HORACIO SERPA
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América Latina no se encuentra en la agenda de prioridades de Obama. A un año de su histórico mandato, sus ojos siguen puestos en los problemas que más inquietan el bolsillo y el honor de los estadounidenses: las guerras perdidas en Irak y Afganistan, y el debacle económico, que ha significado para millones el derrumbe del sueño americano. La pérdida de su bienestar, sus empleos y sus esperanzas.
Para preocupación nuestra Colombia ya no es en Washington el aliado carnal, a cuyo presidente bien valía la pena halagar, invitar al rancho, apoyarlo en época electoral y celebrarle el discurso de la seguridad democrática e ignorar los derechos humanos. Colombia es valiosa, pero ya no tanto como para aprobarle el TLC, que sigue empantanado en el Congreso, por la presión de los sindicatos demócratas, que tienen en la crisis humanitaria una razón de peso para ignorar las necesidades de la Casa de Nariño.
El discurso anual que Obama ofreció sobre el estado de la nación, en días pasados, demostró que Colombia sigue siendo un aliado al que se menciona en público, pero al que se ignora a la hora de ir más allá de las frases sonoras que alegren a los republicanos.
Obama anunció su deseo de fortalecer el comercio con nuestro país, pero no a través del TLC firmado con Bush, menos en épocas electorales. Su política al respecto se está cocinando y aún nadie la conoce. Lo cierto es que ellos necesitan nuestro mercado para vender sus productos y generar empleos allá. La enorme maquinaria productiva estadounidense sigue a media marcha, porque los exportadores se han dormido, mientras los chinos, hindúes, turcos, nos inundan con sus productos.
El recorte de los recursos del Plan Colombia para 2011, en 55 millones de dólares, demuestra qué tan seria es la necesidad del gobierno demócrata por demostrar que la crisis fiscal se va a resolver pensando en los intereses del pueblo americano y no de los sueños de sus aliados latinoamericanos.
Con Obama las cosas están cambiando. A pesar del enorme desencanto en la opinión pública mundial y su baja en las encuestas, es el Presidente de la única superpotencia del planeta y sus decisiones nos afectan a todos. Los colombianos ya sabemos que nuestro país nunca será tan importante en su agenda, dada la compleja realidad global y los múltiples enemigos vitales contra su seguridad nacional y su supervivencia. Sin embargo, seguimos teniendo como estrella polar a Washington, sin mirar más allá de la Casa Blanca.
La ausencia de una política exterior más amplia, que incluya y haga cierta la integración latinoamericana, y el acercamiento a Europa, Asia y Africa, nos ha colocado en la grave situación de no saber qué es lo qué quiere Obama, cómo encajamos en sus prioridades y de qué manera podemos beneficiarnos de las nuevas realidades políticas, económicas y sociales que marcan el mundo. Obama no baila vallenato, pero parece que eso aún no lo comprendemos.
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