martes, 10 de septiembre de 2024

El cambio que se nos quiere imponer

Mario González Vargas
Dos años después de su elección a la presidencia, Petro ha logrado encarnar el último eslabón de un sistema democrático a la deriva. Elegido para el cambio, en poco tiempo no supo sino acentuar las dificultades insolutas que carcomían el régimen y potenciar los defectos y las complicidades del ejercicio de la política que había prometido sepultar. Hoy el sistema aparece menguado a los ojos de los colombianos y sin horizonte que permita vislumbrar su posible recuperación.

Los partidos políticos renunciaron al papel que les correspondía y navegan desunidos, sin otra meta que la complacencia de los personales intereses de sus dirigentes y representantes, la mayoría de ellos divididos cuando no atomizados por la procura de las ventajas que la crisis del régimen les pueda dispensar, y afectados por el radicalismo extremo del pacto histórico que hace imposible la concertación en los temas esenciales para la satisfacción ciudadana y la recuperación de los pilares de la democracia.

El mentado cambio se convirtió en la exacerbación de los males del pasado con su cortejo de escándalos, de ineficiencias administrativas que se traducen en reiteradas incapacidades de ejecución, aún de los menos complejos proyectos, que siembran desesperanza en los ciudadanos y erosionan la democracia hasta el punto de dudar las gentes de su legitimidad para responder a sus anhelos de libertad y prosperidad.

La crisis que padecemos quizás supere a las que hemos confrontado en el pasado, no solamente porque se expande en un escenario que clama por cambios que parecen ajenos al debate público, sino también porque además de engalanarse con mentiras y desvaríos por parte del gobernante de turno y de incapacidades notorias en la desmembrada oposición para fijar horizontes y caminos que ofrezcan esperanzas de resolución, se acrecienta el sentimiento de padecer las disonancias de un estado fallido y de una sociedad impotente y desunida. Cada crisis, siempre irresoluta, pareciera condenarnos a vivir en la añoranza de los cambios que no supimos construir.

En las últimas cinco décadas hemos fallado en la consecución de la paz, que se nos ha convertido en la pérdida de soberanía y de control territorial en vastas regiones del país, al amparo de concesiones que paralizan la actividad legitima de la Fuerza Pública. En vez de lograr aclimatar concordia y reconciliación las negociaciones en curso les han dispensado carta blanca a los nuevos supuestos insurgentes para empoderarse con los réditos que ofrece el narcotráfico, la minería ilegal, el secuestro y la extorsión en los vastos territorios que hoy controlan.

La improvisación, la ineficiencia y el radicalismo que caracterizan al presidente y a los altos funcionarios provenientes de su escuela y cantera ideológica, han convertido la tarea de gobernar en pasa tiempo estéril que desconoce los imperativos de las realidades que nos avasallan y en un inútil ejercicio que ni el más avezado gobernante ha logrado resolver, cuando incurre en él, a lo largo de la historia. El histrionismo, para alcanzar algún resultado, debe comportar altas dosis de realismo para no caer en payasada, a la que nos quiere acostumbrar nuestro aprendiz de brujo. Su tarea es otra, la deconstrucción creativa, que le dicta su catecismo ideológico en boga hoy en un mundo desconcertado por la crisis de la democracia que pareciera cansada e indefensa ante la arremetida del progresismo totalitario que hoy inocula universidades, organizaciones internacionales y que en América Latina ha convertido a los países que la practicaron en laboratorios para procesar pobreza y represión. No confiemos en que la errática pobreza ejecutiva de Petro haga de nosotros una excepción.

martes, 3 de septiembre de 2024

El Congreso y la supervivencia de la democracia


Mario González Vargas
Un mes después del inicio de la nueva legislatura sorprende la insólita inactividad del gobierno para presentar los proyectos de ley anunciados y supuestamente concertados con las diferentes bancadas del Congreso. Por el contrario, el presidente ha insistido en sus acostumbradas diatribas que han dificultado convenir con las distintas fuerzas políticas los ejes principales de las diferentes iniciativas, limitándose a buscar efectos propagandísticos que han despertado más inquietudes y zozobras que interés y tranquilidad.

