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miércoles, 25 de agosto de 2010

Un Nuevo Amanecer en Irak

Miércoles, 25 de Agosto de 2010

Horacio Serpa
Gobernador
---------------------------Por HORACIO SERPA

EL presidente Barack Obama cumplió su promesa de campaña: retiró de Irak las tropas de ataque, luego de más de siete años de invasión para derrocar a Sadam Hussein, bajo la mentira de que tenía armas de destrucción masiva. El presidente Bush inspiró esa guerra en el marco de su política de lucha contra el terrorismo.

Obama fue elegido gracias a su promesa de acabar ese desastre. Dio marcha atrás a semejante error político y militar, y por supuesto económico, que aumentó el déficit de Estados Unidos, en plena crisis mundial. Esa aventura militar costó a los contribuyentes más de un billón de dólares. Y desmoronó la imagen interna y externa de Estados Unidos, esencialmente como una nación defensora de la libertad y los derechos humanos. Las imágenes de Abu Grahib aún son frescas en la memoria colectiva.

La invasión significó, además, la muerte de más de cuatro mil soldados norteamericanos, heridas a un número muchísimo mayor, la destrucción del aparato productivo iraquí, uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo, y la muerte de decenas de miles de ciudadanos de ese país, víctimas de bombardeos indiscriminados y actos demenciales de soldados que veían terroristas en todas partes.

Semejante caos sólo tiene dos calificativos: derrota y vergüenza. Derrota porque la superpotencia fue incapaz de doblegar a los guerrilleros de Al Qaeda, que son hoy más fuertes, y no pudo restablecer la calma y la seguridad en la zona, que es hoy más insegura.

Y vergüenza porque esa invasión fue un acto criminal contra un Estado soberano. Irak no es hoy una democracia, ni sus ciudadanos consideran a Estados Unidos sus liberadores.

Son muchas las lecciones que ha dejado Irak. La principal, que es imposible establecer la democracia apelando a la guerra y la destrucción de un pueblo. La segunda, que la paz no se gana a bala, por más poderoso que sea el agente externo.

Obama bautizó la operación de retiro de Irak con el sugestivo nombre de “Nuevo Amanecer”. Suena paradójico que así, precisamente, haya cerrado su discurso de posesión el presidente Santos. “En este nuevo amanecer tenemos la oportunidad histórica para transformar a Colombia”, dijo. El principal hecho para lograr ese objetivo, es la paz. Aprendiendo de las guerras fallidas, de los procesos esquivos, de los pueblos que conviven en armonía. Ahora que corren nuevos vientos democráticos en Colombia es mucho lo que tenemos que aprender de la confrontación iraquí.

Porque aquí también necesitamos un nuevo amanecer de la reconciliación, para que las guerrillas dejen de atravesarse al futuro de prosperidad y democracia que todos esperamos.

Las Farc y el Eln deberían escuchar al presidente Chávez, que les viene diciendo, de tiempo atrás, que la lucha armada no tiene posibilidades en Colombia. Pero sobre todo, deberían escuchar a los colombianos que no las queremos más en nuestro horizonte como actores de destrucción, sino como hombres y mujeres capaces de luchar por sus ideas sin la ayuda de un fusil. El nuevo amanecer los está esperando.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Obama no baila vallenato

Colombia, miércoles 3 de febrero de 2010

HORACIO SERPA
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América Latina no se encuentra en la agenda de prioridades de Obama. A un año de su histórico mandato, sus ojos siguen puestos en los problemas que más inquietan el bolsillo y el honor de los estadounidenses: las guerras perdidas en Irak y Afganistan, y el debacle económico, que ha significado para millones el derrumbe del sueño americano. La pérdida de su bienestar, sus empleos y sus esperanzas.

Para preocupación nuestra Colombia ya no es en Washington el aliado carnal, a cuyo presidente bien valía la pena halagar, invitar al rancho, apoyarlo en época electoral y celebrarle el discurso de la seguridad democrática e ignorar los derechos humanos. Colombia es valiosa, pero ya no tanto como para aprobarle el TLC, que sigue empantanado en el Congreso, por la presión de los sindicatos demócratas, que tienen en la crisis humanitaria una razón de peso para ignorar las necesidades de la Casa de Nariño.

El discurso anual que Obama ofreció sobre el estado de la nación, en días pasados, demostró que Colombia sigue siendo un aliado al que se menciona en público, pero al que se ignora a la hora de ir más allá de las frases sonoras que alegren a los republicanos.

Obama anunció su deseo de fortalecer el comercio con nuestro país, pero no a través del TLC firmado con Bush, menos en épocas electorales. Su política al respecto se está cocinando y aún nadie la conoce. Lo cierto es que ellos necesitan nuestro mercado para vender sus productos y generar empleos allá. La enorme maquinaria productiva estadounidense sigue a media marcha, porque los exportadores se han dormido, mientras los chinos, hindúes, turcos, nos inundan con sus productos.

El recorte de los recursos del Plan Colombia para 2011, en 55 millones de dólares, demuestra qué tan seria es la necesidad del gobierno demócrata por demostrar que la crisis fiscal se va a resolver pensando en los intereses del pueblo americano y no de los sueños de sus aliados latinoamericanos.

