Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
Hoy
hace exactamente ocho días el colega
columnista Rodolfo Hernández publicó en su columna un texto tan
contundente, que yo creo que a todos los que lo leímos nos causó cierta
atracción. Se llama Ingeniería Social, y cito textualmente una parte. “La
palabra ingeniero viene del Latín Ingeniun, la derivación al francés fue engin,
y al inglés engine, las cuales se refieren a generador, motor o máquina. Un
ingeniero es alguien que no sólo opera una máquina, sino además es el generador
que diseña y construye una obra edilicia, si nos referimos a un ingeniero
civil”. Posteriormente hace alusión al Ingeniero Social, refiriéndose
tácitamente a los administradores de los bienes del Estado, presidente,
gobernadores y alcaldes, y dice que,“no sólo debe dedicarse a la difícil tarea
de destruir el vetusto edificio de la corrupción, sino además que necesita de la
compañía imprescindible de Arquitectos Sociales, Artesanos Sociales,
Comunicadores Sociales, Carpinteros Sociales, Estudiantes Sociales, y Trabajadores
Sociales”, para hacer una efectiva administración. Yo le aumentaría a los
Deportistas Sociales, a los Profesores Sociales, a los Sacerdotes y Pastores
Sociales, a la Policía y al Ejército Sociales, incluso a los Brujos Sociales de
Crazy Port, que esos sí saben hacer milagros divinos y terrenales, y finalmente
a los Abogados Sociales. Claro que todavía faltan muchos más, pero con esos es
suficiente para empezar. Màs ahora que todo el mundo, hasta los mudos, está que
se hablan de paz.
Yo
me refiero a los Abogados Sociales con vehemencia, que ojalá existieran, es
porque este país fue diseñado por abogados, construido por abogados,
reconstruido por abogados, sostenido por abogados, administrado por abogados, dirigido
por abogados, culturizado por abogados, educado por abogados. Pero también es descuartizado
por abogados, descachimbado por abogados, ultrajado por abogados, roído, raìdo
y reído por abogados, esquilmado por abogados, desvalijado por abogados y
finalmente, semi-resucitado por abogados. Hasta a los familiares míos que son
abogados, les ruego me perdonen mi irreverente sinceridad. Pues en ningún
momento estoy afirmando que los abogados no sirven para administrar. No, de
ninguna manera. Lo que pasa es que en Colombia es alcalde o gobernador, sobre
todo alcalde, todo aquel que tenga billetes para ganar la “competencia” en la
carrera por una alcaldía. Eso es exactamente lo que tiene acabado al país. Porque
no todas las veces esos que tienen el dinero en cantidades abisales para ganar
elecciones, son los más adecuados para ejercer el poder de administrar los
bienes del Estado, que a la final, es la plata del pueblo. A eso tenemos que
sumarle la nefasta y destructiva lacra del amiguismo, en los que finalmente
quedan los más delicados cargos y los más jugosos contratos de obras para el
desarrollo.
Porque
que es en Colombia el Ministro de Salud es un abogado y el de Minas y Energía,
otro abogado de la misma ralea. Y así todos los Ministerios. Ralea quiere decir
combo. Combo quiere decir grupo y grupo quiere decir socio. Pero lo más verraco
de todo es cuando, ni siquiera el Ministro de Minas, hipotéticamente, que en
horabuena debiera ser un ingeniero, es un buen abogado. No. Es un simple
leguleyo que tiene pinta y labia de caudillo y el caudillismo es lo que tiene
realmente rejodido, no sólo este país sino a toda América Latina. Porque, qué
es un caudillo. Un caudillo es un carajillo que habla burradas, leguleyadas y
chafarotadas políticas de una manera “bonita”, y eso es exactamente lo que le
gusta a la gente del común. Como el gigoló que engatusa a las mujeres con
frases de cliché, pero sin ningún ápice de honradez y contenido. Un candidato a
una alcaldía de una ciudad respetable, y lo mismo un candidato a gobernador,
debe ser una persona igualmente respetable profesional e intelectualmente. Que
en su vida haya leído por lo menos medio libro.