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viernes, 26 de noviembre de 2010

TRAFUGARIO

------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

CREERLE A LOS POLITICOS

El jueves de esta semana que termina tuve una charla con un político que sin quererlo, lo sé muy bien, me ofendió pero eso me dio pie para yo ripostarle a él personalmente y para escribir esta columna dedicada precisamente a los políticos. Por esta época preelectoral, cae como anillo al cuello. Voy a expresar lo que creo yo que deben hacer todos los hombres dedicados a la controvertida profesión de la política. La considero controvertida porque sirve para hacer cosas muy buenas si el individuo que la practica es bueno. Y malas, si el individuo que la practica es malo. Y de esos hay hartos en la viña del señor.

Todo empezó porque mi amigo político dijo que los periodistas querían “echársela toda”, según su propia expresión, y que estaban “extorsionando” a los políticos. Yo no voy a calificar a los periodistas porque, quién soy yo para hacerlo. Lo que sí debo reconocer es que los hay muy buenos y otros que no lo son. Pero, personalmente, yo “me hago restiar” por mi profesión porque mi título universitario es legítimo y además no me lo gané en un parrandón. Y respaldo a mis colegas que se lo merecen, así me toque un duelo contra los molinos de viento. Con todo el espeto, a los políticos que les caiga el guante les insinúo que practiquen lo siguiente.

Uno. Tenga siempre en cuenta que la mayor torpeza de un político es creer estúpido a los demás.
Dos. No subestime a un periodista ni mucho menos lo ningunee, porque por modesto que sea ese periodista, algún día, si se lo propone, lo convierte en un Richard Nixon.
Tres. No hable de ética, ni de moral, ni de sus impolutos actos a lo largo de su vida y de su profesión, porque ipsofacto despierta dudas. Recuerde que en todo partido de fútbol, hay “faules” y canilleros.
Cuatro. No ataque a su contrincante u opositor político con palabras soeces o con agravios, sobre todo de bajo coturno, porque con eso le está demostrando incapacidad mental e indefensión profesional e intelectual. Un buen argumento retórico y un discurso florido, es un bon bon bun con cianuro para sus contrincantes.
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Cinco. No grite a su oponente porque no habla más hermoso el que grite más duro. No lo califique de lo que de pronto es usted y nadie le ha hecho caer en la cuenta, o usted por sus propios medios no ha caído en la cuenta. O se da cuenta pero se hace el pendejo.
Seis. Recuerde que la magia del político está en hacerse querer y que su fracaso está en hacerse odiar. Y hacerse odiar es demasiado elemental. Si no me creen, pregúntenle a… fulano de tal. (Casi se me suelta uno que todos conocen).
Siete. No sea arrogante, ni petulante, ni engreído. Fíjese que mengano es demasiado modesto y eso que es cien millones de veces más preparado que usted. Sea auténtico, como es usted en realidad, que ese también es un derecho fundamental.
Ocho. No crea que usted tiene todo el dinero del mundo para comprar lo que usted quiera y para hacer ver a sus oponentes como monigotes. Tenga en cuenta que Bill Gates o Carlos Slim, tienen un poquitico más que usted.
Nueve. Cuando eche discursos o se dirija al público a través de la TV o de las emisoras de radio, procure ser lo más sencillo y auténtico que pueda. No se rebusque la labia ni acuda a un lenguaje sobre-escogido porque eso se le nota a leguas y hasta su muchacha de servicio se va a reír de usted. Entre más claro y sencillo hable, más bonito se le oye. Y no vaya a recitar ruanazos como, “algotros pensarán”, porque así pierde las elecciones. Recuerde que se dice, algunos otros. O esta otra perla: Yo “insofapto” les ayudaré así me toque “matame” por ustedes. Acá usted corre el riesgo de que le caiga un rayo en la lengua y se la moche para siempre, y así en esas condiciones, jamás llegará a ser presidente de la república.

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