Por Sergio Isnardo Muñoz
Quizás sin saberlo, estamos
asistiendo a una hemorragia sin control de nuestra sociedad, hemos invertido el
orden de los valores sociales y el bien común está como un mueble viejo en las
prioridades de los políticos actuales. A ese fenómeno se me ocurre llamarlo
"Demorragia".
Así como una hemorragia se define
como la salida de sangre del sistema cardiovascular, generada por la ruptura de
vasos sanguíneos como venas y arterias; la "Demorragia" es la salida
de la gente del sistema democrático al encontrarse con una realidad abrumadora:
la política actual. Ven que hay una ruptura entre lo que esperan de sus
gobiernos ante tanta necesidad y la respuesta que reciben, que es lejana y no
conecta con sus problemas. Ello ha ocasionado el fenómeno de la abstención, que
no es otra cosa que la apatía, indiferencia, o en los términos arriba
señalados, la "Demorragia".
Se entiende que, con el
establecimiento de la elección popular de alcaldes, el Estado pretendió
empoderar a la gente en procura de soluciones para los problemas de los
municipios. Pero el clientelismo arrasó con las normas y dio lugar a
“republiquetas independientes”, en las que la mayoría de los alcaldes buscan su
beneficio y el de sus amigos, sin tomar en cuenta, para nada, el destino de los
ciudadanos.
En el caso de Bucaramanga, por
ejemplo, es urgente asegurar un trabajo efectivo desde la alcaldía: la capital
de Santander necesita un alcalde con formación para la gestión pública, capaz
de planificar el desarrollo en las condiciones exigidas por las circunstancias
particulares de la urbe y el mundo moderno, que convoque la voluntad de todos y
que, desde luego, pueda ofrecer garantía de honestidad a una sociedad que ve en
las prédicas de transparencia un simple recurso de campaña. La misión del
próximo alcalde de Bucaramanga, entre muchas, será rescatar el "deber
ser" de la gestión pública y por ese camino, reconquistar el respaldo de
los ciudadanos.
En ejercicio de un auténtico
liderazgo, otra gran misión del próximo alcalde, será la construcción de una
alianza real entre el gobierno municipal, el sector privado, la academia y los
sectores sociales, para diseñar y ejecutar una propuesta moderna de ciudad.
Bucaramanga ya no es la aldea de 1930, ni siquiera la ciudad inquieta de los
años ochenta, sino una gran ciudad metropolitana cuyos problemas se han agravado
escandalosamente porque sus dirigentes no hicieron bien su tarea: no
planificaron, no ejecutaron con responsabilidad, no pusieron diques al mal uso
de los recursos públicos ni consolidaron una visión de ciudad que pudiera
asegurar la continuidad de los procesos de desarrollo.
El reto es elegir bien en
octubre, elegir como alcalde un líder y administrador capacitado y responsable,
que obre en función de la ciudad del Siglo XXI, no sólo en defensa de sus
intereses propios y los de la rosca tradicional, estamos a tiempo de encauzar
el rumbo de Bucaramanga.
Estoy convencido de que buenos
ciudadanos que construyen su propio futuro a través de la participación de
iniciativas políticas renovadoras, son los llamados a detener la
"Demorragia" que nos afecta.