A pesar de la febril actividad del ministro del interior, no se ha logrado disipar el sentimiento de que el manido acuerdo nacional, nuevamente propuesto, ha sido utilizado como instrumento para sofocar escándalos recurrentes y desvaríos del presidente, que suele acompañar de injurias y ofensas en contra de sus opositores, que lindan con la incitación al odio entre los colombianos.

Sensatas y comedidas han sido las respuestas de los ofendidos, proclives a la búsqueda de soluciones a los problemas nacionales más que a disputas innecesarias con las que el presidente pretende aminorar sus personales deficiencias en las tareas que le corresponden como presidente de la república. Ni siquiera los reiterativos problemas de corrupción que afectan al presidente, sus familiares y a algunos miembros del gobierno, ni las acusaciones infundadas a diferentes organizaciones de la empresa privada, han conseguido que los distintos sectores de la vida nacional desistan de explorar acuerdos con el gobierno que son urgentes para impedir el declive de todos los indicadores económicos y sociales del país.

El último ejemplo ha sido el acuerdo logrado por el sector bancario con el que se sustituyeron las intenciones de imponer inversiones forzadas, de tan funestos resultados en la América latina, con el “Pacto por el crédito” que direccionará el crédito hacia sectores productivos en $55 billones de pesos en los próximos 18 meses, confiando, con temores explicables, en la capacidad del gobierno en su debida ejecución.

No obstante, la incertidumbre no amaina ad portas del trámite de sus principales proyectos de ley, que no han sido siquiera objeto de mínimos intentos de concertación y que por ello suscitarán ásperas controversias, como que parecen un catálogo de las pretensiones de hacer del estado el único dispensador y guardián de todos los bienes, servicios, prestaciones y de derechos en la sociedad. Pareciera la formulación tardía y desueta de Lenín y Mussolini y de sus sucesores ideológicos que siempre pregonaron y practicaron la hegemonía estatal en la vida de las naciones, con los resultados desastrosos por todos conocidos.

Confiar en el Congreso se nos ha convertido en un acto de fe de difícil cumplimiento.

La degradación de la política ha erosionado la unidad de los partidos y la vigencia de sus postulados, y convertido a no pocos de sus congresistas en limosneros de las dádivas gubernamentales. Y es en los hemiciclos del Congreso en donde se elegirán los nuevos magistrados de las Cortes Constitucional y Suprema, garantes de la democracia, y se escogerá el nuevo Procurador, vigía del respeto de los derechos humanos y de la probidad de los funcionarios públicos. Podríamos estar jugándonos la supervivencia de la institucionalidad democrática, en vilo por las amenazas a la vida de los magistrados y la renuencia del ejecutivo a cumplir con los fallos que considere adversos a su pretensión de control de todo el andamiaje institucional del país. Confiamos en que los presidentes de Senado y Cámara logren inducir a los partidos a la recuperación de los deberes que les asignan la Constitución y las leyes en el sistema democrático.

Una sociedad de consumo cada día más enferma

Farmacología clínica Vs. Medicina alternativa

Por Bernardo Socha Acosta
El quehacer cotidiano en los planos real (físico) y virtual, nos lleva a desarrollar demasiados pensamientos, que podrían convertirse en enredos mentales, hecho que nos obliga a controlarnos y motivarnos a ejercer una rigurosa selección, para no caer en el surrealismo de los sueños y las fantasías.

Hoy la facilidad de acceder a contenidos especialmente virtuales nos pone en alerta.  Y este preámbulo es para referirme a una carta virtual que tuvo a bien enviarme un destacado galeno, en la cual se refiere a los medicamentos que por estos días escasean y tienen a muchos pacientes al borde de su fin.

Mi colaborador hace varias consideraciones sobre las medicinas que se han convertido casi en un principio de vida para muchos que ya son dependientes de esas sustancias químicas, sustancias que, en el mayor de los casos, mejora temporalmente una patología (enfermedad) y con este resultado aparente de salud, (la mejoría) aparece un número mayor de síntomas y enfermedades.