Con Obama las cosas están cambiando. A pesar del enorme desencanto en la opinión pública mundial y su baja en las encuestas, es el Presidente de la única superpotencia del planeta y sus decisiones nos afectan a todos. Los colombianos ya sabemos que nuestro país nunca será tan importante en su agenda, dada la compleja realidad global y los múltiples enemigos vitales contra su seguridad nacional y su supervivencia. Sin embargo, seguimos teniendo como estrella polar a Washington, sin mirar más allá de la Casa Blanca.

La ausencia de una política exterior más amplia, que incluya y haga cierta la integración latinoamericana, y el acercamiento a Europa, Asia y Africa, nos ha colocado en la grave situación de no saber qué es lo qué quiere Obama, cómo encajamos en sus prioridades y de qué manera podemos beneficiarnos de las nuevas realidades políticas, económicas y sociales que marcan el mundo. Obama no baila vallenato, pero parece que eso aún no lo comprendemos.
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domingo, 11 de octubre de 2009

TRAFUGARIO

Por: JOSE OSCAR FAJARDO

POR PIEDAD, SEÑOR ¿BARACK OBAMA?

Si usted, amigo lector, le hace un análisis hermenéutico o a más no poder semiológico al contenido del título de esta columna, va a creer que no me gustó para nada la concesión del premio Nóbel de la Paz para el presidente norteamericano, y taca burro ipsofacto, porque no hay concepto más equivocado que ese. No se preocupen que es sólo un juego de palabras evocando el nombre de Piedad Córdoba porque yo sí me acosté pensando y además soñé en episodios oníricos de sumo agrado, así como estaban las apuestas internacionales, que la negrita Piedad, le digo así con todo afecto y con mucho respeto, iba a hacer moñona sin haber siquiera tirado el tejo. No porque el trabajo por la liberación de los secuestrados políticos o de guerra colombianos realizado por ella no tuvieran un enorme estatus, sino porque, estoy seguro, de no haber sido por la ingerencia atenta y justa de Adolfo Pérez Ezquivel, a Piedad ni siquiera se le habría pasado la idea por la cabeza. El todopoderoso le ayude, ojalá, a cumplir esta misión que a ella le sale del alma y de sus nobles sentimientos colombianistas. Así no gane premios Nóbel y así no reviente la mecha. Porque así como “la bandera de Colombia es santa flote en las manos que flotare”, la negra Piedad Córdoba es útil e importante para el pueblo colombiano, así sus detractores y sus enemigos políticos se revienten el tubo de la congargalla gritando que no.

Pero extrañamente y no sé la causa exacta, el premio Nóbel de la Paz, en manos de Barack Obama, les reitero por enésima vez, me hace feliz y no sé por qué. Tal vez porque veo en él desde las profundidades de mi inconciente, la figura política de John F Kennedy y su mirada traviesa, para la burguesía gringa, hacia los pueblos pobres y mal llamados tercermundistas. En mi concepto esos arrestos democráticos le costó la vida al inmolado mandatario y allá están sus huesos y una llama eterna en el mausoleo nacional de Arlington descansando para siempre. Es cierto que nueve meses de gobierno es muy poco para considerar que ha hecho cosas buenas en el mundo y que la humanidad tiene que agradecérselo. Eso es cierto. Pero cumplió su palabra de cerrar las vergonzantes mazmorras de Guantánamo y Abú Graib en Cuba e Irak respectivamente. Consten que eso no le gustó para nada a la ultraderecha norteamericana. ¿La misma que asesinó a Kennedy a través del mafioso Sam Giancana y su acrisolado combo de “intelectuales”, desde lo profundo muy bien orquestados por la CIA? Entre otras cosas, cada vez que escribo de estos temas me pongo a pensar, cómo aprende uno de jodas raras en los billares. Y eso me hace feliz porque una cosa es leer a Herbert Marcuse, el autor de El hombre unidimensional, ¿se acuerdan ustedes, de la Escuela de Frankfurt? Y otra mucho más bacana tomar tinto en el billar de misia Coca Quintana o cerveza en las canchas de tejo del tuerto Puno y hablar “coprus ventiaus” toda la tarde, donde uno se entera de tantas cosas que a veces le cuentan detalles perfectos de lo que no ha ocurrido, y hasta historias de muertos que nadie ha matado o que no se han muerto o que a última hora ellos mismos se niegan a morir.

También tiene una garantía para la humanidad el que el premio Nóbel de la Paz sea exactamente el presidente de la nación más poderosa de la tierra. Pues así le queda muy berraco ordenar otra invasión, fuera de las tantas que han hecho los norteamericanos, y con mayores razones el asesinato de su presidente como ocurrió en Chile en 1973 con Salvador Allende, o en la isla de Granada donde, en 1983, depusieron y le dieron “mortadela cruda” a Maurice Bishop, su presidente oficial, a nombre de la democracia eterna y de la libertad. Así en esas condiciones le queda muy berraco al negrito Barack Obama montar siete bases militares en Colombia por sólo mamarle gallo al social-imperialismo venezolano. Créanmelo que el premio Nóbel de la Paz para Barack Obama, es un control ético y moral y eso fue científicamente craneado por el parlamento en Oslo. Volver a Inicio >

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