imperio inexcusable de un determinado orden
jurídico. El ejercicio de cualquier
autoridad debe mantenerse estrictamente dentro de un ámbito fijado de antemano
por la Constitución y por la Ley.
Empero,
con el anterior mandatario y hoy Senador Álvaro Uribe, solo existió pragmatismo
puro. Adiós principios morales y
cuestiones formales. El Derecho no tuvo
cabida en estos pasos.
Pragmatismo
que despojó a la política de toda consideración ética, estética y filosófica,
en busca de resultados, de utilidades, de beneficios. Solo con el desafecto a la Ley a la moral se
puede montar un escándalo de las proporciones del que fuera montado, con los magnicidios, denominados eufemísticamente,
“Falsos Positivos”, un brutal desprecio del ser humano. El más triste y degradante de los episodios
de desprecio también, por el país, que ocurrió durante el anterior mandato del
Señor Uribe. Fue la claudicación del
Estado ante el crimen, y la corrupción.
Y es una certeza de la progresiva paramilitarización del gobierno de
entonces, del Congreso, y de Colombia.
El
contubernio entre política y negocios, cada vez más frecuente y más dañino en
esa época, es lo que ha llevado a que todas estas maniobras tortuosas
prosperaran, se toleraran, y hasta se celebraran en nombre de la libre
empresa. Es el mundo al revés: bajo ese
mandato anterior, la intervención del
Estado en la economía fue sustituida por la de la economía en el Estado,
convirtiéndolo en alcahueta de la codicia y
de la venalidad. Ese carrusel en
el cual los negociantes se truecan en gobernantes y viceversa.
El
cataclismo moral, económico y social, que dejó ese gobierno, impone archivar
para siempre la deformidad estatal.
Uribe padeció el suplicio de Tántalo, por su altanería y arrogancia. La ira y la desmesura nacieron de su ambición
de poder ignorando el don de la justicia, que lleva a los hombres a ignorar los
límites de la ética, de lo sagrado.
Se
desbordó sobre sí mismo, con la política de seguridad democrática, que reflejó
el abandono social y la pobreza.
Lo
que se vió fue una situación de desmesura.
Cada acto, lo redujo o asimiló a un acto electoral.
Como
afirmé en otro artículo también, con sonora impostura, el Senador Uribe está
satanizando el Proceso de Paz. Ahora,
con un sentimiento profundo de indignidad y pequeñez, sugiere que el gobierno,
enhorabuena del Presidente Santos, le está entregando el país a las FARC. Es comprensible su postura en la medida en
que la retórica de su mandato, envileció todo el lenguaje de las grandes
causas, hasta convertirlo en símbolo de la traición y la impostura.
Sacó
a la luz, marcados rasgos policiales, y una desmedida paranoia en cuyo nombre
se cometieron muchas injusticias inescrupulosamente. Empero, sigue con sus ínfulas cortesanas con
el desprecio señorial por el Estado de Derecho, haciendo resurgir su agazapado fascismo,
nutriéndose de odio y de la exclusión con la pedagogía de la intolerancia y del
resentimiento.
Durante
ese mandato – se entiende del Señor Uribe - la magnitud de la influencia de los
grupos paramilitares sobre extensas regiones del país, se convirtió en un
fenómeno dramático. Los
paramilitares
exhibieron esa influencia, no solo militar, sino política con parlamentarios
conocidos como “parapolíticos”, como es el caso del Señor Mario Uribe Escobar,
primo del Senador Uribe, quien fue sentenciado a siete años y seis meses por la
Corte Suprema de Justicia, pues su comportamiento estuvo inmerso con paramilitares
como Salvatore Mancuso y Eleonora Pineda, sin cumplir en ningún momento con la
función sagrada de Parlamentario. Esa
influencia paramilitar fue social y económica.
Los
dineros destinados a proteger a más de doce millones de colombianos, que son
los más pobres, fueron a parar a las arcas de esos violentos, y terminaron
siendo utilizados para comprar armas, alimentar el narcotráfico y encender aún
más la guerra. Las ARS resultaron una
conexión “para”. ¿No es una inaudita
expoliación de los dineros de la salud?.
En
su libro “Mi Confesión”, Carlos Castaño afirma: “La base social de la
autodefensa lo considera su candidato presidencial – se refiere al Señor Uribe
- . En forma procaz y calumniosa el
Señor Uribe en su odio por el abanderado de la paz, expresó en twitter: “Santos
es el único de mi gobierno que debería estar en la cárcel, porque fue donde
paramilitares a proponer tumbar al gobierno y refundar a Colombia”. ¿Por qué ocultó o favoreció el comportamiento
del hoy Presidente, el sí, esclarecido de Colombia?
El
Señor Uribe, enemigo acérrimo de la paz, que conspira abiertamente contra la
dignidad del Señor Presidente Santos, quien ha caminado hacia la grandeza por el ideal de la paz que
todos queremos y que creemos posible pronto muy pronto, no dispuso o desdeñó
los correctivos pertinentes en el cumplimiento de su deber, ante los
vituperables hechos punibles de funcionarios que en sus ocho años de mandato,
arreciaban los vendavales de la inmoralidad.
La administración de justicia, en el decoroso nivel que le corresponde,
descorrió el velo que ocultaba en ese gobierno, la infamia de unos funcionarios, y abriéndose paso en su
sagrada misión sancionó a los señores: Andrés Felipe Arias, condenado a
diecisiete años de prisión, hoy prófugo de la justicia, que lo llamaban
Uribito; Luis Carlos Restrepo, condenado a seis años de prisión; Jorge Noguera,
veinticinco años de prisión; María del Pilar Hurtado, catorce años de prisión; Bernardo
Moreno, ocho años de prisión; Sabas Pretelt de la Vega, y Diego Palacio, seis
años y ocho meses de prisión. Ante éstos
inauditos hechos punibles, que habida cuenta de la certeza del juzgador, es
decir, la verdad verdadera, ¿Que dijo Uribe?
Nada, era un silencio cómplice, horadante. La complicidad misma.
En
estas elecciones del domingo 25 de octubre, surgió una sátira social contra el
Centro Democrático, que en todo el territorio de la patria, perdió
pavorosamente los comicios. Gigantesco rechazo a los enemigos de la paz.
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