En esta comunicación me cuenta que, un eminente médico japonés hace duras críticas a la forma como en países como Colombia, donde las medicinas son la fuente de enriquecimiento de los laboratorios farmacéuticos, es al mismo tiempo el karma que mantiene a los pacientes dependientes, en la peor postración, para que cada día sean los mayores consumidores de medicamentos.

El profesional japón deja entrever, -escribe mi corresponsal- cómo en el mundo moderno la medicina no ha evolucionado con la velocidad de la ciencia médica y hay un contraste entre los avances de práctica médica, con la farmacología clínica que se quedó rezagada   frente a la especialidad del facultativo para la formulación de los medicamentos destinados a los seres humanos.

De igual forma el relator de la carta agrega, para complementar las afirmaciones del japones, que los avances en la atención de pacientes, tampoco evoluciona al mismo nivel de las ciencias, porque para enfrentar las diversas enfermedades de hoy, no se han tenido en cuenta, las diversas áreas de medicina alternativa y complementaria que en la actualidad ha surgido, muchas de ellas tomadas de la antigüedad y otras que ya están haciendo carrera con excelentes resultados. Entre las ramas de la medicina alternativa y complementaria -señala- están las terapias energéticas, entre ellas el biomagnetismo y la acupuntura; las terapias biológicas (con plantas); manipulación corporal como los masajes y las ventosas; medicina de cuerpo y mente (hipnoterapia y yoga) y la homeopatía entre otras. Agrega que la oportunidad para llegar a esta clase de medicina alternativa es inaplazable, porque en estas prácticas, en  la mayoría son muy efectivas, al aportar prevención,  alivio y sanación. Muy contrario a la medicina química.  

Y al volver a comentar el apunte del médico japonés, critica duramente algunas medicinas que más que curar enfermedades, son unos causantes del ARRAIGO de la patología tratada y fuente de nuevos síntomas de enfermedades en diversos órganos del cuerpo del paciente.

El galeno japones cita concretamente – agrega- una de las enfermedades arraigadas en el mundo como es la diabetes, que según la Federación Internacional de Diabetes (FID), para este año 2024 la cifra se estiman en 537 millones de pacientes y se prevé que en algo más de cinco años (2030) el número de personas con diabetes aumentará a 643 millones.

El señor japones – dice mi colaborador- recuerda que la diabetes tipo 2 es la más común, pero, lo peor es que la ciencia médica calificó esta enfermedad como incurable, afirmación que fue refutada por el especialista y atribuyó la calificación como una forma de mantener cada vez más el enriquecimiento de las farmacéuticas, para que unos medicamentos -sostiene- como la metformina y pramlintida  puedan seguir siendo los aliados del consumo, medicamentos como tantos otros que alivian (no curan) pero causan un sinnúmero de enfermedades en el hígado, los riñones y el corazón.

Un consejo

La diabetes tipo 2 si es curable (como muchas más) si los pacientes tienen voluntad y llevan una dieta controlada sin bebidas azucaradas, y especialmente contra el exceso de carbohidratos. Una buena dieta sin privación total de alimentos  y la realización de prácticas o disciplinas físicas, normaliza los niveles de glucosa y por ende de azúcar en la sangre, afirma. 

En otro aparte de la carta en referencia, el galeno que me escribe, también apunta al tema de la salud que gira alrededor de la tan cuestionada y obsoleta ley 100 que data de, algo más más de 30 años y sostiene que, está  demostrado hasta la saciedad,  cómo el sistema de salud, NO  se construyó alrededor del paciente, sino ALREDEDOR del lucrativo negocio. Y Eso es lo que han venido defendiendo a capa y espada las autollamadas mayorías en el congreso de la república, auto mayorías que muchos de los colombianos eligen y luego se quejan y culpan a los demás de su suerte.

Finaliza mi consejero remitente de la carta, diciendo que el problema mayor y la causa de enfermedades, tiene que ver con la ausencia del estado en la realización de campañas preventivas, antes que tener que invertir o gastar altas sumas en el tratamiento de pacientes.

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